Una salida con la familia: parque de diversiones (2/2)

Mientras el auto avanzaba hacia el parque de diversiones, ya que estaba haciendose tarde y lo mas probable es que la playa este al tope asi que el paque de diversiones es la unica opcion, el grupo intentaba contagiar su entusiasmo por la salida, pero Lacy apenas notaba el bullicio de sus primos. Aunque el juego había salido bien, y sus movimientos en la cancha habían sido admirados por todos, la incertidumbre la abrumaba. Los elogios recibidos en la cancha la habían motivado, pero también le generaban una presión que no lograba sacarse de la cabeza. "¿Habré sido realmente buena, o sólo estaban siendo amables?", pensaba, sintiendo cómo su estómago se anudaba. Miraba hacia el paisaje que pasaba por la ventana, pero sus ojos no enfocaban en nada. Era como si toda su energía aún estuviera en ese partido, como si su mente siguiera en la cancha, repasando cada movimiento, cada punto.

Lemy notó su semblante distante y decidió intervenir, inclinado hacia adelante, tratando de sacarla de sus pensamientos.

—Pronto te van a llamar, Lacy —dijo, buscando sus ojos con una sonrisa segura—. Literalmente hiciste mierda a los mejores jugadores y jugadoras que hay en Detroit. No hay forma de que no te elijan después de eso.

Lacy lo miró, atrapada entre la duda y el alivio, mientras trataba de procesar las palabras de su primo. Sabía que Lemy no era del tipo que decía cosas por compromiso; siempre había sido honesto con ella, incluso cuando eso significaba ser brutalmente directo. Una pequeña sonrisa apareció en sus labios, y por un momento, el peso en su pecho pareció aligerarse.

—¿Tú crees? —preguntó, intentando no mostrar la inseguridad que aún sentía en el fondo.

Lemy soltó una carcajada y se acomodó en el asiento, cruzando los brazos con una expresión de absoluta certeza.

—Lacy, ¿me viste? Estaba en la tribuna casi teniendo un ataque de pánico con cada punto que metías. Nadie podía hacerte frente, ni siquiera las chicas que llevan años entrenando. Créeme, te van a llamar y va a ser pronto.

Mientras el auto avanzaba, Lacy observaba cómo el paisaje cambiaba lentamente. Las luces de la ciudad, cada vez más distantes, daban paso al cielo despejado, salpicado de estrellas, y con cada kilómetro sentía que el peso en su pecho se aligeraba un poco más. Sin embargo, la conversación reciente seguía resonando en su mente, y, aunque sus padres y hermanos habían intentado tranquilizarla, no podía evitar que las dudas regresaran.

"¿Realmente estoy lista para esto?", pensaba, mientras el viento acariciaba suavemente su rostro, en un intento de calmarla. Podía escuchar la risa de su familia y ver sus miradas cómplices, como si cada uno supiera exactamente cómo se sentía en ese momento. No era la primera vez que enfrentaba algo importante en su vida, pero esta vez el miedo y la emoción se mezclaban de una manera diferente. Este era su sueño de toda la vida, la culminación de años de trabajo y esfuerzo; sin embargo, el miedo al fracaso y a defraudar a todos aquellos que creían en ella la atormentaba.

Su padre, Lincoln, al notar el silencio de su hija, decidió hablarle nuevamente.

—Lacy, no importa lo que pase, ¿sabes? —dijo, con un tono suave y paciente—. No se trata de ganar o perder, de ser seleccionada o no. Se trata del esfuerzo, de lo que has logrado por ti misma.

Lacy lo miró, sus ojos brillando en la penumbra del auto, y asintió levemente. Era consciente de lo cierto que era aquello, pero el temor de defraudarlos la seguía acechando. Lincoln suspiró, recordando sus propias batallas, aquellas en las que había sentido que estaba solo. Sabía que las palabras de aliento eran importantes, pero también comprendía que Lacy tenía que descubrir por sí misma la fuerza para lidiar con esos sentimientos.

—Nunca olvides que cada vez que caes y te levantas, creces un poco más —añadió Lynn, quien le ofreció una sonrisa alentadora mientras tomaba la mano de Lincoln en un gesto de apoyo. Ver a sus padres juntos, su amor tan sincero y profundo, le dio a Lacy un recordatorio de que siempre habría personas a su lado para sostenerla.

Entonces, su hermana Lynn III, observando el aire de tensión de su hermana, se inclinó hacia ella y le dio una ligera palmadita en la espalda.

—Vamos, Lacy. Incluso si no te eligen, sabes que te amamos igual. Nadie aquí duda de ti —dijo, ofreciéndole una sonrisa cálida y familiar.

Lacy soltó una risa nerviosa, pero en el fondo, se sentía agradecida. Era cierto; tenerlos a ellos era suficiente para sostener su mundo. Con una mezcla de alivio y gratitud, se dio cuenta de lo afortunada que era de tener una familia tan unida.

Lyra, quien había estado en silencio hasta entonces, decidió interrumpir con su humor característico.

—Y si te eligen, no se te ocurra creerte toda una celebridad. No queremos otra Lynn en la familia, ¿verdad, tío Lincoln?

Lincoln soltó una carcajada, contagiando a todos en el auto con su risa, y miró de reojo a su esposa, que ya había captado el comentario.

—¡Ni lo quiera Dios! —exclamó entre risas—. No creo que esté preparado para otra versión de Lynn en la familia.

Lynn se unió a las risas, aunque con una mirada fingida de indignación. Le dio un golpe amistoso en el hombro a Lincoln, quien fingió dolor.

—Eres un tonto —dijo ella, tratando de no reír demasiado.

Lincoln entonces le mostró el anillo de bodas que siempre llevaba consigo, mirándola con ternura y una sonrisa que hablaba de los años compartidos juntos.

—Sí, pero soy tu tonto... para siempre.

El comentario arrancó una sonrisa dulce de Lynn, y el ambiente en el auto se llenó de amor y complicidad. En ese momento, Lacy se sintió completamente a salvo, rodeada de las personas que le importaban, aquellos que la habían visto crecer y habían estado allí en sus momentos de triunfo y caída.

Finalmente, el parque de diversiones apareció a lo lejos, sus luces brillando con intensidad. La atmósfera familiar y alegre de las risas y comentarios ayudó a calmar sus nervios, y Lacy decidió que, independientemente de la decisión que tomaran los reclutadores, ya había ganado algo mucho más valioso: el apoyo y amor incondicional de su familia.

Bajaron del auto y Lacy, rodeada de todos, sintió que su mente comenzaba a despejarse. Sus miedos se desvanecían, reemplazados por una determinación renovada. Había comprendido algo crucial: el éxito no era lo que definía su valor, sino el esfuerzo, la dedicación y, sobre todo, el amor que le ponía a cada desafío. A su lado, Lemy le dio un codazo en señal de complicidad.

—Vas a ser increíble, Lacy —le dijo, en un susurro solo para ella.

Lacy sonrió, respirando hondo. Si la llamada llegaba, la recibiría con humildad y gratitud, como su familia le había enseñado. Y si no era así, sabría que siempre tendría a su lado a aquellos que nunca la dejarían caer.

Cuando llegaron al parque, el bullicio y las luces vibrantes del lugar llenaban el aire de una energía desbordante. Los gritos y las risas de los visitantes se mezclaban con el sonido metálico de las montañas rusas y el estrépito de los carritos de algodón de azúcar que pasaban cerca. El aroma dulce de las palomitas recién hechas se colaba entre los aromas a comida rápida, mientras el sol comenzaba a ponerse, pintando el cielo de tonos naranjas y morados. Lincoln, como siempre, tenía un enfoque práctico. Sabía que el día debía ser bien aprovechado, sin dejar espacio a las improvisaciones que pudieran interrumpir la diversión. Con un paso firme, se adelantó para comprar los boletos, mientras que los demás esperaban con expectación, mirando las distintas atracciones que se extendían ante ellos.

Una vez con los boletos en mano, Lincoln se giró hacia el grupo, con una sonrisa confiada en el rostro. Sabía que había una cantidad infinita de formas de disfrutar el parque, pero también que la mejor manera de vivir el día era dividirse para explorar y encontrarse luego a la hora acordada.

—¿Qué les parece si nos dividimos un poco? —propuso Lincoln con entusiasmo, mirando a todos. —Lynn y yo vamos a la montaña rusa, Lyra y Lynn III se van a la casa del terror, y Lacy y Lemy, ¿qué tal si se encargan de explorar alguna atracción juntos? Nos encontramos a las cuatro en el centro para comer algo.

Lynn asintió de inmediato, su rostro iluminado por la emoción. Era la oportunidad perfecta para que ella viviera su momento de adrenalina en la montaña rusa, como siempre lo había deseado. Lynn III, por su parte, estaba tan emocionada con la propuesta de la casa del terror que no pudo evitar sonreír de oreja a oreja.

—¡Perfecto! —dijo Lynn III, tomando rápidamente la mano de Lyra, quien la miró algo sorprendida pero también intrigada—. Vamos, Lyra. ¡Te va a encantar!

