1
Allenville: Guardias e internos; ¿contra quienes aguantaré más?
Después de mi arresto y pasar con el señor juez de nuevo, ¿creen que gane el juicio?
Sentado en un autobús escolar -lo parecía- color gris por ambas vistas (dentro y fuera de), con cadenas en mis muñecas, vestido con un traje de manta color blanco con una linea negra a los lados del traje. Llevaba las letras de "Allenville Penintenciary" en la parte del pecho y mangas. Y claro, vigilado por tres guardias, ¿les responde algo?
Si, fui condenado por tres años en prisión. Pero no cualquier prisión, si en una de Texas. Allenville o algo así se llamaba.
Antes de iniciar el viaje, intentaron taparle, cosa que no me deje fácil. Sufrieron aquellos guardias que intentaron hacerlo. Mi cabello es sagrado, cosa que lo llevaba en una coleta.
Se oyeron pasos. Deje de observar la vista hacia el lindo paisaje -con "lindo" me refería a lo que era pastizal verde sin gente, remolques sucios y oxidados aparcados, entre otros más que no eran tan "lindo"-, hasta que vi a uno de los guardias acercarse y sentarse detrás mío.
-Muy lejos de la gran ciudad, ¿no, superestrella? -pregunto uno de los guardias que me escolto desde el juicio, el guardia Simmons.
Asenti con la cabeza y volvía a observar el paisaje. Desierto, arido, pocas zonas verdes, hacia demasiado calor y estaba que me moria por dentro. ¿Cuándo acabaría esta pesadilla?
-Van progresando aquí, ¿no? -pregunte mirando un restaurante en un remolque demasiado incómodo. Había pocas personas ahí, si que era pesado.
Uno de ellos me miraba sonriendo atentamente desde la vigilancia de la reja donde estaba el chofer. Era otro oficial que me había escoltado, era el guardia Stanley.
-No me digas que no es bello -dijo desde su lugar mascando alegremente su goma de mascar.
Fue un largo e incómodo viaje, y más con unos idiotas vigilandome a cada segundo.
Después de unos minutos, divise por la ventana que estábamos llegando a Allen no se que cosa: era una enorme construcción de cemento color arena. Tanto la reja de la prisión era enorme, y tenía una vigilancia en cada rincón, desde mi lugar se veía claro.
Llegamos frente a la puerta del cercado perimetral, donde se oyó muy fuerte como un laboratorio activando algo. Más la puerta abrirse. Si que estaba muy protegido esto.
Cuando el autobús paro, se abrió la puerta del chofer y la de la entrada del vehículo.
El oficial Stanley era enorme, fornido y tenía su cabello largo y rizado. Se había levantado de su asiento, y me lanzó una sonrisa y dijo:
-Hogar Dulce Hogar. Ahora, de pie.
Sentí el golpe de los bastones esos que llevaban los policías de parte de Simmons.
Solté un ligero gruñido, provocando que me levantará de mi asiento con cuidado. Aunque tenía mi masculinidad y piernas dormidas.
- ¡Eres un maldito afortunado, Sixx! -exclamó el fornido, alto, de cara un poco más esbelta que la de Stanley y su cabello era más rizado y esponjoso, Simmons.
-No me digas -respondí con sarcasmo, caminando a paso lento. Las cadenas en los tobillos eran un infierno para caminar bien.
-Si te digo -me devolvió el sarcasmo el contrario-. Mira, al alcaide le encanta el Football, de hecho, fue uno de los ganadores por tu fraude.
Antes de bajar por las escaleras del autobús, me volví hacia el de manera fría. Estaba molesto.
- ¿A si? Pues dile que felicidades.
- ¡Pero yo no!
Dicho esto, me dio la patada más fuerte de mi vida -justo en mi pecho-. Me sacó volando de la entrada hasta llegar al suelo de la prisión. Era pura tierra árida.
-Bienvenido a Allenville -hablo mirándome desde arriba.
- ¡Gracias, sargento! Yo me encargo -dijo una voz desconocida acercándose a nuestra posición.
