Capítulo 20: La fiesta de pijamas
–Una fiesta de pijamas, eso es algo que siempre quisimos hacer pero por la distancia nunca llevamos a cabo.
–¿Pero por qué tiene que ser en la casa del cejudo? ¡Su casa, en especial su cocina, es muy peligrosa!–Me reí por el puchero que hizo Francia.
Mey había organizado en casa de Inglaterra, y actualmente la suya también, una fiesta de pijamas para las tres. Curiosamente, Francia quería acompañarme a pesar de que sabía que solo sería una noche y Arthur estaría ahí por si pasaba cualquier cosa. (No sé, el ataque de un oso salvaje o que se incendie la casa).
–Jajajaja. Tranquilo, mon petit, que mami Alba te va a ayudar si te peleas con Inglaterra.–Le guiñé el ojo divertida–. Y tú venías para para protegerme...
–Que me queje del Hooligan no significa que no quiera protegerte~.–Me rodeó los hombros con su brazo que aparté después de unos pasos.
–Y yo te dije que solo sería una noche y no había de qué preocuparse. Pero como insistías tanto... Supongo que tampoco te vendrá mal un poco de convivencia.–Murmuró algo haciendo un puchero que no entendí–. Venga, entremos ya.
Tomé su mano para arrastrarle dentro del jardín delantero. Tras llamar varias veces a la puerta, cejitas abrió la puerta malhumorado. ¿Qué pasa? ¿No golpeé correctamente el We will rock you?
–¿Podéis dejar de hacer tanto ruido? ¡Os oímos a la primera!
–Un placer verte de nuevo a ti también, Angleterre~.–Francia se adelantó para contestar antes que yo. Los dos comenzaron una guerra de miradas mientras yo les miraba desesperada a ambos.
–¿Hola? ¿Podemos pasar o os vais a quedar ahí todo el día intentando mataros con la mirada?
–Oh, sí perdón...–dijo Inglaterra mirándome junto con Francia. Al menos, conseguí que se dejasen de pelear, por diez minutos–. Pasa Alba, Lady Mey está allí con Eva y América–dijo abriendo más la puerta para que pudiese entrar.
–¡ALBICHIIIIIIIIII!
–¡RAEEEEEEEEE!
Sin darme tiempo a reaccionar, Eva saltó a mis brazos a punto de tumbarme. Besé su mejilla y la deposité en el suelo. A continuación besé la mejilla de Mey y la abracé. Con América choqué los cinco, ya que creo que prefería eso a que le diese siempre la mano como saludo. Este último se acercó a Francia, y mientras los tres se quedaron hablando nosotras subimos a la habitación que Mey había preparado para las tres. Iba a ser una gran noche, lo sé.
...(***)...
Narrador omnisciente
–Y esta será la habitación.–Mey abrió la puerta de la gran habitación, ya que así todas tendrían más espacio.
–¡GUAU!–exclamaron ambas sorprendidas. Tres camas en orden con colchas de diferentes colores se encontraban a un lado mientras que una gran alfombra cubría el suelo. Había un par de armarios al lado de la puerta y una gran ventana al final.
Las más jóvenes tiraron las cosas encima de las camas y saltaron en la restante libre que sería la de Mey. Esa costumbre ya debía de formar parte del Trio HotDog.
–Venga, no os quedéis ahí tiradas toda la tarde–rió Mey que ya estaba en pijama–. Voy a por los aperitivos. Quedaos aquí y cambiaos al pijama.
–Okey–dijeron con la cabeza aún apoyada en la almohada.
Por turnos se fueron a cambiar al baño y terminaron ambas de ponerse sus pijamas. Eva vestía un bonito camisón blanco mientras que Alba llevaba un pijama de verano lleno de corazones color carne, eso pasaba cuando Francia compraba un pijama. (Aunque agradecía que al menos tuviese uno).
La tarde-noche empezó tranquila, con bailes y canciones mientras conversaban sobre la convivencia con los países. Todo iba a las maravillas hasta después de la cena cuando imouto hizo la pregunta clave.
–¿Y qué tal con vuestros novios?–preguntó Eva con su sonrisa de gato.
<<¿Qué estarán haciendo los chicos? Solo espero que Francia no se pelee mucho...>>. La rubia se sonrojó por esos pensamientos o por la pregunta de su imouto o tal vez por ambas cosas.
...(***)...
–¿Y qué tal la convivencia?–preguntó el americano comiendo una hamburguesa.
