Una salida con la familia: Deportivo(1/2)

Lemy se encontraba recostado en su cama, con las manos detrás de la cabeza y los ojos clavados en el techo. Habían pasado tres días desde que él y Lyra descubrieron la verdad sobre la historia familiar, esa verdad que su madre había mantenido en secreto durante años. Los rostros de Lincoln y Lynn en aquella foto antigua aún se grababan con fuerza en su memoria; la revelación de que esos parientes misteriosos eran más que una pareja cualquiera, y que su relación escondía una historia de secretos y amor prohibido, era difícil de asimilar. Aun así, todo ese shock y sorpresa no era lo único que tenía a Lemy tan inquieto.

Desde el momento en que se despidieron, un sentimiento nuevo, desconocido y un tanto incómodo, lo había estado persiguiendo. Lacy, su prima. No podía apartarla de sus pensamientos. Intentaba recordar solo los detalles de su rostro o el tono de su risa, pero algo en su memoria traía consigo sensaciones más profundas: el suave calor de su abrazo, la manera en que su presencia había calmado una parte de él que no sabía que estaba intranquila. Cada vez que recordaba su despedida, el tiempo parecía ralentizarse, y el mundo, por un instante, se tornaba menos pesado y confuso.

"¿Por qué me siento así?", pensó Lemy en voz baja, dando vueltas sobre la cama como si eso pudiera ayudarlo a escapar de esos pensamientos. "Es mi prima... Apenas la conozco, pero siento como si fuera algo más. Como si ella tuviera algo que necesito." Intentaba convencerse de que no había nada extraño en sentir cariño por una prima, pero sabía que esto era diferente. Había una calidez en sus pensamientos sobre Lacy que no sentía por nadie más, una sensación de pertenencia, de alivio... y algo más que no podía explicar.

Esa tarde en la despedida, cuando Lola había hecho ese comentario hiriente, él había sentido un estallido de ira que le resultó sorprendente. No se había detenido ni un segundo antes de lanzarse a defender a Lacy y a Lynn III; sin embargo, fue principalmente por Lacy que su voz se alzó con tanta fuerza. Era como si la necesidad de protegerla fuera algo natural, casi como respirar. Ahora, cada vez que recordaba ese instante, se encontraba preguntándose: "¿Por qué me importó tanto? ¿Por qué me dolió escuchar que la insultaban, como si me estuvieran hiriendo a mí mismo?"

Su corazón latía con más fuerza cuando sus pensamientos volvían a ese abrazo final, tan inesperado y tan revelador. Al recordar cómo ella lo había rodeado con sus brazos, Lemy no podía evitar sonreír de manera involuntaria, sintiendo un calor recorrer su pecho. Era absurdo pensar que una despedida, un simple gesto de afecto, pudiera tener un impacto tan profundo en él. Pero había algo en su presencia, en su mirada sincera, que le transmitía paz y conexión, como si de algún modo ella lo entendiera mejor que nadie.

Lemy suspiró y se llevó las manos al rostro, cubriéndose los ojos como si eso pudiera borrar las imágenes que su mente proyectaba una y otra vez. La imagen de Lacy lo perseguía incluso en sus sueños, donde ella aparecía como una figura cálida y etérea, alguien a quien no podía alcanzar pero de quien tampoco quería apartarse. "Esto es una locura... es solo porque nunca habíamos hablado tanto", intentaba decirse, tratando de racionalizar el sentimiento. Sin embargo, en lo profundo de su corazón, Lemy sabía que era mucho más que eso. Era como si, en medio de la confusión y las tensiones familiares, ella representara algo puro y honesto, algo que él había estado buscando sin saberlo.

La duda y el desconcierto seguían invadiéndolo. No tenía experiencia con emociones tan complejas, y mucho menos sabía cómo ponerles nombre. ¿Acaso esto era... amor? El solo pensarlo lo hizo estremecerse. No podía gustarle, no podía sentir algo tan fuerte y tan personal hacia su prima, ¿verdad? Era una idea que rozaba lo prohibido, pero que se sentía tan real y tan irrefutable como la propia vida. Todo el tiempo que pasaba tratando de negar ese sentimiento, más profundo parecía hacerse, enredándose en su mente y en su corazón.

Se levantó de la cama de un salto y comenzó a caminar de un lado a otro en su habitación, tratando de ordenar sus pensamientos. Sabía que no podía ignorarlo, pero tampoco estaba listo para aceptarlo del todo. Era una batalla interna entre la razón y el instinto, entre lo que creía que estaba bien y lo que realmente sentía. Y mientras más intentaba convencerse de que era una simple impresión pasajera, más clara se volvía la certeza de que Lacy significaba algo importante para él, algo que iba más allá de cualquier vínculo familiar o de las barreras que la sociedad le imponía.

Finalmente, exhausto, volvió a recostarse, dejando que sus pensamientos vagaran sin rumbo. La sensación de vulnerabilidad y deseo que sentía cuando pensaba en ella era abrumadora, pero al mismo tiempo, no podía imaginar un mundo en el que Lacy no estuviera presente, en el que él no pudiera verla, escucharla o simplemente saber que ella estaba bien. Quizá necesitaba tiempo para entender estos sentimientos y para descubrir quién era él realmente... pero, por ahora, una cosa era segura: en medio del caos de su vida, Lacy había llegado para iluminar un rincón de su corazón que él no sabía que existía. Y aunque no tuviera todas las respuestas, sabía que no dejaría que ese sentimiento se desvaneciera tan fácilmente.

Lyra estaba tumbada en su cama, mirando el techo como si buscara respuestas en las pequeñas imperfecciones de la pintura. No había podido dejar de pensar en lo que su madre había hecho, en esa serie de decisiones confusas y aparentemente contradictorias que, ahora, sabiendo la verdad, parecían tener un nuevo significado. ¿Cómo era posible que alguien pudiera ser tan cambiante? Primero acusó a Lincoln y Lynn, enfrentándolos y culpándolos, y luego, cuando las cosas realmente se pusieron difíciles, fue la primera en ayudarlos a escapar.

"¿Por qué hizo eso?", se preguntaba Lyra en silencio, con el ceño fruncido. Era difícil conciliar esa imagen de su madre, siempre tan fuerte y segura, con alguien que se había dejado llevar por los impulsos de sus emociones para después arrepentirse y revertir sus decisiones. ¿Qué sentía realmente su madre hacia Lincoln y Lynn? ¿Fue solo orgullo herido lo que la hizo actuar así al principio, o había algo más profundo y personal detrás de su reacción?

Había crecido oyendo historias de lo importante que era la familia, de la lealtad y del apoyo incondicional entre los Loud. Y, sin embargo, en este caso, esa misma familia parecía dividida, sus lazos tensos y llenos de resentimiento. ¿Cómo podía una sola decisión, un solo error o una simple reacción emocional poner en juego una conexión tan importante? Esa pregunta la atormentaba, y aunque no tenía una respuesta clara, el hecho de que su madre finalmente hubiera ayudado a Lincoln y Lynn sugería que, en el fondo, quizás ella también valoraba el amor y la unidad por encima de sus propios prejuicios.

Lyra suspiró y se llevó las manos a la cabeza, revolviendo su cabello en un intento de despejarse. "A veces creo que la familia no es tan simple como dicen", murmuró, reflexionando. Quizás su madre se había sentido herida y traicionada al principio, incapaz de ver más allá de lo que pensaba que era correcto o "normal". Pero, ¿acaso eso la justificaba? Al final, ayudó a sus tíos, y aunque eso la sorprendía, también la hacía sentir una pizca de respeto por esa capacidad de redimirse, de dejar a un lado sus prejuicios y apoyar a su familia en un momento tan crítico.

Sin embargo, no podía evitar sentirse un tanto molesta. "¿Cuántas veces más va a hacer lo mismo?", se preguntó en voz baja. Le dolía pensar que su madre podría seguir repitiendo patrones de juzgar antes de entender, de reaccionar antes de reflexionar. Aunque había mostrado arrepentimiento y actuado para proteger a Lincoln y Lynn, Lyra no sabía si eso bastaba para borrar el daño inicial, ni si significaba que su madre había aprendido algo de esta experiencia.

Con el corazón lleno de preguntas, Lyra cerró los ojos, tratando de encontrar paz en medio de la tormenta de sus pensamientos. En el fondo, ella quería creer que su madre había actuado con buenas intenciones, pero la incertidumbre seguía presente, una incómoda sensación que no terminaba de desaparecer.

El teléfono de Lyra vibró suavemente sobre la mesa de noche, interrumpiendo sus pensamientos. Al principio, pensó que sería su madre, o tal vez Sam, con algún mensaje de buenos días o alguna actualización sobre el día. Pero al ver el nombre en la pantalla, su corazón dio un pequeño salto: era Lincoln. Unos segundos de duda pasaron mientras miraba el teléfono, preguntándose si realmente debía contestar, pero esa pequeña chispa de felicidad que había sentido al ver su nombre en la pantalla la animó a deslizar el dedo sobre la pantalla y aceptar la llamada.

—Hola, tío Lincoln —dijo Lyra con voz un poco nerviosa, pero al mismo tiempo, aliviada de finalmente escuchar su voz.

