XV

Wow, han pasado dos años desde la última vez que actualicé. Por supuesto, ¡pido disculpas de rodillas! Ya saben que a veces cosas pasan y simplemente uno no actualiza por X o Y motivos...

However! Aquí sigo y prometo hacer lo posible para continuar y finalizar este fic!

Sin más que decir...

°°°

—¡Su gente, su familia, sus amigos, fueron sacrificados... Abandonados por el Faraón Aknamkanon! —exclamó Aknadin. Su fuerte voz hizo eco entre las paredes del palacio, los hombres y mujeres que lo escuchaban protestaron ante lo dicho —. ¡Hace años terminamos con el mandato de ese tirano y hoy, su hijo ha vuelto de entre los muertos! ¡¿Van a dejar que la historia se repita?! —la fuerte negativa no tardó en hacerse escuchar.

Los guardias suspiraron, los sirvientes se encogieron en su sitio. Si no necesitaran remuneración, no trabajarían ahí. Pero no podían hacer algo para detenerlos. No tenían el poder, ellos no.

Seto se mantuvo estoico en su habitual posición. Sus ojos se movían de persona en persona hasta llegar al actual faraón y luego volvían hacia Bakura, que sonreía sin miramientos.

Había oído ese discurso antes. Con otras palabras, pero el mismo a fin de cuentas. Lo había dicho hace diez años.

O se le acababan las ideas, o era otro el que las pensaba. Provocar a los kul elnianos en contra de su propia gente... No podía continuar así .Tomando aire, el sacerdote decidió dejar aquella extraña asamblea.

Sus pies lo dirigieron hacia donde su curiosidad lo llevaba. Con algo de suerte, todos los Kul elnianos que normalmente vagaban por el palacio estarían pendientes de Aknadin y Bakura, y su discurso de odio contra la anterior familia real.

Saludó con un asentimiento al guardia que vigilaba la puerta y, tras un silencioso acuerdo de guardar la acción en secreto, le dio acceso a las mazmorras.

No era secreto para nadie lo que sucedía cuando se era enviado ahí. Solo daban la suficiente agua y comida para que el preso sobreviviera lo necesario, no habían baños, casi cero ventanas. El lugar era, sin otra manera de describirlo, un asco.

—Te tomaste tu tiempo.

Y, sin embargo, la sacerdotisa Isis no parecía afectada en lo absoluto.

Seto la observó en silencio por unos segundos. Estaba encadenada por las muñecas, sus mejillas y brazos delataban la desnutrición, y su mirada perdida le hacía creer que quizá no lo estaba viendo a él en lo absoluto.

Oh, pero lo estaba haciendo. Lo sabía desde la primera vez que la visitó ahí. Isis no era del tipo que se rendía fácilmente después de todo.

—Si hubiese sabido que me esperabas, habría venido antes —comentó.

—¿Lo habrías hecho?

Su tono lo hizo rodar los ojos.

—Vaya al punto, sacerdotisa. Solo hay tiempo hasta que el discurso de Aknadin termine.

Ella pareció tomar aire y exhalar. Ya no tenía su collar del milenio y su ropa estaba sucia y rasgada, pero ella no perdería la dignidad que la caracterizaba.

—¿Cómo está Karim? —preguntó.

Seto exhaló.

—Vivo.

—¿Y la mujer que trajeron de Nebastis?

—Viva.

—¿Alguno dijo algo?

—Nada para recalcar.

—Bien.

Seto frunció el entrecejo. ¿A qué quería llegar Isis? No tenía ni idea, por lo que él tendría que llevar la conversación a partir de ese momento.

Dio un paso al frente.

—La última vez que hablamos en privado, dijiste que todavía no era tiempo —comentó.

Isis, después de lo que pareció ser una eternidad, movió la cabeza en un asentimiento.

—Y todavía no lo es.

—Sí sabes que todavía no sé de qué hablas, ¿no?

—Sacerdote —ella lo miró con ojos cansados. Seto decidió en ese momento que la próxima vez, sea cuando fuera, le llevaría al menos algo para beber —, ¿sabe acerca de lo que sucedió en Kul Elna?

Confundido por la pregunta, Seto asintió.

—Aknadin lo repite casi cada asamblea, ¿cómo no podría-...?

—Quiero decir, ¿sabe lo que realmente pasó? ¿Sabe lo que pasó hace diez años?