–¿¡Y a ti qué te importa!?–preguntó sonrojado el inglés–. Además, ¿cuántas veces te dijimos que no hables con la boca llena?
–En mi caso nada mal, tenemos muchas cosas en común. Pero... Me gustaría que me diese más amor...
–Todavía sigo pensando que fue mala idea dejarte a Alba–dijo el inglés cruzado de brazos.
–Tú borracho tienes más peligro que yo. Y sé que te has emborrachado cuando Mey estaba a tu cargo. ¿Quién es el irresponsable ahora~?
–¡¡CÁLLATE FROG!!
–Pero lo pasaré por alto si me das un hechizo con el que ma chérie me de más amor~.
–¡Ni por todo el oro del mundo!
–¿Y por qué no haces cosas para que te de más amor?
–¿Lo haces tú con Eva, América?–El más alto se sonrojó con fuerza por la pregunta malsonante, pero se limitó a seguir comiendo y a simular que respondía algo.
–No encuentro un contrahechizo–murmuró el británico, pero ambos le oyeron perfectamente.
–¿Se quedarán aquí para siempre?–preguntó el francés preocupado.
–Aún no pierdo la esperanza... Pero...–Se puso en pie y les dio la espalda–. El hechizo no sé cual era exactamente y parece bastante fuerte como para mantenerlas por meses aquí...
Francis y Alfred se miraron entre sí preocupados mientras el británico miraba al suelo sin saber que decir o pensar.
–¿Y cuál es el problema?–habló el americano–. Esta bien estar con ellas. Es nuevo... Así que no deberías preocuparte por ello, Iggy.
–Ya te he dicho que no me llames así, bloody hell. Sin embargo... Gracias.
–Además, no es tan malo~. Siempre nos queda la opción de que vivan con nosotros siempre–dijo el francés caminando hasta su lado–. Hasta a ti te gusta; reconócelo, Angleterre.
–Bueno, supongo que vivir con Mey no ha sido nada malo... No es que me guste estar con ella o algo así... Espera un segundo... ¡DEJA DE GRABAR LO QUE DIGO, FROG!
–Para una vez que consigo que medio digas la verdad... Ah~. No tienes remedio.
–¡Es que yo no te voy preguntando por ahí si os gusta vivir con ellas o no!–gritó rojo como un tomate provocando las risas en el par de rubios–. ¡Dejad de reíros estúpidos!
Francia e Inglaterra volvieron a empezar una pelea que duró hasta la hora de cenar, en la que hubo otra pelea por quién cocinaría. Y para cuando empezaron a cenar a Alfred le surgió la gran duda que se quedó en sus mentes toda la noche.
–¿De qué creéis que hablan las chicas cuando no estamos delante?–preguntó el americano.
–Hmmm–dijeron pensativos.
...(***)...
PoV Alba
–¿De qué creéis que hablan los chicos cuando no estamos delante?
–De p*rno. –Ambas me miraron mal a lo que me encogí de hombros.
–Eres una malpensada...–dijo Eva cruzándose de brazos.
–Vamos a ver, ¿qué hemos aprendido de las imágenes sobre ellos tres? ¡Exactamente lo que yo decía! Hablan de p*rno. Aunque admito otro tema, la comida. Por lo que Francia e Inglaterra siempre se estarán peleando.
–Tiene sentido...–dijeron ambas a la vez.
–Además de que mis malos pensamientos son un 35% culpa de Mey. El resto no tengo que explicar la procedencia...
–¿Yo? Para nada...
–Ya... ¿Y si hablo de tu Venganza?–La miré escéptica, ella sonrió ampliamente.
–One-chan~... Si te gustó~, y lo sabes.
–Eso no tiene nada que ver... A parte de que ya sabemos las tres quién es la más pervertida de nosotras.–La lanzamos una sonrisa pícara a lo que se sonrojó.
Pasamos a hablar de otras cosas, como de sus mascotas, de los himnos, de historias, bailamos y cantamos, hicimos guerra de almohadas, nos reímos, nos sonrojamos mucho y tras Eva y yo acabar con toda la comida nos quedamos dormidas.
...(***)...
Narrador omnisciente
–Ah...–gimieron las dos españolas aguantándose el estómago–. Duele...
–Os dije que no os comierais todos los dulces–las regañó Mey.
Habían salido en medio de la noche a por algo que calmase el dolor de barriga de las españolas. Todo fue porque en medio de la noche despertaron a la boliviana por sus sollozos de dolor de estómago. Ambas se comieron la mayor parte de los dulces, lo que desencadenó el dolor intenso de madrugada. Ambas se preguntaron si no los habría hecho el inglés.