Por un momento, hubo un silencio al otro lado de la línea. Lyra pudo imaginar a su tío tomándose un tiempo para pensar en qué decir, como si también estuviera buscando las palabras adecuadas. Sabía que la despedida de hace unos días había sido algo difícil para todos, especialmente para él, y tal vez esa llamada era una manera de reconectar, de ofrecerle un gesto de apoyo o simplemente una pequeña conversación.

—Hola, Lyra —respondió Lincoln finalmente, su voz cálida y profunda, con ese tono que siempre parecía tener cuando intentaba ser tranquilo y cercano—. Espero no estar interrumpiendo algo importante.

Lyra se rió nerviosamente, sintiendo cómo la tensión en su pecho comenzaba a aliviarse. No podía evitar sonreír, sintiendo la extraña combinación de incomodidad y emoción al escuchar su voz.

—No, para nada —contestó, algo más relajada ahora—. Estaba en mi habitación, pensando en cosas. No te preocupes por interrumpir.

Hubo un breve silencio en la llamada, pero esta vez no se sintió incómodo. Era como si ambos estuvieran buscando el momento adecuado para empezar a hablar de algo más profundo. Lyra se sintió, de alguna manera, aliviada de que no fuera una conversación formal o llena de preguntas incómodas sobre su familia, lo que normalmente sucedía cuando alguno de los adultos intentaba hacer que ella "se abriera".

—Quería llamarte, Lyra, para saber cómo estás —dijo Lincoln, y aunque su tono era directo, también llevaba consigo una cierta calidez que hizo que Lyra se sintiera aún más conectada con él—. Sé que las cosas han sido un poco... complicadas, y tal vez no sea el mejor momento, pero quiero que sepas que estoy aquí, por si necesitas hablar de cualquier cosa.

Lyra se sintió tocada por sus palabras. Sabía que Lincoln era un hombre de pocas palabras, especialmente cuando se trataba de expresar sus sentimientos, y que para él tomar esa iniciativa, llamarla y ofrecerle apoyo, significaba mucho. Era un gesto genuino, algo que no sucedía con frecuencia entre los miembros de la familia.

—Gracias, tío Lincoln —respondió, su voz un poco más suave ahora—. En realidad, he estado pensando en muchas cosas... pero es bueno saber que puedo contar contigo.

El hecho de que su tío estuviera dispuesto a hacer ese esfuerzo, aunque ella no lo hubiera pedido, le dio una sensación de seguridad. A veces, las palabras no eran necesarias; el simple hecho de saber que alguien estaba allí, dispuesto a escuchar y apoyarla, hacía una gran diferencia.

Lincoln hizo una pequeña pausa antes de responder, como si estuviera eligiendo cuidadosamente lo que quería decir.

—Lo sé. Y aunque las cosas no siempre han sido fáciles entre todos, sé que la familia es lo que importa. No estás sola en esto, Lyra. De hecho, si alguna vez necesitas hablar de algo... cualquier cosa, no dudes en llamarme. Yo... bueno, ya sabes, yo siempre estoy aquí.

Lyra sonrió, sintiendo el peso de su propio corazón un poco más ligero.

—Lo tendré en cuenta, tío Lincoln —dijo, agradecida por el gesto y por las palabras que había escuchado. Era extraño, pero en ese momento, sintió como si una pequeña parte del caos emocional en su vida se hubiera calmado, aunque solo fuera por un instante.

El silencio se extendió un poco más, como una suave nube que envolvía la conversación. Lyra, aunque agradecida por el tono relajado de su tío, no podía evitar sentir un leve nudo en el estómago. La idea de recibir una invitación de él, por primera vez en mucho tiempo, la hizo sentir algo que no esperaba: una mezcla de emoción y cautela. Había tantas cosas en el aire, tantas palabras no dichas y tanto espacio entre ellos como familia, que cualquier gesto amable, por pequeño que fuera, parecía un paso hacia algo nuevo, algo diferente.

Su voz, algo titubeante al principio, rompió finalmente el silencio, casi como si no pudiera soportar más la incertidumbre.

—No me llamaste solo para saludar, ¿verdad, tío? —preguntó, intentando aligerar el tono, aunque su mente seguía volando en mil direcciones.

Lincoln, al escucharla, soltó una pequeña risa. Era una risa suave, pero que llevaba consigo un dejo de comprensión. Lyra no era una persona fácil de sorprender o de enganchar en conversaciones triviales, y él lo sabía. Era uno de esos momentos en los que se daba cuenta de lo mucho que había cambiado, de cómo se había distanciado de todos. Su familia, aunque llena de historia, de caos y de tensión, siempre había sido suya, pero los últimos años parecían haberla transformado en algo más distante, más frío. Por eso, este tipo de conversaciones, por mínimas que fueran, representaban algo importante para él. Algo que sentía que necesitaba reparar, de alguna manera.

—No, en realidad no solo era para saludar —respondió Lincoln, con un tono que denotaba una ligera relajación, como si el simple acto de abrirse a ella lo hiciera sentirse un poco menos pesado. Pero al mismo tiempo, la seriedad volvía a envolver sus palabras—. Quería preguntarte algo, más bien. Verás, hace unos días a Lacy le ofrecieron la oportunidad de ir a un partido de demostración de grandes ligas en Detroit. Luego de eso, planeo llevarlos a la playa y a un parque de diversiones. Sam me mencionó que ustedes vivieron en Detroit cuando Luna estaba embarazada de ti, así que pensé... tal vez a ustedes les gustaría acompañarnos. Podríamos ver el partido de Lacy y luego disfrutar de las otras actividades. Aunque... no sé si todavía vivan allá.

Lyra permaneció en silencio, dejándose envolver por la idea. Detroit. La ciudad que había sido su hogar, un lugar con recuerdos que no eran sencillos de manejar. Por un lado, Detroit había sido un espacio de seguridad en su infancia, de algún tipo de normalidad en medio del caos familiar. Pero también traía consigo los ecos de momentos difíciles, de decisiones que aún la atormentaban. La invitación de su tío Lincoln, sin embargo, parecía tan genuina, tan libre de toda la tensión que había marcado las interacciones familiares recientes. Era como si, al invitarla, él no solo estuviera extendiendo un ofrecimiento para pasar un buen rato juntos, sino también, en su propia forma sutil, intentara reconstruir algo que ambos habían perdido: la conexión, la cercanía.

Con un suspiro, Lyra respondió, intentando alinear sus pensamientos antes de hablar.

—Sí, todavía vivimos en Detroit —dijo, aliviada de que la respuesta fuera tan simple, aunque en su interior las dudas seguían flotando. Era raro, pero de alguna manera, la posibilidad de compartir un día en familia parecía algo que necesitaba, algo que deseaba más de lo que estaba dispuesta a admitir. Hizo una pausa antes de continuar—. Pero antes de confirmártelo, necesito hablar con mis madres. Ver qué opinan ellas. No quiero tomar una decisión sin su consentimiento.

Lincoln asintió, comprendiendo completamente. Había algo en Lyra que siempre lo había impresionado, y era su capacidad para ser responsable, para asegurarse de que las decisiones que tomara estuvieran bien fundamentadas. Era algo que, incluso a su edad, muchos adultos no lograban hacer con tanta claridad.

—Claro, tómate el tiempo que necesites —dijo Lincoln, con voz tranquila pero cargada de una comprensión profunda—. No quiero que te sientas presionada. Solo quería que supieras que la invitación está abierta para ti también, si decides venir.

Lyra sonrió, sintiendo una ligera sensación de alivio. Su tío nunca había sido el tipo de persona que imponía, que presionaba. Su consideración por su situación, por su propio espacio emocional, era algo que le gustaba mucho de él, aunque no lo dijera con frecuencia.

—Gracias, tío Lincoln. Te aviso en cuanto hable con ellas. Te prometo que no me tardaré mucho —respondió, el tono de su voz suavizándose con cada palabra.

Colgó el teléfono con un suspiro. De alguna manera, había una pequeña chispa de esperanza en su interior, algo que no había sentido en mucho tiempo. Aunque la invitación de su tío no resolvía los problemas que tanto la atormentaban, le daba la oportunidad de alejarse por un momento, de desconectarse de la tensión que había estado acumulándose entre ellas como familia.

Sin embargo, a medida que la realidad de la invitación se asentaba, Lyra no pudo evitar preguntarse si este pequeño gesto de su tío, esta invitación tan sencilla, era el principio de algo más grande. Tal vez un paso hacia la reconstrucción de algo que había sido destrozado, un día tras otro, por secretos, dolor y distancias emocionales. Tal vez, pensó, era una forma de volver a unirse, de comenzar a sanar.

Con ese pensamiento, tomó su teléfono y marcó el número de su madre. Sabía que no sería una conversación fácil, pero también sentía que, si no lo hacía, se quedaría atrapada en sus propios pensamientos sin avanzar. A medida que el teléfono sonaba, una mezcla de incertidumbre y emoción invadió su pecho. Algo dentro de ella le decía que esta llamada podría ser el inicio de algo importante. Algo que podría cambiar, incluso si fuera un pequeño paso.

