Capítulo 15: Sentimientos

Llegamos a casa en condiciones un tanto humillantes después de la guerra. Entramos en casa dejando un rastro de agua, confeti y aceite.

–Voy a quitarme el confeti de encima, Francia–dije con una sonrisa falsa.

–Ha sido un día de locos...–suspiró peinándose el pelo medio mojado hacía atrás–. Creo que yo también necesitaría una ducha... ¿Nos duchamos juntos, chérie?–Si hubiese estado bien seguro que le hubiese cortado, pero entonces no tenía ganas. 

–Tal vez luego...

–¿Tal vez luego?–preguntó muy confuso por mi respuesta sabiendo que no era normal en mí–. ¿Estás bien?

–Solo algo cansada–dije subiendo por las escaleras intentando sonar creíble–. Ha sido un verdadero día...–Muchos adjetivos negativos pasaron por mi cabeza–. De locos...

Las lágrimas amenazaron con salir de mis ojos, estaba en el pasillo y cuando noté que estaba a punto de llorar corrí hasta mi cuarto, me encerré en el baño y me duché. Limpia de todo rastro de esa guerra me lancé en la cama para llorar, no sin haber cerrado con cerrojo la puerta antes. Me dormí entre lágrimas abrumada por los pensamientos. 

...(***)...

Mi móvil sonó despertándome de lo que consideraba "mi remanso de paz". Aun me cuestiono como es posible que alguien sea tan feliz durmiendo y no seamos conscientes. Me levanté de la cama y arrastré los pies hasta el escritorio. Me sorprendí al ver el contacto.

–¿Qué quieres, Francia?

–Entrar en tu cuarto lo primero. ¡Has cerrado con llave y no te despiertas a pesar de mis gritos! ¡Son las diez y media! Baja ya.

–No. 

–Comment? Pourquoi?–preguntó sorprendido.

–No me siento con el ánimo adecuado para bajar–admití. 

–Bon, siempre podemos hablarlo e intentar solucionar aquello que te preocupe.–¿Hablarle de que todo aquello me trajo malos recuerdos del pasado y que admitir mis sentimientos me haría ver más débil de lo que ya me había visto al no poder proteger ni a Francia ni a mí? 

–No. 

–Quoi? Non. Estás en mi casa y-.–Le interrumpí. 

–Sí, encerrada en una habitación. Buena deducción.

–Puedo abrir la puerta... O tirarla abajo.–Solté una risa seca.

–Buena suerte. He hecho un piquete. Dudo mucho que lo eches abajo.–Era mentira, pero si se lo creía, tal vez me dejase un poco tranquila para pensar. 

–Tu comes y bebes, ¿non? Deja de hacer el tonto y baja ya–dijo enfadado como si fuera un padre.

–Tengo baño propio, tengo todo el agua que quiera. 

–No tienes comida. ¿Cuánto crees que dudarías?–Al principio sonó duro, pero después su voz demostraba gran preocupación.

–No lo sé. Pronto lo descubriremos. Mira el lado bueno, siempre quise entrar en el Libro Güines de los récords.–Colgué el teléfono y le apagué. 

Tenía mucho en que pensar después de esto. 

...(***)...

Era sucio y rastrero el hecho de que hubiese llamado a Eva y Alfred porque no consiguió sacarme de allí a pesar de que gritase, suplicase, llorase o se enfadase. No me hacía un beneficio pues no me dejaba pensar con claridad y necesitaba hacerlo. Y como no pudo hacerlo solo, tuvo que llamar a la caballería. Aunque escuchaba sus gritos desde abajo, lo que pasa es que no entendía porqué gritaban. 

–One-chan, soy tu imouto. Abre la puerta, vengo a pedirte perdón.–No respondí. No lo hacía la mitad de las veces.

–¡Por vuestra culpa lleva así un día! ¡Y como se muera por no comer voy a vengarme de la peor manera que sé!

–¿Qué?–dijo Eva escéptica–. Robarnos la ropa.

–Daros de comer los scones de Arthur.–América emitió un gritito asustado. Aunque sabía que Eva no se asustó ni un poco–. O tal vez siga la idea de chérie y os queme la casa con vosotros dentro. Total, soy inmortal, la cárcel no es problema.–No sabéis cuan orgullosa estaba del francés estaba en esos momentos. Me hubiese gustado salir fuera y darle un abrazo saltando a sus brazos. 

–¡Al-Alba! ¡Abrenos!–exclamó el estadounidense algo asustado aporreando la puerta. En mi oscura habitación tarde en localizar la puerta, había bajado las persianas, no se veía más que la poca luz que entraba entre las rendijas. No respondí. 

–Muy bien. Lo haremos por las malas. Alfufu, tira el piquete abajo con puerta incluida.–Sabía que incluso teniendo el mayor piquete de la historia de esa casa, el estadounidense lo traspasaría. 

–¡Espera!–suspiré con agonía–. Abriré... Dejadme mover las cosas.–Comencé a hacer ruidos de mover los muebles.

–Ves~. No sabes como negociar, Francia. 

