¡¿No comprenden que esto es en serio?!
Angustiado, pero fingiendo un valor que estaba muy lejos de sentir, Lincoln se aventuró a mirar a su alrededor.
Casi todos los rostros reflejaban incredulidad y temor. Algunos hacían grandes esfuerzos por reprimir el llanto; y al menos seis de los niños lloraban en silencio, limpiando sus lágrimas de vez en cuando. Al localizar a Clyde, se sintió todavía más preocupado: el rostro moreno del su amigo estaba casi ceniciento. Parecía a punto de sufrir un ataque de asma.
Sin embargo, no todos los rostros reflejaban miedo y estupefacción. Liam se veía tenso, pero estaba atento y concentrado. A su lado, Ronnie Anne miraba a la capitana Teller con un gesto de abierto desafío. La seguía a todos lados con la mirada, y casi parecía a punto de saltar sobre ella.
Esto hizo que Lincoln se sintiera todavía más preocupado. Conociendo a Ronnie Anne, era más que probable que la chica produjese algún problema. Por desgracia, la capitana Teller ya había demostrado que no era alguien pudiera tolera la menor desobediencia. Bastó con ver lo que hizo con los que no obedecieron de inmediato sus órdenes de pasar a la sala: tan solo dio una breve orden a sus guardias, y ellos los hicieron caminar a culatazos.
- Ronnie... -se atrevió a susurrar.
La chica volteó a mirarlo, y negó con la cabeza. La expresión de su rostro hubiera hecho que él se preocupara más, pero ella se las arregló para darle un rápido y discreto apretón en una de sus piernas.
Se sintió un poco mejor. Ronnie Anne y él estaban sentados en la fila delantera de un recinto parecido a una bodega, aparentemente tan vacío como aquel en el que habían despertado. Las sillas eran cómodas, pero podían removerse sin dificultad; y sin duda las habían colocado solamente para esa ocasión.
Lincoln dirigió su atención a la capitana, quien los miraba con una mueca de desprecio.
- ¡Escúchenme bien, mocosos! ¡Su vida depende de ello, y no pienso repetirles nada! Ya todos saben para qué están aquí, así que les voy a facilitar algo de información sobre el lugar en el que están, y las cosas que pueden utilizar en este jueguito de supervivencia.
Hizo una pausa intencionada y los miró a todos, uno por uno. Ninguno se atrevió a contestar.
- Primero que nada, ese juguete que llevan en el cuello tiene un nombre: se llama Midway-32, y es una maravilla tecnológica que nos permitirá controlarlos por completo. Se los pusimos para asegurarnos que todos respeten las reglas del juego. Para decirlo rápido: el Midway-32 tiene una carga explosiva lo suficientemente poderosa como para volar sus cuellos junto con sus hermosas cabecitas. Aquél que se rebele contra nosotros, intente quitarse el Midway-32, cometa violaciones graves a las reglas del juego, intente escapar, o entrar en una zona prohibida... ¡Pum! Estará muerto antes de darse cuenta.
Los niños notaron la sonrisa torcida y los ojos abiertos de la capitana. Parecía satisfecha de una manera insana.
- Claro, también tiene muchos otros usos, pero eso no tiene importancia para ustedes. Digamos solamente que... nos ayudará para hacerlos entrar en calor, si es que no se deciden a participar como se debe.
La capitana se detuvo de nuevo. Comenzó a molestarse un poco al ver que algunos comenzaban a temblar.
- Ahora, lo verdaderamente importante: tienen que saber que están ustedes en una isla deshabitada. Muy, pero muy lejos de cualquier costa a la que podrían llegar; incluso si pudieran quitarse los collares.
Mientras hablaba, extrajo un control de uno de los bolsillos de su uniforme. Apuntó a una pared que se corrió, y dejó al descubierto una sofisticada pantalla 3D de alta resolución. Los chicos miraron la imagen que se proyectaba; era el contorno de la isla, que llenaba casi toda la pantalla. Una cuadrícula etiquetada la dividía en secciones que tenían aproximadamente el mismo tamaño.
