Capítulo 8: Un día en el zoo

~Diario de Francia~

Cher journal, (querido diario)

Como ya te he venido contando desde hace una semana y media, me estoy haciendo cargo de la belle Alba. Lo malo, es que tiene una actitud muy negativa hacía . Se niega a que le de amour constantemente. Bueno, tiempo al tiempo~.

Desde que le enseñé la Bastilla, y tuvo que probarse la ropa, que hermosa y apetitosa se veía~, no ha querido salir de casa. Como no pude comprarle el libro, decidí al día siguiente enseñarle mi estudio donde tenía mi ordenador. Mon dieu, esa ha sido la peor idea que he tenido desde que ella llegó.

Se pasa el día allí encerrada, escuchando música y escribiendo, por lo que he visto. Luego baja a comer y por la noche es el único momento que pasamos juntos.

Es muy adorable porque escucha música francesa e intenta repetir la pronunciación. Si pudiese darle clases, seguro que tendría una pronunciación perfecta. También se ve adorable, cuando se sonroja, lo malo es que suele llevar que me esquive o que me golpeé.

Igual, es porque soy su personaje favorito... Descubrí que le da vergüenza muchas cosas. Y la mayoría de ellas, son las que hace conmigo. Pero eso va a cambiar a partir de hoy.

Deseame suerte, y que no me golpeé. 

Besos, Francis Bonnefoy.

...(***)...

–Chérie, ¿qué estas haciendo?

–¿Qué?–pregunté quitándome un casco.

Había aparecido por la puerta del gran estudio (muy bien decorado, por cierto). Entró con una sonrisa que me daba malas vibraciones.

–¿Qué haces?

–¿Realmente? Nada.

–Ya... Ya lo veo...–Puso una sonrisa fingida–. Oye... He pensado que ya que llevas muchos días aquí dentro sin hacer... "Nada"... Podríamos hacer algo juntos.

–¿Eh? Que pereza... Ya es muy tarde, mejor mañana.

–Pero si solo son las diez y media.

–Eh...–dije alargando la e buscando una escusa. Le miré con algo de molestia y desesperación–. Vale no se me ocurre ninguna escusa. ¿Que tenías planeado hacer?

Me levanté del escritorio y me acerqué a él. Sonrió ampliamente poniendo una pose adorable. Que mono estaba... Okey, Alba céntrate. 

–Tenía pensado ir al zoo~.

–¿Al zoo?–Suspiré perezosa–. Pero hace mucho calor fuera... 

–Te he traído ya la ropa. Une robe blanche (un vestido blanco), porque hace calor.–Se sacó el vestido de la espalda–. Y aquí tienes las sandalias a juego.–Las tomé con la otra mano. 

–¿Sabes? Es algo siniestro que mientras tenía la ropa lavando hayas mirado mi talla de todo y hayas comprado tanta ropa por internet... ¿Cuánto te has gastado, a pesar de que te dije que no era necesario? 

–Es un regalo, chérie. Además, en internet la ropa está más barata. Y sobre lo otro, ¿me hubieses acompañado a comprar ropa?–Arqueó una ceja. 

–Jajaja, la verdad es que no. Si fuese para ti, igual sí. Pero para mí no, jajaja. Bien hecho con eso.–Le devolví el vestido y las sandalias–. De verdad que es muy amable por tu parte, pero no era necesario nada de esto. Yo con música, una cama y comida soy feliz.–Me senté en la silla–. En mi dimensión tengo zapatos que igual tienen más años que tú.

–No lo creo.

–Lo sé, no obstante me hacía gracia el símil...–No pilló la indirecta. 

–Pensé que te gustaría...–Cambió de tema poniendo una cara de tristeza.

–¿Por qué?

–Tampoco es que sepa mucho de ti como para saber lo que te gusta–dijo molesto.

–Sabes mucho...

–¿Tu color favorito, tu animal favorito, que te gusta la historia, el cine y la literatura? ¿Eso es mucho?

–Es más que nada–respondí con una sonrisa de disculpa.

–Jum...–Se giró hinchando las mejillas–. Vaya, se ve que no quieres ver a los pingüinos...–Salió por la puerta dejándome con la boca abierta. 

–¡EH! ¡Espera!–grité levantándome de golpe de la silla. Corrí fuera de la habitación hasta "casi" placarle por el pasillo–. ¡PARA!

–¡Ah!–Le agarré con fuerza por la cintura evitando que se cayera o avanzase.

–¿Eso que has dicho es verdad? ¿Tienen pingüinos?