–Claro, yo también teniendo a América no tendría muchos problemas...–Lo que me faltaba, que ellos discutiesen también. Abrí el pestillo y me lancé en la cama a toda velocidad escondiéndome debajo de las sábanas y la almohada. 

–One-chan.–La puerta se entornó iluminando un poco la habitación–. Venimos a pedirte perdón. Tal vez nos pasamos un pelín.

–Unos tres pueblos–dijo Francia molesto. Oí un carraspeo molesto de Eva. 

–Al grano. Sabemos que estuvo mal y por eso nos venimos a disculpar. 

–Okey. Ya podéis iros, que quiero pensar. 

–Pe-pero ya nos disculpamos...–dijo Alfred triste y confuso.

–Es que no entiendo porqué os disculpáis. Yo solo quiero pensar y estar sola y no me dejáis en paz, ese es el único problema. 

–¿Y sin comida insinuando que te vas a morir de hambre?–dijo Eva escéptica–. Eso es querer llamar la atención, como una niña pequeña.

–Yo solo quiero pensar. Por eso me encerré. Porque sabía que no me ibais a dejar pensar como estáis haciendo ahora. 

–¡Qué tienes que pensar tanto! ¿¡El origen del universo!?–exclamó la española desconcertada. 

–Mis cosas. 

–Se acabó tanta tontería.–Cogió y abrió las persianas haciendo que la luz entrase. A continuación, junto a Alfred, me arrancaron las sábanas y la almohada a pesar de lo que tirase de ellas. Me hice una bola abrazándome a mí misma–. A desayunar, venga.–Abrí los ojos con dificultad.

–No.

–¿¡Por qué!?

–¿Y por qué no? Tengo derecho a hacer lo que crea conveniente al no tener ni tutores ni padres.

–Esto es culpa tuya.–Eva miró a Francia–. Lo de la huelga y derechos es culpa tuya. 

–¿¡Culpa mía!? ¡Fue culpa tuya! ¿¡Qué clase de amiga hace eso!?

–¡Vosotros nos echasteis picante!

–¡Y vosotros me robasteis la comida!

–La culpa es algo relativo–hablé mirando al vacío–. Todo depende del punto de vista. 

–Vale. Perdóname Alba. Ya te pedí disculpas, ahora comportate–dijo Eva mirándome con algo de enfado y preocupación.

–Es que no tienes porque. Si piensas que es justo nadie debería cambiar tu punto de vista. Como hice yo con los pingüinos... Eso me recuerda a una cosa que me enseñaron. <<Un amigo es solo un enemigo que aún no te ha atacado>>, por ello es mejor estar sola. Así que hacedlo. 

–Tú no piensas eso–dijo Eva negando con la cabeza con enfado–. Déjate de tonterías impropias de ti.

–¿De verdad crees que que yo no puedo ser así?–pregunté escéptica.

–Pues claro que no. Tú no eres así, te conozco. 

–Corrección, crees conocerme. ¿Y si te he mentido todos estos meses y no soy como digo ser?

–Tú no harías eso... No te gusta mentir ni la gente falsa. Y sería un poco difícil que te inventases tu vida.

–¿Estás segura?–Tomó mi cara entre sus manos y me obligó a que la mirase. Su mirada de enfado contra mi mirada vacía y sin ánimos. 

–Te he pedido perdón más de dos veces, deja ya esta farsa. Sé tu misma y vete a desayunar. 

–Crees conocerme. Todos creéis conocerme. Pero nunca se sabe todo de alguien, ni si quiera de uno mismo. Tal vez siempre he sido así, solo que no lo he demostrado.–Eva me miró con preocupación. 

–¡Deja las reflexiones filosóficas!

–¿Por qué? 

–¡Porque no eres así! Tú eres genial tal y como eres. Quiero ver a mi one-chan feliz y haciendo tonterías conmigo. Mi one-chan que es compasiva y pacifista que prefiere perder una guerra a hacer daño a sus seres queridos.–Mi mirada vacía seguía en sus ojos chocolates. 

–¿Y si esa persona no existe?–pregunté haciendo que todo se viniese abajo como un castillo de naipes. Un silencio doloroso inundó la sala. Eva me abrazó.

–Pues no pararé hasta recuperar a mi otra one-chan. No importa lo que cueste.–Sonreí satisfecha.

–¿Ni un pingüino?

–No.

–Oh, pues querría ocho y un apartamento en París, gracias~.–Eva se separó de mí y los tres se me quedaron mirando sorprendidos. Comencé a reírme con fuerza tapándome la cara–. Perdón... Vuestra caras son muy cómicas... Jajajajaja. 

–¿Todo era una broma...?–preguntó América con gran confusión. 

–Jajajajajajaja, más o menos. ¿De verdad os creísteis que yo podría ser así? Por favor, si es todo lo contrario a mí.–Sonreí ampliamente. 

–¡¡TE MATO!!–gritó Eva cogiendo un cojín y golpeándome con él. Me reí por su comportamiento–. ¡Pensé que tú estabas realmente mal y resulta que era una estúpida broma! 