–Valió la pena...–sollozaron.
–En la cocina os haré una infusión para que se os pase el dolor de estómago.
–Menos mal que esto nos pasa en casa de Inglaterra, que tiene más plantas en la despensa que un campo–dijo la más joven.
–¿Por qué no llamamos a los chicos?–preguntó la rubia.
–¿Quieres que Francia te cuide, One-chan?–preguntó Mey con una sonrisa pícara.
–No... Quiero que tu novio, el mago, me quite este dolor de estómago con un hechizo.
–No es mi novio...–murmuró sonrojada la latina.
–Lo será–murmuraron sus hermanas a la vez.
–Pues no es mala idea.
–Gracias~.
–No quiero despertarles, Eva.
–No, digo el despertarles... Porque no hacemos lo que One-chan dice y hacemos un conjuro y nos le quitamos de golpe.
–¡Imouto me apoya!–dijo alegre la rubia.
–No chicas, no sabemos que podría pasar... Tal vez... ¡CHICAS!–Sus hermanas se fueron corriendo hacia el sótano donde el inglés guardaba todo lo relacionado con la magia, como bien supieron gracias a Hetalia–. ¿Cómo es posible que corran tanto estando enfermas...?
Bajaron las escaleras de dos en dos siendo perseguidas por Mey. Cuando la más mayor las alcanzó ya había libros por el suelo y Eva y Alba no dejaban de sacar más libros que ojeaban a toda velocidad y tiraban al suelo al no obtener una respuesta para su dolor.
–¿¡Qué hacéis!?–gritó alterada–. Arthur nos matará si nos pilla aquí–informó alterada volviendo a colocar los libros en sus correspondientes estantes.
–Aquí no hay nada–dijo Alba tirando el último que ojeo al suelo.
–¿Y si probamos ese grande del atril?–preguntó Eva rodeando con un brazo a su One-chan y señalando con un dedo de la otra mano el libro grande y de color negro.
–Me parece buena idea.
–¡Es una idea pésima! Chicas, insisto. No sabemos lo que podemos llegar a hacer con eso. Invocar un demonio, a Rusia o destruir la casa... ¡O peor!
–Vale la pena intentarlo–dijeron las dos al agravarse su dolor.
Sortearon a Mey, tomaron el libro y comenzaron a recitar el conjuro que les pareció más adecuado o atractivo, a la vez que corrían escapando de su hermana.
–Ignèfó akdyr chîbïef transhfémáathion.–Esto lo repitieron otra vez más, y lo hubiesen hecho un par más si su hermana mayor no les hubiese quitado el libro a ambas–. ¡MEY!
–No. Ni se os ocurra. Por magia como esta algo o alguien nos trajo aquí. Y no voy a dejar que acabemos en otra dimensión... Quiero protegeros.
–Awww–dijeron enternecidas por las palabras de Mey. A la cual terminaron abrazando.
–Jajajaja, okey, okey, okey... ¿Qué hechizo habéis leído?–preguntó pasando las hojas.
–Este–señaló Eva.
–¿Ignèfó akdyr chîbïef transhfémáathion?
Una luz salió del libro después de que la boliviana leyera la extraña frase. Asustadas, el libros cayó al suelo y mostró una gran luz que fue tomando mayor intensidad por segundos. Las tres jóvenes se temieron lo peor aunque no sabían si por lo que podía llegar a originar esas palabras o por la bronca que les echaría el inglés al descubrir su pequeña excursión a su zona prohibida. El brillo se hizo tan insoportable que obligó a que se girasen para poder descansar de esa luminosidad. No obstante, el brillo terminó cuando el libro se cerró de golpe; como si hubiese decidido que ya era bastante martirio para ellas.
–¡SEGUIMOS VIVAS!–gritó la más alta alegre.
–Y estamos bien–suspiró Mey asimilando de lo que acababan de salvarse.
–Pero a mí me sigue doliendo el estómago–gimió la de pelo color chocolate–. ¡Vaya timo! ¡No ha funcionado!
–Concuerdo con Eviña–murmuró Alba aguantándose la tripa de nuevo.
–Venga, vamos. Os haré una infusión en la cocina–dijo Mey rodeando con ambos brazos a sus hermanas que ayudó a subir a la primera planta.
Por suerte para las españolas, tras unos minutos de charla y de tomarse la infusión se sintieron mucho mejor. Así fue como volvieron las tres a la cama y terminaron dormidas abrazadas unas a otras, cada una sumergida en sus sueños.
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