Capítulo 17: Disneyland

–¡Wiiiii!–Di un gritito agudo al terminar de bajar las escaleras.

–Honhonhon. Si que te hace ilusión volver a ver a Eva, chérie.–Francis me estaba esperando en la puerta ya listo para irnos.

–Sí~. Podremos enseñarles la ciudad y me hace mucha ilusión. Y bueno, luego iremos a Disneyland.

–Pues venga, no les hagamos esperar más.

...(***)...

–¡EVAAAAAAAA!–grité corriendo hacia mi imouto-chan. Habíamos decidido quedar en la pirámide del Louvre, que lo curioso es que aún a pesar de estar en otra dimensión y todavía estaba lleno de gente.

–ALBAAAAAAA–gritó Eva corriendo a mis brazos. La abracé y la comencé a dar vueltas. Ojalá a mi también me diesen vueltas...

–¿Qué tal estás?–pregunté dejándola en el suelo.

–Cuando el mundo me deje de dar vueltas te respondo.–Me reí mientras los países se acercaban a nosotras.

–Hi Alba!

–Hola Alfred.–Le di la mano cortésmente. 

–¡Las manos arriba pervertido!–gritó Eva levantando una baguette que llevaba como arma. ¿De dónde la sacó?

–Pero si yo no...

–Solo te recuerdo, que tengo una baguette y sé como usarla.–Reprimí mi risa. 

–Okey, okey, okey... Baja la baguette lentamente y calmémonos todos un poco. 

–Vamoh a calmarnoh–dijo Alfred imitando el Meme, por lo que Eva y yo estallamos en risas por recordar el otro Meme que le pasé yo de Alfred. 

–¿Y si vamos a dar un paseo?–preguntó algo incómodo el francés por la situación que no entendía.

El Jardín de las Tullerías era un lugar muy bonito para pasear, aunque estuviese nublado y América no parase de gritar para ahuyentar a las palomas.

–¿Es siempre así?–le pregunté a Francia.

–¿La mayor parte? Oui.

Miré a Eva, que a diferencia de Alfred, ella estaba alimentando a un gran número de patos, cisnes y palomas con la baguette, que había comprado anteriormente ya que según decía eso era muy francés. Alfred tenía otros planes, pasó corriendo a toda velocidad a su lado espantando a las aves que salieron volando en masa. Mi amiga le miró enfadada y comenzó a correr detrás de él con la barra de pan en alto como si fuera un arma otra vez, lo que me hizo mucha gracia.

–Hacen buena pareja–dijo Francia caminando a mi lado.

–Sí, ¿verdad? Me alegro por ese par, aunque aún no vean nada...

–Seguro que París les da el empujoncito. No es por nada la ciudad del amor~–dijo humildemente. Me rodeó con su brazo–. Pasear con tu pareja abrazados... ¿Puede haber algo más romántico que eso?

–Creo que ellos serían más felices en una sala con un montón de anime, videojuegos, comida y mascotas.

–¿Y tú, ma chérie? Conociéndote, estoy seguro de que adorarías estar con tu pareja en la Ciudad del amor.

–Yo pienso que cualquier ciudad del mundo es la Ciudad del amor si estás con tu pareja~.–Le sorprendió mi respuesta–. Te acabo de ganar en tu juego~.–Le daba pequeños golpecitos con el dedo en su pecho sonriendo mientras le miraba a los ojos. Se acercó un poco más a mí, pero una voz le frenó.

–¡EH! Vosotros dos, que de tanta dulzura me está dando diabetes–gritó mi hermana molesta por las acciones del francés. Me separé del rubio avergonzada y un poco sonrojada y Eva me tomó de los hombros para empujarme lejos de él–. Esas manitas donde yo pueda verlas, que te estoy observando...–Me sonrojé con fuerza por esas palabras.

Tras terminar el jardín delante de nosotros apareció el gran obelisco. Una vez a sus pies comencé a explicarles la historia del obelisco donado por Egipto, las dos fuentes que representan los mares y ríos y la historia de ese puente, que se hizo con las piedras de la Bastilla. Pero nadie me estaba haciendo caso...

Alfred estaba mirando lo dorado del obelisco lo que concentraba toda su atención, no parecía interesarle mucho la historia francesa, Eva sacaba fotos a todo y hablaba sobre querer subirse a la noria, Francis estaba hablando con un señor que parecía conocerle... Cansada me senté en una de las fuentes al lado de Alfred.