- Aquí pueden ver que la isla está dividida en 25 secciones, identificadas desde A1 hasta E5. Aquí pueden ver la sección C3, que es en la que estamos ahora. En unos minutos más, ustedes van a ir saliendo uno por uno; y cuando el último haya salido, la zona C3 se convertirá de inmediato en restringida. ¡Escúchenlo bien! ¡R-E-S-T-R-I-N-G-I-D-A! Si ustedes entran en una zona restringida, sus collares lo detectarán y explotarán inmediatamente. ¿Entendieron bien?
Solo unos pocos se atrevieron a asentir.
- Bien. Esa no es la única zona restringida: cada 12 horas o menos, una nueva zona se convertirá en restringida; y lo seguirá siendo durante todo el juego. Tenemos un sistema de altavoces y proyectores láser para dar los avisos pertinentes. En cuanto una nueva zona quede restringida, se les darán dos avisos; y después del segundo aviso, tendrán solamente cinco minutos para escapar de ella. Si no lo logran... ya saben lo que les pasará. Como somos tan buenos con ustedes, a cada uno les vamos a proporcionar un mapa detallado con las zonas numeradas y un bolígrafo para que puedan marcarlas. Por supuesto, si algún estúpido o estúpida se olvida de hacerlo y se mete donde no debe, pues... ¡Adiós!
- D-Disculpe, S-señora Teller...
Todos, incluyendo a la capitana, voltearon hacia los asientos traseros; en dirección al sitio de dónde provenía la voz. Pertenecía a una niña muy atractiva, con su cabello café rizado sujeto por una valerina naranja. Ella había levantado la mano y por su expresión, parecía a punto de entrar en pánico.
La capitana le dirigió una mirada asesina, y avanzó hacia ella a grandes trancos. No le dirigió una palabra ni un ademán de advertencia: la recia bofetada surcó el rostro de Cristina antes de que pudiera bajar la mano.
Todos quedaron tan sorprendidos que no pudieron reaccionar de inmediato. Ni siquiera Cristina, cuya mejilla estaba enrojeciendo rápidamente. Pero no conforme con eso, La capitana Teller tomó la oreja de la niña y la retorció con violencia, a la vez que le gritaba en el oído:
- ¡Maldita sea! ¿Acaso crees que esto es tu escuelita, niña estúpida? ¿Crees que yo soy tu maestra, o algo así? ¡Esto es un recinto militar, imbécil! ¡¿Escuchaste?! ¡¡M-I-L-I-T-A-R!! ¿Sabes lo que se hace aquí? ¡Escuchar, callar y obedecer! ¡¿Te quedó claro?!
A pesar del fuerte dolor, Cristina no se atrevió a quejarse. Solo comenzó a llorar y tallarse sus lastimaduras cuando la capitana la soltó.
La capitana se volvió hacia los demás y comenzó a gritar. Estaba tan alterada que echaba espumarajos por la boca.
- Parece que no me creen nada de lo que les digo. ¡Pues más vale que lo crean, mocosos! ¡Ustedes fueron la clase seleccionada para participar en el primer Battle Royale! ¡Y aquí estoy yo como una estúpida, dándoles información valiosa que puede salvar sus miserables vidas! ¿Y ustedes qué hacen? ¿Eh? ¡Se comportan como unos malditos estúpidos! ¡¡Debería aventarlos a la isla sin decirles nada!! ¿Acaso son tan idiotas que no comprenden que esto es en serio? ¡Cállense y presten atención! ¡No vuelvan a interrumpir, y no me salgan con alguna otra estupidez!
Esta vez, varios de los niños más valientes la miraron con odio. Lincoln pudo escuchar que Ronnie Anne bufaba de ira. La chica estaba en el límite de su paciencia. En la fila del fondo, Cristina hacía esfuerzos desesperados para no sollozar.
