Walter Rand
Esta historia es de esas que surgen a partir de otra, en el intercambio que tienes con aquellas personas que te leen y te hacen favor de enviarte sus comentarios, sean públicos o privados.
Pretendía que mi historia "Un encuentro inolvidable" fuera conclusiva, aunque dejara en el aire muchas más preguntas que respuestas. Sin embargo, entre más platicaba con quienes me han hecho el favor de leerme y entre más consideraba mi situación personal, me he dado cuenta de que esta nueva historia me permitirá cerrar viejas deudas que tengo conmigo, con la serie, con la historia mencionada, y con algunos de mis viejos y nuevos lectores.
A quienes se interesen por esta nueva historia, pueden verla como una precuela, una secuela o un spin-off de "Un encuentro inolvidable", y en los tres casos tendrán razón. Yo prefiero verla como una especie de marco contextual en el cual se desarrolló la historia anterior. Puede ser leída de manera independiente, sin tener que leer "Un encuentro inolvidable". Quienes conozcan la historia anterior se darán cuenta de que aquí las apariciones de Lupa serán más limitadas. Nos centramos más en Lincoln y sus hermanas, su peculiar familia, y me voy a valer de muchos elementos que la serie canónica (con todo y sus tremendos errores de continuidad) ha ido esbozando en varios de sus viejos capítulos.
Desde aquí quiero hacer un reconocimiento y brindarle una disculpa a JONAS NAGERA, por tomar varios elementos de sus fics; en especial de "Tres días de Caos", aunque también habrá de algunos otros. Espero que los lectores del maestro Nagera también se entretengan entresacando todos esos elementos en la historia que aquí se relata.
Por último, dos advertencias pertinentes: en primera, mi visión de Lupa es, en muchos sentidos, bastante diferente a la del resto del fandom. Se parece mucho más a la de Jonás Nagera, pero tiene varios matices que pueden resultar chocantes para los que sean muy ortodoxos del headcanon que el fandom ha ido creando. Por ejemplo, muchos fics, comics e ilustraciones la reflejan como una fumadora empedernida, lo cual siempre me ha parecido incongruente con la manera de ver el mundo que tienen sus parientes adultos. A quienes no compartan este punto de vista, solo les recuerdo que esta es mi visión personal de Lupa, más apegada a la realidad que intento crear mis fics.
En segundo lugar, muchas de las situaciones subidas de tono que llegaré a relatar no serán incluidas en esta plataforma. Las censuraré y haré una advertencia al principio del capítulo respectivo.
Gracias a todos los que se animen a leer
Eidanyoson_
----------------------------------------
La linda chica de cabello blanco abrazó a su padre y unió suavemente sus labios con los de él. A pesar de lo mucho que se lo prometió a sí misma y a él, le fue imposible refrenarse, y buscó prolongar el contacto más de lo que debía. Lo suficiente como para que él se apartase y le dirigiera una severa mirada.
- Lupa... ¿En qué quedamos, hijita? ¿Quieres que te cumpla lo que te prometí? -dijo, lo suficientemente firme como para que ella comprendiera lo mucho que se había molestado.
La muchachita retrocedió, pero sin soltarlo. Su padre casi nunca la llamaba por su nombre, a menos que estuviera molesto con ella. Su cara se puso muy roja y no tuvo más remedio que desviar la mirada.
- Perdóname, papi -dijo en un susurro-. Me dejé llevar, pero... ¡No te voy a ver en tres días! ¡Todavía no me voy, y ya te extraño!
Lincoln negó con la cabeza y aprovechó para dar una rápida mirada a su alrededor. No había casi nadie. El jueves a las seis de la mañana, incluso el Walter Rand Transportation Center de Camden, New Jersey, tenía poco movimiento.
Aquello era muy bueno. Podía ser un poco más firme sin dejar de ser cariñoso. Aprovechando que su hija había roto el abrazo, tomo una de sus manos y con la otra le sujetó la barbilla, haciendo que lo mirara a los ojos.
- Lo sé, mi niña. Yo tampoco sé cómo es que te estoy dejando ir, por más que Mrs. Haroldson te lleve y te cuide. Pero quiero que lo entiendas: hay manifestaciones de afecto que tú y yo no debemos tener. Ya hemos hablado de eso en otras ocasiones, ¿verdad?.