Lyra, aunque algo nerviosa por la intensidad de su prima, no pudo evitar sentirse un poco más tranquila al ver la confianza con la que Lynn III tomaba las riendas del día. A pesar de que la casa del terror le daba miedo solo de pensarlo, la presencia de su prima le aseguraba que estaría bien. Había algo en la energía de Lynn III que la hacía sentir que todo estaría bajo control. Aun así, Lyra no podía evitar sentirse un poco fuera de lugar. Acababa de comenzar a conocer a sus primas y, aunque deseaba encajar, el día, con su bullicio y caos, era aún un poco abrumador para ella.

Mientras tanto, Lacy y Lemy se quedaron atrás, observando las infinitas opciones de entretenimiento que el parque ofrecía. Las montañas rusas, las ruedas de la fortuna, los juegos de habilidad... todo parecía llamarlos a participar. Lacy miró a su primo Lemy, buscando en su rostro alguna pista de lo que podrían hacer a continuación. Aunque se sentía emocionada, algo dentro de ella la hacía sentir algo nerviosa, especialmente después de la última vez que todos se habían reunido y las expectativas de los demás hacia ella parecían mayores. Quería disfrutar, pero sentía que el día debía ser perfecto.

—¿Qué te parece si subimos a la rueda gigante? —preguntó Lacy, señalando con el dedo hacia la enorme rueda de la fortuna que dominaba el paisaje, imponente, pero serena. La rueda giraba lentamente, con las cabinas elevándose por encima del parque, ofreciendo una vista impresionante de todo el lugar.

Lemy, que había estado observando distraído el ajetreo del parque, se giró hacia ella. Aunque al principio dudó un poco, la idea de estar en lo alto, alejados del bullicio del suelo, parecía atractiva. Sin pensarlo mucho, asintió.

—Claro, ¡vamos! —respondió, con una sonrisa tranquila, tomando la iniciativa de caminar hacia la fila de la rueda gigante.

Lacy, emocionada por la decisión, no pudo evitar dar un paso hacia adelante con más rapidez de la que había planeado. Agarró la mano de Lemy de manera casi impulsiva, sin pensar en la implicación de ese gesto. Pero al darse cuenta de lo natural que había sido, una oleada de nerviosismo la invadió, y en un acto reflexivo, separó rápidamente sus dedos. Lemy, por su parte, sintió una ligera tensión en su pecho al notar el contacto. Aunque eran primos, todo esto era nuevo para ellos, y la distancia temporal que había pasado desde su último encuentro hacía que la situación se sintiera un poco extraña.

—Uh... perdón —dijo Lacy, riendo levemente, algo nerviosa, con una sonrisa incómoda en su rostro—. No quise... no sé, me emocioné.

Lemy, un poco sorprendido, pero también aliviado por el tono ligero de Lacy, sonrió con suavidad. Aunque un poco confundido por el gesto, la incomodidad pronto desapareció al ver que Lacy no estaba preocupada.

—No pasa nada, Lacy. Solo que, bueno, no esperaba que fueras tan... directa —bromeó, su voz un poco más suave de lo habitual, reflejando una mezcla de incomodidad y diversión.

Ambos rieron un poco, y la tensión inicial comenzó a desvanecerse, como si el día les estuviera enseñando que esos pequeños momentos incómodos eran solo parte de la vida. A medida que la fila avanzaba lentamente, comenzaron a hablar con más comodidad, el ambiente relajado ayudaba a que se olvidaran de sus nervios. Hablaron sobre la magnitud del parque, sobre las atracciones que pensaban visitar, y Lacy le contó a Lemy sobre su día hasta el momento, compartiendo historias y recuerdos. Aunque no era un diálogo profundo, esos pequeños intercambios les dieron la sensación de que podían disfrutar juntos, sin mayores expectativas ni presiones.

Cuando por fin llegó su turno para subirse a la rueda, ambos se acomodaron en uno de los asientos, mirando hacia el horizonte. La rueda comenzó a elevarse lentamente, y el aire fresco del atardecer les acarició el rostro. Desde las alturas, el parque parecía un mapa en movimiento: luces parpadeantes, gritos de emoción, y los colores vibrantes de las atracciones. En ese momento de silencio, los nervios de ambos se disiparon, como si el paisaje compartido les diera un respiro. Era el tipo de momento en que las preocupaciones del mundo parecían desvanecerse, y lo único importante era la quietud de la vista.

—¿Sabes? —dijo Lacy, mirando hacia abajo con una sonrisa, un poco más serena—. Me alegra estar aquí, compartiendo esto contigo.

Lemy, mirando también el paisaje, se sorprendió un poco por la sinceridad de sus palabras. Durante un momento, estuvo callado, meditando. Finalmente, su rostro se suavizó, y le devolvió la mirada con una cálida sonrisa.

—Yo también, Lacy —respondió con una voz tranquila, pero llena de significado—. Creo que está siendo un buen día.

La rueda continuó su ascenso y descenso, y mientras descendían lentamente hacia la base, ambos se sintieron más conectados. Quizás no todo estaba resuelto entre ellos, pero algo había cambiado: la incomodidad que sentían antes había sido reemplazada por una comprensión tácita, una pequeña chispa de algo que, aunque no podía definirse aún, era indudablemente especial. La rueda tocó finalmente el suelo, y sin decir una palabra más, ambos compartieron una sonrisa silenciosa, un pacto implícito de que, sin importar lo que pasara en el futuro, este día los había unido un poco más.

Mientras esperaban en la fila para la montaña rusa, la vibrante atmósfera del parque seguía envolviendo el aire, pero Lynn no podía evitar sentirse algo inquieta. La emoción de la atracción se perdía un poco entre las preocupaciones que no dejaban de rondar en su mente. Estaba cerca de Lincoln, observando a la gente que pasaba a su alrededor, pero su mente no podía despejarse completamente. Finalmente, miró a Lincoln, quien parecía totalmente relajado, y no pudo evitar soltar una pequeña preocupación.

Se bajaron de la rueda, listos para reunirse con los demás a las cuatro en el centro del parque. Había algo en el aire, algo tangible, que les decía que el día había cambiado algo entre ellos. Aunque la incertidumbre seguía presente, los recuerdos y conexiones que compartían ahora se sentían más fuertes.

Y aunque Lyra aún estaba conociendo a sus primas y el día seguía siendo un gran reto para ella, en ese preciso instante, Lacy comprendió que a veces no importa lo grande o pequeño que sea el momento. Lo importante es cómo esos momentos, aunque fugaces, ayudan a tejer la red invisible que une a las personas, creando recuerdos que perduran mucho después de que las luces del parque se apaguen.

Mientras estaban en la fila para la montaña rusa, la emoción se sentía en el aire, pero Lynn no podía evitar la inquietud que la rondaba. Miró a Lincoln, quien estaba a su lado, con una ligera preocupación en su rostro. Se inclinó un poco hacia él y, con una mirada pensativa, le preguntó en voz baja:

—Lincoln... —comenzó, con un tono pensativo y un poco de indecisión— ¿Crees que fue una buena idea traer a Lyra y Lemy? Ya sabes... no quiero lidiar con lo de Luna. Todo lo que pasó con ella me está pesando, y el ambiente no se siente del todo bien, ¿sabes?

Lincoln, al escuchar la preocupación en la voz de Lynn, dejó de observar a las personas que pasaban y la miró a los ojos con una sonrisa tranquila, casi como si hubiera esperado que esa pregunta surgiera. La situación no era sencilla, pero para él las respuestas siempre eran más claras de lo que a veces parecían. Se inclinó un poco hacia ella, como para asegurarse de que solo los dos pudieran hablar en ese momento.

—Lynn, recuerda lo que dijo Lyra —comenzó con suavidad—. Ella vuelve en dos semanas, ¿recuerdas? Esto no es para siempre, y estamos aquí, hoy, para disfrutar este día. Además, ¿cuántas veces hemos hablado de que queríamos conocerlos, darnos la oportunidad de estar con ellos? Esto no es solo sobre lo que ha pasado, sino también sobre lo que puede surgir de esto. No es una carga, es una oportunidad.

Lynn se quedó en silencio por un momento, pensando en lo que había dicho Lincoln. Le dio vueltas a sus palabras y, aunque la situación con Luna seguía siendo una espina clavada en su corazón, lo que Lincoln estaba diciendo tenía sentido. No podía seguir cargando con el peso de todo lo que había pasado, y de alguna forma, su hija también estaba buscando algo más allá de las tensiones familiares. La necesidad de reestablecer lazos y conocer realmente a sus primos era algo que también era importante.