Al ser interrumpido, Seto cerró la boca y la observó. Sabía que Aknadin y Bakura habían manipulado la historia. La habían exagerado, pero ¿era suficiente como para llamar a la versión original "la real"?

Isis sonrió, entonces, antes de apoyar su cuerpo en las paredes de piedra.

—Deberías preguntarle a Aknadin —concluyó en el momento perfecto, justo antes de que el guardia le avisara que ya era hora de volver.

Si Isis iba a decir algo más, no lo hizo hasta que él estuvo a más de tres metros. Si el lugar no hubiera estado en silencio, quizá lo habría confundido con el viento.

—Solo entonces quizá sea tiempo, sacerdote.

°°°

El sol del atardecer lograba que las capas les dieran más sombra de lo esperado. Tenían calor, sí. La gente los miraba con curiosidad, también; pero nadie quiso acercarse a preguntarles sobre sus identidades.

El navío que utilizaron había sido abandonado en las costas. Si alguien lo había encontrado, probablemente ya estaba siendo desmantelado o utilizado para otro servicio.

La princesa Teana se detuvo un momento para tomar aire. Ella nunca había terminado de acostumbrarse al calor de Egipto y dudaba que lo fuera a hacer pronto.

Sintió una cálida mano en su espalda y volvió la cabeza para ver al hermano del príncipe heredero. Yūgi le sonrió con simpatía antes de invitarle una fruta jugosa.

Ella sonrió ante el gesto y agradeció.

Si bien ya habían pasado días desde que llegaron, el tener que evitar la desembocadura del río —y al río en sí —les había costado más tiempo de los pensado. Estaban agotados y todavía no tenían ni idea de hacia donde tendrían que ir para encontrarse con Shimon y Shada.

Aunque bien habían concluido que Bakura probablemente mandaría a buscarlos a las cercanías del río, no había garantía de que no hubiera pensado ya lo mismo. Por eso el grupo se encontraba moviéndose rápidamente de un lado al otro. En un pueblo habían comprado caballos, pero al no ser suficientes tenían que turnarse. Como princesa, Teana por derecho debería tener su propio caballo o carruaje. Sus padres se desmayarían al descubrir cuánto tiempo había estado yendo a pie, pero ella no tenía el mismo tipo de mentalidad.

—Ya no falta mucho —la animó Yūgi y, aunque agradecía el intento, no pudo responder con la misma energía.

Mana, desde el caballo, observó hacia el cielo y entrecerró los ojos.

—¿Sucede algo? —quiso saber Mahad, caminando a su lado.

La otra persona con caballo se trataba de Atem, pero él parecía muy sumido en sus pensamientos como para siquiera querer opinar.

—Yo creo que debemos detenernos —dijo —. En el próximo pueblo que crucemos y pasar ahí la noche. Aunque sea en un establo.

Teana sonrió.

—¿Va a llover?

La pequeña broma logró sacar una sonrisa a Mana, pero ella negó.

—Nah, todos estamos agotados y los caballos también necesitan descansar.

—O sea, ¿cambiamos el plan? —preguntó Mahdi.

Todos miraron hacia Atem.

—¿Príncipe?

Y sólo entonces él parpadeó dándose cuenta de las miradas.

—Oh, ¿qué decían?

Yūgi exhaló y Mahad sonrió. Mana le volvió a explicar.

Atem se detuvo a pensarlo un poco. Era cierto que los caballos necesitaban descanso y ellos podrían reabastecerse.

Pero la posibilidad de que Bakura los esperara en el siguiente pueblo era alta.

¿O quizá no?

Cerró los ojos. De hecho, la probabilidad de que tuviera al menos unos cuantos espías en cada ciudad era definitiva. Si contaba eso a que él seguía a unos días de distancia, no haría mal tomar un pequeño descanso, ¿no?

Terminó aceptando y entonces le tocó el turno a Yūgi y Téa de tomar los caballos. Llegarían al pueblo en unas horas, si la memoria de Mahad no fallaba.

Mana lo observó.

—¿Qué? —él preguntó.

—¿Te sientes bien? ¿O quizás tienes un golpe de calor? Has estado muy silencioso —comentó acercándose.

Él sonrió, pero negó con la cabeza.

Solo estaba preocupado.

Después de todo, ya estaban en Egipto.

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