–Wow, hacía tiempo que no venía a París. No recordaba como se veía todo esto.

–Es hermoso, ¿verdad?–pregunté con una pequeña sonrisa–. No me hartaría de pasear por estas calles tan cambiantes. 

–A mí me gusta más mi casa. Aunque si le quitas toda la gente pija, tiras los edificios viejos y levantas un buen estadio de beisbol no estaría nada mal.–Recordé que Alfred era aún un país muy joven y que no entendía que gran valor tenían todos esos edificios viejos–. Oh, Alba, ¿a ti te gusta Francia?

–¿¡QUÉ!?–grité y me tapé la boca a continuación. 

–Si bueno, como no paras de hablar sobre él...

–Yo no hablo tanto sobre él...–Me sonrojé–. Además, yo cuando te pregunté si te gustaba Eva no me respondiste.–Se sonrojó.

–Yo me refería a la casa de Francis, no a él...–Miércoles...–. Pensabas que me estaba refiriendo a él... ¿Entonces eso quiere decir qué...?–Va a sacar conclusiones extrañas–. ¡Que en verdad le quieres como un hermano mayor!

–Eh... ¡Exacto!–Intenté cambiar de tema pues unas extrañas preguntas vinieron a mi mente–. Oye Hero... Ya que no os interesa nada de lo que os estoy hablando y aún son las diez... ¿Os apetece ir a Disneyland?

Really?!

–Claro, hasta las nueve de la noche tenemos tiempo.

Great! ¡Se lo voy a contar ahora mismo! ¡GUYS! ¡NOS VAMOS A DISNEY!

–¿¡Cómo!?–gritaron ambos haciéndome reír.

...(***)...

No les pareció mal mi idea y tras media hora de viaje, el sol relucía en Disneyland. Cuanto tiempo había pasado desde la última vez... Tres años, bueno tampoco tanto. Eva y Alfred comenzaron a correr como locos y ni si quiera habíamos entrado. Francis y yo parecíamos sus padres. El solo hecho de pensar ser la madre de los hijos de Francis hizo que mis mejillas se calentaran y tuve que mirar al suelo durante un largo rato.

En Frontierland, Eva me tomó de la mano hacía la montaña rusa que había en medio del lago. Esa era mi atracción favorita. También era la zona favorita de Alfred, supuse que era porque le recordaba cuando él era un adolescente, la época de los vaqueros y el Oeste.

–Bien. De ahora en todo lo que estemos en el parque, Alba será mi compañera de atracciones. Así que Alfred, tú irás con Francia.–Sonrió ampliamente al parisino por ello.

–Hahahahaha, ¡Francia será mi apoyo de nuevo!

–Eh, ¿pourquoi Alba va contigo? ¡Ni si quiera la has dado tiempo para decidir con quien quiere ir!

–Alba, con quién prefieres ir. ¿Con tu hermanita del alma con el franchute este?

–Excusez-moi?–preguntó molesto.

–Tranquilo, estás perdonado.–Reprimí mi risa después de eso. 

–Calma~. Podemos turnarnos. Una vez vamos Eva y yo juntas y por otro lado Alfred y Francis. Luego, yo voy con Francia y Eva con América, ¿os parece bien?–Los tres asintieron de acuerdo. 

Por la mañana recorrimos casi todo el parque de arriba abajo: Nos montamos en Mad Hatter's Tea Cups (Las típicas tacitas en las que das vueltas) en las que nos lo pasamos muy bien, en las atracciones de Piratas del Caribe, perdimos a América en el laberinto de Alicia, Eva nos ganó a todas las máquinas del Acarde (menos a un par que gané yo), me quedé con Francia a solas cuando se subieron en la casa del terror, nos sacamos fotos en el castillo de la Bella Durmiente, hice chistes sobre ellos como países en la atracción Es un mundo pequeño, además de que América se puso de pie y casi volcamos y comimos una pizza.

La tarde fue parecida. Eva me llevaba de una tracción a otra del parque corriendo seguida por Alfred el cual tiraba de Francis, que no parecía tener su ánimo habitual, a diferencia de aquella mañana. A los más jóvenes les pareció gustar la atracción de Indiana Jones, sobretodo al estadounidense, pues nos montamos nueve veces seguidas. El sol comenzaba a ocultarse.

