dos científicos, un solo héroe
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Odio. Era todo lo que Reverse-Flash había conocido; suponía la fuente de sus poderes de velocista y diariamente le llenaban de energía en una celda de libertad y alimentaba sus motivaciones.
Podía parecer que Reverse-Flash había nacido de un científico obsesionado con Flash que intentó recrear el accidente que le dio los mismos poderes a su héroe, pero lo cierto es que aquello sólo fue un acto físico necesario para marcar el punto de partida. Al fin y al cabo, nadie crea su propia fuerza de la velocidad de la mañana a la noche, y la negativa que nació de Thawne estaba fuertemente ligada al odio que sentía, incluso si ahora no parecía experimentar más que admiración por Flas; lo cuál con el paso del futuro esto acabaría invirtiéndose al completo, como si en algún tiempo hubieran parecido dos tipos de situaciones completamente idénticas, ocasionando un efecto espejo entre sí.
Y es que supuse un cambio tan radical, que Eobard después sintió no haber experimentado cualquier otro sentimiento en su vida que el odio, y por debajo y consecuentemente la ira, una gran rabia y ansias de venganza en crescendo. Todo aquello no relativo a cualquiera de esas emociones, que en sí conformaban una propia y hacían que su velocidad llegara hasta a casi igualarse a la de Flash, así como la felicidad, la tristeza, la decepción, la envidia, el arrepentimiento, la compasión y la soledad… no existían ya para él, ni nunca lo habían hecho, pues ahora ya solo había espacio para una sola. Ni siquiera era capaz de recordar cómo era el sentirse vacío por dentro, y por qué, si tenía toda una meta de vida por delante que consistía en volcar todo su odio a derrumbar a Flash incluso cuando parecía que ya no era posible hundirlo más. Mucho menos seguía siendo relevante para él todo lo relacionado con el amor o el cariño o el dolor y la frustración; ya tenía toda una amalgama de emociones que cubrían cualquier tipo de necesidad sentimental por él.
Todo el odio y el rencor se aunaban en un pensamiento; y así supo que había formado la fuerza de la velocidad negativa.
Barry Allen muchas veces había calificado en sus ataques de tristeza y enfado a Eobard Thawne algo como un monstruo, y cómo no serlo, cuando lo único que sentía era el afán por destruir todo lo que rodeaba a Flash, pero no de una manera definitiva o para querer derrumbar una especie de icono o imagen, pues Eobard ansiaba hacer que cualquier día malo en la vida de Barry Allen fuera así por su culpa; torturarle cada vez más y observar cómo era capaz de perder cualquier atisbo de esperanza o heroísmo en él era ensordecedor, todo para lo que vivía el Reverse-Flash y que hacía que la fuerza de la velocidad negativa le hiciera correr como nunca.
Quizá por eso ahora le resultaba un poco confuso a Eobard Thawne estar tanto tiempo seguido sin rodearse de su poder. Porque los últimos días mantenerse estático, apenas en movimiento excepto cuando debía de leer algunos de esos libros de física contemporánea a súper velocidad, había sido una experiencia completamente nueva para él. Se había infiltrado antes, pero nunca había estado tanto tiempo sin apenas usar la speedforce.
Como sea, ya faltaba poco tiempo para que empezara la universidad, y Barry Allen tenía los días contados como persona con una vida normal.
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Barry había madrugado con bastante antelación y se había preparado su desayuno con bastante minuciosidad, lo cual le había ayudado a calmar sus nervios, aunque solo una pequeña parte de ellos.
Siempre se hablaba de la universidad como la mejor etapa en la vida de un adolescente que empezaba a ser un adulto. Algunos calificaban esos cuatro años o más como los mejores de sus vidas; todo un punto de inflexión y un remolino de cambios después de los estudios anteriores.
No es que Barry tuviera muchas expectativas sobre su vida universitaria, pues siempre había sido más bien tímido y socializar nunca fue su fuerte, aun si tampoco se sentiría decepcionado por hacer alguna que otra amistad más o menos duradera. De todas formas, el caso es que si había accedido a la universidad de sus sueños y se mostraba ahora emocionado por su primer día de clases era por su futuro académico: desde que tenía memoria, o al menos desde que su madre falleció –que es más o menos lo mismo–, Barry ha aspirado a perseguir la rama de las ciencias forenses. Planeaba con esto otorgarle el tiempo y la dedicación a cada caso criminal que se merecían además de un trato justo y equivalente, pues siempre había sentido que es lo que su padre no recibió.
Aquello era lo que le había movido a encontrarse en el sitio en donde estaba hoy en día.
La primera clase fue de química. Sobre todo trató de una breve presentación y explicación del cronograma de la asignatura, nada fuera de lo ordinario. La siguiente clase fue física, que sin duda fue mucho más inesperado.
Barry sintió cómo su cuerpo y su mente se congelaban al ver entrar por la puerta a su profesor de física, que sería aquél hombre con el que se tropezó justamente una semana antes, y es que además aquella figura le parecía irreconocible con aquél pelirrojo tan inusual y el mismo traje que antes se le había manchado al éste caer sobre el suelo de la calle.