Lyra se dejó caer en su cama, mirando su teléfono mientras pensaba en lo que acababa de suceder. Había intentado comunicarse con sus madres, llamándolas una y otra vez, pero sin éxito. La línea de su teléfono había quedado vacía, con sus llamadas cayendo al buzón de voz. Sabía que, como siempre, ellas estaban fuera, ocupadas con sus compromisos, y no regresaban sino hasta dentro de dos semanas. Sin embargo, algo en su pecho le decía que esta vez no podía esperar. A veces, las circunstancias imponían que uno tomara el control de las cosas, sin la guía de los demás. Esta vez, sentía que estaba en una encrucijada: no solo porque la invitación de Lincoln fuera una oportunidad única para su familia, sino porque también significaba que era su momento para ser responsable, para ser la adulta en la ecuación, algo que nunca había tenido que hacer antes.

¿Por qué no? pensó con determinación. Mis mamás no están aquí, y no puedo quedarme esperando a que regresen para tomar una decisión. Yo estoy a cargo ahora. Su mente comenzaba a organizarse de una forma que no había experimentado en mucho tiempo. Sabía que, por un lado, esta invitación representaba una oportunidad para distenderse, para reavivar la conexión familiar que, aunque rota, aún tenía cabos sueltos que podían reconectarse si se les daba la oportunidad. Por otro lado, era el primer paso para empezar a curar las heridas que habían quedado abiertas desde que sus tías y tíos se separaron y sus propios padres enfrentaron las consecuencias de sus decisiones.

Respiró hondo, dejando que la sensación de responsabilidad se instalara en su pecho. No era solo cuestión de diversión o evasión. Era la oportunidad de que su primo Lemy pudiera empezar a socializar, de que él pudiera experimentar algo más allá de la soledad que, por su naturaleza callada y reservada, se había construido. Él también necesita esto, pensó, con la cabeza llena de imágenes de Lemy, aislado, luchando por encontrar su lugar en un mundo que parecía un poco abrumador para él. A veces Lyra sentía que, aunque tenían sus diferencias, ella comprendía de algún modo lo que él pasaba. Los dos, aunque tan diferentes, compartían el mismo dolor de ser incomprendidos en un entorno familiar lleno de caos.

El teléfono vibró en su mano y la pantalla la despertó de su ensueño. Era el número de su tío Lincoln, y al ver su nombre, un sentimiento de calidez la invadió. Lincoln había sido, hasta cierto punto, una figura distante en su vida, alguien a quien había conocido más por las historias que por la interacción directa, pero últimamente, las cosas entre ellos habían empezado a cambiar. La invitación a pasar un día con él y Lacy le ofrecía algo más: una oportunidad para reconectar con sus raíces familiares y, más importante aún, para acercarse a Lacy.

Tomó el teléfono con decisión, marcando el número y esperando a que contestara. No había marcha atrás.

Cuando Lincoln finalmente atendió, su voz sonó aliviada, pero también seria, como si estuviera esperando algo importante de ella.

—Tío Lincoln —dijo Lyra con una leve sonrisa, sin dejar espacio para la duda—, creo que podemos ir. No tengo respuesta de mis mamás, pero yo estoy a cargo por ahora. Lemy y yo vamos a acompañarlos.

Las palabras salieron de su boca con una claridad inesperada, como si se hubieran formado en su mente mucho antes de que decidiera decirlas. Había algo en ellas que la hizo sentir más fuerte de lo que se había sentido en mucho tiempo. Era una decisión que tomaba por ella misma, y no porque alguien más le dijera qué hacer. Se dio cuenta de que, por primera vez en mucho tiempo, estaba tomando las riendas, enfrentando la vida sin esperar la aprobación de los demás.

Lincoln, al otro lado de la línea, tardó unos segundos en responder. Por un instante, Lyra pensó que podría haberse arrepentido de su decisión, pero luego escuchó la suave risa de su tío, esa risa que a veces sonaba un poco distante pero que, de alguna forma, le ofrecía seguridad.

—¿Estás segura? —preguntó Lincoln con un tono que no era de duda, sino de cautela. No quería presionar, pero sabía que la decisión de Lyra también implicaba una gran responsabilidad.

—Sí, estoy segura —respondió Lyra con firmeza, aunque su corazón latía rápido. De alguna forma, esa respuesta la llenó de una energía renovada. Sabía que este paso era más que solo aceptar una invitación; era un intento por reparar algo que nunca se había roto por completo, pero que siempre había estado al borde de hacerlo. Era una oportunidad para los dos, para todos.

Lemy necesita esto tanto como yo, pensó de nuevo, mientras se acomodaba en su cama, mirando el techo como si buscara alguna respuesta en las estrellas invisibles. Quizá todos lo necesitamos.

Lyra se quedó mirando al techo, inmersa en sus pensamientos, mientras una leve brisa entraba por la ventana, como si la calma del momento la envolviera. Había tomado una decisión importante, una decisión que sentía no solo por ella, sino también por Lemy. Sabía que él necesitaba socializar, conocer más allá de las paredes de su habitación y la quietud de su vida cotidiana. Tal vez no lo diría en voz alta, pero había algo en la forma en que él se retraía, en cómo se apartaba cuando alguien intentaba acercarse, que le decía que Lemy también necesitaba este tipo de experiencias, algo que lo sacudiera un poco de su mundo.

Quizá todos lo necesitamos, pensó una vez más, alzando la mirada hacia el techo. Sus pensamientos se enredaban con las imágenes de su familia, de lo que podría ser ese día si decidían ir a Detroit y disfrutar juntos. Tal vez eso serviría para recuperar algo de lo que habían perdido en el camino.

Entonces, el sonido de su teléfono vibrando la sacó de sus reflexiones. Con un leve sobresalto, Lyra lo tomó en sus manos, observando el nombre de Lincoln en la pantalla. Era el momento de confirmar todo.

Cuando contestó, la voz de Lincoln, tan familiar pero con un toque de suavidad en el tono, llenó el espacio entre ellos.

—Está bien, Lyra. Entonces solo pásame tu ubicación por mensaje, y estaremos en tu casa en un par de horas.

Lyra sonrió al escuchar la respuesta de su tío, aliviada de que todo estuviera tomando forma tan rápidamente. La invitación, aunque inesperada, era una oportunidad que no podía dejar pasar. Sus dudas se desvanecieron por un instante, y lo único que quedó fue el sentido de acción, de un cambio en el aire.

—Perfecto, tío Lincoln —respondió con una voz más tranquila de lo que se sentía en ese momento—. Te envío la dirección en seguida.

Mientras tecleaba en su teléfono, la mente de Lyra volvió a lo que había sido el día anterior, a cómo se sentía cuando pensaba en Lemy. Había algo en su primo que, aunque enigmático y distante, también la hacía sentir como si estuviera viendo una parte de sí misma reflejada. Ambos tenían sus propios miedos, sus inseguridades, y el saber que podrían compartir este momento la llenaba de una esperanza callada.

Con el mensaje enviado, Lyra respiró profundamente, dejando que la sensación de alivio la invadiera. Este paso no solo era para ella, sino también para todos. Cuando la familia se reunía, aunque fuera de manera pequeña o aparentemente trivial, había una chispa de lo que en algún momento había sido el núcleo de algo más grande. Quizá, solo quizá, ese día podría servir para reconstruir ese lazo perdido.

—Nos vemos pronto, tío —dijo Lyra, con una sonrisa que se dibujó en su rostro sin que se diera cuenta.

Lemy estaba agachado frente a su viejo estéreo, concentrado en los cables y piezas dispersas sobre su escritorio. Lo miraba como si fuera el único objeto que pudiera darle algo de tranquilidad en medio del caos que sentía últimamente. El estéreo había sido un regalo de su madre, y aunque no era el equipo más moderno, era lo único que aún le conectaba a un pasado más tranquilo. Estaba absorto en los pequeños engranajes y cables, buscando una forma de repararlo cuando de repente, la puerta de su cuarto se abrió de golpe.

Lyra, sin esperar respuesta, entró sin hacer mucho ruido. Pero su entrada fue suficiente para que Lemy levantara la cabeza, visiblemente molesto.

—Lyra, ¿cuántas veces te he dicho que toques mi puta puerta? —gruñó, su tono lleno de frustración. No le gustaba cuando la gente irrumpía en su espacio sin previo aviso. Le gustaba tener el control sobre su entorno, sobre todo ahora que las cosas se sentían tan desordenadas.

Aún con el mal humor en su rostro, no se levantó de donde estaba, mirando a Lyra con un semblante serio.

—Bueno, ya entraste, ¿quién chingados quieres? —preguntó, claramente impaciente.

Lyra, por su parte, no se mostró afectada por su tono brusco. Había aprendido a lidiar con él, aunque no podía evitar que le molestara un poco la forma en que él siempre se cerraba al mundo. Era evidente que Lemy se sentía más cómodo con la distancia, y, aunque respetaba su espacio, a veces sentía que un empujón era necesario para que él dejara de estar tan encerrado.

—No vine a molestar, solo... quería hablar —dijo Lyra con calma, cruzándose de brazos mientras se quedaba de pie cerca de la puerta. Sabía que él no iba a hacer el esfuerzo de levantarse ni de moverse de su lugar. Ella tenía que ser quien tomara la iniciativa, y aunque lo hacía con paciencia, no podía negar que le molestaba cómo él se cerraba a veces.