Miró a Lacy y Lemy, que estaban riendo y bromeando entre ellos, sin ninguna preocupación, completamente ajenos a los posibles conflictos familiares que se cernían sobre ellos. Lacy, que se veía genuinamente feliz, estaba disfrutando el tiempo con Lemy, su primo, como si todo fuera normal. El verlos juntos, tan naturales y relajados, hizo que algo en Lynn se aflojara. Era difícil no ver lo bien que se sentían, lo felices que estaban, y cómo la presencia de Lemy parecía calmar cualquier duda que Lacy pudiera haber tenido. Tal vez, solo tal vez, todo podía salir bien si se daban la oportunidad de acercarse más, de manera más natural, sin tanta presión.

Lincoln continuó, rompiendo el silencio que había caído entre ambos.

—Mira, Lynn, no te preocupes tanto. Mira a Lacy, ¿la ves? Ella está feliz con Lemy, disfrutando del día. Y sé que también hay algo importante en esto para ti y para mí: más que nada, queríamos conocer a Lyra y a Lemy, entenderlos mejor y dejar que se sientan parte de nuestra vida, parte de esta familia.

El tono de Lincoln era firme, pero también lleno de esa seguridad tranquila que siempre transmitía. No era un tipo de discurso que forzara nada, sino un recordatorio de lo que ya sabían, de lo que ya habían discutido entre ellos. En todo momento, Lincoln buscaba encontrar ese equilibrio entre el bienestar de su familia y las incertidumbres del pasado que aún los seguían. Para él, este día era una oportunidad de oro, no solo para disfrutar juntos, sino para empezar a cerrar algunas heridas.

Lynn lo miró, sin decir nada por un rato, pero al final, un leve suspiro escapó de sus labios. Había algo reconfortante en la calma de Lincoln, en su forma de abordar los problemas sin dejarse consumir por ellos. A veces, Lynn se sentía como si la ansiedad la invadiera y no pudiera encontrar salida, pero él siempre encontraba el modo de equilibrar las cosas.

—Tienes razón —respondió, la tensión comenzando a desvanecerse en su voz. Su mirada se suavizó mientras volvía a centrarse en Lacy y Lemy, que seguían compartiendo risas—. Gracias por recordarme eso. Estoy un poco... sobrepasada con todo, pero no debería dejar que el pasado interfiera. Este día es importante, para todos.

Lincoln sonrió de manera tranquila, con una expresión de comprensión y afecto.

—Lo sé, Lynn. Y yo también estoy aquí para que lo enfrentemos juntos. Sé que la situación con Luna ha sido difícil, pero ahora lo que importa es que estamos haciendo lo mejor para todos, para nuestra familia. Esto es algo que estamos construyendo, y aunque no siempre será fácil, lo haremos paso a paso, siempre juntos.

Lynn le dio un leve apretón de mano antes de que la fila avanzara, mirándolo con una mezcla de agradecimiento y cariño. Lo que él decía, aunque no resolvía todo de inmediato, le ayudaba a poner las cosas en perspectiva. Tenían una familia por la que luchar, y aunque el camino no sería lineal, estaba dispuesta a recorrerlo con él. Sabía que no estaba sola en esto.

El sonido del parque comenzó a intensificarse a medida que se acercaban a la montaña rusa, pero por un momento, solo existían ellos dos, en medio de ese espacio, con el bullicio y la emoción del lugar desvaneciéndose alrededor. Sin decir más palabras, ambos compartieron una mirada de complicidad, como si todo lo que necesitaban decir ya estuviera dicho, y lo único que quedaba por hacer era seguir adelante, sabiendo que, al final, se tenían el uno al otro.

Mientras Lacy y Lemy caminaban por el parque, disfrutando de la compañía mutua, Lacy, con una mirada curiosa y algo juguetona, no pudo evitar preguntar algo que había estado rondando en su mente durante todo el día. Observó a su primo con atención, buscando algo en su actitud, en su forma de moverse, quizás una pista, y entonces, sin poder evitarlo, le lanzó la pregunta.

—Oye, Lemy —comenzó, con una sonrisa traviesa—, ¿acaso tienes algún interés amoroso?

Lemy, que hasta ese momento había estado disfrutando del día sin pensar demasiado en nada serio, se detuvo en seco, sorprendido por la pregunta tan directa. Sus ojos se abrieron un poco, y por un instante, se quedó en silencio, procesando lo que acababa de escuchar. Era algo que no esperaba, y menos de parte de Lacy, quien parecía estar más concentrada en divertirse que en ponerse tan profunda.

—¿Interés amoroso? —repitió, un poco desconcertado, rascándose la cabeza y mirando a su alrededor mientras buscaba las palabras adecuadas—. No... no, no tengo a nadie en mente, Lacy.

Su respuesta fue rápida, pero cuando vio la expresión en el rostro de su prima, algo en su pecho se tensó. Él sabía que Lacy era directa, que no tenía miedo de preguntar lo que pensaba, pero la verdad era que no se sentía cómodo hablando de esos temas, especialmente cuando se trataba de su propia vida emocional. Sin embargo, con una pequeña pausa, continuó, casi como si estuviera compartiendo algo que rara vez decía en voz alta.

—La verdad... no creo que alguien se interese en mí. No es que lo haya intentado, pero las cosas nunca son fáciles para mí. A veces... soy algo violento, ya sabes. Siempre estoy peleándome con la gente, y eso causa que se alejen de mí. —Su voz se volvió un poco más baja, y sus ojos bajaron al suelo mientras hablaba—. Además, siempre me cuesta convivir con otros sin que mis antecedentes, todo lo que he hecho en el pasado, me afecten. Las cosas que he vivido me hacen difícil encajar a veces, y no quiero arrastrar a nadie a eso.

Lacy escuchó en silencio, viendo cómo las palabras de su primo se deslizaban con un toque de vulnerabilidad que no solía mostrar. Por un momento, el bullicio del parque desapareció, y todo lo que Lacy pudo sentir fue una profunda compasión por Lemy. No era fácil ser él, siempre cargando con las huellas del pasado y las dificultades que lo acompañaban. Ella lo entendió, aunque no completamente, porque era difícil imaginarse la lucha interna que enfrentaba.

Sin pensarlo dos veces, Lacy se acercó a él y, con una sonrisa cálida, lo abrazó con fuerza. Un abrazo sincero, sin palabras de por medio, solo el gesto de apoyo que, sabía, a veces era lo único que realmente necesitaba alguien.

—No te preocupes, Lemy —dijo suavemente, su voz llena de afecto—. Un día, llegará la indicada. No todo tiene que ser perfecto o sencillo, pero eso no significa que no lo vayas a encontrar. El corazón de alguien puede ser más grande de lo que imaginas, y cuando llegue el momento, sabrás qué hacer.

Lemy sintió cómo su pecho se apretaba, como si su corazón estuviera latendo más rápido en ese preciso momento. No esperaba que Lacy reaccionara de esa manera, pero el calor de su abrazo y la sinceridad de sus palabras hicieron que algo dentro de él se abriera. Por primera vez en mucho tiempo, se sintió un poco más ligero. Quizás, solo quizás, había esperanza de que las cosas pudieran cambiar. El simple hecho de que Lacy creyera en él, que le hablara de esa manera, lo hizo sentir un poco menos solo en su lucha interna.

—Gracias, Lacy —dijo con una sonrisa tímida, pero genuina. Su voz aún sonaba un poco baja, pero el cambio en él era evidente—. De verdad, no sé qué decir. Es... es raro, pero me siento bien por escuchar eso.

El abrazo se rompió lentamente, pero ambos se quedaron un momento en silencio, observándose con una comprensión compartida. Aunque Lemy no podía borrar de un solo golpe el peso de su pasado, en ese momento algo había cambiado. La conexión que había establecido con Lacy, esa comprensión sin palabras, le dio una nueva perspectiva, una que lo llenaba de una esperanza que antes no tenía.

Y mientras el bullicio del parque volvía a hacerse presente a su alrededor, con las luces y las risas de las personas llenando el aire, el corazón de Lemy seguía latiendo más fuerte, quizás no solo por la emoción de las montañas rusas o las atracciones, sino por el simple hecho de saber que no estaba solo, que tenía a alguien a su lado que entendía, sin juzgar.

Lacy lo miró una vez más antes de continuar con su camino hacia la siguiente atracción, una sonrisa en el rostro. Aunque no lo dijera en voz alta, sabía que ese día significaba algo más para ambos. Era el principio de algo más grande, algo que se estaba construyendo lentamente, pero que, de alguna forma, ya estaba en marcha.

Mientras caminaban por el parque, Lemy no podía evitar robarle miradas a Lacy, y aunque trataba de concentrarse en lo que tenía a su alrededor, su mente no podía dejar de volverse hacia ella. "Ella es tan linda," pensó mientras observaba su rostro, con sus ojos brillando bajo la luz del atardecer. Cada movimiento que hacía parecía tan natural, tan seguro, y él simplemente no podía dejar de admirarlo. "Es tan... especial," pensó, sintiendo una mezcla extraña entre admiración y algo más profundo, algo que no quería reconocer. La forma en que su cabello caía suavemente sobre sus hombros, su risa tan auténtica, todo en ella lo atraía sin que pudiera hacer nada para evitarlo.