–Ma chérie, ¿qué maneras son esas de agarrarme?–preguntó con tono pícaro. 

–¡Déjate de tonterías!–Le agité molesta y nerviosa–. ¡Estamos hablando de pingüinos! ¡Es de vida o muerte!

–D'accord, d'accord.–Se rió –. Creo que tienen pingüinos africanos... Bah... Pero no querías ir, ¿non?

–Eh... Bueno es que no... No consideré que... Que para evitar el calor podíamos ir por la sombra y que... Seguro que es bueno que me de el aire... ¿Podemos ir, por faaaa?

–Bon...–dijo con una sonrisa tierna–. Pero solo si...

–Sí, sí, sí todo lo que tu quieras. Pero eso después del zoo. ¿Tú ya estás listo? ¿Necesitas prepararte o algo?

–No, yo ya estoy listo.

–Esa es la ropa que quieres que lleve, ¿cierto?

–Eh... Oui.–Miró el vestido confuso. No le dio tiempo a pronunciar otra palabra pues le arranque el vestido y los zapatos de las manos y salí corriendo por el pasillo.

–¡EN MENOS DE CINCO MINUTOS SALGO!

Derrapé al tomar la curva para entrar en mi habitación y cerré con un portazo. Como si la ropa ardiese, me deshice del pijama caminando hasta el baño, en el que me quité la ropa interior, a continuación e metí en la ducha sin calentar el agua pues tardaría lo suyo.

–Fría, fría, fría–gritaba. Seguramente Francia me hubiese oído.

Salí a toda prisa del baño poniéndome la ropa limpia por el camino hacia la puerta. Ya vestida salí al pasillo para encontrarme con Francis. 

–¿¡Cómo es posible que te hayas cambiado tan rápido!?

–Son pingüinos. Y por mis pingüinos daría lo que fuera. ¡Así que vámonos ya!–grité corriendo hacia él–. ¿Tienes todo? ¿Cartera, llaves, teléfono?

–Oui... Pero chérie...

–No hay tiempo–dije decidida. Tomé su mano entrelazando nuestros dedos, no se me vaya a perder, y bajando las escaleras de dos en dos y con Francis gritando que parase nos fuimos al zoo. 

Corría por la calle desierta en la que vivía Francis, tenía que encontrar la boca de metro más cercana para llegar al zoo. Esperaba que no estuviese lejos. 

–¡Che-chérie! ¡Vas demasiado rápido chérie! ¡Alba! Pa-para...–Después de esas palabras se calló. 

Ya íbamos a llegar a la calle en la que estaba la boca de metro, lo malo es que mientras corría tendría que esquivar a las personas, cuando Francia me agarró con fuerza tirando de mí hacia él pegándome a su pecho.

–¿Q-qué haces?–pregunté sonrojada–. Tenemos que llegar rápido... 

–Chérie, creo que deberías ir algo más despacio–dijo con una mirada y sonrisa lasciva–. ¿No te has dado cuenta que vas en vestido?

–Eh... Sí, ¿y?

–Un vestido... Vas corriendo... Aire... Resumiendo podría decir que he tenido muy buenas vistas~. 

<<No me digas que ha visto mis... Mierda, sí lo ha hecho>>. 

–Y me gustaría que yo fuese el único hombre que te viese así, ma chérie–susurró en mi oído causándome un gran sonrojo. Se apartó poniéndome los pelos de punta, aproveché esa distancia para golpearle en el brazo–. ¡Ah! ¿Por qué me golpeas? 

–No me digas esa clase de cosas...–comenté enfadada y sonrojada–. Y eso me recuerda que el que me hayas comprado la ropa interior es aún más siniestro. Y no quiero saber cómo lo has hecho... Vámonos ya, ¿vale?–Cambié de tema. 

–Podemos pasear hasta la boca de metro–sugirió. 

–Lo que tu quieras. Con tal de llegar soy feliz...–Rodé los ojos y seguimos caminando de la mano. Hasta que me di cuenta de ese detalle y entré en pánico. Mi salvación fue aferrarme a la barra del metro, aunque se dio cuenta de ese detalle. Lo bueno es que no dijo nada. 

...(***)...

–¡MADRE MÍA! ¿NO SON LO MÁS BONITO QUE HAS VITO EN TU VIDA?–grité viendo como las pequeñas aves se movían de acá para allá. La verdad es que no hacían mucho en tierra, solo aleteaban, se acicalaban y poco más, eso era un poco aburrido. No obstante verlos nadar era muy bonito. Miles de datos pasaron por mi cabeza al ver como estos pequeños se zambullían en el agua. 