Lemy la miró de reojo, sin responder de inmediato. La tensión entre ambos era palpable, pero también había una especie de entendimiento silencioso en el aire. Lemy no tenía que decir mucho para que Lyra supiera que él no quería hablar de sus sentimientos. Sin embargo, ella seguía ahí, esperando a que, en algún momento, algo cambiara.

Finalmente, fue él quien rompió el silencio, aún con el rostro serio pero algo menos tenso.

—¿Qué quieres, Lyra? —preguntó, de una forma que intentaba sonar más neutral, aunque era claro que seguía en su mundo.

Lyra suspiró, dejando a un lado la incomodidad que sentía. No iba a retroceder ahora. Se acercó un paso más, sus ojos fijos en los de él.

—Quiero que vengas con nosotros, Lemy —dijo finalmente, con determinación en su voz. Lo había estado pensando durante días, y ahora que tenía la oportunidad, no quería dejarla pasar.

Lemy la miró, confundido por un momento, sin entender completamente a qué se refería.

—¿Qué? —preguntó, frunciendo el ceño.

Lyra, viendo que aún no entendía, continuó con más detalle, intentando que su hermano comprendiera la situación. Su tono era firme, pero también tenía un atisbo de esperanza, como si intentara convencerlo de que esta oportunidad podría ser justo lo que necesitaba.

—El tío Lincoln viene para acá porque Lacy va a tener un partido de prueba para que la elijan en un equipo profesional. Después de eso, van a hacer otras cosas... ir a la playa, al parque de diversiones, cosas así. Pero lo que quiero que entiendas es que quieren que los acompañemos. Yo ya dije que sí, Lemy. Creo que sería bueno para nosotros, estar con ellos y ver cómo está todo, cómo están las cosas con la familia —explicó Lyra, mirando a su hermano con los ojos llenos de sinceridad. Había algo en esa invitación que le hacía sentir que no podían dejarla pasar. Era más que una simple salida. Era la posibilidad de recobrar algo que sentían perdido entre tanto caos.

Lemy, con su rostro serio, dejó de mirar el estéreo y levantó la cabeza. Se quedó en silencio por unos momentos, pensando en lo que su hermana le había dicho. Parecía que, de alguna manera, esto había sido planeado para que los dos pudieran salir de su burbuja y enfrentar lo que realmente había quedado atrás: su familia. Sin embargo, una pregunta surgió en su mente, una que le preocupaba más que cualquier otra cosa.

—¿Qué dijo mamá? —preguntó, mirando a Lyra con una mirada penetrante. Había algo en esa pregunta que reflejaba su temor a que las cosas no fueran a salir bien, como si todo estuviera siendo movido por otros, por fuera de su control.

Lyra suspiró, comprendiendo la preocupación de su hermano. Sabía que, si no había respuesta de su madre, eso podía significar que no iban a tomar la misma decisión, pero también sabía que en este momento, en esa casa, era ella quien tenía la última palabra.

—No contesta —respondió con una leve tristeza en su voz. Había intentado llamarla varias veces, pero la falta de respuesta la estaba frustrando. No obstante, no quería seguir esperando a que todo dependiera de los otros. —Pero dije que sí, de todas maneras. Nuestras madres regresan dentro de dos semanas, así que no creo que importe mucho. Además, yo soy quien está a cargo por ahora, y creo que esto es algo que podríamos hacer por nosotros mismos.

Lemy la miró con cierto desdén, pero también con una chispa de comprensión en sus ojos. Estaba acostumbrado a que las decisiones en su vida fueran más complicadas, a que siempre tuvieran que ser aprobadas por mamá, o por quien fuera el adulto encargado. Sin embargo, no podía evitar reconocer la determinación de Lyra. Sabía que, de alguna forma, ella estaba tomando las riendas de la situación, buscando que al menos uno de ellos tuviera una oportunidad de salir de su burbuja emocional.

—Está bien, Lyra —dijo finalmente, con un tono menos tenso, aunque todavía no completamente convencido—. Si eso es lo que quieres... supongo que no está tan mal.

Lyra sonrió ligeramente, sintiendo un pequeño alivio por la respuesta de su hermano, pero sabía que aún quedaba mucho por hacer. El viaje a Detroit no solo significaba un cambio de escenario, sino también la oportunidad de reconstruir algo que se había perdido entre ellos, entre su familia.

—Gracias, Lemy —dijo, un poco más suave, con una calidez que trató de transmitirle—. Creo que te lo agradecerás después, de verdad.

A pesar de su aparente indiferencia, Lemy no pudo evitar preguntarse si quizás, solo quizás, esto podría ser lo que necesitaba para abrirse, para enfrentarse a los recuerdos, a las emociones que había estado guardando tan celosamente. Tal vez, esta vez, el viaje no solo lo ayudaría a entenderse mejor con Lyra, sino también con todo lo que había dejado atrás.

Lyra salió del cuarto dejando a Lemy sumido en sus pensamientos. La puerta se cerró con un suave "clic" detrás de ella, pero Lemy no se movió de su lugar. Su mirada se perdió en la luz tenue que se colaba a través de la ventana, esa luz cálida del atardecer que teñía de naranja el techo de su habitación. El sonido de su estéreo roto aún flotaba en el aire, como si los restos de la melodía atrapada entre los cables y piezas oxidadas aún quisieran resurgir. Pero ya no tenía la misma importancia. De alguna manera, su mente había comenzado a centrarse en algo completamente diferente, algo más presente que la música o la radio. Algo que no podía entender completamente, pero que, sin embargo, se apoderaba de él.

"Bueno, al menos así podré conocer más a Lacy... no será tan malo después de todo", pensó, repitiendo las palabras en su mente como un mantra, tratando de convencerse. La idea de pasar un día entero con ella, fuera de la casa, fuera de la rutina diaria, le parecía extraña pero tentadora. Había algo en el hecho de estar en ese contexto diferente, sin la presión del hogar o la mirada de los adultos, que parecía liberador. Podría haber sido una oportunidad para ver cómo era ella realmente, sin las barreras de las expectativas o los juicios de los demás.

Aunque no lo admitiera abiertamente, la idea de pasar tiempo con Lacy lo inquietaba. No era solo por la invitación de su madre, ni por la relación que tenían sus hermanas con ella. Había algo en su interior, un pequeño susurro de su conciencia, que le decía que había más detrás de su interés por la prima de Lyra. La manera en que ella se comportaba, su forma de moverse, su energía... todo parecía tan natural para ella, como si tuviera una confianza que Lemy nunca había visto en muchos, y eso lo atraía de manera extraña. Aquella confianza inquebrantable, esa forma de ser tan genuina, casi desinhibida, le resultaba fascinante, y no podía evitar preguntarse cómo alguien tan joven podría tener una calma tan segura, como si estuviera completamente en control de sí misma.

"Pero ¿por qué?", se preguntó a sí mismo, frunciendo el ceño, como si buscara la respuesta en el aire. "No la conozco lo suficiente, ni siquiera he hablado con ella mucho... ¿por qué me siento así?" Su mente se nublaba con la confusión, como si cada pensamiento lo empujara más hacia una espiral de preguntas sin respuestas. "Es solo que me sorprende, nada más. Es solo curiosidad, nada más...". Pero las palabras no lograban convencerlo. Algo en su interior, un sentimiento que había estado acechando en sus pensamientos desde la primera vez que vio a Lacy, le decía que no era solo curiosidad. Había algo más, algo más profundo, algo que lo inquietaba.

El pensamiento lo hizo sentirse incómodo, como si estuviera mirando algo que no estaba preparado para ver. Era como si estuviera alcanzando una verdad que aún no estaba listo para aceptar. La sensación de estar al borde de algo que no podía comprender lo hizo retroceder, como si quisiera cerrarse en sí mismo para evitar enfrentarlo. Pero, al mismo tiempo, no podía ignorar lo que sentía. Había algo en Lacy que despertaba algo dentro de él, algo que no podía ignorar, aunque tampoco entendía completamente qué era. Y eso, en sí mismo, lo atormentaba. Esa mezcla de intriga, confusión y un poco de incomodidad se apoderaba de él de manera impredecible.

Se recostó en su cama, mirando al techo, sintiendo la habitación demasiado tranquila. El silencio era pesado, como si el aire mismo estuviera cargado con los pensamientos que flotaban en su mente. Pensó en cómo sería el día siguiente. Pensó en cómo sería pasar todo el día con Lacy y el resto de la familia. ¿Sería capaz de comportarse de manera natural a su lado? ¿Sería capaz de encontrar algo más allá de esa fascinación inexplicable que le provocaba? La perspectiva de estar con ella fuera de la casa, en un ambiente más relajado, le dio una ligera sensación de emoción. El hecho de que pudiera conocerla de una forma más natural, sin las tensiones o expectativas que normalmente colapsaban las conversaciones familiares, le hacía sentir una especie de nerviosismo, pero también una extraña expectativa.

"Tal vez esté sobrepensando esto", se dijo, girando de lado y cerrando los ojos por un momento. Trató de calmarse, respirar profundamente, pero no pudo evitar sentirse inquieto. "Solo quiero conocerla mejor, nada más." Se repitió esta idea, buscando consuelo en ella, pero sabía que las palabras no eran totalmente ciertas. Había algo más, algo que aún no podía identificar, pero que seguía empujándolo hacia esa sensación incómoda y curiosa. Algo que parecía estar más allá de cualquier explicación lógica. Quizás fuera el deseo de comprender lo inexplicable, de entender por qué Lacy le causaba esas reacciones dentro de él, por qué su presencia lo afectaba de maneras que no podía controlar.