Su mente comenzó a acelerarse con más pensamientos, uno detrás de otro. "Me gustaría..." Pensó sin poder evitarlo, sintiendo que su corazón latía con fuerza. "Me gustaría que supiera lo que siento," continuó en su mente, una idea que lo inquietaba. Pero, como si un freno invisible se activara en su cabeza, la realidad lo golpeó. "No, no, no. Es tu prima." El pensamiento fue como un balde de agua fría. ¿Qué estaba haciendo? ¿Cómo se le ocurría pensar en algo así? "No, Lemy, eso no está bien. Ella es familia." El remordimiento lo invadió de inmediato. Sabía que esas emociones eran equivocadas, pero no podía simplemente hacerlas desaparecer.

Suspiró en su interior, tratando de racionalizar lo que sentía. "Si intentas algo, ella te odiaría." Esa idea lo aterrorizaba. Si su prima llegaba a enterarse de lo que sentía, si llegaba a descubrir lo que él mismo no podía controlar, lo rechazaría. Y no solo eso, toda su familia podría verlo de la misma manera. "Toda la familia te odiaría," pensó, sintiendo un nudo en el estómago. Nunca había sido fácil para él llevarse con todos, pero perder el respeto de su familia, la única que tenía, sería algo que no podría soportar. La idea de la desaprobación de sus seres queridos lo desmoronaba, pero a la vez, sentía una tensión creciente dentro de él.

Y entonces, la rebelión en su mente emergió, como si todo lo que intentaba reprimir estuviera buscando salir a la superficie. "Aunque eso me valdría madres." Esa frase le llegó como una especie de fuerza cruda, algo visceral que le decía que, tal vez, solo tal vez, si las cosas salían mal, podría vivir con ello. ¿Qué sería peor? ¿Mantener sus sentimientos en secreto y sufrir en silencio, o arriesgarlo todo, enfrentarse al rechazo, y tal vez ser libre de una vez por todas? Esa pequeña chispa de rebeldía lo tentaba, pero también lo aterraba.

Pero luego, la duda se asomó. "Aunque si ella me odiara... estaría feo." Esa idea lo hizo estremecer. Había algo en su interior que le decía que perder la amistad con Lacy, perder ese lazo, sería devastador. Había algo que le decía que si alguna vez llegaba a decirle lo que sentía, si ella lo rechazaba, la situación cambiaría irremediablemente. "No quiero perderla," pensó, más para sí mismo que para cualquiera. Había algo en su prima que lo hacía sentirse... comprendido, de alguna manera. Había algo en ella que lo hacía sentir que podía confiar, que podía ser él mismo sin miedo a ser juzgado. Y perder eso, sería perder una de las pocas conexiones verdaderas que sentía.

Trató de concentrarse en algo más. "Aparte, no creo que ella quiera algo." Lacy siempre había sido amable con él, sí, pero jamás había dado indicios de que tuviera algo más allá de la familia en mente. Era su prima, después de todo, y nunca la había visto de esa manera antes. Tal vez todo lo que sentía era solo un impulso, una idea absurda nacida del calor del momento. "Me está afectando más de lo que quiero admitir," pensó, frustrado consigo mismo. Sabía que debía dejar de pensar en ello, que no debía seguir alimentando algo que no tenía futuro.

Pero los pensamientos no se detenían. "Carajo, deja de pensar en eso, Lemuel," se dijo a sí mismo, como si esas palabras pudieran detener el caos en su mente. "Es tu maldita prima." Intentó convencerse de que debía ser racional, de que no podía seguir pensando en algo tan inapropiado. Era una lucha interna constante entre lo que sentía y lo que sabía que debía hacer. No podía dejar que sus emociones lo dominaran, pero a veces era difícil silenciarlas. Había algo incontrolable en el deseo de acercarse a Lacy, de hacerla ver lo que sentía, aunque sabía que podría arruinarlo todo.

Al final, intentó poner su mente en orden, concentrándose en el presente. "No te dejes llevar, Lemuel. Es solo un momento, solo una fase." Su mente intentaba calmarse, pero la imagen de Lacy seguía presente, como una sombra que no podía desaparecer. Cada vez que miraba su rostro, su corazón parecía latir más rápido, y esos pensamientos se volvían más y más persistentes. Pero, por alguna razón, el ruido interno en su cabeza no disminuía, y el sentimiento de inquietud lo invadía más con cada paso que daba.

Finalmente, se dio cuenta de que, a pesar de todos sus esfuerzos por racionalizar, no podía ignorar lo que sentía. No podía seguir callando algo que estaba tan presente en su mente. Pero, por ahora, lo único que podía hacer era aferrarse a esa sensación, esa tensión creciente dentro de él, y esperar que con el tiempo se disipara. O tal vez, si se atrevía lo suficiente, confrontaría lo que había dentro de él, enfrentándose a las consecuencias sin importar lo que viniera después.

Por el momento, solo podía seguir caminando a su lado, sabiendo que, aunque sus pensamientos lo consumieran, la realidad seguía siendo su prima. Y esa verdad, aunque dolorosa, era la que debía aceptar.

Al llegar al arcade del parque, Lemy y Lacy se encontraron con un rincón lleno de máquinas brillando con luces de colores, algunas ya llenas de gente, pero otras tranquilas y esperando ser jugadas. Uno de los juegos que más les llamó la atención era un juego de guitarra, una especie de Guitar Hero, pero con una versión renovada y más moderna. Había dos guitarras conectadas, cada una esperando ser agarrada por alguien. Lemy, sonriendo con picardía, le dio un vistazo a Lacy.

—¿Te animas a jugar conmigo? —le preguntó con una sonrisa juguetona. No era su estilo, pero la idea de pasar un rato con Lacy lo hacía sentir cómodo. Además, pensó que sería una forma de distraerse de todos esos pensamientos que lo atormentaban.

Lacy lo miró, evaluando la máquina por un momento. No era el tipo de juego que normalmente jugaba, pero algo en la atmósfera del arcade, con la música a todo volumen y el ambiente lleno de emoción, la hizo sentirse intrépida.

—Está bien, vamos a ver qué tan bien puedes tocar —dijo, tomando una de las guitarras y colocándosela en las manos. Tenía una sonrisa desafiante en el rostro, como si quisiera ponerlo a prueba.

Lemy no pudo evitar sonreír ante la actitud competitiva de su prima. Él había jugado en ocasiones, pero no se consideraba un experto. Sin embargo, su ego se activó al instante. Si iba a hacerlo, iba a hacerlo bien.

—Entonces, elige una canción —dijo, mirando las opciones en la pantalla que empezaban a brillar ante sus ojos.

Lacy miró rápidamente las canciones disponibles, hasta que sus ojos se detuvieron en una opción.

—"Guitar Hero" —dijo sin dudar, seleccionando la canción con una sonrisa traviesa. —Espero que estés listo para perder, Lemy. Esta es una canción difícil.

Lemy arqueó una ceja, sorprendido por la elección, pero también emocionado. No esperaba que Lacy escogiera algo tan desafiante, y eso solo aumentó la adrenalina en sus venas. A pesar de sus pensamientos confusos de antes, ahora todo parecía más sencillo, más enfocado en el momento. Este era su tipo de juego, un desafío, algo que lo hacía sentir que podía demostrar algo.

El sonido del juego comenzó a llenar el aire, y las luces de la pantalla comenzaron a brillar al ritmo de la música. Las notas iban bajando hacia ellos, y ambos tomaron sus guitarras con firmeza, preparándose para lo que estaba por venir. El juego empezó a un ritmo rápido, y Lemy se sintió algo perdido al principio, pero pronto se acostumbró al flujo de las notas, moviendo sus dedos con rapidez para no quedarse atrás.

Lacy, por su parte, se veía tranquila, como si realmente estuviera disfrutando del reto. No parecía intimidada en lo más mínimo. Cada vez que sus dedos tocaban las notas correctas, su sonrisa crecía, más confiada, más competitiva.

—Vas a tener que hacerlo mejor que eso —le dijo Lacy, sin quitar los ojos de la pantalla. Su confianza era palpable, pero Lemy también sentía que podía seguirle el ritmo. No iba a dejar que ella se sintiera demasiado segura de sí misma.

El desafío continuó por varios minutos, con ambos luchando por mantener el ritmo de la canción mientras la velocidad aumentaba. Lemy, aunque algo sorprendido por lo difícil de la melodía, se concentró en sus movimientos. Cada acorde, cada nota, todo se volvía más intenso. Pero por más que intentaba, no podía evitar pensar en lo que había ocurrido antes. Las emociones que había estado tratando de reprimir se mezclaban con la competitividad de la partida.

¿Por qué no puedo simplemente disfrutar de esto sin pensar en todo lo demás? pensó, sintiendo su mente divagar una vez más mientras tocaba. No es como si ella fuera a notar algo... ella solo está jugando.

En ese momento, algo sucedió. Lacy erró un acorde. No era mucho, pero fue suficiente para que Lemy sintiera una chispa de esperanza.

