huida
El aire en Royal Woods había cambiado. El viento ya no traía consigo la calma habitual de un suburbio en otoño. Ahora, la atmósfera estaba cargada de una tensión palpable, como si la ciudad entera estuviera conteniendo la respiración. Lincoln Loud, agitado y tembloroso, había escapado de la casa Loud, dejando atrás a sus hermanas y padres convertidos en monstruos sedientos de sangre. Con el miedo retumbando en su pecho, corrió por las calles, sin un destino claro, solo movido por la necesidad de huir de los horrores que acababan de devorar su hogar.
La escena en la que había dejado atrás su casa se repetía en su mente como una película de terror que no podía detener. Sus hermanas, aquellas con las que se peleaba constantemente, ahora lo perseguían con una furia cegadora, sus rostros deformados por la plaga que había desatado un caos sin precedentes. Y sus padres, quienes siempre lo protegían, ahora eran nada más que una sombra de lo que habían sido. Ni siquiera el amor fraternal había podido sobrevivir a la pesadilla que se cernía sobre ellos.
Corría sin pensar, sus piernas quemando bajo el esfuerzo, pero no podía dejar de mirar hacia atrás, asegurándose de que nada lo siguiera. El sonido de los gritos de sus hermanas aún resonaba en su mente, haciendo que su corazón se acelerara cada vez más. ¿Estaban realmente todos los vecinos infectados? ¿Había algo que pudiera hacer para salvarlos? No lo sabía. Lo único que tenía claro era que, por ahora, lo único que le importaba era sobrevivir.
Se desvió por una calle lateral, buscando escapar de las rutas principales. Las casas a su alrededor estaban desordenadas, algunas con las puertas abiertas, otras con ventanas rotas. El vecindario que una vez había sido un lugar seguro y familiar ahora era un campo de ruinas, como si un tornado hubiera arrasado todo a su paso. Pero el tornado no era natural. Era la plaga, una fuerza mucho más aterradora.
Cuando llegó a una pequeña tienda de conveniencia en la esquina, Lincoln se detuvo, respirando profundamente, tratando de calmar su agitado corazón. Miró alrededor: todo estaba en silencio. El frío de la tarde comenzaba a invadir sus huesos. Entró con cautela, buscando cualquier cosa que pudiera usar para defenderse. A medida que sus ojos recorrían los estantes, se dio cuenta de lo vacía que estaba la tienda. Los alimentos, las bebidas y otros productos habían sido saqueados. Solo quedaban algunos artículos dispersos por el suelo, como si alguien hubiera huido en medio de la noche.
El sonido de pasos interrumpió sus pensamientos. Un estremecimiento recorrió su cuerpo. No estaba solo.
Lincoln se agachó rápidamente detrás de una estantería, manteniendo su respiración en silencio. Desde allí, pudo ver a un hombre que caminaba por los pasillos de la tienda. No parecía estar infectado, pero sus movimientos eran lentos, como si estuviera buscando algo. El hombre llevaba una chaqueta rota y su rostro estaba cubierto de suciedad. No parecía muy confiable, pero en este nuevo mundo, todos debían ser considerados una amenaza hasta que se demostrara lo contrario.
Lincoln levantó un dedo frente a sus labios, indicándole al hombre que guardara silencio. Pero el hombre no parecía entender. Al contrario, se acercó más y más hacia su escondite, murmurando palabras ininteligibles. El miedo comenzó a apoderarse de Lincoln nuevamente. El hombre estaba cada vez más cerca.
De repente, el sonido de un golpe resonó en la entrada de la tienda, haciendo que ambos se volvieran rápidamente hacia la puerta. Un grupo de los llamados "Cruzados" se acercaba, caminando torpemente pero con una determinación inquebrantable. Eran figuras sombrías, con los ojos desorbitados y los dientes afilados como cuchillos, mirando a su alrededor con una avidez insaciable.
El hombre, al ver a los Cruzados acercándose, dio un grito de pánico y, sin pensarlo, corrió hacia la salida. En ese momento, Lincoln vio una oportunidad. Sin perder tiempo, se levantó y corrió hacia la puerta trasera de la tienda, deslizándose entre los estantes caídos y evitando hacer ruido. Su corazón latía con fuerza, pero sus piernas no podían detenerse. Estaba demasiado aterrorizado para pensar en lo que dejaba atrás.
El aire afuera era más frío, pero al menos estaba lejos de la tienda y del grupo de Cruzados. Sin embargo, no se sentía seguro. El vecindario ya no era el mismo, y el mundo que conocía se desmoronaba rápidamente.
Lincoln se apresuró a avanzar, sin rumbo fijo. No sabía si había otros sobrevivientes o si el mundo entero ya estaba condenado. La sensación de estar solo, aislado de todo lo que alguna vez conoció, era más aterradora que los propios monstruos.
El tiempo se estiraba a medida que avanzaba, y pronto llegó a un parque cercano, que solía ser un refugio para él cuando era más pequeño. Sin embargo, al llegar allí, no encontró consuelo. Los bancos estaban vacíos, los senderos cubiertos de hojas muertas y la estatua de la fuente que siempre había visto intacta, ahora parecía una figura sombría que lo observaba desde la distancia.
De repente, escuchó un ruido. Un susurro bajo, casi imperceptible, llegó de un rincón oscuro del parque. Lincoln se giró rápidamente, los ojos buscando alguna figura en la sombra. Era otra persona, o al menos eso parecía. Un niño, más o menos de su edad, estaba de pie junto a un árbol, observándolo con cautela.
"¿Eres... uno de ellos?" preguntó el niño con voz baja, como si temiera hacer ruido.
Lincoln tragó saliva y miró al niño con una mezcla de desconfianza y esperanza. No podía estar seguro de si era otro sobreviviente o si la plaga había llegado también a él. Pero en este nuevo mundo, cualquier rostro humano, por extraño que fuera, representaba una oportunidad de encontrar algo de esperanza.
"¿Qué pasa aquí? ¿Qué es todo esto?" Lincoln se adelantó un paso, su voz temblando, pero su necesidad de respuestas era mayor que su miedo.
El niño lo miró, su rostro marcado por el cansancio y el temor. "La plaga... llegó rápido. Nadie está a salvo."
"¿Tú... tú eres uno de los sobrevivientes?" Lincoln le preguntó, su tono más firme ahora, con la esperanza de que no estuviera hablando con otro Cruzado.
"Sí... pero no por mucho," respondió el niño, su rostro sombrío. "Nosotros... los pocos que quedamos... estamos en peligro. Ellos... nos están cazando."
El viento se levantó con fuerza, haciendo que las hojas secas volaran alrededor de ellos. La sensación de que algo terrible se avecinaba hizo que Lincoln diera un paso atrás.
El niño miró a su alrededor, sus ojos alertas. "No podemos quedarnos aquí mucho tiempo. Vienen más."
Lincoln asintió, comprendiendo que su única opción era seguir adelante, sin importar cuán aterrador fuera el futuro que les aguardaba.
"Vamos," dijo el niño, ya comenzando a caminar hacia una dirección incierta. Lincoln lo siguió, sabiendo que, al menos por ahora, tenía que aferrarse a cualquier oportunidad que tuviera de sobrevivir.
El mundo ya no era el que conocían, y Lincoln estaba por descubrir hasta dónde estaba dispuesto a llegar para encontrar un atisbo de humanidad en medio del infierno que se desataba en cada esquina.
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