El sonido del teléfono de Lyra en la otra habitación interrumpió sus pensamientos. Pero Lemy no se movió para preguntar qué sucedía. El teléfono dejó de sonar tan rápido como había comenzado, pero no tenía ganas de saber nada más por el momento. Estaba absorto en su propio torbellino emocional. ¿Qué pasaría cuando se encontraran mañana? ¿Cómo se desarrollaría todo? Sabía que la visita de Lincoln y su familia traería consigo algo nuevo, algo que alteraría la dinámica, aunque aún no entendía qué exactamente.

Pasaron varias horas, y el sol ya estaba en su punto más alto, marcando la una de la tarde. El calor del día llenaba la casa, pero Lemy ni siquiera lo notaba mientras se encontraba sumido en sus pensamientos. Estaba acostado en su cama, mirando al techo, tratando de ordenar el caos de sensaciones que invadían su mente. La intriga por Lacy, el deseo de comprender lo que sentía por ella, lo mantenían atrapado en un mar de dudas. Ni siquiera se dio cuenta de cómo el tiempo pasaba, absorbido en sus propios pensamientos y emociones.

Fue entonces cuando el sonido de un claxon interrumpió su ensimismamiento. El ruido llegó como un estallido repentino, resonando en el aire caliente de la tarde. Lemy levantó la vista, algo confundido por el sonido tan cercano. La sorpresa lo hizo sentarse de golpe en la cama, y en ese preciso momento, la voz de Lyra lo alcanzó desde la planta baja.

—¡Hermano, ya llegaron! ¡Ven baja rápido! —gritó ella con tono urgente.

Lemy no tuvo tiempo de procesar completamente lo que sucedía. El claxon resonaba de nuevo desde el exterior, como si estuviera llamando su atención. Rápidamente, saltó de la cama y corrió hacia las escaleras. Sin embargo, su apuro le jugó una mala pasada. Mientras descendía rápidamente las escaleras, sus pies se tropezaron con el último escalón, y sin previo aviso, se desplomó de cara al suelo, soltando un grito ahogado por el impacto.

Por un instante, quedó inmóvil, aturdido por el golpe. Pero la necesidad de salir rápidamente de la casa, de llegar al auto y no perderse nada, lo impulsó a levantarse de inmediato. Con esfuerzo, se repuso, aunque un poco mareado, y se volvió a poner de pie. Su rostro estaba enrojecido por la caída, y aunque sentía un leve dolor en la barbilla, no tenía tiempo para detenerse a lamentarse. Lyra, que lo había visto desde abajo, no pudo evitar reírse levemente por la torpeza de su hermano.

—¿Estás bien? —preguntó con tono burlón pero preocupado.

—Sí, sí... —respondió Lemy mientras se restregaba la cara, intentando disimular el dolor y la vergüenza de la caída. Su corazón latía rápidamente, más por la emoción que por el golpe. No sabía qué los esperaba, pero algo dentro de él le decía que este día cambiaría algo en su vida, y no estaba preparado para lo que eso significaba.

Con rapidez, Lemy se recuperó por completo y corrió hacia la puerta. Cuando salió al exterior, vio el auto rojo estacionado frente a la casa, con las ventanas bajadas y el sol brillando sobre el metal brillante. El vehículo era nuevo, elegante, con líneas deportivas que daban la impresión de velocidad. El sonido del motor, apagado por el momento, lo esperaba con una promesa de movimiento, de aventura.

Lemy dio unos pasos rápidos hasta el auto, sintiendo una ligera excitación en su pecho al ver que la familia ya estaba lista. Cuando se acercó a la ventana del conductor, vio a Lincoln, que lo saludaba con una sonrisa amigable, mientras Lynn ocupaba el asiento del copiloto. Su tía estaba sentada allí con una expresión relajada, como si estuviera acostumbrada a las pequeñas aventuras familiares, sin importar a dónde los llevara el día.

En la parte trasera, Lacy estaba sentada junto con su hermana Lynn III. Ambas observaban el entorno con calma, como si viajar fuera algo habitual para ellas. Lacy mantenía una expresión tranquila, casi como si ya hubiera recorrido muchas veces los caminos que los conducirían hoy. Lynn III, por su parte, parecía más expectante, mirando hacia fuera con un aire curioso, como si estuviera ansiosa por lo que el día les deparara.

Lyra, que ya se había adelantado a la puerta del auto, los miraba con una sonrisa de complicidad, disfrutando de la pequeña escena. Su expresión dejaba claro que, a pesar de la tensión que Lemy sentía, ella estaba feliz por la oportunidad de pasar tiempo con la familia. Lemy, por su parte, aún no sabía muy bien qué esperar de todo esto. El viaje, la compañía y especialmente Lacy lo tenían algo confundido, pero también le despertaban una curiosidad que no podía ignorar.

De repente, Lacy, con su habitual energía tranquila, salió del auto y se acercó rápidamente a él. Con una sonrisa genuina, abrió sus brazos y lo abrazó con afecto. Lemy, sorprendido por el gesto, se quedó paralizado por un momento antes de devolver el abrazo, aunque un poco torpemente.

—¡Hola, Lemy! Es un gusto poder verte otra vez, primo —dijo Lacy con un tono cálido y una sonrisa brillante. Su abrazo, aunque breve, transmitía una sensación de comodidad y sinceridad, algo que Lemy no esperaba tan pronto.

Lemy, sintiendo un ligero rubor en sus mejillas, respondió con una sonrisa tímida.

—Eh... sí, igualmente, Lacy —murmuró, sintiendo una mezcla de nerviosismo y, al mismo tiempo, una sensación reconfortante por la calidez de su saludo.

Lacy se apartó ligeramente para mirarlo a los ojos, como si estuviera evaluando cómo se sentía él en ese momento. Aunque en su rostro no había signos de incomodidad, Lemy pudo notar que había algo en su actitud que lo hacía sentir como si todo esto fuera parte de algo más grande, algo que estaba por suceder.

—Estás muy callado, primo —dijo Lacy, con una leve risa que hacía que la atmósfera fuera menos tensa—. No tienes que preocuparte, todos estamos aquí para pasarla bien.

Lemy asintió, tratando de calmarse, mientras miraba a su alrededor. La situación ya estaba en marcha, y aunque aún no entendía muy bien cómo se sentía, sabía que no podía retroceder. La idea de estar con Lacy y los demás en este viaje no era tan mala como pensaba, aunque sus pensamientos seguían jugando en su mente.

En ese momento, su tía Lynn, desde el asiento del copiloto, los llamó con una sonrisa.

—¡Vamos, chicos, ya estamos listos! Si no se apuran, perderemos el mejor lugar en la playa.

Con una última mirada hacia su prima, Lemy se subió al auto, y Lyra, que ya había tomado asiento junto a él, le dio una mirada cómplice. Mientras el motor del auto rugía y la familia comenzaba a avanzar, Lemy miraba por la ventana, sabiendo que el día no solo les traería diversión, sino también nuevas oportunidades para descubrir algo más de sí mismo. Y, por supuesto, de Lacy.

El coche avanzaba por las calles mientras la familia se acomodaba, cada uno en su asiento. Lincoln, que había estado al volante durante todo el trayecto, miró por el retrovisor para dirigirse a Lyra, que estaba sentada a su lado.

—¿Entonces ya lograste hablar con tu mamá? —preguntó Lincoln, con una ligera preocupación en su voz. Había estado viendo cómo Lyra intentaba comunicarse con su madre desde que habían partido, pero parecía que su teléfono seguía enviando mensajes sin respuesta.

Lyra suspiró, mirando su celular una vez más antes de guardarlo en su bolso con un aire de resignación.

—Posiblemente esté ocupada con un concierto o algo con Sam —dijo, su voz baja y algo desanimada. —Ya sabes cómo son, siempre con algo nuevo que hacer. No me sorprendería que esté en medio de un ensayo o en el escenario. Pero... pues no pasa nada, ya sé que dentro de unas semanas ella regresará.

Lincoln asintió, comprendiendo que la situación con las madres de Lyra y Lemy no siempre era fácil de manejar. Era obvio que ella preferiría que su madre estuviera más presente, pero también había aprendido a lidiar con esa ausencia. No obstante, sentía que aún le quedaba un cierto peso emocional, aunque no lo dijera en voz alta.

En ese momento, Lacy, que había estado en silencio hasta ese momento, giró hacia Lemy con una sonrisa amigable. Parecía como si siempre estuviera buscando la forma de suavizar el ambiente, incluso cuando todo a su alrededor se sentía ligeramente tenso.

—Oye, Lemy, ¿cómo has estado? —preguntó con su tono relajado y una curiosidad genuina en los ojos. Había algo en la forma en que miraba a Lemy que hacía que la pregunta sonara menos como una formalidad y más como un verdadero interés. —No te he visto mucho últimamente, ¿todo bien?