—¡Te atrapó! —exclamó con una sonrisa amplia, disfrutando del momento. Lacy levantó una ceja, sonriendo de manera cómplice. No había duda de que ambos estaban disfrutando del momento, sin importar el entorno o los pensamientos que se cruzaban en sus mentes. Fue un pequeño momento de respiro para Lemy, que aunque no pudiera escapar completamente de sus emociones, al menos estaba viviendo el presente.

La canción terminó, y ambos se quedaron mirando la pantalla. Lacy había quedado ligeramente por debajo de él en puntuación, pero no parecía estar ni un poco molesta. De hecho, sonrió y le dio un codazo juguetón.

—Te dejé ganar, no quiero que te sientas mal —dijo, riendo.

Lemy se rio también, pero por dentro, algo dentro de él sintió que tal vez no era solo el juego lo que le interesaba. Tal vez era la forma en que Lacy lo hacía sentir. Tal vez no solo era competencia lo que había allí. Pero no lo diría en voz alta. No ahora.

—Claro, claro —respondió él, intentando restarle importancia a lo que acababa de suceder. No importaba lo que había sentido antes. Estaba bien solo disfrutar de un juego, por ahora.

Aun así, en su mente, algo había cambiado, y ese "algo" lo haría pensar más en ella que antes. Pero solo por un momento. Solo por ahora.

Mientras Lyra y Lynn III jugaban en los juegos de destreza, el ambiente en el parque era animado, con niños y familias riendo y disfrutando de las diversas atracciones. Ellas se encontraban en una sección donde el objetivo era completar desafíos de habilidad, desde lanzar aros hasta golpear dianas, y ambas estaban pasándoselo bien mientras competían amistosamente.

—¡Sí! ¡Lo logré! —gritó Lyra, celebrando después de encajar una bola en uno de los aros. Lynn III la observó con una sonrisa en el rostro, sintiendo una mezcla de diversión y relajación. Era raro para ella sentirse tan libre, especialmente con tantas cosas en su mente, pero estar ahí con Lyra la ayudaba a desconectar.

Al ver que su prima se recuperaba de la última ronda, Lyra la miró con curiosidad.

—Oye, Lynn, ¿qué piensas de Lacy? —preguntó Lyra, un tanto intrigada. Ella siempre había admirado a su hermana mayor, pero había algo en el aire hoy que le hacía pensar en lo que realmente significaba para su familia. ¿Cómo era ella para los demás?

Lynn III quedó pensativa por un momento, mirando a lo lejos a su hermana, que en ese momento jugaba a la guitarra con Lemy en el arcade. Su expresión se suavizó mientras observaba a Lacy, quien parecía tener una actitud tan pura y alegre, sin saber lo que le deparaba el futuro.

—Lacy... —empezó a decir, mientras se cruzaba de brazos, mirando a su hermana con una mezcla de orgullo y preocupación—. Ella es excepcional, siempre está dispuesta a ayudar a los demás, a hacerles sentir bien. Tiene esa energía, esa inocencia que la hace especial, pero... —suspiró, preocupada—. A veces, me asusta cómo puede ver solo lo bueno en las personas, sin tener en cuenta que hay gente malintencionada allá afuera. Me preocupa que algún día alguien la pueda lastimar, y no va a ser fácil para ella entenderlo.

Lyra asintió, como si comprendiera la gravedad de lo que Lynn III estaba diciendo, aunque no estuviera completamente segura de lo que eso implicaba.

—Eso debe ser difícil para ti —comentó Lyra, mostrando empatía por su prima—. Pero, ¿qué vas a hacer al respecto? ¿Cómo la vas a proteger?

Lynn III se quedó en silencio por un instante, como si estuviera buscando una respuesta que no era fácil de encontrar.

—No puedo cuidarla todo el tiempo —admitió con pesar—. No siempre voy a estar ahí para protegerla, aunque lo desee. Un día, va a tener que aprender a defenderse sola, y... no sé, tal vez haya alguien más que la cuide, alguien que no sea mamá, papá o yo. Quiero que encuentre a alguien que la proteja, que la entienda de una forma en la que yo no pueda.

Mientras decía esto, su mente comenzó a divagar, su mirada vagó un poco, y las palabras que acababa de pronunciar le dieron un pequeño escalofrío. No quería que su hermana se enfrentara a todo sola, pero sentía que Lacy estaba destinada a encontrar su propio camino.

Al mismo tiempo, un pensamiento le cruzó la mente, un pensamiento que la hizo detenerse por un segundo. Tal vez... alguien como Lemy podría ser esa persona. Sin embargo, rápidamente descartó esa idea, pensando en lo complicado que sería. No... no podría ser. Lemy es solo su primo. Solo alguien que la cuida, nada más.

Lyra la observó, notando que Lynn III se había quedado en silencio por un momento, como si su mente estuviera dándole vueltas a algo.

—¿Qué pasa? —preguntó Lyra, sin saber si debía presionar más o dejar a su prima en paz.

Lynn III, al darse cuenta de que se había perdido en sus pensamientos, sacudió la cabeza y sonrió, algo avergonzada.

—Nada, no te preocupes —respondió con una sonrisa algo forzada, tratando de hacer que la conversación volviera a la normalidad—. Solo que a veces me gustaría que hubiera alguien más para cuidarla. Es una buena chica, y se merece que alguien la vea como yo la veo. Que no solo la cuiden, sino que también la respeten por lo que es.

Lyra asintió lentamente, entendiendo el sentimiento que Lynn III estaba expresando, aunque no sabía exactamente qué podría significar para el futuro. Para ella, Lacy siempre había sido una hermana mayor a la que admirar, una figura a seguir, pero no había pensado demasiado en las preocupaciones que Lynn III tenía sobre ella.

—Quizás, algún día, alguien más la cuidará. Quizás alguien llegará y será la persona adecuada para ella —dijo Lyra, pero al decirlo, no pudo evitar pensar en Lemy. Quizás... se dijo para sí misma, aunque rápidamente se reprendió. No, eso no podría ser. Lemy es solo su primo.

La idea de que Lemy pudiera cuidar a Lacy en el futuro parecía absurda, pero al mismo tiempo, algo en el fondo de su mente la hacía dudar. Pero... tal vez no sea tan descabellado, ¿verdad? Pensó brevemente, pero rápidamente desechó esa idea.

Ambas se quedaron en silencio por un momento, observando cómo Lacy reía con Lemy. Era claro que Lacy no era consciente de todo lo que su hermana pensaba y temía por ella, y eso era algo que a veces Lynn III desearía poder proteger para siempre.

—Solo quiero que esté bien —murmuró Lynn III, más para sí misma que para Lyra.

—Lo estará —respondió Lyra con una sonrisa suave—. Tienes razón, un día alguien la va a cuidar. Y si no es ahora, lo será en el futuro.

Las dos primas continuaron jugando, aunque en sus corazones seguían pensando en sus seres queridos y en el futuro incierto que les aguardaba. Pero por un momento, se sintieron un poco más tranquilas, sabiendo que podían apoyarse las unas a las otras.

Mientras Lacy y Lemy paseaban por la feria buscando la siguiente atracción a la cual subirse, ella se detuvo frente a una estructura impresionante de acero retorcido, adornada con luces brillantes y carteles que parecían advertir más que invitar. La montaña rusa extrema se elevaba en el horizonte como un desafío monumental, y la emoción en los ojos de Lacy era inconfundible.

—¡Esa! ¡Quiero subirme a esa! —dijo Lacy, saltando de emoción y señalando la atracción que parecía diseñada para valientes... o para quienes no valoraban mucho su salud mental.

Lemy, por su parte, la miró como si acabara de decir que quería ir a un festival de lucha de cocodrilos. Intentó tragar su miedo y responderle con entusiasmo, pero un sudor frío comenzó a cubrirle la frente. A pesar de todo, no quería parecer cobarde frente a Lacy.

—Ehh... sí, claro, ¡vamos! —dijo con una voz tan aguda que parecía sacada de una película de comedia. Rápidamente aclaró la garganta para recuperar algo de dignidad. "No es gran cosa, solo una montaña rusa. Si ella puede, yo también puedo" se repetía en su mente mientras forzaba una sonrisa que apenas disimulaba su pánico.

Lacy, sin sospechar nada, lo tomó de la mano y lo arrastró hacia la fila, parloteando emocionada sobre lo genial que sería el paseo. Lemy, por su parte, trataba de calmarse, respirando profundo y repitiéndose que el trayecto duraría solo un par de minutos. Pero esos minutos, en su mente, parecían alargarse hasta volverse eternos.

—Lemy, ¿estás bien? ¿Te da un poco de miedo? —preguntó Lacy, dándole un codazo juguetón cuando notó lo pálido que se veía.

—¿Miedo? —contestó él, con una risa forzada—. ¡Por supuesto que no! Solo estoy... eh... evaluando el... ángulo de las curvas para saber cómo gritar con estilo —improvisó rápidamente, intentando sonar confiado.