En eso, los guardias me levantaron rápidamente y vi al que acababa de llegar: tenía la cara muy definida, tenía el cabello corto -cubierto por un sombrero de Sheriff-, un bigote muy poblado, estaba algo dientudo, se veía en sus labios. Y claro, se vestia muy apropiado.
Me sonrió ampliamente.
- ¡Buen día, interno Sixx! -saludo como todo caballero que es-. Ven, el alcalde quiere verte.
Dio vuelta, y comenzó a caminar.
- ¡Camina! -exclamó el oficial Stanley empujandome a un lado.
- ¡Muévete! -exclamó el guardia Simmons empujandome al otro.
Sin embargo, me cuadre frente a Simmons, por lo que no retrocedió o algo. Mi uno ochenta y cuatro no sirvió. Maldita altura.
Seguí al guardia que estaba en frente mío. Durante el recorrido, habían demasiados internos. Negros, blancos, altos, bajos, gordos, flacos, todos hombres. Aquellos solo me miraban muy molestos, con ganas de golpearme, curiosidad, o su típica expresión para causar intimidación.
Ninguno me causó miedo. Una ventaja.
Pasamos por fuera, entramos a un edificio un poco alejado de lo demás. Simmons y Stanley se quedaron en la entrada, por lo que yo tuve que entrar con el guardia desconocido.
Subimos escaleras hasta llegar al piso más alto.
El corredor era largo, con un piso de azulejo y la pintura azul. Dándole un toque serio al recorrido.
- ¿Sabes? Yo también jugaba Football, en la Universidad de Miami -dijo el guardia rompiendo el hielo, mirando por la ventana un campo de Football. Lo miraba desde mi posición sin dificultad. Estaba más alto que el, pero no importaba.
-Debe de tener muchos de los suyos aquí -respondí mirando a los que estaban entrenando. Se veían como pequeñas hormiguitas.
El contrario río leve.
-Ningún interno, pero si algunos guardias.
Infle mis mejillas un poco y sonreí leve.
-Verás, tenemos una liga excelente de guardias aquí. Es como... un equipo de Softball -momento. ¿Ellos y equipo? ¿Dónde carajo estaba?-. El alcalde te pedirá que cooperes.
Parpadee un poco y mire al contrario curioso.
-De acuerdo, ¿con qué?
Dicho esto, el guardia mi miro amenazante, golpeando mi abdomen con mucha fuerza. Mi aire se había ido, incluso el dolor se expandia cada vez más, provocando que quedará en posición de perrito en el suelo. Ahora no por favor.
- ¡Eso... no... fue... amable! -me queje con todas las fuerzas que podía.
-Cuando el custodio te pregunte, ¿qué dirás? -interrogó nuevamente poniéndose a mi altura.
- ¿Si? -respondí dudoso, por lo que me lleve un golpe en la espalda esta vez, tirandome completamente al suelo.
Con su palo para ser feliz me levanto el rostro amenazante, diciendo lo siguiente:
-Vas a decirle que no, ¿Entiendes? Le dirás al alcaide que no quieres incluirte en sus fantasías de Football. No en mi terreno. Porque el alcaide no dirige aquí, sino, yo. ¿Entiendes, Feranna? -es un idiota al pronunciar ese apellido-. Se que tu nombre real no es "Nikki Sixx".
Me aguante la irá que traía en si. Me levanté del suelo con dificultades técnicas, y mire con seriedad al contrario.
-No por completo -respondí sarcástico, llevandome otro golpe de su parte-. ¡Bien, ya entendí!
El contrario dejó su palo para ser feliz, y me abrio la puerta. Al entrar, había una pequeña oficina, donde estaba una secretaria ni muy joven, pero tampoco tan vieja.
En eso, el contrario me empujo y adentro a otra puerta que estaba al lado del librero de la Secretaría.
Al entrar, estaba todo muy ordenado. Habían dos ventanas grandes con persianas del mismo color que la pared -un color arena o más fuerte-, un librero donde había un televisor y varias cosillas, entre estos, un ovoide* y varios trofeos de Football. Habían dos escritorios: en uno estaba un tipo delgaducho con canas y bigote, en el otro uno gordo con barba y bigote y llevaba un sombrero. Parecía el Coronel Sanders de Kentucky Fried Chicken*.