–Eva... Ya no puedo más...–Le sonreí cansada. Ella aún tenía tanta energía como de costumbre, pero yo estaba agotada.

–¡Pero si solo llevamos diez! ¡Venga! Que los chicos nos quieren alcanzar.

–NAHAHAHAHA–gritó el americano saltando los escalones de dos en dos–. GIRLS!! Os hemos alcanzado. NAHAHAHA. ¡Vamos Francia!

–Ya no puedo más–dijo agotado el nombrado. Entonces fue cuando Eva y yo comenzamos a reírnos como locas. El pelo de Francia se veía "un poco" más despeinado de lo normal.

–¿Qué te ha pasado?–preguntó la más baja de las dos.

–El looping es un asco...–Intentó colocarse el pelo correctamente con ambas manos pero no parecía funcionar–. ¿Me veo muy mal?–Tape la boca a ambos antes de contestar.

–Solo... Un poco más... ¿En punta tal vez? ¿Diferente?

–Ah–suspiró cansado–. Ya no puedo más con esto. Montaos vosotros sin moi. Os esperaré en la entrada–dijo sentándose en un escalón.

–¿Es que eres ya muy mayor para esto, abuelo?

–Eh, un poco de respeto para alguien que conquistó tu casa.

–Es verdad, hay que tener siempre un respeto a nuestros mayores–dijo con una gran sonrisa. Por lo que vi, se iba a desatar una guerra civil y América no iba a hacer nada, al contrario compraría palomitas para ver la función, por lo que tuve que intervenir.

–¿Por que no América y tú os subís cuantas veces queráis? Yo también pienso que necesito un descanso...

–¡Alba! ¡No me hagas esto compi de atracciones!–Hizo un puchero.

–Estarás mejor con América que conmigo. Él te podrá proteger y además, pienso que él será mejor compi de atracciones que yo.–Hizo otro puchero–. Solo queda una hora y media para que cierre el parque con el espectáculo de luces...

–Bueno, está bien... Pero como me entere de que el francés se ha propasado contigo... No va a pasar nada bueno.

–Tranquila. Prometo controlarle–dije con una sonrisa cansada–. Venga, iros.

Alfred no tardó más de dos segundos en tomar la mano de mi amiga y llevarsela corriendo. Me giré hacía el francés.

–En terminos normales te diría que me debes una, pero estoy demasiado cansada para chantajearte. Vamos a buscarte un espejo.–Caminé hacía la salida del parque.

Pourquoi?

Creo que entendió el porque, o sino no entendí el grito que dio al entrar al baño. Cinco minutos más tarde salió con el pelo impecable, preferí no saber como lo hizo. Compré algodón de azúcar y me senté a esperar a nuestros amigos con Francis en el puente del castillo.

–¿Comment...? (¿Cómo?)

–Hoy nos ha invitado Inglaterra–agregué una sonrisa antes de comerme un pedazo.

–¿Le has robado?–preguntó cogiendo un poco.

–No. Pero ya que nunca reclamó las libras que se le cayeron del bolsillo, pasaron a ser de mi propiedad. Y con el cambio del euro se gana un poco~...–Me sonrió mientras masticaba–. Es un bonito atardecer–murmuré mirando el sol esconderse tras el castillo.

–Tú lo eres más, chérie.–Devolvió sus ojos azules de los colores rosados y anaranjados del cielo a mí.

–¿No puedes evitarlo?–pregunté riendo sin mirarle a la cara.

–¿El qué?

–Decir esas cosas de mí. No hace falta que mientas...

–No miento. Describo lo que veo, y lo que veo eres tú.

Me tapé los ojos con una mano a la vez que reía mientras él me sonreía cuando entonces al quitar la mano lo vi. De un salto ya estaba en pie y corrí hacía él. Francis tardó unos segundos en asimilar lo que estaba pasando hasta que me vio parada.

–¿El pozo de los deseos?

–¡Había uno también en mi dimensión!–comenté alegre–. Aguántame el algodón de azúcar un momento.

–¿Quoi vas a hacer?

–Comprobar si hay una conexión entre este mundo y el mío. ¡Cómo en Alicia en el País de las Maravillas!

–¿Eso no era un lapin (un conejo)? ¿Y una madriguera? 

