Capítulo 60

“Quizá pueda ser una brillante luz en este mundo. Tal vez después de todo este dolor que sentí pueda brillar dentro de poco como una luz. Entonces no me pude dar por vencida. No pude dormir tranquila por una sola noche, porque tal vez si sigo tratando de levantarme así… Al fin me encontraré.”

-To My Youth
(BOLBBALGAN4)








THE LAWYER

La ley del más fuerte.

Ansiedad.

Esa era la palabra que definía perfectamente todo lo que Kim Namjoon estaba sintiendo en su primera semana lejos de Seúl, de su familia y por supuesto de las dos personas que había visto más a menudo en los últimos meses. Todo era diferente en aquel país nuevo; las personas, la comida, olores e incluso colores con los que los carteles estaban decorados. No había letras coreanas, tampoco bares en los que las personas se sentaban para beber soju con la mesa repleta de platillos tras una jornada de trabajo o estudio intensivo en la universidad. En cambio sí había comprobado que la cerveza y el café se mantenían como elección predilecta para aquellos que decidían acudir a algún local tras el apretado horario de trabajo.

El primer día fue complicado y tras un vuelo marcado por ese tipo de lágrimas que desde hace mucho no saboreaba, llegó al aeropuerto, tomó un taxi usando el traductor de su teléfono y le cedió al conductor la dirección que Seokjin había apuntado en un possit de color turquesa sobre la pequeña carpeta repleta de papeles importantes que el abogado le obligó a mantener ordenada. Esa noche Kim Namjoon conoció las paredes y suelos de un bonito apartamento en Nueva Zelanda pero también rememoró ese tipo de pánico infantil que todos los niños experimentan cuando sus padres los dejan solos en casa durante demasiado tiempo.

Aquel primer día no tuvo el ánimo de apreciar la belleza del barrio que su pareja había seleccionado para él, en su lugar devoró una pizza tras calentarla en el microondas debido a que todavía no se atrevía a usar el horno de la cocina. Había comprado en un supermercado situado cerca de su casa, unas veinticuatro horas que por suerte disponía de algunas de las cosas que le harían falta para sobrevivir la primera semana.

Su teléfono sobre la mesa todavía mantenía el horario coreano brillando sobre un fondo de pantalla en el que Seung estaba recostado con la gata que Jin y él habían adoptado. De la misma manera las notas musicales de la canción To My Youth de Bolbbalgan4 fluían rompiendo el insoportable silencio de un lugar en el que no había ningún niño jugando o un abogado tecleando una bonita melodía en su ordenador, aquellas palabras lograban que las retenidas lágrimas le causasen un enorme dolor sobre la parte central de la garganta. Aquel idioma en el que las voces sonaban sería su único contacto con sus raíces durante un largo período de tiempo. Y Kim Namjoon tenía mucho miedo, estaba completamente aterrado por ese cambio que había aceptado sin pensarlo demasiado bien. Porque incluso cuando le dió mil vueltas, una y otra vez, todavía se seguía preguntando si quizás había caído en una trampa por parte del padre de Seokjin. Aún dudaba acerca de si esa pequeña y bonita familia que había dejado atrás seguiría dispuesta a aceptarlo cuando regresase.

Quizás por eso aquella primera noche, tras guardar la otra mitad de la pizza en su nevera junto a algunos yogures, café, tres manzanas rojas, dos botellas de leche desnatada y un cartón de seis huevos de granja que parecía prometer que sus gallinas eran criadas en libertad… Y después de quedarse parado durante al menos cinco minutos con la puerta abierta, el frío contra su pecho, los ojos irritados, la garganta dolorida, las piernas temblequeantes, el sudor frío en su nuca y la abstinencia pululando con fuerza como consecuencia del estrés, solo después se atrevió a acercarse a su maleta para comenzar a acomodar la ropa en una habitación minimalista y prácticamente vacía.

Pero no fue hasta unas horas más tarde, cuando la madrugada de la ciudad era menos ensordecedora que Gangnam cuando decidió realizar una llamada que había prometido. Porque él le había dicho a sus padres que llamaría tan pronto pusiese un pie sobre Nueva Zelanda y también le había jurado a Seokjin que marcaría su número en el preciso instante en el que se sintiese demasiado débil como para seguir luchando.