–No. No era una broma–dije arrancándole el cojín–. Me hiciste sentir así. Y durante unas cuantas horas me sentí muy mal.–Por una vez, quería ser sincera a como me sentía–. Me hiciste recordar malos tiempos... Y luego esto pasó a ideas venganzas psicóticas que me asustaron un poco... Por cierto América, refuerza la seguridad de tu casa si tienes una llave del pentágono.–Alfred me miró asustado–. Luego, me entristecí y finalmente lo acepté y te perdoné. Necesitaba algo de tiempo para aclarar todos mis sentimientos y pensamientos. Pero no me dejabais pensar, así que para hacerte consciente de como me sentí, cuando vinisteis se me ocurrió hacer esto. Aunque reconozco que yo tampoco actué bien–Volvió a golpearme con un cojín. Me reí y después de unos segundos se le quité.

–Se nos ha ido un poco de las manos...

–Sí... ¿Y si enterramos el hacha de guerra? Venís a pasar el día con nosotros pasado mañana, y no acepto un no por respuesta.

–Está bien... Pero yo elijo la comida.

–Como quieras.–Nos abrazamos y oí a la pareja de mi hermana soltar un <<Aww>>–. Te quiero Imouto-chan. Perdóname.

–Yo también te quiero. Y estás perdonada.–Nos separamos y sonreí.

–Oye, ¿y qué hay de desayuno? ¡Me muero de hambre!–Mi sonrisa desapareció al ver la mirada enfadada de Francia.

<<Creo que debí contárselo... Me parece que por su mirada de "Tenemos que hablar" estoy en problemas...>>.

Le sonreí nerviosa en forma de disculpa.

...(***)...

Después de que Alfred y Eva se fuesen comenzó lo que había estado evitando darle explicaciones.

Me senté en el sofá del salón abrazada a un cojín, como si fuese un escudo, y durante media hora escuché a Francia desahogarse/echarme la bronca.

–¿Qué tienes que decir en tu defensa?–Estaba algo asustada al ver a Francia así, pensé que nunca se enfadaría conmigo.

–¿Meow?–Seguía mirándome mal–. ¡No sé que quieres que te diga!

–Quiero que me expliques el porqué de todo esto.

–No lo sé, no planeé nada de esto.

–¿Y lo de encerrarte a pensar?

–Vale, eso sí.–Suspiró con ira–. Tú no lo entiendes...–dije enfadada mirando al cojín–. No fue por la broma en sí, la broma no me molestó e incluso hubo cosas divertidas, (como la casi confesión de Alfred) pero... Me recordó cosas que prefiero olvidar...–Dejó de fruncir el ceño–. Me recordó que no soy fuerte... Que no puedo protegerte, como pensaba. ¿Cómo voy a hacerlo si ni si quiera puedo protegerme a mí misma?

Apreté el cojín contra mi pecho a punto de llorar, por ello cerré los ojos con fuerza. Noté como se sentó a mi lado.

–No tienes que protegerme.

–Tú me proteges a mí, ¿por qué yo no puedo protegerte a ti?–pregunté con dolor en mi voz.

–Bon, yo tampoco pude protegerte como debería. Así que podríamos asumir que nos han humillado a ambos.

–Yo no lo catalogaría como humillación–dije dolida.

–D'accord, ma chérie. Pero si, por algún factor del destino, ambos fuésemos derrotados sería un placer caer a tu lado.–Abrí los ojos lentamente después de que posase su mano en mi espalda. Su sonrisa me hizo sonrojar.

–No quise que te enfadaras...

–Me asusté un poco... La próxima vez que te pase algo así, no te encierres. Confía en mí y cuéntame lo que te preocupa, d'accord?–Frotaba mi espalda intentando animarme.

–No me suele gustar hablar de mis sentimientos, lo veo algo un poco violento...

–Bon, no tienes porque decir nada. Parfois (a veces), con un gesto como puede ser un abrazo es suficiente. Creeme, he vivido-.–Me lancé a sus brazos antes de que terminase la frase.

Me sentí muy pequeña entre sus brazos, pero se sintió muy bien. Me sentía a salvo. Tenía razón con lo del abrazo, en poco tiempo estaba mucho mejor. Después de unos minutos comencé a separarme, a pesar de que Francia parecía no querer soltarme.

–Merci...–murmuré sonrojada como un tomate mirando hacía otro lado.

–De rien, ma chérie~.–Acarició mi cabeza con una amplia sonrisa–. Salgamos al jardín para tomar el aire un poco.

Nada más salimos al gran jardín de Francia me tumbé en el césped para mirar las nubes vagar perezosas por el cielo azul parisino. Francis se tumbó a mi lado.

–¿Francia?–Me miró con una sonrisa coqueta–. Perdóname...

–Ya estabas perdonada, chérie. Mais, un beso podría alegrarme mucho más~.

–No puedes evitarlo, ¿a que no?–pregunté arqueando una ceja.

–Non~. Pero por eso me quieres~.

–Cállate y admira el paisaje.

...(***)...

Para la siguiente parte tendréis que esperar a que Eva suba el viernes y el miércoles sube Mey.

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