La Familia Perdida


Un año había pasado desde que la plaga había llegado a Royal Woods, y mientras el mundo fuera del refugio de los sobrevivientes continuaba en su curso oscuro, dentro de la casa Loud, las cosas eran muy diferentes. La casa, que una vez fue hogar de risas y caos, ahora era un santuario de terror. Los hermanos Loud, que antes compartían bromas y peleas, ahora solo compartían una sed insaciable de destrucción y locura.

La transformación había sido rápida. Los primeros días de la plaga habían sido confusos, con los Loud intentando entender lo que estaba sucediendo. Nadie pudo anticipar la magnitud de la amenaza. Pero cuando la familia comenzó a sucumbir a la infección, la casa de los Loud se convirtió en el epicentro del horror. Lincoln había sido el primero en escapar, pero él no había sido el único que había quedado marcado por lo que sucedió ese día.

Lori, la mayor de las hermanas, fue la primera en convertirse en un Cruzado. Su rostro, que siempre había estado adornado con una expresión altiva y dominante, ahora era una máscara de odio. Sus ojos, una vez claros y llenos de vida, ahora estaban inyectados en sangre, incapaces de reconocer a su hermano. Su boca, antes usada para regañar, ahora solo emitía gruñidos y risas maníacas.

Leni, la segunda de las hermanas, también había caído rápidamente. Lo que antes era una niña alegre, algo torpe, pero adorable, se había convertido en una figura grotesca. Su risa, antes ligera y contagiosa, ahora era una carcajada distorsionada. Los restos de su cabello rubio caían en mechones desordenados alrededor de su cara, y sus ojos, al igual que los de Lori, estaban rojos y llenos de desesperación.

Luna, la rebelde de la familia, también sucumbió al horror de la plaga. Su amor por la música ya no era su refugio; ahora la guitarra que tanto amaba se había convertido en un arma, usada para golpear a todo aquel que se acercara demasiado. Su voz, que había sido un canto lleno de vida, se transformó en una serie de gruñidos y rugidos guturales, cada uno más desesperado que el anterior.

Lo mismo ocurrió con la familia completa. Lynn, la deportista, se volvió aún más feroz después de la infección, atacando sin piedad a cualquiera que se cruzara en su camino. Lucy, que siempre había sido la más sombría, adoptó un aire aún más siniestro, disfrutando del caos y la muerte que ahora gobernaban su mundo. Y luego estaban las pequeñas, las gemelas, las que siempre mantenían la calma y la bondad, pero ahora solo quedaban husos de ellas, pequeñas monstruos que corrían por la casa como si no fueran nada más que bestias salvajes, buscando a quienes pudieran destruir.

Y finalmente, Rita y Lynn Sr., los padres. Ellos habían sido los últimos en ser afectados por la plaga. Rita, cuya calidez y amor incondicional siempre habían sido el núcleo de la familia, se había transformado en una versión distorsionada de sí misma. Su rostro había perdido toda su dulzura, reemplazado por una expresión fija, vacía, solo deseosa de propagar el sufrimiento. Lynn Sr., su esposo, luchó más que nadie, pero al final, el virus se apoderó de él también. Al principio, parecía que había una chispa de su antigua humanidad en sus ojos, una chispa de reconocimiento hacia sus hijos. Pero esa chispa desapareció rápidamente, y lo único que quedó fue el deseo insaciable de matar.

La casa Loud, que alguna vez estuvo llena de ruido y caos, ahora era un santuario de oscuridad. Las puertas cerradas estaban marcadas con signos de las luchas internas, con sangre manchada por doquier. El aire estaba pesado, con el penetrante olor a podredumbre, muerte y desesperación.

Durante el primer año de la plaga, la familia Loud había caído en un ciclo de perpetua violencia. En las primeras semanas, intentaron resistir, luchando por mantener su humanidad. Pero el hambre, el dolor y la ira les impidieron hacerlo. Los hermanos Loud, una vez inseparables, ahora se acechaban unos a otros, siempre con la necesidad de alimentarse y destruir lo que quedaba de su antigua vida.

Lori había intentado mantener el control al principio, pero la naturaleza salvaje de la infección la desbordó. Ella era la líder natural, la que organizaba, la que decía qué hacer. Pero con el tiempo, su autoridad se desvaneció en la locura, y pronto, todos se habían convertido en depredadores, buscando destruir, infectar y propagar la plaga.

Leni, con su torpeza habitual, aún conservaba algo de su antigua personalidad, pero su mente estaba perdida en la oscuridad. Su risa, que antes había sido contagiosa, ahora se sentía como una sentencia de muerte. Las palabras eran apenas reconocibles; su cerebro estaba roto por la plaga, y la música, que alguna vez había sido su refugio, solo la torturaba.

Luna, que siempre había sido la que traía la energía y la alegría a la casa, ahora solo traía violencia y caos. A veces se sentaba en su habitación, golpeando su guitarra, mirando la foto de su banda como si fuera lo último que quedaba de la persona que había sido.

Lucy, con su amor por la oscuridad, encontró consuelo en la muerte. Disfrutaba de ver cómo los Cruzados caían, cómo las criaturas luchaban por su vida. Cada grito de desesperación era música para sus oídos.

Y las gemelas, las pequeñas, habían perdido toda su inocencia. Eran ahora pequeñas máquinas de destrucción, correteando por la casa, siempre con hambre de algo más. Su amor por las pequeñas travesuras había desaparecido, reemplazado por un deseo insaciable de caos.

Rita y Lynn Sr., los padres, pasaban sus días caminando por la casa en busca de víctimas, de alimento. Sus ojos ya no mostraban amor por sus hijos; solo quedaba vacío y rabia.

Pero incluso en la oscuridad de la plaga, algo había quedado. Un vestigio de su antigua vida, una chispa que, aunque pequeña, era suficiente para recordarles lo que habían perdido. En una de las noches más oscuras, Lori, quien ahora era la más dominante de los hermanos infectados, se detuvo frente al espejo. Sus ojos inyectados en sangre la miraban fijamente. No reconocía a la persona que tenía frente a ella, pero algo en lo más profundo de su ser la hacía recordar... un tiempo mejor, un tiempo cuando la familia Loud había sido algo más que monstruos.

A pesar de la monstruosidad de su existencia, aún quedaba un rastro de humanidad en lo más profundo de sus corazones infectados. La familia Loud ya no era la misma, pero quizás, en algún rincón oscuro de su alma, la chispa de lo que habían sido seguía allí.

Era una chispa que podría extinguirse en cualquier momento, pero que, por ahora, ardía lo suficiente para mantenerlos unidos en su locura y su deseo de destrucción.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top