—¿Cómo... gritar con estilo? —Lacy lo miró con una mezcla de diversión y confusión, antes de soltar una carcajada—. ¿En serio, Lemy?

—Sí, bueno, no querrás que me veas gritando como... —buscó una excusa ridícula y terminó soltando— como una cabra asustada.

Lacy se dobló de la risa mientras el carrito de la montaña rusa avanzaba lentamente hacia la plataforma. "¡Genial, Lemy, has hecho reír a tu prima! Solo asegúrate de no gritar como una cabra cuando estemos arriba", se dijo a sí mismo, algo aliviado de haberle sacado una sonrisa, aunque su pánico seguía firme.

Subieron al carrito, y Lemy sujetó la barra de seguridad con tanta fuerza que sus nudillos se pusieron blancos. El carrito empezó a ascender y, al mirar hacia abajo, Lemy se preguntó si ya era demasiado tarde para saltar.

—¡Mira qué vista! —dijo Lacy, inclinándose un poco hacia adelante con una sonrisa radiante.

Lemy, por su parte, apenas era capaz de formar palabras. "¿Linda vista? ¡Linda será la vida cuando baje de aquí y esté en tierra firme otra vez!", pensó, mientras sus pensamientos revoloteaban en pánico. Por un segundo pensó en pedirle al operador que lo bajara, pero al ver la felicidad de Lacy, se quedó quieto. "No puedo hacer el ridículo...".

El carrito llegó a la cima, y entonces el descenso comenzó. De repente, ambos cayeron en picada, y Lemy soltó un grito tan agudo que probablemente asustó a los pájaros en kilómetros a la redonda. A su lado, Lacy gritaba de emoción, disfrutando cada segundo, mientras él veía su vida pasar en cámara rápida.

—¡Esto es una locura! —gritó Lemy, con el pelo revuelto y los ojos apretados.

—¡Es lo mejor! —respondió Lacy entre risas, levantando las manos al aire mientras el carrito daba vueltas y giros vertiginosos.

—¡¿Qué te pasa en la cabeza, Lacy?! ¡Esto es tortura! —Lemy intentaba mantenerse cuerdo mientras el carrito daba vueltas y lo sacudía de un lado a otro. Cada curva parecía un nuevo infierno, y cada caída una posible vía hacia su fin. Pero entre todo el caos, no podía dejar de notar lo feliz que se veía Lacy. Su risa y emoción casi hacían que olvidara el pánico... casi.

Finalmente, después de una serie de giros más, la montaña rusa comenzó a reducir la velocidad y el carrito llegó a la base. Lemy estaba exhausto, despeinado y un poco mareado, pero al menos había sobrevivido.

—¡Eso fue increíble! —exclamó Lacy, emocionada, mientras se bajaba y lo esperaba en la plataforma.

Lemy intentó bajarse del carrito con algo de dignidad, pero sus piernas temblaban tanto que casi se tropezó. Se recompuso rápidamente, fingiendo una risa forzada mientras trataba de recuperar el aliento.

—Sí, increíble... pero... yo... creo que dejé mis intestinos en una de las curvas —bromeó, tratando de disimular su pánico.

Lacy estalló en carcajadas y lo abrazó con entusiasmo.

—Gracias por acompañarme, Lemy. No hubiera sido igual sin ti —dijo, apretándolo con cariño.

Lemy, sorprendido por el abrazo, sintió cómo su corazón latía con fuerza, pero esta vez no por el miedo a la montaña rusa, sino por la calidez del momento. "De acuerdo, Lemy, es solo un abrazo de tu prima... nada más".

Mientras la soltaba, vio que Lacy lo miraba con una sonrisa dulce, y él no pudo evitar ruborizarse un poco. "Carajo, Lemy, bájate de la nube. Ella es tu prima, ¡no puedes!" pensó, regañándose en silencio, aunque algo en su interior seguía pensando en lo linda que se veía.

Lacy lo miró divertida.

—¿Ya estás listo para la próxima? —preguntó, mirando en dirección a otra atracción que también parecía aterradora.

—¿Otra...? —Lemy parpadeó, sintiendo el terror volver—. Ehhh, ¿qué te parece si... mejor... nos tomamos un descanso? ¡Podríamos ir por algodón de azúcar o, no sé, un churro! —sugirió rápidamente.

Lacy se rió de nuevo, viendo a su primo con una mezcla de cariño y diversión.

—Está bien, lo que tú digas, "chico valiente" —respondió, guiñándole el ojo mientras tomaba su brazo y lo llevaba hacia los puestos de comida.

Lemy suspiró aliviado, agradecido de poder volver a la tierra firme. Aunque los latidos de su corazón aún eran una confusión de emociones, una parte de él no podía evitar sonreír.

Después de un rato recorriendo la feria, el grupo se encontró en el punto de reunión acordado. Con el hambre acumulada de tantas aventuras, todos estaban listos para recargar energías y, tras una rápida consulta, se dirigieron a un restaurante cercano.

Una vez dentro, se sentaron alrededor de una mesa grande, y el grupo no perdió el tiempo en pedir todo tipo de platos. Mientras disfrutaban de sus primeras mordidas, Lemy miró a su alrededor, observando a su familia y el ambiente. La curiosidad comenzó a rondar en su mente, especialmente acerca de cómo su tío Lincoln y su tía Lynn podían costear tantas salidas y un auto tan lujoso, algo que le parecía un poco inusual.

Finalmente, Lemy decidió preguntar.

—Oye, tío Lincoln —empezó, tratando de sonar casual—, ¿cómo le haces para pagar todas estas cosas? —Lemy se encogió de hombros y continuó, con un tono más curioso—. O sea, ya sabes, los boletos para el parque, la comida, el carro... ese carro que tienen es bastante caro, ¿no?

Lincoln intercambió una mirada cómplice con Lynn y sonrió. Lynn, con una risa suave, asintió, animándolo a que compartiera el pequeño "secreto" familiar.

—Pues es una buena pregunta, Lemy —respondió Lincoln—. Además de nuestros trabajos, tu tía y yo encontramos una manera un tanto... interesante de ganar algo extra.

Lemy arqueó las cejas, intrigado.

—¿Ah, sí? ¿Cómo?

Lynn se inclinó hacia él y, con un tono casi conspirador, explicó:

—Lo que pasa es que empezamos un negocio con boletos de lotería. —Sonrió y agregó—: Básicamente, cada semana participamos en sorteos y, ya sea en premios grandes o medianos, siempre terminamos ganando algo.

Lemy los miró incrédulo, como si intentara procesar lo que acababa de escuchar.

—¿Así que ganan la lotería... todas las semanas? —preguntó con los ojos bien abiertos.

Lincoln asintió, manteniendo su expresión tranquila.

—No siempre son premios gordos, pero sí, con la estrategia adecuada y algo de suerte, logramos juntar lo suficiente como para darnos algunos lujos —explicó, divertido al ver la reacción de su sobrino.

Lacy, que escuchaba con la misma fascinación que Lemy, intervino:

—¿Pero cómo hacen eso? ¡Yo creía que ganar en la lotería era pura suerte!

Lynn sonrió y puso una mano sobre el hombro de Lacy.

—Lo es, pero también hay métodos y estrategias que hemos aprendido con el tiempo. No es magia, es más bien entender cómo funcionan los sorteos, y bueno... un poco de buena fortuna no está de más.

Lemy miró a su tío y a su tía, como si estuviera tratando de desentrañar un misterio. Era una explicación lógica, pero algo en la idea de ganar todas las semanas le seguía pareciendo un truco impresionante. Le hacía pensar en que sus tíos, además de ser buenos cuidadores, parecían tener habilidades especiales para conseguir lo que querían.

—Así que... ¿con ese negocio pueden tener el carro y todo esto? —preguntó con una sonrisa traviesa—. Qué suerte tienen ustedes.

Lincoln rió y negó con la cabeza.

—No es solo suerte, Lemy. Requiere trabajo, planificación y, sobre todo, mucha disciplina —contestó, dándole un guiño a su sobrino.

Lemy asintió, impresionado. Mientras la conversación continuaba, él y Lacy compartieron una mirada, como si ambos pensaran lo mismo: ¡Sus tíos eran prácticamente unos genios!

La comida continuó entre risas, anécdotas y planes para el próximo fin de semana. Para Lemy y Lacy, el día había sido más que una simple visita al parque: habían descubierto un lado sorprendente de su familia que los hacía admirarlos aún más.

Mientras todos disfrutaban de la comida en el restaurante cercano al parque, Lemy no podía quitarse una inquietud de la cabeza. Después de debatir internamente durante varios minutos, finalmente decidió preguntar, aunque no podía evitar que cierta preocupación se reflejara en sus ojos. Miró a su hermana Lyra, bajó la voz y, algo nervioso, se inclinó hacia ella.

—Lyra... ¿estás segura de que mamá va a regresar en dos semanas? —preguntó con una mezcla de duda y ansiedad—. No quiero meterme en un problema serio si aparece antes de tiempo. Ya sabes cómo es... y que no se lleva precisamente bien con nuestros tíos. No quiero estar aquí cuando se entere.