El más delgado se levantó de su asiento y se acercó a mi sonriendo ampliamente.
- ¡Nikki "Terror" Sixx! -saludo alegremente estrechando mi mano-. No suelo saludar a los nuevos de aquí, pero es un honor tenerte.
-Pues, es un honor que me tengan como uno de sus presos -respondí el saludo.
-El es David Bowie -presentó, señalando al tipo del otro escritorio.
-Su madre debe de estar orgullosa por su pollo -dije mirándolo sonriendo.
El tipo tenía su abanico, cosa que me sonrió levemente, aunque parecía más ofendido que nada.
-Es mi asesor político -intervino el alcaide de nuevo-. Se han acercado a mi si quiero ser candidato para gobernador, debido a la forma en la que dirijo esta prisión. Dicen que tal vez haría lo mismo con el estado.
-A su conveniencia, ¿no? -pregunte sarcástico, provocando que el alcaide soltara una risilla más falsa que mi inocencia.
-Espero que ninguno.
-Lo siento -me disculpe mirando al tipo más gordo.
Bajo su abanico con un aura poco ofendido.
-Hay dos cosas que nos tomamos en serio aquí, señor Sixx, prisión y Football -llamo la atención señalando el trofeo de plata que había en lo más alto de su librero-. Jugamos un poco de lo segundo aquí.
-El alcaide es muy modesto al no aceptar que su equipo es excelente -entro a la conversación David.
- ¡Pero no lo suficiente! -exclamó el mayor mirando el campo. Se dirigió a mi con una sonrisa amplia-. Han pasado cinco años desde el último campeonato. Cinco años. Ahora, me he esforzado moviendo tierra, mar, fuego, para tenerte aquí, Nikki.
Esto comenzaba a darme mala espina.
- ¿Y? ¿Por qué lo haría? -interrogue curioso.
-Porque estoy convencido de que tu nos puedes ayudar.
Trague en seco, solté un pequeño bufido y mire al alcaide nervioso.
Aceptaría por mis viejos tiempos. No por no tener problemas con los guardias, y más que se notaba que el alcaide era muy estricto con este tipo de cosas.
-La verdad es que... no he jugado Football desde no se cuanto. No me gustaría entrar -respondí, y más que no quería tener problemas con el guardia de atrás. Me vigilaba a toda costa.
El alcaide soltó una ligera risa.
-No estarías jugando, Nikki, solo... -hizo una pausa, donde comenzó a buscar una palabra- asesorando. ¡Cualquiera que haya sido el jugador más valioso de la NFL tiene mucha experiencia que ofrecer! Capitán Mercury, ¿qué le parece si el señor Sixx nos ofrece un poco de su experiencia?
Mercury. Bien. Ya se el nombre de ese sujeto.
-Es una buena idea, alcaide. Nos serviría que nos echará una buena mano -respondió el guardia.
Alto. Un momento. ¿Qué mierda acaba de decir? Primero que no, ahora que si. Cuanta hipocresía hay aquí. En si, no aceptaría de todos modos. No quiero problemas.
- ¡Esta arreglado! ¡¿Qué dices, Nikki?!
Fingi pensar por unos cinco segundos, y mire al alcaide.
-Le agradezco la oferta, pero no la aceptaré.
El alcaide me miró seriamente. Parpadeo varias veces, y se acercó de manera amenazante. El problema aquí, es que media como uno noventa. Más alto que yo.
-Te aseguro, que tu tiempo aquí será como un infierno si no aceptas -amenazo mirándome seriamente.
-Solo quiero cumplir mi condena de tres años. Es lo único que pido -dije sin temor alguno.
Dicho esto, el alcaide miro al Capitán Mercury detrás mío, y luego a mi. Me dio la espalda y se fue a su escritorio.
-Si nos disculpas, señor Sixx -pidió sentándose en su escritorio.
Sentí las manos del Capitán sacandome de ahí. En eso sentí como me empujaban bruscamente y me sentaron en el sofá de la secretaria.