–¿Son más hermosos que yo?

–Eh... No creo que quieras saber la respuesta...

–¡Qué cruel eres!–sollozó falsamente. 

Ignoré su falso teatro lo que pareció molestarle un poco. Me miró enfadado y se interpuso en medio de mi campo de visión varias veces, a pesar de que yo siempre conseguía obtener un hueco para verles. 

–¡Chérie hazme un poco de caso!–Me reí ignorándole–. ¡No te rías! 

–Joooo. Déjame disfrutar un poco. Yo no te digo que dejes de mirar ropa o aquello que quieras hacer. 

–¡Es que llevas cuarenta minutos disfrutando de los pingüinos! ¡Y lo más emocionante que han hecho ha sido lanzarse al agua, y por accidente!–Le miré enfadada. 

–¡Eso es lo que dicen aquellas personas que no saben ver la belleza de estos animales!–Encarándole muy enfadada solté aquellas palabras. Yo soy bastante tranquila, pero cuando se meten con mis pingüinos es mejor huir de mí. Su cara fue de completa sorpresa al verme así–. Estos animales, por aburridos que te parezcan son los más increíbles del mundo para mí. Soportan temperaturas extremas, los padres se encargan de las crías por igual, y lo más importante, son unos de los animales más fieles del mundo. Cuando encuentran pareja, permanecen con ella toda la vida. Recorren cientos y cientos de kilómetros para reencontrarse después de la cría. Y cuando uno de ellos muere, hay veces, que el que ha quedado vivo se muere de pena... Son cosas que muchos humanos no son capaces de hacer, así que más te valdría respetarlos un poco más.–Giré mi cabeza hacía ellos. Me tranquilicé al ver como nadaban.

–Je suis désolé, ma chérie...–Me abrazó por la espalda–. No pensé que fuesen tan importantes para ti.

–Ah...–suspiré–. Bueno, como tu dices no sabes nada sobre mí... No importa, no lo sabías. Vamos a ver otros animales si quieres.–Asintió y en un tenso silencio caminamos hacía otras zonas. 

–Sabes mucho de ellos.–Sonreí un poco–. ¿Así que es por eso por lo que te gustan? ¿Por qué son fieles en el amor?–Su sonrisa cómplice no faltó. 

–No exactamente, eso es un extra. Me gustan pues gracias a ellos decidí que quería ser escritora. Gracias a la serie de los pingüinos de Madagascar, pero es una historia muuuuuy, pero que muuuuy larga. Te la contaré algún día. A lo que voy es que... Querría trabajar en un banco y ser algo que no me gustaría por el resto de mi vida sin saber que realmente es lo que se me daría bien. Por eso me gustan tanto, porque gracias a ellos descubrí que escribir era lo mío. 

–Eso es bastante profundo chérie. 

–Nah, no lo creo. Tendrías que verme cuando me voy a la cama y comienzo a pensar de todo. Entonces descubrirías que es lo realmente profundo...

–¿Eso es una propuesta?

–¡Qué no me mires de esa forma pervertido! ¡Y no! ¡Claro que no lo era!–Como me sacaban de quicio esas indirectas–. Cuando terminemos de ver todos los animales vamos a la tienda de regalos, quiero ver si tienen pingüinos de peluche.

–¿Quieres que te compre uno?

–Me gustaría más uno de verdad... De peluche tengo muchos. Pero resulta que es ilegal comprar un pingüino vivo...–Me crucé de brazos.

–Yo te compro uno. Puedo decir que es para un zoo, por ejemplo–dijo con una pequeña sonrisa.

–Francia.–Agarré sus hombros deteniéndome encima de él–. Si me compras un pingüino vivo, me caso contigo.–Al instante nos sorprendimos por mi respuesta. Me sonrojé y me puse nerviosa–. A ver, no quise decir eso... Es decir... Je, yo nunca me casaría por un pingüino. E-es patético casarte por algo material... Si te casas debe ser por amor... Es solo una forma de hablar, es algo que la gente suele decir... Lo dije sin pensar, ¿vale?

–Tranquila chérie, te he entendido.–Sonrió de forma amable. Caminamos hacía la zona de Madagascar. 

–Es mejor así... No tengo un hábitat para un pingüino... Cambiando de tema, ¿qué quieres hacer esta tarde?–Le había prometido hace unas horas que haríamos lo que él quisiese.

–Ir a cenar, pero donde yo quiera. 

–De acuerdo... Pero no me pienso comer un caracol, que lo sepas. 

–D'accord.

...(***)...

–¿Y tu que quieres, chérie?