Lyra le lanzó una mirada de reprobación al instante, una que rápidamente lo hizo arrepentirse de su tono y sus palabras.

—Lemy, para empezar —respondió Lyra en un tono serio, pero con esa autoridad que solo una hermana mayor podría tener—, si vuelves a decir una grosería como esa, voy a meterte un jabón en la boca, ¿entendido? —Lemy, con los ojos bien abiertos, asintió sin decir una palabra—. Y en segunda, sí. Mamá dijo que volvería con Sam en dos semanas. Nos dio su palabra, y aunque mamá puede ser complicada a veces, cuando promete algo... generalmente lo cumple. Además, ahora está muy ocupada con Sam en ese viaje de trabajo, así que no hay razón para preocuparse tanto.

Lemy se removió en su asiento, aún algo inquieto. Aunque confiaba en la palabra de su madre, también sabía que ella podía cambiar de planes a último momento. Su relación con los Loud era una de esas cosas que no quería arriesgar, especialmente porque, de alguna manera, sentía que se estaba acercando a sus primos, incluso a su tío Lincoln, en formas que no había imaginado antes.

—Bueno, ya sé que mamá dijo que volvería en dos semanas... —insistió Lemy, suspirando y lanzando una mirada furtiva hacia su tío Lincoln, que conversaba animadamente con Lynn—. Pero tú sabes cómo es ella. Mamá podría aparecerse cualquier día y, si nos encuentra aquí sin avisarle, se va a poner furiosa. No quiero pensar en la cara que pondrá... y tampoco quiero escuchar el discurso sobre cómo "los problemas se resuelven en casa".

Lyra sonrió con algo de diversión. Sabía que la relación entre sus padres y los Loud no era precisamente fácil, y entendía la tensión que eso generaba en su hermano. Sin embargo, también sabía que a veces él se preocupaba de más, especialmente cuando se trataba de complacer a su madre. Así que, respirando profundo, decidió tranquilizarlo de la mejor manera que podía.

—Lemy, mírame —dijo Lyra, con un tono amable pero firme—. Mamá y Sam están en un viaje importante, y créeme, si fuera a volver antes de tiempo, nos lo habría dicho. No va a aparecer de sorpresa y, si lo hace, bueno... ya veremos cómo manejamos la situación. Nos las hemos arreglado antes, ¿no? Además, tío Lincoln y tía Lynn están de nuestro lado, y ellos nos cuidarán pase lo que pase.

Lemy asintió, aunque no parecía completamente convencido. En su mente, las palabras de Lyra resonaban con lógica, pero no podía evitar pensar en lo estricta que podía ser su madre y en lo incómodo que sería tener que enfrentar su desaprobación.

—Sí, pero... —empezó a decir, dubitativo—, es solo que... a veces siento que nos pasamos las reglas por alto. Y, no sé... es como si mamá siempre esperara que nosotros no sigamos los mismos pasos que ella. No quiero que piense que no me importa lo que ella piensa, pero... aquí me siento bien. Siento que estamos haciendo algo que... bueno, que mamá quizás nunca entendería, pero que para nosotros significa algo.

Lyra sonrió suavemente y le dio una palmadita en el hombro.

—Lo sé, Lemy. Pero no tenemos que vivir siempre con el miedo a decepcionarla. Ella también quiere que seamos felices, incluso si a veces lo demuestra de una manera... complicada. Y si alguna vez llega a enfadarse por esto, yo estaré aquí contigo para enfrentarlo. Somos familia, y si mamá no entiende eso ahora, tal vez algún día lo hará. Por ahora, disfruta de estar aquí, de conocer mejor a nuestros primos, de ver a papá y mamá cuando volvamos, y, sobre todo, de vivir un poco sin preocuparte tanto.

Lemy sonrió finalmente, sintiéndose más aliviado. Su hermana tenía razón: estar allí con sus primos, descubriendo poco a poco lo que significaba ser parte de los Loud, era algo que no quería perderse por un simple miedo. Aunque su madre regresara antes de lo esperado, sabía que, con Lyra a su lado, estaba listo para enfrentar lo que fuera.

—Gracias, Lyra —dijo, con una sonrisa genuina y algo de emoción en los ojos—. Creo que me hacía falta escuchar eso.

Lyra asintió con una sonrisa de complicidad, y ambos continuaron disfrutando de la comida, más tranquilos. Aunque los desafíos de familia nunca dejaban de ser complejos, sabían que ese tiempo juntos les estaba dando algo que jamás podrían olvidar.

Lemy observaba a su tío Lincoln con una mezcla de nerviosismo y curiosidad, mientras buscaba la manera de hacer la pregunta que le daba vueltas en la cabeza. Finalmente, se animó y soltó:

—Oye, tío... ¿por qué mamá primero te jodió tanto... y luego te ayudó? —dijo con un tono que combinaba la intriga de un adolescente y el desconcierto que solo una familia complicada podía despertar.

La pregunta de Lemy tomó por sorpresa a Lincoln, que se quedó paralizado por un segundo, casi atragantándose con la comida. Miró de reojo a Lynn, quien le dio una ligera sonrisa de apoyo, como diciéndole que le respondiera con la verdad, aunque el tema no fuera fácil de explicar.

Lincoln suspiró y, tras pensar unos segundos, empezó a hablar con cautela, eligiendo sus palabras.

—Bueno, Lemy, te voy a ser honesto —comenzó, tomando un sorbo de agua antes de proseguir—. Tu mamá, Luna, siempre fue... diferente. Tenía un carácter impredecible, y podía pasar de estar de buen humor a tener un mal día en cuestión de minutos. También era alguien que... se apegaba a las personas de forma muy intensa. Quiero decir, le costaba estar sola; siempre buscaba compañía, alguien en quien apoyarse.

Lemy seguía escuchando, asintiendo de vez en cuando, pero Lincoln sabía que tendría que ser aún más claro para que comprendiera.

—Al principio, tu mamá pasaba mucho tiempo con Sam, y luego también con Sully... pero poco a poco comenzó a pasar más tiempo conmigo. Al inicio, yo no vi nada raro; solo pensaba que éramos buenos amigos y hermanos. Pero Luna... era muy sensible, y supongo que en algún punto empezó a confundirse. No te mentiré, creo que se fue enamorando de mí. Sin embargo, yo siempre lo tuve claro: yo solo la veía como mi hermana, y además, estaba completamente enamorado de tu tía Lynn.

Lemy alzó una ceja, como si intentara entender qué tan complicadas podían llegar a ser las relaciones en la familia. Lincoln lo miró y continuó, sabiendo que tenía que desvelar un poco más de lo que había ocurrido.

—Y bueno, Lemy, cuando Luna se dio cuenta de que yo no correspondía a sus sentimientos... se enfadó. Y cuando tu mamá se enoja, la cosa se pone seria. La situación se complicó mucho una vez, durante una salida al cine. Estaba con Lynn y... bueno, en un momento se fue al baño. Nos dejamos llevar, y Lynn y yo nos besamos. Luna nos vio y... fue como si una bomba hubiera explotado en ese instante.

—¿Qué hizo mamá? —preguntó Lemy, con una mezcla de temor y sorpresa.

Lincoln se pasó una mano por el cabello, recordando el caos que siguió.

—Luna... fue con la familia y se desahogó. Les contó lo que había visto, y fue como si todo el peso de su rabia cayera sobre nosotros. Tu abuelo casi me mata a golpes. Quisieron separarnos a Lynn y a mí; de hecho, mi papá sugirió que me enviaran a un colegio militar, y durante semanas, nos hicieron la vida muy difícil. Recuerdo que todo el mundo nos juzgaba... apenas podíamos salir sin que alguien nos mirara mal.

Lincoln hizo una pausa, notando cómo los ojos de Lemy mostraban una mezcla de lástima y respeto. Decidió continuar, sabiendo que este era un momento de conexión con su sobrino.

—Fueron semanas muy duras, Lemy. Tu mamá estaba llena de resentimiento, y Lynn y yo... no sabíamos cómo lidiar con eso. No te imaginas cómo me dolió todo lo que pasó, especialmente porque jamás quise lastimar a tu mamá. Pero algo cambió en ella después de un tiempo. Empezó a sentirse culpable y, de alguna manera, se dio cuenta de que todo había ido demasiado lejos. Fue entonces cuando Luna decidió dar el paso de ayudar a arreglar un poco el caos que había causado. Habló con la familia, trató de suavizar las cosas... y, al final, nos ayudó a restaurar la paz, o al menos, a aliviar el peso de las heridas.

Lemy asintió lentamente, tratando de asimilar lo que su tío le había contado. Había sido más complicado de lo que él había imaginado. Se quedó en silencio un momento, mirando al plato mientras procesaba la historia. Luego, levantó la vista, con una pregunta que había quedado rondando en su mente:

—Entonces... ¿por qué mamá no se lleva bien con ustedes ahora? O sea, si ella se sintió culpable y trató de ayudarlos, ¿por qué parece que sigue habiendo problemas?

