V
Cuando Mahad ingresó a su habitación sin tocar la puerta primero, Mana supo que algo no estaba bien.
—¿Qué? —se alejó de unos papiros que estaban sobre su cama y se acercó a él con la esperanza de que le explicara algo.
Sin embargo, Mahad solo continuó a tomar una bolsa de tela no más grande que su tórax y empezó a guardar cosas al azar en esta.
Cuando Mana menos se dio cuenta, su maestro la había tomado del brazo para guiarla a través de los pasillos.
—¿Qué está sucediendo? —volvió a preguntar cuando doblaron por segunda vez, luego siguieron de frente.
—No hay tiempo. Tenemos que irnos ya.
Mana no comprendía. Sus pasos resonaron en ecos, ¿en dónde estaban todos?
—¿Qué? ¿Irnos ya? —repitió.
No le habían anunciado nada. No tenía idea de lo que pasaba y aún así Mahad decidió ignorarla mientras la guiaba.
Mana había estado en muchos lugares del palacio, pero muy pocas veces había ido a los pisos superiores, en donde estaban las habitaciones de la familia Real. De hecho, se le hacía extraño que fuera Mahad quien la llevara ahí.
El lugar era poco iluminado y sucio. Casi nadie, desde lo que sucedió, aparte del Faraón iba hasta ahí.
Por fin, entonces, se detuvieron. Ambos jadeando.
—Al fin llegan.
Mana se sobresaltó al oír la voz de Shada entre la penumbra. No sólo él, notó cuando Karim y Shimon aparecieron también. Todos con expresiones preocupadas.
—¿Tienen lo necesario? —quiso saber Shimon. Sus ojos pasearon de Mahad a la bolsa y luego a Mana —. ¿Estarán bien?
—Preocúpate más por ti, Shimon. Es su deber encontrar el lugar seguro
Shada asintió.
Mana los miró a cada uno.
—Oigan, ¿qué está pasando? En serio —pidió.
Su maestro tomó una profunda respiración y le puso las manos en los hombros.
—Con cuidado, mira por la ventana.
—¿Eh?
Confundida por las palabras, Mana se acercó a la única ventana que pudo encontrar con facilidad. Daba hacia el patio. Solo asomó la mitad de su rostro, lo suficiente para que su ojo derecho pudiera ver.
Ahí, Aknadin parecía estar dando una conferencia con Bakura a su lado. Un montón de guardias, probablemente la mayoría, los escuchaban atentamente y al final apareció Isis junto a Seto.
—Alguien nos escuchó y delató, quizá un sirviente —explicó Karim dándole un leve jalón para que volviera con ellos.
Mana jadeó.
—Isis no va a decir nada, ¿o sí? Después de pasar por tanto problema para decirnos...
—No puede mentir frente al Ojo del Milenio —le explicó Mahad extrañamente ansioso —. Por eso tenemos que irnos ya.
—¿Pero por qué tanto revuelo? Bakura no querría que se sepa sobre el Rompecabezas.
—Es una táctica —contestó Shada —. Harán que los guardias busquen en otros lados mientras que los Kul Elnianos irán de frente a Nebastis. Seguramente buscarán el Rompecabezas antes que al verdadero Faraón.
—De ese modo no podrá reclamar el trono... ¡Imperdonable!
—Puede que no solo sea eso...
Las palabras de Shimon hicieron a Mana hervir en furia. Sus manos se apretaron en puños y se mordió el labio inferior casi hasta herirse. ¿No planearían matarlo, o sí? Nadie podía ser tan cruel.
Excepto Bakura.
Incluso si a Aknadin le quedaba un poco de pudor o amor por su familia, Bakura no le permitiría tener piedad, mucho menos con toda la gente de Kul Elna presionándolo.
¿Por qué odiaban tanto a la familia de Aknamkanon? Mana hasta ahora no podía saberlo.
—Pero Bakura tiene gente en todos lados... ¿Cómo llegaremos a él antes que ellos? —quiso saber Mana —. Incluso si partimos ahora...
—Ellos no saben en qué parte de Nebastis está exactamente —le respondió Mahad con seguridad —. Isis tampoco lo sabía.
—Por eso ustedes lo encontrarán primero —explicó Shimon —. Shada y yo buscaremos un lugar seguro para que se oculten mientras averiguamos qué hacer.
Mana frunció el entrecejo y miró a Karim, quien no había sido mencionado. El guardián de la Balanza del Milenio, con una muy pequeña sonrisa de agradecimiento por su preocupación, le puso una mano en la cabeza y le revolvió el cabello como cuando era más pequeña.
—Me quedaré atrás.
Mana casi saltó.
—¿Por qué? ¡Es peligroso!
Pero el sacerdote sólo negó con la cabeza.
—No podemos dejar sola a Isis. Además, necesitarán aliados dentro del palacio para cuando vuelvan.
Mana se quedó en silencio. No había tiempo para dudar. Tenían que partir de inmediato si querían tener alguna oportunidad.
Sacudió su cabeza. Le preocupaba. Karim era como otro miembro de su familia, pero ella sabía que era fuerte.
Fueron dirigidos por Shimon hacia la habitación de la antigua Reina. Atravesaron otra puerta y siguieron un desconocido camino. Mana había escuchado muchas veces sobre los pasajes secretos del palacio, aquellos que sólo los más veteranos conocían, pero aún así fue sorprendida cuando Shada y Karim movieron el pesado pilar a un lado mostrando un pasadizo oscuro y de apariencia interminable.