<<¿¡Cómo quieres que lo sepa si toda la bendita carta está en francés!? Vale que sé algo, pero dime tú, que coño es un Tournedos rossinis. ¿Tengo pinta de crítica gastronómica para saber que es? Todavía miro que es en Wikipedia>>. 

–Eh... Pe-pediré lo mismo que tú–dije con una sonrisa nerviosa. Era el último as que tenía bajo la manga, hacerme la culta y pedir lo mismo para no quedar mal. Cuando el camarero se fue, después de que apuntase la comida, Francis comenzó a reírse. 

–No tienes ni idea de lo que podía, vrai? 

–Hijo de tu madre, sabías que no tenía ni idea de que ponía y aún así no dijiste nada–susurré enfadada. No podía gritarle que estábamos en un restaurante elegante, aunque por ganas...

–Haberme pedido ayuda.

<<Es que no quería hacer eso>>. Me sonrojé cruzándome de brazos. 

–Además, me gusta verte sufrir un poco, chérie.–Coqueteó guiñándome un ojo. 

–Lo mismo voy a decir yo cuando te estés peleando con Inglaterra y vayas perdiendo.–Le devolví el guiño. 

–Eh, yo puedo ganar a ese cejón en menos de cinco minutos.

–Que raro, la última vez solo tardaste ciento veinte años.–Sonreí ante su mala cara. 

–Realmente fueron ciento dieciséis.–Rodé los ojos desesperada. 

El camarero nos trajo el primer plato, y no sabéis la cara de desconcierto que se me quedó al ver aquel plato tan raro. Parecía lasaña pero no era lasaña... Me quedé mirándolo un rato intentando adivinar que narices llevaba. Lo único que vi es que llevaba queso, eso fue un progreso. 

–Francia... ¿Qué es esto?–pregunté desconcertada.

–Es Quenelle.

–Ah...–<<Pues me has dejado igual que al principio. ¿Qué quieres que te diga?>>–. ¿Sabes? Tengo la manía de que cuando como me gusta saber que como. 

–Honhonhon.

–¡No te rías!

–Es una pasta con ternera, queso y salsa bechamel. 

–Ahhhh, eso está mucho mejor. 

Tras la deliciosa comida, dimos un tranquilo y agradable paseo en el que le conté más cosas de mí, cosa con la que estuvo muy feliz, no sé el porqué. 

–Y mis deportes favoritos son la natación, el esquí y el fútbol. Pero sobretodo se me da bien la natación. Mi prima me dice que parezco una sirena... Cosa que me parece un poco rara... Pues ya tengo una edad, pero la perdono porque tiene siete años. 

–Puedes ser mi sirena, ma chérie.–Me abrazó rodeándome la cintura con su brazo izquierdo. Escalofríos recorrieron mi cuerpo–. Y yo tu príncipe encantador~. Podríamos besarnos y ver si...–Le golpeé el brazo contrario al de esta mañana. 

–¡Ah! 

–Te he dicho que la cintura no se toca. Y no me des las gracias por igualarte el maratón del otro brazo.–Me miró mal. Suspiró, bueno pero solo porque es buena persona–. Si te doy un beso, ¿me perdonas?–En cuanto quise darme cuenta me agarró por la espalda y me inclinó... WTF?

–Ya te había perdonado, pero acepto la oferta. 

–Je, ¿tú que quieres? ¿Que te iguale la nariz? Súbeme, pervertido. Me refería en la mejilla.

Me puso mala cara cuando me incorporé, sin embargo el beso le cambió la cara. 

–Chérie, ¿qué te parece si vamos a un parque de agua?

–¿Lo dices enserio?–pregunté ilusionada.

–Oui~. 

–¡Podríamos ir con Eva, Mey, América e Inglaterra!

–Me parece bien.–No parecía mucho eso... Decidí ignorarlo. 

–¡Voy a llamarlas ahora! Bueno... Mejor mañana. Ahora me gustaría terminar la cita de hoy o lo que quiera que sea esto. 

–¿Cita?–Me abrazó con fuerza.

–Relájate, mon amie. Que tampoco es como para ilusionarse así...

...(***)...

Cher journal, 

Ha sido una gran primera cita~. Debo agradecérselo a Mey por la idea del zoo. Nunca pensé que le gustasen tanto. Bon, ahora debo ir con ella a dormir~. 

Bonne nuit, Francis Bonnefoy. 

...(***)...

Hola :3. Bueno, os recuerdo que mañana sube capítulo Mey y el viernes Eva. Además de que la semana que viene tenemos capítulo en común :3. 

¡Hasta la próxima!

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