Lupa lo miró, y sus ojos se fueron humedeciendo sin que ella pudiera hacer nada por evitarlo. ¡Le dolía tanto verlo tan serio, aunque supiera que gran parte de aquella seriedad fuera fingida! Quiso decirle que su mamá celosa no estaba por allí en esos momentos, que ella lo amaba tanto que disfrutaba muchísimo unir sus labios y no podía evitar dejarse llevar; pero entendía bien que cualquier cosa que dijera empeoraría a situación.
Además, estaba lo otro: el viaje que estaba a punto de emprender. la aventura más loca que se pudiera concebir. Un plan tan absolutamente demencial, pero a la vez tan cuidadosamente elaborado, que necesitaría de todo su poder de concentración y todos sus recursos personales desde el momento en que abordara el autobús.
Por irónico que pareciera, ese pensamiento la ayudó a relajarse. Suspiró, y fue capaz de dedicarle una media sonrisa a su padre.
Lincoln, malinterpretando los gestos de su hija, se sintió tan conmovido que de inmediato la envolvió en un fuerte abrazo. ¡Cómo le dolía ver tan apesadumbrada a su abejita! Pero los errores del pasado no debían repetirse por ninguna razón, y mucho menos entre ellos dos. Su vida y la de varias de sus hermanas ya estaba marcada para siempre. Lupa no debía seguir el mismo destino.
Sin embargo, al sentir que su padre la abrazaba, Lupa le echó de inmediato los brazos al cuello y ello lo obligó a abrazarla por la cintura, algo que no hacía desde que el cuerpo de su hija comenzó a despuntar. Aquel cuerpo firme y menudo le recordaba demasiado a... a su primer amor. Encontrado y perdido hacía casi veinticuatro años.
Tuvo el repentino impulso de soltarla, pero ya era demasiado tarde. Su niña lo abrazaba con fuerza, y cualquier intento que él hiciera por zafarse la haría sentirse todavía peor.
Tuvo que contenerse. Luchó con todas sus fuerzas para que su cerebro no le hiciera trampas, para que no le trajera fantasías alocadas. Para que no lo hiciera lidiar de nuevo con los fantasmas y sospechas que tenía desde que Lupa era una bebé.
O incluso antes: aquella fatídica noche en la que no se decidió a confesarle sus inquietudes a su hermana Lisa.
Para su fortuna, su propia hija lo ayudó a distraerse de sus pensamientos. La chica se había apartado un poco de él para darle un beso casto, pero bien plantado en la mejilla. Los labios tan suaves y cálidos de su niña lo trajeron a la realidad.
- Está bien, papi -dijo Lupa-. Pero lo que te dije sobre extrañarte es cierto. ¿Vendrás por mi el sábado en la noche, verdad?
- Claro que sí, Meli. Tal vez incluso pueda ir por ti a Newport con tu madre, ¿qué te parece? -dijo, mientras la abrazaba.
La chica disfrutó del abrazo de su padre mientras aspiraba profundamente aquel aroma suyo tan particular. Aquel olor exquisito que siempre la hacía sentir bien.
No pudo evitar pensar: la próxima vez que lo viera, ¿tendría ese aroma, u otro distinto? Seguramente no sería lo mismo. Los preadolescentes no eran muy limpios y no solían oler bien... Con algunas excepciones. Estaba ansiosa por descubrirlo.
Tuvo que hacer un pequeño esfuerzo por volver a la realidad.
- Preferiría regresar a casa inmediatamente -respondió, procurando que Lincoln no viera la ligera mueca de disgusto que afloró en su rostro tras pensar en su madre-. Además, dudo que para ese día mamá haya logrado restaurar su dichosa cruz fúnebre del siglo XVIII. Esa, la que le encargó el museo.
Lincoln miró a su hija, y se dio cuenta enseguida de lo que sentía. Por supuesto, no era momento de iniciar una discusión por un tema del que ya habían hablado muchas veces.
- No pienses así, mi amor -dijo con suavidad, mientras acariciaba su cabeza-. Tu mami te adora. Yo lo sé mejor que nadie, y me gustaría que tú pudieras sentirlo.