—Esto... se siente extraño, ¿no? —comentó cuando una fresca brisa le movió el cabello como si la llamara.
—Tenemos que movernos —Mahad dio el primer paso y luego volteó hacia Karim —. Cuida de Isis.
Con esas últimas palabras se zambulló en la infinita penumbra siendo seguido por Shada y Shimon.
A Mana le costó un poco más.
—¿Crees que él utilizó este mismo camino para huir? —preguntó.
Karim le sonrió ligeramente antes de darle un empujón. Se despidieron con un "buena suerte" y entonces, cuando fue rodeada de oscuridad, Mana supo que el sacerdote había vuelto a cerrar la entrada con el pilar.
Ella tomó aire.
Estaba tan cerca de verlo...
Solo un poco más... ¡Espérame, por favor!
°°°
—Sabía que planeaban algo extraño, ¿pero el Rompecabezas del Milenio? Es increíble —comentó Aknadin.
Isis lo miró.
—Es lo que vi. Si no les interesa, ¿para qué quieren que les diga?
Bakura silvó por lo bajo y no era para menos. Quizá se trataba de la primera vez que la sacerdotisa respondía de manera irrespetuosa a un superior.
Los guardias ya estaban buscando en distintos lugares, preguntando a diferentes personas, esparciendo la maravillosa noticia de que su verdadero gobernante estaba vivo en alguna parte.
Bakura no podía esperar a ver la esperanza desaparecer cuando les dijeran que estaba muerto.
—En cualquier momento podría sacarla de su privilegiado puesto, sacerdotisa —amenazó Aknadin —. Sólo hable de una vez.
Ella suspiró. Era una amenaza vacía. Como sucedía con el Rompecabezas, los demás objetos milenarios no aceptaban a cualquiera como su dueño, pero alguien como el actual Faraón, o más bien Bakura, nunca podría entenderlo.
—Está en Nebastis —contestó a la pregunta que le hicieron una vez que toda la conferencia pública con los guardias terminó.
—¿Específicamente? —cuestionó Seto.
—Imposible de saber.
—Entonces será una buena cacería —Bakura sonrió, para disguste del sumo sacerdote.
—Hablemos afuera, Bakura —ordenó Aknadin.
Tanto el Kul Elniano como el faraón procedieron a dejar aquel apartado lugar. Isis había sido enviada a su habitación como si fuera una niña más que una prisionera, con la única diferencia de que habían guardias en sus puertas que no la dejarían salir a menos que así fuera ordenado.
Seto se quedó a su lado unos segundos en silencio.
—Hable libremente, sacerdote.
—¿Por qué no me llamaron? —quiso saber.
Isis alzó la vista hacia él. Los afilados ojos de Seto la escrutinaban buscando algún indicio de maldad. Ella exhaló.
Le tocaba explicar algunas cosas.
°°°
Atem empezó a entrar en crisis. El fuego. El caos. Los gritos. Los caballos. Todo se repetía. Todo se estaba repitiendo y él no tenía idea de qué hacer.
Un sentimiento enterrado le dijo que corriera. Que debía esconderse. Pero otro le dijo que no. Que no podía hacerlo.
¿Otra vez?, esa era la sensación que estaba en su corazón.
—¿Q-... Qué está sucediendo? —preguntó Yūgi en voz alta.
A su lado, su hermano tenía los ojos muy abiertos. No era para menos su estupor.
Atem volvió la vista al frente. Apenas habían llegado a Nebastis con la noche alzándose sobre sus cabezas y todo era un caos.
Rápidamente, cuando ambos hermanos escucharon palabras en un dialecto distinto al suyo, se escondieron entre algunos puestos de mercancía que habían sido abandonados.
—Son Kul Elnianos —concluyó Atem al ver a los feroces hombres sobre los caballos atrapando personas y haciéndoles preguntas.
—Sí, pero ¿por qué? ¡¿Por qué nos están atacando?!
La confusión de Yūgi era palpable. Los Kul Elnianos podrían ser cualquier cosa. Cualquier sinónimo de salvajismo y brutalidad, pero no atacaban sin razón. Por más que no supieran todavía el porqué invadieron el palacio hacía diez años, nunca habían vuelto a actuar de forma tan... voraz.
No, sí hubo una razón, se recordó Atem mirando la bolsa de tela que cargaba consigo desde que Nebet los despidió en la mañana.
Luego volvió la vista al caos. Los Kul Elnianos tomaban cosas, gritaban algo a las personas y si no les servía, lo tiraban. No estaban asesinando a nadie, pero todo el daño que estaban haciendo sería irremediable.
Imperdonable.
—¡Madre!
De pronto, con la voz de Yūgi teñida en miedo y desesperación, Atem desvió sus pensamientos y concentró la vista hacia donde su hermano estaba mirando.
Nebet era sostenida por uno de los Kul Elnianos mientras que otro la amenazaba con una espada dirigida a su garganta.
Por más calor que hiciera debido a las crecientes flamas, tanto Atem como Yūgi sudaron frío cuando los ojos de Nebet se cruzaron medio, no... Una milésima de segundo con los suyos.
Ella sabía lo que estaba haciendo.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top