- Bueno –continuó la capitana, y sus facciones parecieron volver a la normalidad-. Cuando haya terminado de explicarles, todos irán de uno en uno a la siguiente habitación. Tendrán dos minutos para seleccionar una mochila que tiene comida y algunas cositas útiles; y un maletín que contiene algo que les podría ser de mucha utilidad para su jueguito. Después, irán saliendo directamente a la sección C4 de la isla. Por favor: no se demoren más de dos minutos, o mis guardias les darán una cariñosa reconvención para que se larguen de allí. Todas las mochilas tienen lo mismo, pero los maletines no; sin embargo, no podrán saberlo hasta que estén afuera. Esos maletines pesan igual, lucen igual, suenan igual, y sus seguros no se van a desactivar hasta que todos hayan salido del área C3. Háganse un favor: ¡Seleccionen rápido, y lárguense! Será mejor que estén afuera y se preparen para el juego, porque la licencia para matar empieza en cuanto haya salido el último de ustedes.
Esta vez, una de las niñas no pudo contener un sollozo. La capitana la miró, y la obsequió con una mueca de desprecio.
- ¡No me vengan con mariconadas, todos saben perfectamente para qué están aquí! Los artículos tercero y sexto de Ley de Reforma Educativa Battle Royale lo dicen muy claro: el objetivo de Battle Royale es que los estudiantes se maten los unos a los otros, y no puede haber más que un único ganador. ¿Es que sus padres y maestros no se los explicaron? ¿O ustedes son tan idiotas que no pudieron entenderlo? ¡Maldición, la propuesta del presidente Trust no pudo ser más oportuna! ¡Con estudiantes tan flojuchos y retrasados como ustedes nuestro país se va ir a la mierda! ¡Los chinos y los rusos nos van a arrasar, maldita sea! ¡Cada vez tenemos menos gente de calidad en el Ejército, porque nuestro sistema educativo se ha vuelto demasiado blando con ustedes, ratitas! ¡Por eso Battle Royale y el Servicio Militar Obligatorio! ¡En realidad les estamos haciendo un favor, cerditos; pero sobre todo a nuestro país! ¡No necesitamos más productores de excremento; queremos que solo los más valientes y fuertes de ustedes sobrevivan! ¿Qué importa si solo uno de cada treinta, cincuenta o mil sobrevive? ¡El que sobreviva será el tipo de persona que su país necesita: Alguien fuerte, resuelto y con espíritu; capaz de hacer lo necesario para salir adelante, y lograr lo mejor para su gente! En unos minutos van salir y nos van a ayudar con esa noble labor, mocosos. ¡Deberían agradecernos por limpiar la escoria de su casa!
Al escuchar la diatriba, una de las niñas perdió el control sobre su vejiga. Probablemente la capitana la hubiera castigado severamente; pero se le adelantó otra pequeña que perdió el control por completo.
- ¡No! ¡¡No!! ¡Yo no quiero salir! ¡No quiero que me maten mis amigos! ¡Mejor mátenme ya! ¡¡Mátenme ya!! ¡Aaay!
El último grito se lo arrancó la capitana Teller al tomarla por los hombros, levantarla en vilo y arrojarla con fuerza contra el piso. Sin detenerse, la tomó de los cabellos y la jaló para obligarla a levantarse.
¡A esto me refiero, maldita sea! –gritó, mientras le cruzaba el rostro a bofetadas-. ¡Cállate, maldita cobarde! ¡¡Cállate ya!! ¿Quieres morir? ¿Eh? ¡Pues yo te voy a dar gusto! ¡Es mejor que nos deshagamos de la basura como tú de una buena vez!
Y ya estaba buscando su arma, cuando una voz iracunda la interrumpió:
- ¡Déjela ya, maldita loca abusiva! ¿Por qué no se mete con alguien de su tamaño?
Sorprendida, la capitana volteó para mirar a quien se había atrevido a desafiarla. No le sorprendió mucho ver ese bonito rostro moreno y lleno de pecas, que la miraba con odio desde que se presentó ante ellos.
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