XVI

Okay, antes que nada, ¡perdón! A este paso terminaré publicando 1 capítulo por año, lo cual no está cool, lo sé y por eso para cuando lean esto espero al menos tener 3 capítulos más terminados.

Respecto a lo que pasó... Bueno, para empezar, perdí/boté sin querer las hojas en donde tenía todos los datos de la historia (ya terminada). Luego, cosas de la vida, y'know, universidad, etc. Por último, mi complicada relación actual con el vaseshiping en general. Todo un drama, mis fics se vieron afectados y sigo pensando que me equivoqué de carrera y soy un desastre jajan't.

Anyway, espero poder terminar esto y sin más que decir, ¡disfruten!

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Su viaje no duró por muchas horas más cuando llegaron a uno de los pueblos más alejados del río. Sus habitantes eran pocos, sus casas pequeñas y sus miradas suspicaces. Era un pueblo pobre, que casi nunca recibía visitas, mucho menos la de gente de otros reinos. 

Atem se acomodó la capa sobre la cabeza, intentando no llamar la atención aunque probablemente fallando al respecto. Lo menos que necesitaban era destacar y, no obstante, iban a hacerlo de todos modos. Así que, fue Mana, la más normal entre ellos aparentemente, la que negoció por bebidas y alimentos esta vez, así como trató de buscar un lugar donde poder pasar la noche. 

Lamentablemente...

—La gente aquí no tiene espacios para extraños —ella comentó al volver a su lado, su voz fue casi un murmullo, mirando por sobre su hombro a las personas con las que había hablando.

Teana exhaló.

—Tiene sentido. Este lugar no es... Quiero decir... —ella se encogió de hombros, quizá avergonzada por la falta de un término más adecuado —. Acogedor.

—La buena noticia es que — sin embargo, Mana continuó, animándose y eliminando cualquier rastro de mala energía —. Me dijeron que si continuamos, hay un pequeño pueblo abandonado. Podemos quedarnos ahí siempre y cuando no hayan tormentas de arena, ya saben.

Atem tuvo que luchar contra el impulso de reír por cómo Mana había decidido que era necesario decir todo eso en lugar de solo la buena noticia, por lo que solo negó con la cabeza con una sonrisa.

—¿Por casualidad preguntaste qué tan lejos estamos de ese pueblo? —sin embargo, fue Mahad el que la hizo hacer un mohín.

—¡Por supuesto! Me dijeron que si salimos ahora y continuamos hacia el sur, llegaremos antes de que se ponga el sol.

—Esa definitivamente no es la respuesta adecuada —Mahad se llevó una mano a la cara.

—¿No solo están echándonos de aquí? —fue lo que Yugi preguntó.

—¿Y si no hay ningún pueblo abandonado? —y por último fue Teana la que remató el entusiasmo de Mana.

—¡Ugh! ¡La próxima vez pregunten ustedes! —Mana se cruzó de brazos antes de tomar aire para calmarse —. Me mostraron un mapa. Si no encontramos ningún pueblo, al menos llegaremos a un pequeño oasis. ¿No es lo suficientemente bueno?

Atem le sonrió y le puso una mano en la cabeza antes de revolver su cabello. Ella se quejó, pero no lo alejó.

—Bien hecho —él la felicitó antes de dirigirse a los demás. Su expresión se volvió un poquito más seria naturalmente —. Tenemos las provisiones, igual será mejor que dejemos un lugar en el que no somos bienvenidos lo antes posible. Si nos delatan, con el acceso al río llegarán más rápido al palacio que nosotros.

Quizá fue algo en su tono de voz, o su comportamiento, pero todos se quedaron en silencio por un par de segundos.

Él frunció el ceño.

—¿Dije algo malo?

Y todos ellos compartieron una mirada llena de orgullo y alivio, aunque para Atem parecía que solo se estaban riendo.

—Para nada —Mahad pareció relajar los hombros antes de sonreír suavemente —. Es como usted dice. Lo mejor será dejar este lugar.

Todos asintieron de acuerdo y Atem suspiró aliviado. Entonces, todos partieron.

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Mientras tanto, en el palacio, Seto no podía quitarse de la cabeza lo dicho por Isis. Por más días que habían pasado, la espina en su corazón no le dejaba dormir tranquilo por las noches.

Así que, ignorando a los kul elnianos innecesariamente esparcidos por los pasillos, él se encaminó hacia la oficina de Aknadin.

No tuvo que pedir a los guardias que lo dejaran pasar, sin embargo, pues logró visualizar al actual faraón y a su consejero justo al doblar en una esquina, deteniéndose instintivamente para ocultar su presencia.

El kul elniano parecía enojado, y Aknadin estaba frustrado. Ambos estaban tan sumergidos en su discusión que por suerte no lo notaron.

—Tenemos que pensar en otra cosa. Nos estamos excediendo —dijo Aknadin —. Los aldeanos dejarán de hacernos caso si seguimos así.

Bakura chasqueó la lengua notoriamente.

—No solo los egipcios dejarán de escucharte, viejo. Teníamos un trato. No me importa si quieres que tu hijo perdido sea el siguiente heredero, las riquezas nos la quedamos nosotros.

Seto frunció el ceño. ¿Hijo perdido? ¿Aknadin tenía descendencia?