Lincoln sonrió con un toque de amargura, mirando a Lynn por un segundo antes de contestar.

—La verdad, Lemy, es que hay heridas que... por mucho que uno quiera, no siempre sanan por completo. Aunque Luna trató de enmendar las cosas, no fue fácil dejar todo eso atrás. Son años de resentimientos, malos entendidos, y a veces, esas cosas se quedan en el fondo, como brasas que nunca se apagan. Aun así, tu mamá y yo intentamos seguir adelante, y aunque no siempre estamos de acuerdo, quiero que sepas que ella es y siempre será parte de nuestra familia. Los problemas que tengamos, por mucho que a veces nos distancien, no cambian el hecho de que tú y tu hermana son más que bienvenidos en esta casa.

Lemy escuchó las palabras de Lincoln con atención, y por un momento se sintió aliviado al saber que, a pesar de todo, su tío lo consideraba parte importante de la familia. Sonrió levemente, aunque algo en su interior le seguía causando inquietud.

—Gracias, tío. Supongo que las familias... pueden ser algo complicadas, ¿no?

Lincoln se rió suavemente, como si no hubiera mejor forma de decirlo.

—Complicadas es quedarse corto, Lemy. Pero así es como son las cosas. Lo importante es que aquí, tú y tu hermana tienen un lugar, pase lo que pase.

Y así, entre esa conversación profunda y reveladora, Lemy comenzó a entender un poco más sobre el complejo mundo de los adultos, y a ver a su madre y a su tío bajo una nueva luz, donde las heridas del pasado, aunque no siempre cerradas, podían dejar espacio para el perdón y el cariño que solo una familia compartía.

El grupo llegó a la casa de Lemy y Lyra bajo el cielo estrellado, con las luces exteriores de la casa brillando cálidamente, anunciando el final de un día lleno de emociones y risas. Los padres de Lemy y Lyra no estaban en casa, por lo que no había prisa en entrar. Todos bajaron del auto, y Lyra se despidió de sus tíos y de sus primas, dándoles un abrazo rápido, pero sincero, y agradeciéndoles por el gran día que habían pasado juntos. Luego, entró en la casa sin más demora, dejando a su hermano aún afuera.

Lincoln y Lynn, quienes habían disfrutado viendo a sus hijos y sobrinos compartir este día, les desearon buenas noches, y Lemy agradeció a su tío por el día y todo lo que habían hecho. Estaba a punto de girarse para entrar cuando escuchó un ruido detrás de él. Se dio la vuelta y vio a Lacy, quien había bajado rápidamente del auto y ahora corría hacia él con una expresión radiante y llena de gratitud.

Lacy llegó hasta él y, antes de que pudiera siquiera pensar en qué decirle, lo abrazó con toda la fuerza y emoción de alguien que había tenido un día especial. El abrazo de Lacy era cálido y espontáneo, y Lemy sintió cómo su corazón se aceleraba. No estaba seguro de cómo responder, sus brazos quedaron congelados unos segundos hasta que al final los levantó torpemente, devolviéndole el abrazo con una mezcla de confusión y ternura.

Lacy lo miró a los ojos cuando rompió el abrazo y, con una sonrisa suave y sincera, le dijo en un tono apenas audible pero cargado de gratitud:

—Gracias, Lemy... por todo. Hiciste que este día fuera increíble.

Lemy intentó decir algo, alguna frase ingeniosa o palabras que fueran memorables, pero no pudo pensar en nada. Su mente estaba hecha un lío de emociones y pensamientos que parecían empujarse unos a otros, incapaces de ordenarse. Justo en ese instante, mientras él todavía balbuceaba algo ininteligible, Lacy se inclinó hacia él y le dio un suave beso en la mejilla. El mundo pareció detenerse en ese instante, y un leve calor recorrió su rostro desde el punto exacto donde los labios de Lacy habían tocado su piel.

Lacy se apartó unos pasos y lo miró, dándole una última sonrisa, y le dijo con un tono juguetón pero lleno de afecto:

—Ojalá nos veamos pronto, primo.

Antes de que Lemy pudiera reaccionar, Lacy corrió de regreso al auto, donde sus padres y su hermana la esperaban. Mientras subía al asiento trasero, le hizo un pequeño gesto de despedida desde la ventana. Lemy, aún en shock, levantó su mano con un movimiento automático, como si estuviera saludando de vuelta, pero sus pensamientos estaban en un completo caos.

"Es solo un beso en la mejilla... ¿por qué me siento así? Es mi prima... ¿por qué mi corazón late tan fuerte?"

Se llevó la mano al lugar donde ella lo había besado, tocando su mejilla como si tratara de retener el suave toque de Lacy en su piel. Observó cómo el auto se alejaba por la calle, sus luces traseras perdiéndose en la distancia mientras sentía un extraño vacío, una sensación nueva y desconocida que lo hacía sentir vulnerable.

"Ella es tan linda... pero no debería sentirme así. Ella es mi prima, maldita sea... ¿por qué me afecta tanto?" pensó Lemy, mientras su mente intentaba racionalizar el torbellino de emociones que le recorrieron.

La noche era fría, pero él se quedó parado en la entrada, aún con la mano en la mejilla, tratando de calmar el extraño nerviosismo que sentía y la tonta sonrisa que no lograba quitarse de la cara. Sabía que estos sentimientos eran contradictorios, incluso inadecuados, pero por más que intentara ignorarlos, no podía evitar pensar en lo especial que había sido el día y lo cálido que se sintió el abrazo de Lacy, así como el toque ligero de sus labios en su mejilla.

Finalmente, con el corazón aún acelerado y una sonrisa que no se desvanecía, Lemy dio un paso hacia la puerta de su casa y la abrió, pero no antes de girarse una vez más en la dirección en la que el auto de sus tíos había desaparecido. Suspirando profundamente, cerró la puerta detrás de él, mientras la cálida y emocionante sensación de esa despedida resonaba en su mente, acompañándolo a lo largo de toda la noche.

Lemy apenas había cerrado la puerta cuando escuchó unos pasos venir desde el comedor. Levantó la mirada y se encontró con Lyra, quien lo observaba con una mezcla de inquietud y urgencia, sus ojos reflejando una especie de advertencia que no era usual en ella. Lyra tenía la boca ligeramente entreabierta, como si estuviera a punto de decir algo importante, pero parecía estar buscando las palabras correctas, vacilando. Esa expresión inusual en el rostro de su hermana le hizo a Lemy fruncir el ceño, cada vez más desconcertado y algo nervioso.

—Eh... Lemy... tenemos un problema —dijo Lyra en un susurro tenso, como si quisiera que nadie más lo escuchara.

Lemy parpadeó, confundido, y abrió la boca para preguntar qué estaba pasando, pero su voz se quedó atrapada en su garganta al notar que Lyra no estaba sola. A medida que su vista se aclaraba, vio que detrás de su hermana, avanzaban dos figuras más. Primero reconoció a Sam, que parecía incómoda, con una expresión de cierta tensión en el rostro. Pero fue la presencia de la persona a su lado lo que hizo que Lemy sintiera como si un balde de agua fría se vertiera sobre él.

Allí estaba Luna, con los brazos cruzados, la mandíbula tensa, y una mirada que atravesaba el aire hacia él como una cuchilla afilada. La expresión de desaprobación en su rostro era inconfundible, y su postura rígida proyectaba una mezcla de enfado y autoridad que provocó un escalofrío inmediato en la espalda de Lemy. Sentía un nudo formándose en el estómago, una reacción automática al percibir que se avecinaba un conflicto, y el nerviosismo crecía con cada segundo en que su madre mantenía esa expresión dura y penetrante.

"¿Qué hace aquí? No se suponía que estaba fuera..." pensó Lemy, mientras una sensación de pánico comenzaba a crecer en su pecho. Su mente corría en todas direcciones, tratando de encontrar una explicación, de armar una estrategia para salir de esta. "¿Por qué está aquí justo ahora? ¿Acaso sabe...?"

Pero antes de que pudiera terminar su pensamiento, Luna dio un paso hacia él, y su voz cortante y directa lo sacó de golpe de sus pensamientos.

—¿Acaso estuvieron con Lincoln?

La pregunta cayó sobre Lemy como una bomba. Su mente entró en caos, buscando desesperadamente una respuesta que pudiera calmar la situación. La presión era enorme, y sentía las palmas de las manos comenzando a sudar. Tragó saliva, intentando articular una respuesta coherente, pero el nerviosismo era tan intenso que las palabras parecían escurrirse de su mente.

Al final, su boca fue más rápida que su cerebro, y sin pensar demasiado, dejó escapar lo primero que se le ocurrió:

—Ay, mierda... me lleva la chingada

No se dio cuenta de que lo había dicho en voz alta hasta que vio la reacción en el rostro de su madre. La mirada de Luna se endureció aún más, y sus ojos se entrecerraron, enviándole una advertencia clara y silenciosa.

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