Mire a mi alrededor, y después a la tipa secretaria. En su reconocimientos de cristal, decía su nombre muy claro: Courtney Bingham.
-Oye, yo veía tus comerciales de ropa interior -dijo esta mirándome de reojo.
En serio. No tengo novia y ya llega el ganado rancio. ¡¿Por qué me pasa esto a mi?!
Asenti con la cabeza levemente.
La medio rubia se giró hacia mi y sonrió pícara.
-Mi ex esposo usaba ese tipo de ropa, pero no creo que la llenará tan bien como tú.
Esto comenzaba a incomodarme un poco.
-Efectos especiales, Hollywood. Ya se imaginara -dije calmando un poco sus hormonas.
En eso, salió de inmediato el oficial Mercury. Aunque no me cayera muy bien, agradecía que hubiera salido. Me levanté y sonreí hipócritamente.
- ¿Todo listo?
-Si. Todo listo -me dijo sonriendo y llevandome por la espalda.
Saliendo de la oficina -donde Courtney se despidió con un "Adios" muy pícaro-, sentí el dolor de nuevo estando alejados.
Gruñi de dolor. Pero no pude levantarme. Sentia dolor en mi espalda. Oia los golpes fuertemente. Todo era dolor...
• • •
Se preguntarán: "¿cómo te fue después de la golpiza de tu vida?"
Te tratan aquí como un perro callejero esos malditos hijos de perra. Tener un moraton y herida debajo del ojo, moratones en la espalda, unos cortes en los brazos y piernas, describe perfectamente mi estado.
Después de mi humilde y bonita bienvenida, me llevaron a mi celda. Había una cama muy incomoda, un inodoro al aire, un pequeño estante, un foco con su encendedor -apenas y se veía un poco-, y encima de la cama había una camisa azul, un pantalón negro, una gorra gris y una playera blanca.
Técnicamente, me obligaron a vestirme rápido, que para no perderme la comida.
¿Dónde estoy ahora? Formado con los demás internos, mirando como me servían mi comida asquerosa. Avena, pudin de papas muy espeso, y lo demás me daba asco. No quiero ni describirlo.
-Solo lo mejor para ti, superestrella -se burló el contrario sirviendo en mi bandeja algún tipo de comida color hueso rancio. Estaba más viejo y muy delgado.
Lo mire con seriedad, provocándole intimidación. Se calló en un instante.
-Es una broma.
No dije nada, y me fui negando con la cabeza levemente. Estaba dolorido, pero aún así tenía el toque.
Todos me miraban molestos. No sabía si fue por "esa" vez o por mi apariencia. Parecía mujer con mi gorra y mi cabello suelto.
Al ver un asiento en una mesa, solo provocó que un interno gruñera. Era señal de que no me quería cerca suyo. Ni en vida, ni en muerte.
- ¡Oye, superestrella! -me llamo un tipo desconocido. Gire mi vista. Era una mesa un poco atrás, y un interno se había ido-. Siéntate.
Sin dudar, me fui a aquella mesa. Aunque vi que una persona en una mesa más atrás me miraba fijamente. Llevaba una gorra que ocultaba su cabello, y claro, su cara no se distinguía en la oscuridad. Ya comenzaba a tener admiradores.
Me encontré con un tipo... agradable. Era muy delgado, blanco, tenía su cabello castaño largo y rizado. Estaba un poco narizon, y tenía dos perforaciones: una en la oreja -como la mía- y en la nariz.
-Oye, nunca he visto a alguien ser odiado por toda la nación -hablo el contrario como un halago.
-Y que lo digas.
-Pudiste comprar drogas, vender armas ilegales, matar a tu madre y a nadie le interesaría. Pero, ¿alterar el marcador de un juego de Football? ¡Eso va contra el país!
- ¿Juegas Football?
- ¡¿Yo?! -río leve el contrario y me miró de igual manera-. No. Soy tan malo que siempre estaba después de los chicos negros. ¡Hasta los entrenadores decían!
Extendió su mano sonriente.
-Tommy Lee. Pero la mayoría me dice Caretaker.