—No lo entiendes muchacho, las riquezas no son infinitas. ¡No quedará nada para mi hijo, dejarán al reino vulnerable!

—Y no quedará nada antes si no logras que tus sirvientes hablen.

—¡Ya dijeron todo lo que tenían que decir! —Aknadin alzó la voz, solo para después aclararse la garganta y hablar en un tono más discreto otra vez —. La palabra se corre. La gente no tardará en alzarse y apoyar al hijo de mi hermano si es que ustedes no-...

Aknadin se detuvo en seco. Seto tuvo que forzarse a no asomar la cabeza para saber qué estaba pasando. La energía oscura que de pronto llenó el lugar fue tan abrumadora que incluso él sabía que de cualquier movimiento en falso sería descubierto.

Aknadin, por más poderoso que haya sido en sus años jóvenes, hoy en día tuvo que cerrar la boca.

—Cuida tus palabras, viejo —Bakura lo interrumpió —. No olvides que fue mi gente la que te puso en donde estás. Si tus sirvientes no tienen nada más que decir, yo lo haré. Y todo lo que quisiste para tu adorado Seto desaparecerá antes del amanecer.

Seto dejó de respirar por unos segundos. Su corazón latió fuerte en su pecho y tragó saliva, anonadado.

No podía ser.

Era imposible.

¿Él? ¿Él era el hijo de Aknadin?

Lo de diez años atrás, ¿golpe de Estado?

¿Era todo eso a lo que se refería Isis?

Sin embargo, no tuvo tiempo de analizarlo cuando Bakura volvió a hablar.

—Así que —él dijo —, no me importa lo que quiera tu gente. No me importa lo que pienses. La mía murió, ustedes los asesinaron para tener todo esto. Es lo menos que merecemos.

Solo un par de pies siguió avanzando a lo lejos y Seto supuso que Aknadin se había quedado en el pasillo, mas cualquier determinación que había juntado para hablar con él ya se había tambaleado.

Seto estaría dispuesto a enfrentar al faraón Aknadin de darse el caso.

A su padre... De pronto era más complicado.

Entonces, las palabras de Isis volvieron a sonar en su mente.

“Solo entonces quizás sea momento.

Él apoyó su espalda en la pared de piedra y respiró profundamente. Ahora entendía a lo que se refería y a por qué no lo había convocado aquella vez. Su mirada directa a la suya, estudiando su reacción.

Su lealtad estaba siendo probada. Su integridad como ciudadano de Egipto y súbdito de la familia real, estudiada. Isis sabía que frente a él se abrirían dos caminos.

Seto apretó los puños.

Solo había una opción válida para él.

Así que, dió un paso para mostrarse.

Aknadin alzó la cabeza rápidamente. Sus ojos se ampliaron y un enfermo no podría haber estado más pálido.

—¡Seto!

Por alguna razón, la informalidad que adornó su nombre solo logró convencerlo más.

—¿Desde cuándo estás ahí? —Aknadin preguntó. Su voz dudosa, casi ansioso. O quizá esperanzado.

—... Lo suficiente.

Hubo unos segundos de silencio en los que solo se miraron.

—Todo este tiempo, habías estado tan cerca de mí —él dejó escapar —. ¿Es por eso que me recomendaste como sacerdote? ¿Lo sabías desde el inicio, y nunca me lo dijiste?

Aknadin dió un paso hacia él, y luego otro. Como si lo estuviera viendo por primera vez después de mucho tiempo. Seto no retrocedió.

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La verdad era que sí. Aknadin lo supo desde el primer momento que lo vió. Desde que aquella campesina lo trajo para evaluar su poder. Desde que los ojos azules de aquel niño serio, pero confundido se cruzaron con los suyos.

Seto era su vástago. Ilegítimo, pero su único descendiente directo de todas formas.

—Oh, Seto, no esperaba que lo descubrieras de esta manera...

Quería darle todo lo que se merecía. Todo lo que él mismo se había merecido, mas por un capricho de su padre no había obtenido.

No había querido reconocerlo apropiadamente porque hubiera estado toda su vida en desventaja. Siendo comparado. Minimizado. Ni siquiera Aknamkanon lo había sabido. Era un secreto por el que estaba dispuesto a sacrificar y a sacrificarse.

Y, por supuesto, no esperaba ser perdonado ni entendido.

Pero ahora que lo veía. Que lo tenía en frente ya no como otro sacerdote sino como su hijo...

—Te daré lo que es tuyo de nacimiento. Lo prometo.

Seto no dijo nada. Parecía que apenas lo miraba, sumido en pensamientos. Sentimientos confusos y tormentosos seguro llenaban su mente. Pero no había de qué preocuparse. Aknadin lo había visto trabajar día y noche por el reino. Sabía que nadie más que él era apto para gobernarlo y para echar a los kul elnianos ni bien tuviera la oportunidad.

¡Nadie más que Seto podía borrar sus pecados!

Y entonces, antes de saberlo, Seto lo abrazó.

Y Aknadin sintió que un peso estaba siendo levantado de sus hombros cuando le devolvió el gesto.

Seto, por otro lado, se mantuvo observando fríamente el suelo. Sí. Solo había una opción válida.

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