Lemy, sorprendido por la pregunta, no sabía cómo responder de inmediato. Había algo en el tono de Lacy que lo hacía sentirse un poco más nervioso de lo que esperaba, pero también era un alivio que no estuviera presionándolo demasiado.

—Eh... pues... sí, todo bien —respondió, mirando hacia fuera del auto para evitar hacer contacto directo con ella por más de unos segundos. Su voz sonaba algo temblorosa, aunque trató de ocultarlo—. He estado... ocupándome de algunas cosas. Reparando el estéreo y cosas así.

Lacy asintió, como si estuviera escuchando atentamente cada palabra, pero sin mostrar ningún signo de juicio. Su actitud relajada le daba a Lemy la sensación de que no tenía que preocuparse demasiado por dar una respuesta perfecta.

—Me alegra escuchar eso —dijo Lacy con una sonrisa. Luego, para su sorpresa, dio un ligero toque a la ventana del auto con los dedos—. ¿Sabes? A veces es bueno no pensar tanto en lo que nos rodea. Como hoy, por ejemplo. Relajarnos, disfrutar del día. Seguro que será divertido, ya lo verás.

Lemy, aunque aún algo inquieto, sonrió ligeramente ante sus palabras. Había algo en la forma en que Lacy siempre parecía tener una perspectiva tan fresca y despreocupada que de alguna manera lo calmaba. No era algo que a menudo experimentara, pero tal vez esa actitud era justo lo que necesitaba en ese momento para relajarse.

—Sí, supongo que tienes razón —dijo, sintiendo que, de alguna manera, el aire se volvía un poco más ligero—. Tal vez esté sobrepensando todo esto.

Lacy asintió, su mirada cómplice pero cálida.

—Eso suele pasar cuando uno está preocupado por cosas que no puede controlar —dijo, dejando que las palabras flotaran en el aire mientras el sonido del motor del coche seguía su curso, acercándolos cada vez más a su destino.

El coche avanzaba a buen ritmo por la carretera, el sonido suave de la música que venía de la radio mezclado con las conversaciones dispersas dentro del auto. Lincoln y Lynn, al frente, intercambiaban palabras tranquilas sobre el día y las expectativas de la prueba de Lacy. Lyra y Lemy estaban en el asiento trasero, pero la atención de Lemy estaba completamente puesta en la figura de Lacy, que se encontraba junto a él.

Lacy, con su actitud relajada, parecía estar disfrutando del viaje sin presiones, como si todo fuera una pequeña aventura. Pero a Lemy, que por primera vez estaba tan cerca de ella, le costaba concentrarse en algo más que en la sensación extraña que recorría su pecho. Intentaba distraerse mirando por la ventana, pero no podía evitar el hecho de que Lacy, sin querer, se había acomodado un poco más cerca de él.

En un momento, mientras el auto tomaba una curva suave, el brazo de Lacy tocó el de Lemy. El contacto, aunque fugaz, fue suficiente para hacer que Lemy sintiera como si su corazón hubiera dado un salto en su pecho. Un calor inesperado lo recorrió desde la punta de sus dedos hasta su pecho, donde su corazón parecía querer latir más fuerte de lo normal. A pesar de estar sentado, sentía como si el aire se hubiera vuelto más denso y la temperatura más alta.

Lemy intentó disimular la incomodidad que sentía, pero era imposible. Su rostro se sonrojó levemente, y aunque intentó mirar hacia otro lado, su mente no dejaba de enfocarse en el roce accidental de su brazo con el de Lacy. ¿Por qué me siento así? pensó, su respiración se hizo más errática, pero no quería que nadie notara lo que estaba pasando.

La conversación entre Lyra y Lacy siguió fluyendo con normalidad, pero para Lemy, todo se sentía un poco borroso, como si el resto del mundo se hubiera desvanecido, dejando solo esa sensación de cercanía incómoda y electrizante. Él no sabía qué hacer con esa sensación, ni por qué estaba afectándolo tanto.

Lacy, ajena a todo eso, se acomodó aún más en su asiento, aparentemente relajada y cómoda. Pero el gesto no hizo más que aumentar la sensación extraña de Lemy. Al ver que no podía dejar de pensar en ello, intentó apretar las manos contra las piernas para distraerse, como si eso pudiera devolverle algo de control.

Calma, Lemy, calma, se decía a sí mismo, tomando una respiración profunda, pero nada parecía funcionar. La cercanía de Lacy, el roce de su piel contra la suya, había despertado algo dentro de él, algo que no entendía y que no sabía cómo manejar.

Fue entonces cuando Lacy, tal vez por casualidad, se giró ligeramente hacia él, notando su silencio y su tensión.

—¿Todo bien, primo? —preguntó ella con una sonrisa despreocupada, como si fuera la cosa más normal del mundo, pero con una leve preocupación en sus ojos. Había algo en su voz que hizo que Lemy se sintiera un poco más expuesto, como si su incomodidad hubiera sido detectada sin que él hubiera dicho una sola palabra.

Lemy intentó sonreír, pero su voz se escuchó un poco más tensa de lo que esperaba.

—Sí, todo bien, solo... bueno, estaba pensando en algunas cosas —dijo, sin atreverse a mirar directamente a Lacy. La última cosa que quería era que ella notara lo nervioso que se sentía por algo tan simple.

Lacy, sin embargo, parecía intuir que algo más estaba pasando, pero no insistió. Simplemente le dio una sonrisa cálida y asintió.

—Está bien, no tienes que decirme nada si no quieres —dijo, de nuevo volviendo a mirar por la ventana. —Solo quería saber si te sentías cómodo, es todo.

El suave tono de voz de Lacy hizo que Lemy se relajara un poco, aunque la sensación en su pecho no desapareció por completo. Podía sentir su corazón latir con fuerza, pero al menos ahora tenía algo de control sobre sus pensamientos.

El resto del trayecto al deportivo pasó en silencio, con Lemy aún perdido en sus pensamientos y con la sensación de que algo dentro de él había cambiado. No entendía por qué, pero cada vez que pensaba en Lacy, algo dentro de él se agitaba, y no sabía si era una buena o mala señal. Lo único que podía hacer ahora era esperar que las cosas no se complicaran más, al menos no más de lo que ya lo habían hecho.

A medida que el auto avanzaba por el camino que conducía al deportivo, la emoción en el aire se hacía palpable. El sol estaba en su punto máximo, y el calor del día era reemplazado solo por la anticipación de lo que estaba por venir. Lacy estaba completamente concentrada, pero su hermana, Lynn III, le habló con una sonrisa confiada.

—Recuerda, Lacy, esfuérzate al máximo. No pasará mucho tiempo antes de que te seleccionen para las grandes ligas —dijo con una mezcla de entusiasmo y seguridad en su voz.

Lacy asintió con una pequeña sonrisa, apreciando el apoyo de su hermana. Estaba nerviosa, sí, pero confiaba en sus habilidades. Después de todo, el fútbol era lo que amaba, y tenía la certeza de que podría destacarse. Sin embargo, el comentario de Lynn III hizo que Lemy, que estaba sentado en el asiento trasero junto a ella, levantara una ceja.

Curioso y ligeramente intrigado por la conversación, se giró hacia Lynn III, quien se encontraba mirando el paisaje fuera de la ventana, perdida en sus pensamientos. Lemy, con su tono usualmente tranquilo, pero lleno de curiosidad, le preguntó:

—Oye, ¿tú no vas a estar en el partido de prueba, Lynn III?

Lynn III se giró lentamente hacia él, la expresión en su rostro era tranquila, casi indiferente, pero también llena de su característico desinterés por los deportes tradicionales. Respondió con una ligera sonrisa, moviendo las manos como si lo que decía fuera lo más natural del mundo.

—No, la verdad no. Soy más como papá... me gustan las cosas geek, la fantasía y esas cosas. Los únicos deportes que practico son los que tienen que ver con el arco y las espadas —respondió con una ligera carcajada, como si no le diera demasiada importancia a los deportes en equipo.

Lemy la miró por un momento, tomando un segundo para procesar su respuesta. En ese instante, le sorprendió la perspectiva tan distinta que Lynn III tenía de las cosas. Mientras Lacy, con su energía y su confianza, se preparaba para lo que podría ser el momento que definiera su futuro en el fútbol, Lynn III parecía completamente ajena a esa dinámica, con un enfoque más introspectivo y único.

—¿Arco y espadas? —preguntó Lemy, aún un poco confundido, pero también intrigado. —¿Como los deportes medievales o algo así?

Lynn III se rió suavemente, disfrutando de la genuina sorpresa de Lemy.

—Sí, algo así —respondió con una sonrisa. —Me gusta más la precisión que el contacto. Si hay algo que me llama la atención, es la concentración y el control, no tanto el correr y chocar con la gente. Prefiero un buen duelo con arco o algo épico como esos torneos de espadas. Es divertido... y menos complicado que estar en un equipo de fútbol. No sé, es solo mi onda.

Lemy asintió lentamente, aún sorprendido por la diferencia en intereses. Había algo refrescante en la forma en que Lynn III se veía a sí misma, completamente en paz con sus pasiones, sin preocuparse por encajar en los moldes tradicionales de lo que se esperaba de alguien de su edad.

Lacy, que había estado escuchando la conversación de reojo, se giró hacia su hermana pequeña con una sonrisa y una mirada divertida.