La charla con sus padres y hermana fue tranquila, Nam podía fingir ser una persona confiada después de todos esos años de adolescencia besando frente a su progenitor a hombres que ni siquiera le gustaban de verdad tan solo para provocarlo. Él había dicho en voz alta mentiras mucho más complicadas que las que esa noche estaba confesando.

-Todo está bien mamá, he cambiado el dinero como Seokjin me indicó y he llenado mi nevera de comida sana. Todavía me queda para varios días. - primera mentira, Namjoon estaba tan hundido cuando hizo frenar el taxi delante de ese diminuto local veinticuatro horas cercano a su apartamento que ni siquiera tuvo en cuenta que su tardanza le supondría un mayor precio en el transporte que había elegido. Como tampoco tuvo en cuenta que en ese pequeño 24h no habría mucho que comprar para vivir de forma sana, o que el taxista solo tendría que conducir unos segundos más con las bolsas de su pequeña compra sobre el asiento trasero antes de llegar a su destino y cobrarle el total de la distancia entre el aeropuerto y su departamento de Auckland con un añadido extra de los quince minutos gastados en ese super situado literalmente al lado de donde residiría.

Las mentiras continuaron por un tiempo más.

-Estoy bien papá, no soy un niño pequeño… Por supuesto que sé como hacer mi propia comida y colada. Ni siquiera deberías estar dudando, tu hijo está en otro país pero todavía no ha cambiado de planeta. - Namjoon estaba sorprendido de lo convencida que podía llegar a sonar su voz mientras trataba de quitar importancia de los hombros de sus padres. Así que incluso pudo mentirle a su hermana, después de todo ella ya no podía mirarlo con ojos inquisitivos hasta hacerlo decir la verdad de forma automática. - Creo que me adaptaré rápido, puede que en unos meses te invite a pasar unos días conmigo en Auckland si prometes no ser un grano en el culo Soyeon.

Pero Kim Namjoon no pudo ni soportó la idea de mentirle a esa bonita voz que susurro un saludo animado a través de la línea. Aquella voz que se había convertido por un tiempo en sus buenos días y mejores noches.

No. Kim Namjoon no fue capaz de mentir o tragarse las lágrimas cuando la cercana y melodiosa voz de su novio sonaba tan cerca a la par que lejos. Porque no podría tocarlo o besar su nuca mientras se abrazaban, tampoco podría sostenerse por completo en la figura de seguridad que su abogado suponía.

-No estoy bien. - gimoteó notando como las palabras se amontonaban en su garganta.

-Está bien que no estés bien. - Jin habló con calma. - Ni siquiera es tu primer día ahí, acabas de llegar y es completamente normal que los cambios bruscos te hagan sentir como la mierda. Pero me tienes aquí, sabes eso y sabes que puedes hablar conmigo todo lo que necesites.

Namjoon asintió en silencio, todavía con la nevera abierta y dejándose caer sobre el suelo frío de la cocina de su nuevo apartamento.

-¿Cómo puede ser bueno que me hunda cuando ni siquiera he estado tres horas aquí? He tenido que pagar un dineral en el taxi porque le pedí que esperase mientras compraba algunas cosas y cuando volví a subirme el conductor solo movió el coche unos metros antes de aparcar y extender su mano para que le pagase.

La sonrisa de Jin a través de la línea en cierta manera lo obligó a reirse de su propio y estúpido error, si tan solo hubiese revisado la dirección en lugar de limitarse a darle ese possit turquesa en la que su novio la había anotado…

-Es bueno porque no lo estás reteniendo, prefiero que llores y explotes cada dos horas a que lo hagas por haberlo aguantado durante un periodo prolongado de tiempo. La última vez que estuve contigo eras un humano y somos esa especie que tropieza varias veces en la misma piedra. Incluso yo cometo errores estúpidos con frecuencia, sigo chocando con mi pie contra el mueble del pasillos todas las mañanas por no encender la luz y aún así también sigo sin encenderla. Sé que pasará, pero por alguna razón me hago creer a mí mismo que no voy a tropezar hasta que lo hago.