- Nikki Sixx -acepte su mano con gusto.
- ¿Quieres algo de afuera? Yo te lo consigo -dijo provocando que mi atención se posara en el-. ¿Quieres droga, algún arma, o algunos depresivos? Yo te lo consigo. No se porque nosotros los blancos necesitamos eso. Somos blancos, siempre estamos felices. ¡Somos blancos, sonríe!
Reí leve al ver a este tipo expresarse. Era un poco divertido.
-Y por una cuota, te conseguiré McDonald's*.
Me atragante con la comida. ¿Había oído bien?
- ¿McDonald's? -pregunte respirando un poco.
- ¡Si! Chesseburger Duff tiene cientos de conexiones -señalo a un tipo rudo, alto, blanco y rubio cerca de nosotros.
A lo lejos, pude divisar como le entregaba una hamburguesa a otro interno de manera discreta y un "Disfrutalo" de su parte. Vaya, si que me convenía pedir eso, si es que no quería salir envenenado.
En eso, se me ocurrió lo siguiente:
- ¿Y si te pido el amor de una chica hermosa?
-Pues si lo hay, pero debemos quitar la parte de hermosa -respondió el castaño comiendo un poco-. Y más la parte de una chica.
Señaló con el dedo una mesa cerca de nosotros. Mi cara fue más de horror, terror y espanto que otra cosa.
Eran hombres afeminados. Vestían con sus prendas rotas, falditas, llevaban bandas para el cabello, y demás. Ya se imaginarán. Yo soy heterosexual hasta el fin.
-Hola -dijo uno de ellos saludandome con la mano de lejos y lanzandome un beso desde su lugar. En serio. Si no moría ahí por envenenamiento, conflictos, sería por violación de uno de ellos. Y más que el que me había saludado parecía mujer travesti.
-Solo las hamburguesas -pedí sacudiendo ligeramente mi cabeza.
-Son feos ahora, pero en ocho meses los verás como Beyoncé -dijo este señalandolos sonriendo.
》Ahora. No dejes que te digan, te obliguen o te intimiden. Si lo haces, terminarás siendo la perra de alguien -aconsejo Tommy.
-No lo creo -dije comenzando a tener una idea loca-. Y gracias por el Consejo.
Me levanté de mi asiento sin agarrar mi bandeja. Fui en dirección con el tipo que me había gruñido. Tome su bandeja sin tomar en cuenta las miradas de los demás.
- ¡Aún no terminó! -exclamó algo molesto el contrario.
-Te ayudo con gusto -sin piedad, lo golpee con la bandeja, provocando que iniciará una gran pelea en el comedor.
Todos iban contra mi o contra los demás a golpearse. Hasta que se oyó la voz de Tommy:
- ¡Granada!
Todos en esos momentos nos agachamos de manera rápida, debido a que ese tipo de granadas disparaban balines cuando había este tipo de conflictos.
Todos los guardias bajaron. Venían por mi.
- ¡Sixx, de pie! -exclamó el Capitán Mercury quedando frente mío. En eso, llegaron el guardia Simmons y Stanley a levantarme bruscamente-. ¡Vamos, superestrella!
Me solté bruscamente de los guardias, y mire al contrario arqueando una ceja.
-Crees que puedes hacer lo que quieras y como quieras aquí, ¿No? Como los idiotas que llaman "hogar" a este lugar -dijo mirando con odio y asco a los internos.
-Puede, pero no estamos con juegos y no tenemos que golpear a propósito a los que son diferentes a nosotros -respondí en defensa.
Sin embargo, Mercury alzó su bastón. Intento golpearme, cosa que le fue muy inútil, debido a que detuve el bastón con mis manos.
-Es tu nuevo novio -susurro uno de los gay en pleno silencio.
-Ya basta de tus juegos. Deja de hacerlo -pedí en un tono calmado y bajando el bastón.
Mercury solo miro a su contrario, el guardia Cobain, y dio una vuelta yéndose a que se yo donde.
Estaba por irme, cuando sentí mi cara arder y ver estrellitas y balones hasta un fondo totalmente oscuro.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top