–Shh.–Puse un dedo en sus labios–.Esto es Disney... Solo tienes que creer. Así que quédate ahí guardándome el algodón un momento.–Besó mi dedo–. Okey... Eso ha sido extraño.

–Verás, chérie, no sé si es una buena idea que investigues un pozo.–Me asomé y comencé a ver las monedas relucir en el fondo–. Puedes caerte.

–Vamos, está todo controlado. Es un parque para niños, ¿qué podría salir mal?

Que me resbalase hacía dentro... Y fue por culpa de una piedra suelta. Si Disney no estuviese en Francia denunciaría a los tipos de este parque.

–¡Alba!–gritó sujetándome de los pies.

–¡Francia!–grité yo–. ¿Has tirado el algodón de azúcar?

–Eras tú o el algodón.

–Bien hecho... ¿Sabes de lo que me alegro de haber hecho esta mañana más que nunca? De ponerme unos vaqueros.

–Oh, merci!–respondió enfadado.

–¿Sabes? Me gustaría darte más las gracias cuando no tenga la cabeza metida en un pozo–agregué molesta.

D'accord... D'accord...

–Espera un segundo, que igual si cojo unas monedas puedo comprar más algodón de...

–¡Alba!

–Vale, vale... Solo lo decía.

Tiró de mis piernas hacía arriba, mecogió de la cadera y me sacó del pozo. Vaya, que irónico que Disney podría hacer una película de esto.

–¡¿Pourquoi no me harás caso a lo que te digo?! Podrías hacerte...–Besé su mejilla interrumpiéndole–. Je te pardonne (Te perdono).–Suspiró con una sonrisa.

–Gracias, me has salvado.–Le abracé con fuerza–. Aunque bueno yo te salvé antes...–Me separé para mirarle a los ojos. Me dedicó una mirada tierna–. Formamos un buen equipo, ¿no crees?–Antes de que pudiese decir nada un grito nos calló a ambos.

–¡¡CORRED!!

–¿¡Pero qué!?–Eva venía montada a caballito encima de Alfred. ¿Qué narices? Preferí no saber la razón por la que iban así, no obstante se veían muy adorables juntos. 

–¿Qué os pasa?–preguntó el francés.

–Hemos cabreado a Goofy.–Alfred estaba nervioso. 

–¿Qué?–pregunté entre risas. 

–¡No lo dice en bromas!–dijo Eva–. Es que el muy borde no se quería sacar fotos con nosotros y le dije un par de cosas...

–¡Me tiró la hamburguesa!

–Lo que me enfadó más todavía.

–Al final nos estuvo persiguiendo por todo el parque y no nos deja en paz.

–Entonces... ¿Que queréis que hagamos exactamente ahora?–pregunté.

–Irnos. 

–No–dije como una niña pequeña–. Que aún queda el show de luces y canciones. Que es lo más mejor...

–¿Queréis que hable con él?–preguntó Francis. 

–No se puede hablar con ese borde...–dijo Eva hinchando sus mejillas molesta.

–Hombre, yo siempre puedo...

–¡No!–dijeron Eva y Francis a la vez. Se imaginaron lo que iba a decir, así que decidí callarme.

Al final, Francia solucionó todo hablando con el tipo. Después fuimos al cenador que había al principio, pues allí estaban los pingüinos de Mary Poppins, y para ver el espectáculo. Pero, como un montón de gente comenzaba a llegar no dejándonos ver nada, decidí llevarles al mejor sitio para ver el espectáculo. 

–¿Y si nos caemos por subirnos a la fuente?–preguntó América. 

–No subas si no quieres–dije subiendo–. Desde aquí arriba se ve mucho mejor~.

–Exacto.

–Tú vas encima de América que es un gigante, Eva–le recordé. Ella se encogió de hombros con una sonrisa. 

–¿Tienes frío?–preguntó Francia abrazándome por la espalda. 

–Un poco, pero estoy bien.–No se movió ni un milímetro. Le dejé abrazarme porque me daba calor y me apoyaba en él.

Al terminar el espectáculo, y después de que me hubiese cantado todas las canciones en español y un poco en francés, nos fuimos a por el coche. 

–¿Y ahora que hacemos?

–Ya sé que podemos hacer ahora... ¡Ir al karaoke!–dijo Eva alegre. 

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