Namjoon volvió a sonreír, bueno… él ya no estaría ahí para encender la luz del pasillo por Seokjin cuando este no lo hiciese.

-Eso es vaguedad, no un error.

Jin sonrió a través de la línea, su corazón un poco encogido dentro de su pecho por saber que su pareja estaba pasando por un mal momento y a él solo se le ocurría hacer una comparación absurda.

-No. A eso se le llama no querer despertar a nuestro pequeño monstruo porque todavía no soporta su puerta cerrada.

-Bien, Seung tiene su propia lucecita de mesilla. Dudo que una más vaya a despertarlo, descuida si ese es el verdadero motivo. Nuestro monstruito no va a despertar por el simple hecho de que enciendas la luz del pasillo, pero puede que sí lo haga al escuchar a su tío lamentándose por haber estrellado los dedos de su pie contra el tocador como cada mañana.

Seokjin sonrió de forma automática, del mismo modo que Namjoon también lo estaba haciendo en ese instante. Un poco más relajado por escuchar a través de la línea a un Jin tan cercano como el que siempre lo recibía con cariñosos abrazos cuando lo recogía en la puerta de su trabajo.

Bien, quizás era demasiado pronto para sufrir por una posible ruptura. Y tal vez era demasiado pronto también para dejarse vencer por el pánico.

-Solo enciende esa maldita luz. - Namjoon sonrió con ganas. - O tendrás que ponerte crema sobre la zona tú mismo cada maldita mañana antes de irte a trabajar.

-Bueno… pero si Seung se despierta te juro que marcaré tu número, pondré el teléfono sobre su oído y te obligaré a contarle una de esas aterradoras historias mitológicas que a él tanto parece gustarle escuchar antes de dormirse.

-Puedo aceptar ese trato. - Namjoon apoyó su espalda contra una de las estanterías de la cocina y cerró los ojos recordando las largas e interminables historias que solía contarle a Seung para lograr que este se durmiese. Historias de faraones, dioses griegos y romanos. Historias que se supone que no eran para niños pero historias que al fin y al cabo el sobrino del abogado siempre recibía con sus pequeñas manecitas estiradas hacia él y una gigante sonrisa repleta de calidez en la mirada.

Namjoon echaría de menos aquello, pero era ese sentimiento el que también le ayudaría a seguir avanzando cada uno de los días restantes que le quedaban. De momento se centraría en arreglar todo el papeleo que Jin le había indicado que debía entregar o solicitar, después comenzaría a estudiar y trabajar en el proyecto que Kim Motor y Hope 's Enterprise le habían ofrecido. Y con un poco de suerte, más pronto que tarde estaría de nuevo en Corea dispuesto a empezar la carrera que ansiaba.

Estaba cansado de soñar cosas realistas y tremendamente pequeñas. Namjoon ya no quería soñar con un trabajo estable de jornada completa, él deseaba una buena carrera y una preciosa familia que lo hiciera feliz cada día de su vida. Quizás también soñaba con unas vacaciones anuales en las que podría conocer el mundo que veía a través de los libros con sus propios ojos.

Y Nueva Zelanda debía ser su inicio. La primera piedra del camino que empezaría a construir con sus propias manos, tenía todas las cartas sobre la mesa y más ayuda que multitud de personas. Sencillamente no se permitiría renunciar a ello sin tan siquiera haberlo intentado.

No. Lucharía. Ahora que finalmente podía, tenía que hacerlo.

Por sus padres.

Por su hermana.

Por Jin.

Por Seung.

Pero ante todo, por él mismo.

-Te quiero Jinnie.

-Y yo a ti, Nam.






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Holi!

Pido disculpas por los posibles errores, este capítulo está escrito de corrido y sin repasar así que es probable que se cuelen faltas de ortografía o palabras repetidas.

Me apetecía escribir así que sencillamente lo hice. Espero que os guste.

Un beso,
os amo
Mel
💜

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