—¿Sabías que Lemy está sorprendido por todo eso, hermana? —le dijo en tono juguetón.

Lynn III la miró, sacudiendo la cabeza con una ligera sonrisa.

—¿Qué te dije? A veces la gente no entiende las cosas que me gustan. Pero en realidad, es más divertido de lo que parece. Y no te preocupes, hermana, estoy segura de que hoy lo harás genial en la prueba —dijo, dándole un pequeño empujón amistoso en el brazo a Lacy.

Lemy observó a las dos hermanas, con una nueva apreciación por la diversidad de intereses que cada uno de ellos tenía. Mientras Lacy se preparaba para el desafío que se avecinaba, Lynn III parecía cómoda con su mundo propio, un lugar donde el deporte no significaba correr tras una pelota, sino sumergirse en algo completamente diferente. Para Lemy, este pequeño momento de descubrimiento le hizo sentir una conexión más profunda con su familia, una que no necesariamente se medía por los logros convencionales, sino por las pasiones que hacían latir sus corazones de manera única.

—Me gusta cómo piensas —dijo Lemy finalmente, mirando a Lynn III, quien le devolvió una sonrisa tranquila y satisfecha.

—Gracias, primo —respondió ella, con una mirada llena de confianza. Y aunque sus intereses fueran diferentes, algo en su forma de ser hacía que Lemy se sintiera como si estuviera rodeado de algo genuino, sin pretensiones. Una sensación reconfortante que no podía ignorar.

Cuando llegaron al deportivo, Lincoln frenó suavemente el auto frente a la entrada principal. Lynn miró a Lyra, su expresión seria pero amable. Sabía que el día que tenían por delante iba a ser lleno de emoción, pero también de mucho estrés para Lacy. Necesitaba que estuviera concentrada, y tal vez alejarla de la situación por un momento ayudaría.

—Lyra, ¿por qué no sales con Lacy, Lynn III y Lemy? —dijo Lynn, mirando a su hermana con una sonrisa. —Déjanos estacionar el auto y encontrar un buen lugar donde podamos ver el partido. Mientras, ustedes pueden ir por delante y ayudar a Lacy a relajarse un poco antes de la prueba.

Lyra, que había estado callada durante la mayor parte del trayecto, asintió lentamente, reconociendo la utilidad de la sugerencia de Lynn. Sabía que Lacy iba a necesitar toda la tranquilidad posible para estar al 100% durante la prueba, y el apoyo de la familia era lo más importante.

—¡Claro! Vamos chicos, ya va siendo hora de que te pongas en modo prueba, Lacy —dijo Lyra con tono entusiasta mientras abría la puerta del auto. Lacy le sonrió, agradecida por el apoyo.

Lacy salió del vehículo seguida de Lynn III, quien caminaba con paso firme, segura de sí misma, y Lemy, quien, aunque algo inquieto, decidía acompañar a su prima para asegurarle que no estaba sola en todo esto. A pesar de que el deporte no era lo suyo, sentía una extraña necesidad de estar allí para Lacy, tal vez para demostrarle a él mismo que no estaba tan desconectado de su familia como pensaba.

Lincoln y Lynn los observaron mientras se alejaban, sintiendo un poco de alivio al ver cómo Lyra tomaba las riendas del grupo.

—Vamos a estacionar y asegurarnos de que todo esté bien —dijo Lincoln, mirando a Lynn con una mirada cómplice.

—Sí, pero creo que Lyra tiene razón. Lacy necesita un poco de espacio antes de entrar en acción —respondió Lynn, su rostro reflejando una mezcla de preocupación y apoyo.

Mientras ellos se dirigían al estacionamiento, el grupo de jóvenes caminaba hacia la entrada del deportivo. Lyra comenzó a hablar con Lacy en tono relajado, intentando distraerla del nerviosismo que había comenzado a asomar en sus ojos.

—¿Estás lista para este gran partido? —preguntó Lyra, sonriendo de forma ligera.

Lacy, que ya estaba acostumbrada a los nervios antes de cada prueba, asintió con una sonrisa confiada.

—Claro que sí, ya estoy acostumbrada a estos nervios —dijo, aunque sus manos apretadas indicaban que la emoción todavía la invadía por completo.

Lynn III, caminando junto a Lacy, se giró hacia Lemy y, con una sonrisa tranquila, comentó:

—No te preocupes, Lacy tiene esto bajo control. Es solo cuestión de tiempo antes de que la seleccionen. Yo diría que ya tiene asegurado un lugar en el equipo. Pero no la presiones, Lemy. Déjala disfrutar de esto a su manera.

Lemy asintió, aunque no estaba completamente convencido. Había algo en la actitud de Lynn III que lo hacía sentir que la seguridad de su hermana menor estaba en otra dimensión. Lacy era excelente, no lo dudaba, pero sentía la presión de estar observando algo tan importante para ella.

—Lo sé, no la presionaré —respondió Lemy, un poco más relajado. Aunque su rostro aún mostraba cierta incertidumbre, su mirada se suavizó al ver la determinación de Lacy.

Mientras avanzaban hacia la cancha, Lacy se detuvo un momento, girándose hacia su hermano y sus primos.

—Gracias por venir. Aunque no lo diga mucho, realmente aprecio el apoyo —dijo, su voz un poco más suave pero llena de gratitud.

Lyra sonrió y le dio un ligero empujón en el hombro.

—¿Qué estás diciendo? Estamos aquí por ti, prima —dijo con una sonrisa cálida.

Los cuatro continuaron su camino hacia el campo deportivo, mientras en el estacionamiento Lincoln y Lynn se encargaban de estacionar el auto. Aunque todo parecía tranquilo por el momento, todos sabían que el día estaba a punto de volverse mucho más intenso.

Dentro del deportivo, el bullicio habitual de la competencia invadía el aire. Las luces del estadio brillaban intensamente, destacando a los jugadores que se calentaban antes del inicio de los partidos. Los entrenadores daban instrucciones a sus equipos, y el público, que comenzaba a llenarse, se encontraba ansioso por ver los próximos enfrentamientos. Lyra, con una sonrisa traviesa, se acercó a Lynn III mientras ambas observaban el panorama.

—¿Qué tal si vamos a por unas botanas? —sugirió Lyra con un brillo en los ojos, mirando a Lynn III con complicidad—. Así nos mantenemos entretenidas mientras esperamos que empiece el partido de Lacy.

Lynn III asintió con una sonrisa, encantada con la idea de pasar un rato relajado antes de que comenzara la verdadera acción en la cancha.

—¡Perfecto! —respondió Lynn III—. Un buen snack será ideal para calmar los nervios mientras Lacy brilla.

Las dos se dirigieron hacia el área de comida, pero Lemy decidió quedarse con Lacy. Aunque ella le había dicho que estaría bien sola, él sabía lo nerviosa que podía ponerse antes de un partido importante. No podía dejar que su prima estuviera sola en ese momento. La miraba de reojo mientras intentaba concentrarse en la cancha, pero su lenguaje corporal no mentía. Lacy, aunque intentaba esconderlo, jugaba nerviosamente con la tela de su camiseta, algo que Lemy conocía bien: era un indicio claro de que algo la estaba perturbando.

—¿Todo bien, Lacy? —preguntó Lemy mientras se acercaba a ella y le ponía una mano en el hombro—. Ya te he visto entrenar. Sabes lo que haces. Vas a darlo todo en el campo.

Lacy le sonrió, pero la incertidumbre seguía flotando en sus ojos. Le agradeció con una pequeña sonrisa, pero su mente no dejaba de dar vueltas sobre lo que podría salir mal.

—Gracias, Lemy. Solo... no quiero decepcionarlos. Siento que hoy es importante, y no quiero que me vean como la chica que no pudo.

Lemy vio la lucha interna de su prima, esa presión que sentía por estar a la altura de las expectativas. No podía dejar que se hundiera en esos pensamientos, así que trató de aliviar la tensión con unas palabras sencillas.

—No tienes que demostrarle nada a nadie. Solo diviértete y juega como sabes. Eso es lo que importa.

Lacy lo miró, y aunque sus palabras le dieron algo de consuelo, el nerviosismo seguía presente en ella. Fue entonces cuando un grupo de chicas se acercó, claramente emocionadas por el talento de Lacy. Habían oído rumores sobre ella, y el entusiasmo de ver a alguien de su calibre en el campo era contagioso. La rodearon, charlando emocionadas sobre lo mucho que deseaban jugar con ella.

—¡Lacy! Hemos oído un montón sobre ti. ¡Nos encantaría jugar contigo y contra ti en el campo! —exclamó una de las chicas, sonriendo con energía.

Lacy, sorprendida por la atención, no pudo evitar sonrojarse un poco, pero aceptó la invitación con una sonrisa tímida.

—Claro, sería genial compartir el campo con todas ustedes —respondió, aunque su voz tembló un poco al final, demostrando la incertidumbre que aún sentía.

Lemy, desde un costado, observaba la escena con una sonrisa de orgullo. Era increíble ver cómo su prima comenzaba a recibir la atención que se merecía, pero, como siempre, él se mantenía alerta, protegiéndola de cualquier cosa que pudiera afectarla. Fue en ese momento cuando una chica, que parecía algo diferente a las demás, se adelantó al grupo. Su actitud arrogante no pasó desapercibida para Lemy, y sus palabras llegaron con una dureza inesperada.