Lupa se cruzó de brazos y emitió un suspiro. Le faltó muy poco para iniciar una discusión, pero logró reprimirse. No era el momento ni el lugar adecuado, ni tampoco quería ver a su padre molestarse con ella.
Si algo de lo que planeaba salía terriblemente mal, quizá fuera la última vez que lo veía. No quería recordarlo triste o enojado.
La voz potente de Mrs. Haroldson los sacó de sus pensamientos. Era hora de despedirse.
Poniendo su mejor cara, la chica se plantó frente a su padre, suplicándole con la mirada.
Lincoln entendió. Se agachó ligeramente para abrazarla con mucha fuerza. Esta vez, se sintió tan emocionado que no le importó sujetarla desde la cintura.
- Cuídate mucho, Meli -Trata de ganar, pero recuerda que no importa lo que ocurra. Siempre estaré orgulloso de ti.
Esta vez fue el doble, el triple de difícil para Lupa. Apenas logró contener las lágrimas. ¡Quería decirle tantas cosas! Quizá todavía podía arrepentirse. Aún no era tarde para deshacer sus planes...
Pero no. Gwen ya estaba llamando a Mrs. Haroldson. El plan ya estaba en marcha. Ya no podía dejarse llevar por el miedo.
Acercó su hermoso rostro al de su padre, quien esta vez no vaciló. Sus labios se tocaron por un breve instante, y ella le hizo una breve caricia en la mejilla. Lincoln tomó la mano de su hijita y le dio un suave beso en el dorso.
***
- ¿Todo bien, Lupa? ¿Estas nerviosa? -preguntó Gwen en voz baja.
- Claro que sí -admitió ella-. Espero que Rebecca esté en el punto convenido para que todo sea más rápido.
- No te preocupes. Me acaba de mandar un mensaje y dice que ya está allí. Ella esperará todo lo que sea necesario -la voz de Gwen se transformó en un susurro casi inaudible-. Tú solo asegúrate de tener listo su dinero, y no tendrás ningún problema con ella.
- Aquí lo tengo. Y también tengo lo tuyo -dijo, extendiendo un pequeño rollo de billetes sujetos con una liga-. Toma.
- Lupa... ¿en qué quedamos? -repuso Gwen, molesta.
- En que me ibas a aceptar el dinero -contestó Lupa, con la misma firmeza-. ¡Tómalo de una vez! ¡Lo prometiste!
La peliblanca le tomó la mano, puso el dinero en su palma y la obligó a cerrar el puño. Gwen vaciló, y luego miró a Lupa por un instante. La chica se veía firme y decidida.
- Muy bien -suspiró, y se guardó el dinero en un bolsillo de su blusa-. Lo utilizaré para organizar la próxima piyamada.
El semblante de Lupa se relajó. Sin embargo, detectó algo que la hizo ponerse tensa de nuevo.
Volteó por un momento, y su boca se contrajo en una línea dura.
- ¡Pero no invites a Terry! ¡Maldita sea, allí está de nuevo! ¡Con sus ojos de borrego a medio morir!
Gwen volteó discretamente y le dirigió una sonrisa de complicidad.
- De borrego muerto, quieres decir. ¡Me va a querer matar! Seguro que vio cuando me tomaste de la mano.
Lupa volteó para mirar un instante. La expresión de desconsuelo de Terry era de antología.
Por un momento, tuvo la idea de decirle a Gwen que la abrazara y fingieran un beso para que entendiera el mensaje y la dejara de molestar, pero se contuvo en el último instante. El carácter obsesivo de Terry podría poner a Gwen en verdaderos aprietos, y por ahora, todavía estaban a tiempo para aclarar el malentendido.
- Lo haremos cuando yo regrese -pensó Lupa.
- ¡Pobre! -dijo Gwen, sintiendo verdadera pena por la chica- Supongo que trataste de aclararle las cosas, ¿verdad?
- Si, pero dice que no puede olvidarme y que le dé una oportunidad. Que era imposible que no sintiera nada por ella después de todo lo que hicimos juntas. ¡Maldita sea! De haber sabido...
- Bueno, pues tú tienes la culpa por besar tan rico, amiga. ¡Vaya agarrón que se dieron ustedes dos en la casa de Sherry! Parece que la dejaste en el limbo, y la pobre no sabe cómo regresar.