Allen, como científico, pocas veces creía que en las casualidades había algo más allá a parte del hecho de que pudieran ser casualidades, y si podía, demostraba la veracidad o no existencia de estas. Pero este momento le parecía tan extrañamente calculado, que su curiosidad científica se alejaba totalmente de esto.
Y el hombre pareció también darse cuenta de esta situación, aún si sólo había girado la mirada una sola vez explícitamente hacia él y tampoco había hecho alguna demostración de que le sorprendiera haberle visto. Barry pensó en si esto le pasaba a menudo al hombre, aunque tenía un largo día por delante, así que con el transcurso de la mañana ese hecho se convirtió más en una curiosidad mientras otro tipo de cosas empezaban a ocupar su mente.
Y de aquella manera, simplemente pasó el tiempo.
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No es que Eobard tuviera gran planes hasta que Barry Allen se convirtiera en el superhéroe conocido como The Flash.
Así, las dos semanas anteriores simplemente se había dedicado a hacerse pasar por un profesor de física completamente normal. No era complicado, pues en el siglo veintiuno era mucho más fácil la tarea de la enseñanza que en el veinticinco, sin embargo, aunque también había hecho con anterioridad todo lo de asumir la identidad de una persona para acercarse a un joven Barry Allen y seguir con su propósito de arruinarle la vida y ser el causante todos los días negativos en su vida, nunca había estado tanto tiempo metido en un papel de alguien que además veía a Flash cuatro días seguidos a la semana, y muchísimo menos sin poder estar en pleno uso de la fuerza de la velocidad negativa. Eobard sentía que esto último podía llegar a ser más importante que todo lo anterior, aun si también seguía afectando, por supuesto.
También tenía el problema de que empezaba a parecerle extraño estar tan cerca de Barry Allen e interactuar con él de forma bastante casual, como pequeñas preguntas que éste tenía sobre lo que daban en clase, y aunque también resultaba ciertamente embriagador el sentimiento de estar delante de una persona a la que le había hecho daño sin que el herido supiera nada de esto, a veces era quizá un poco incómodo y Thawne no podía quitarse de la cabeza que de verdad estaba sucediendo todo lo que estaba ocurriendo. Lo cuál era aún más raro, porque nunca le había pasado algo así.
Por poner un ejemplo, al final de la segunda semana de clases, Barry vino a su despacho.
—¿Profesor Smith? —“Smith” era, por supuesto, parte de un nombre falso. Un apellido común y fácil de recordar.
—¿Sí, Allen?
—Venía a justificarle una ausencia. El martes de la semana que viene tengo la cita anual para visitar a mi padre, ya que no sé si sabe que él está en prisión —como si la mayoría de la gente no hablara a sus espaldas en clase por esto—, y bueno, es por la mañana, así que no podré ir.
La profundidad de esta conversación era hermosa.
Thawne pensó en todo lo que pasaría si ahora le contaba a Barry sobre el verdadero culpable detrás de la muerte de su madre y el injusto encarcelamiento de su madre. Imaginarse su reacción, sabiendo lo joven e inexperto que era sobre su futuro le resultaba más que interesante.
Quizá lo habría hecho, por qué no. Su plan no podía ir más alejado del mismo propósito que esa frase tendría sobre él, y cabía la posibilidad de que acabara creando un universo alternativo y que pudiera volver al original sólo para contemplar su reacción ante tal revelación tan traumante y seguir como si nada.
No obstante, no tuvo ni idea de por qué se quedó quieto, sin un destello de super velocidad negativa roja emergiendo en sus ojos o viéndose reflejado en un futuro en el que aquello que había imaginado llegaba a suceder. Volvió a sentirse extraño de nuevo, y esto no le gustó nada.
—Claro Allen, no te preocupes. No pasa nada.
Eobard pensó que mientras los días transcurrieran aquella sensación tan rara acabaría desapareciendo dentro de él; no fue así. Más bien, de hecho se fue incrementando cada vez más. Llegaba un punto en el que ni siquiera le gustaba ir a la clase de Barry Allen y encontraba monótonos aquellos días en los que se quedaba en la casa, incluso si optaba por hacer algo diferente de vez en cuando, o al menos lo que sea que no fuera no hacer absolutamente nada en todo el día, mirando al techo mientras echaba de menos colocarse su traje de Reverse-Flash y saltar en supervelocidad negativa por diferentes líneas temporales, la mayoría arruinadas en la desesperación por él y las restantes esperando aquél mismo destino.
Cuando se cumplió el primer mes de clases, el profesor Smith dejó de venir, y al día siguiente se le dijo a los estudiantes que estaba de baja médica. Todo era una mentira, pero a Eobard, que nunca antes había tenido problemas con ningún plan que él mismo había planeado de este calibre, no le empezaba a convencer el desarrollo de este.
Quizá debería simplemente volver a ser el Reverse-Flash, colocarse su traje y viajar a cuando Barry finalmente se convertía en Flash, que era lo que realmente se encontraba esperando. No le importaba si debía de lavarle la cabeza a alguien para que adoptara su propia identidad de “profesor Smith” para que Barry, al sufrir el accidente que le convirtió en el velocista escarlata, sintiera aquella conexión afectiva para que su plan acabara saliendo todo lo bien que debía de salir.
Parecía un plan bastante sencillo. No se imaginaba que algo pudiera salir mal.
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