—¿Qué tiene de especial Lacy? —dijo la chica con una sonrisa burlona, mirando a las demás chicas—. No la veo como una rival. Es solo otra insecto fácil de aplastar.

El comentario cayó como un balde de agua fría sobre el grupo. Lemy, que hasta ese momento había estado observando en silencio, frunció el ceño y, sin pensarlo, se acercó rápidamente a la chica. Su voz, cargada de una furia contenida, fue clara y autoritaria.

—¿Cómo carajos la llamaste? —preguntó, su mirada fija en la chica con un destello de rabia.

La chica lo miró, sorprendida por la rapidez de la confrontación, sin comprender lo que acababa de desatar. Las otras chicas, que habían sido amables con Lacy, se quedaron calladas, incómodas por el tono de Lemy.

—¿Qué pasa? ¿Te molesta que no vea a tu novia como una amenaza? —respondió la chica con una risa burlona, claramente despectiva.

Lemy respiró hondo, apretando los puños. No podía permitir que alguien hablara de esa forma de Lacy, y mucho menos que subestimara su talento. La calma era lo que más necesitaba ahora, pero su tono seguía siendo firme, directo.

—Primero, ella no es mi novia, es mi prima. Segundo, no la subestimes. Lacy tiene mucho más que ofrecer de lo que crees. Si alguna vez llegas a enfrentarte a ella en el campo, vas a desear no haberla molestado —respondió, con una mirada fulminante.

La chica, finalmente consciente de que Lemy no era alguien fácil de intimidar, dio un paso atrás. La tensión en el aire disminuyó un poco, pero la mirada desafiante de la chica no desapareció por completo. Aunque las otras chicas observaban en silencio, algunas visiblemente incómodas, la chica arrogante no tuvo más que apartarse, mordiéndose el labio en señal de frustración.

Lacy, sorprendida pero aliviada por el apoyo de Lemy, le sonrió tímidamente.

—Gracias, Lemy. No sé qué hubiera hecho sin ti —dijo, tocando su brazo con una sonrisa agradecida. La tensión que antes nublaba su rostro ahora se disolvía lentamente, reemplazada por una calma renovada.

Lemy sonrió con una expresión de confianza.

—No tienes que agradecerme, Lacy. Solo recuerda esto: eres más fuerte de lo que piensas. No dejes que nadie te haga dudar de tu talento. Eres increíble y siempre lo has sido —respondió con una sonrisa llena de confianza.

Lacy asintió, y por primera vez en todo el día, una chispa de confianza brilló en sus ojos. Sabía que tenía el apoyo incondicional de su familia, y eso era lo único que necesitaba para seguir adelante. Miró a Lemy con una expresión más relajada.

—Hoy es mi día, ¿verdad? —dijo, más segura de sí misma que nunca.

Lemy asintió con firmeza, dándole una mirada cómplice.

—Lo es, Lacy. Hoy brillas.

Las chicas que se habían acercado a Lacy se dispersaron lentamente, y el ruido del deportivo volvió a llenar el aire mientras todos se preparaban para el partido. Lemy, satisfecho al ver que su prima se había recuperado de la pequeña confrontación, le dio una última sonrisa de apoyo antes de que se dirigieran juntos hacia la cancha.

—¡Vamos, Lacy! ¡A mostrarles lo que tienes!

Mientras Lacy avanzaba hacia las canchas, Lemy no pudo apartar los ojos de ella. Sus movimientos eran tan seguros, tan llenos de determinación, y la confianza que irradiaba mientras caminaba entre las demás jugadoras era algo que lo cautivaba. Sintió su corazón latir con una fuerza inusual, como si de alguna forma estuviera ligado a cada paso que ella daba. Sabía que estaba nerviosa, pero la veía enfrentarse a esa presión con una valentía que lo hacía admirarla aún más.

Lemy respiró hondo, tratando de calmarse, pero sus pensamientos comenzaron a desviarse en una dirección que no podía controlar. "Mierda... ella es... tan linda", pensó mientras su corazón le martillaba en el pecho. La manera en que Lacy se movía en el campo, su energía y esa sonrisa tímida pero encantadora le daban vueltas en la cabeza, confundiendo sus emociones. "¿Qué demonios estoy diciendo? Es mi prima", se dijo a sí mismo, reprendiéndose en silencio. Pero por mucho que intentaba convencer a su mente, su cuerpo reaccionaba de otra forma.

Sintió una mezcla de vergüenza y ansiedad que lo obligó a desviar la vista un segundo, llevándose una mano a la frente en un intento de despejar esos pensamientos. "Vamos, Lemy... ella es tu prima. Piensa en algo más", se decía, pero su corazón no le respondía. En lugar de calmarse, cada vez que la veía dar un paso, el latido en su pecho se hacía más fuerte, y su cabeza comenzaba a llenarse de una maraña de pensamientos que no sabía cómo desenredar.

Observando a Lacy interactuar con otras chicas en el campo, sintió una pequeña punzada de celos cuando la vio riéndose y conversando con ellas. ¿Por qué le molestaba tanto? No debería importarle. Sin embargo, el simple hecho de verla recibir atención de alguien más le hacía sentir un vacío incómodo en el estómago. Trató de decirse que era simplemente su preocupación por ella, que quería que estuviera cómoda y se sintiera apoyada en su prueba. Pero algo en el fondo le decía que no era solo eso.

Apretó los puños, debatiéndose consigo mismo. "Esto no puede estar pasando", pensó, sintiendo una punzada de culpa. "Es mi prima, no puedo sentir esto por ella". Pero al mismo tiempo, algo en su corazón le susurraba otra cosa, algo que le hacía cuestionar esas barreras familiares que siempre había dado por sentado. Lemy se sintió dividido, atrapado en un conflicto que no entendía completamente.

Mientras sus pensamientos continuaban enredándose, una voz interior surgió en lo profundo de su mente, como un eco suave pero insistente. "¿Y qué tiene de malo?", se preguntó, sorprendido de haberse permitido siquiera pensar en eso. Una parte de él se resistía a ese susurro, intentaba frenarlo, negarlo, pero otra parte se sentía atraída por la pregunta. ¿Por qué no podría admirar a Lacy de esa forma? ¿Por qué no podría sentir algo especial por ella? "Después de todo", pensó, buscando alguna justificación, "no somos tan diferentes... ¿o sí?"

Atrapado en esos pensamientos, Lemy comenzó a sentir una mezcla de frustración y vergüenza. Sentía como si estuviera librando una batalla interna, tratando de encontrar una respuesta que lo dejara en paz. Pero nada parecía calmar su mente, y mientras miraba a Lacy acercarse a la línea de salida, se dio cuenta de que no podía ignorar esos sentimientos por más que quisiera. Era como si el tiempo se hubiera ralentizado, como si todo en el estadio se hubiera desvanecido, dejándolo solo con esa realidad que no podía negar: sentía algo que iba más allá de la simple admiración.

"Maldición", murmuró, cerrando los ojos un segundo para recuperar la compostura. "Lemuel, estás perdiendo la cabeza. ¡Es tu familia!" Se obligó a concentrarse en esa idea, en recordar los lazos que los unían. Trató de verse a sí mismo como el hermano protector y reblede que siempre había sido, el primo que tiene que estar ahí para apoyarla en las buenas y en las malas. Pero cuanto más lo intentaba, más sentía que esas imágenes del pasado se desvanecían, y en su lugar surgía la imagen de Lacy en ese momento, con esa determinación en los ojos, esa chispa que le hacía sentir algo profundo y perturbador a la vez.

Por un momento, se preguntó si alguien más se había sentido así alguna vez, si lo que él sentía era tan extraño como creía. "No tiene sentido", se dijo, y miró a Lacy nuevamente. Pero en lugar de calmarse, cada vez que sus ojos se posaban en ella, su corazón latía aún más rápido. La confusión lo abrumaba, y una mezcla de culpa, deseo y miedo le hacían sentir una opresión en el pecho que no sabía cómo manejar.

Se pasó una mano por el rostro, sintiendo cómo el calor de la vergüenza se acumulaba en sus mejillas. "Esto no está bien", pensó, tratando de convencerse de que esos sentimientos eran incorrectos, que debía dejarlos ir. Pero el dilema seguía en su mente, como una sombra que lo acechaba cada vez que miraba a Lacy.

Finalmente, se dio cuenta de que no podía seguir así. "Necesito tiempo", pensó, sabiendo que debía aclarar sus pensamientos y entender qué estaba pasando dentro de él. Porque, por más que intentara negarlo, sabía que en el fondo algo había cambiado, algo que no podía deshacer.

A lo lejos, Lacy levantó la mirada y le sonrió antes de que comenzara el partido, como si supiera que él estaba ahí, apoyándola. Ese simple gesto lo desarmó por completo. Lemy sintió una oleada de calidez en el pecho, y en ese instante, todas las dudas se desvanecieron, dejándolo con la cruda y perturbadora verdad de sus sentimientos.

"Mierda...", susurró, dándose cuenta de que sus emociones no iban a desaparecer solo porque él lo quisiera. Sabía que, de alguna forma, tendría que enfrentar esto.

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