Lupa se sonrojó visiblemente ¡Carajo, aquello solo fue una experiencia, y ya! Un momento de calentura y despecho bien potenciado por el alcohol que Christa llevó de contrabando a la piyamada.
Aquel día había sido malísimo. Su padre se molestó mucho con ella por no poder controlar sus "avances". Incluso amenazó con llevarla al psicólogo. Pocas veces Lupa se había sentido tan herida. ¡Ahora resultaba que el amor que sentía por su padre era una enfermedad mental! Cierto que ya le habían dicho algo como eso antes, pero nunca le dolió tanto. Nunca, porque esta vez se lo dijo él.
Así que esa noche se desquitó. Al menos eso sintió, hasta que se dio cuenta de que sólo se hizo daño a sí misma. Probó el tabaco, probó el alcohol, y probó los labios y el cuerpo de una chica. Las dos primeras experiencias no fueron agradables. Aún recordaba la tos, el mal olor y la feroz resaca que sintió al día siguiente. Por lo que respectaba a las otras dos, pues... No había estado tan mal. La verdad es que pasó un buen rato, sintió algunas cosas muy deliciosas, y tuvo la oportunidad de practicar y pulir todo lo que había visto y lo poco que su tía le había enseñado.
Fue solamente una experiencia. Algo que podía recordar con gusto, y que no le dejó ningún sentimiento de culpa o de duda. Ni siquiera llegó a sentir dudas sobre su sexualidad. No sentía absolutamente nada por Terry, excepto amistad; y en aquel momento, sintiéndose víctima del despecho y con su percepción y su juicio totalmente alterados, no le resultó difícil dejarse llevar. Pero salvo algunos recuerdos agradables y la práctica que adquirió, no se llevaba nada más de aquella noche.
Lamentablemente, Terry no lo veía así, y su insistencia ya resultaba muy molesta.
- Hablaré con ella cuando regrese y se lo voy a aclarar en definitiva. Solo hay una persona a la que amo de verdad; y por si fuera poco, es un hombre. No una chica.
A Gwen no se le escapó el énfasis que Lupa puso en la palabra "hombre", pero eso no era asunto suyo. Se limitó a asentir, y comenzó a buscar en uno de los compartimientos de su pequeño bolso de mano.
- Muy bien, amiga. Y bueno, si no logras arreglarlo, ya sé qué podemos hacer con Terry en la próxima piyamada. No podemos dejar de invitarla, sería muy grosero y descortés hacerle eso; pero sí podemos evitar que esté cerca de ti. ¿Entiendes?
Gwen sonrió, se puso unos audífonos y se puso a manipular su celular. Lupa entendió de inmediato: su amiga le estaba dando su espacio. Definitivamente, había tomado la mejor decisión al buscar su ayuda. Gracias a ella, Mrs. Haroldson y su padre no tuvieron oportunidad de hablar; Terry no pudo sentarse a su lado para importunarla, y le había conseguido a alguien de absoluta confianza que le ayudaría a llevar a cabo el siguiente paso, delicado e indispensable para que su plan tuviera éxito.
Sin duda, le debía todo lo que le había dado, y mucho más.
Lupa miró por la ventana y logró distinguir, muy a lo lejos, la tenue mancha urbana de Moorestown. Estarían allí en menos de 10 minutos. Después, abordaría un autobús para un viaje largo de nueve horas que la llevaría a Royal Woods, Michigan; el pueblo en el que había sido concebida. Si todo salía como ella esperaba, haría todo lo que planificó, y luego tomaría otro autobús en Royal Woods con destino a Newport, New Jersey, disputaría el torneo al que supuestamente había ido. Al final, el sábado por la noche estaría de regreso en la estación de Walter Rand para reunirse con su padre.
Todo estaba cuidadosamente planificado. Había tenido en cuenta incluso posibilidades de atascos de tráfico, de llegar tarde y el riesgo de perder los autobuses o de no encontrar sitios para alojarse. Aunque algunas cosas salieran bastante mal, todavía tenía grandes posibilidades de lograr todo lo que se había propuesto para aquellos días.
A menos, claro, que su aliada se arrepintiera en el último momento.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top