«9»
Destruction leads to a very rough road but it also breeds creation
And earthquakes are to a girl's guitar, they're just another good vibration
And tidal waves couldn't save the world from Californication
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Cuando Brian tocó la oficina del forense, por alguna extraña razón sintió unos nervios bastante extraños. Quizás era debido a que el hombre podía estar trabajando en un cadáver, lo cual siempre le había parecido algo perturbador.
— Brian —saludó John Deacon, el forense que había sido amigo suyo desde hacía años—. ¿Cómo has estado?
— Genial —respondió Brian con rapidez—. ¿Tú?
— Bien, Veronica me llamó hace poco para avisarme que la ecografía del bebé salió bien —dijo orgulloso. Su esposa embarazada de cuatro meses, Veronica, también era conocida por Brian, al igual que sus hijos ya nacidos, Robert y Michael.
— ¡Eso es genial! —exclamó Brian feliz—. Muchas felicidades a Veronica y a ti.
— Gracias, Bri —sonrió el forense—. En fin, ¿qué necesitas?
— Venía para preguntarte si no has visto alguno de estos casos —le entregó una carpeta con estos—. Es un asunto algo privado, así que por favor no le comentes nada a nadie. Estamos trabajándolo Roger, Tim y yo. Ahora tú también, si aceptas.
— Estaría bien... —tomó los papeles y comenzó a examinarlos—. Oh, sí, recuerdo haber atendido estos... era extraño que no tuvieran huellas, aunque logramos sacar su ADN. Tristemente no era compatible con nadie del sistema... excepto este —tomó otro—. Amanda Lockhart. Sí. ¿Por qué dice víctima sin identificación? —preguntó Deacon confundido.
— Alguien está cambiando expedientes —explicó Brian en voz baja—. Roger, Tim y yo estamos intentando saber quién para ver si tiene alguna relación con el caso que estamos tratando. La desaparición de Ronald Manson.
— ¿El que se suicidó?
— ¿Perdón? —preguntó Brian confuso.
— Sí, llegó uno esta mañana. Dijeron que era tu caso, pensé que tú lo encontraste...
— No —repuso Brian confundido—. Mira, llamaré a Roger para cerciorarnos si es realmente Ronald, ¿bien?
— Claro, suerte, Brian.
El rizado se despidió de su amigo con un semblante aún más confundido. Si el hombre que se había suicidado era realmente Ronald Manson, ¿por qué no les notificaron a Roger y a él? Ellos eran los encargados del caso.
Cuando se dirigió al precinto, vio que Roger hablaba por teléfono sentado en la mesa de su escritorio, mientras que jugaba con unos mechones de su cabello. No pudo evitar pensar que se veía algo tierno, por lo que inmediatamente se maldijo por aquel comentario no expresado.
— Hey, babe, ¿entonces estás bien? No, es que te noto raro de hace un tiempo —habló el rubio.
"Debe tener novio" pensó Brian sin prestarle mayor importancia.
— Solo me preocupo, Chris... sabes que... ¿cómo? Chris, ¿podrías dejar de gritar? No entiendo... ¿ah sí? —el semblante que en un momento fue preocupado, pasó inmediatamente a ser uno molesto—. Pues porque soy tu puto novio, por eso. Mira, Christopher... ¿perdón? Oh, entonces soy tu novio cuando quieres follarte a alguien, ¿no? ¡Dijiste que...!
Brian notaba que algunos desviaban la vista al rubio, que parecía alterado y molesto, dejando salir a la vista sus trastornos mentales. Sintió pena por él, por lo visto su pareja lo estaba dejando, y además todos lo miraban. Roger parecía no percatarse de eso, estaba concentrado en su discusión con su novio, que por lo visto decía que no lo era.
— Mira, Christopher, te juro que esta mierda no te la perdono, ya van unas seis... oh, entonces no te importa. ¿¡Que te conseguiste otro!? —gritó. Brian supuso que era momento de llevárselo a un lugar apartado, considerando que todos lo miraban extrañados, y algunos con cierto reproche, como si fuese la culpa del rubio, o como si no debía estar con alguien de su mismo sexo.
Así que con cuidado, Brian fue llevando a Roger a una sala. El rubio ni cuenta se daba, estaba demasiado preocupado en discutir con el tal Christopher.
— ¡Pues no soy una simple puta a la que buscas cuando quieres tener relaciones! —gritó—. Eres un hijo de puta, por eso tus parejas anteriores te han botado. Te vas a morir solo, ¿me oíste? Solo, sin siquiera un puto perro que te acompañe. Y cuando te estés muriendo...
— Ok, suficiente —Brian le quitó el celular y cortó.
— ¡Eh! ¿¡Qué mierda te pasa!? —le gritó molesto.
— Roger, estás haciendo un escándalo —quiso parecer duro—. Lamento decírtelo así, pero estás en la oficina y... como que estabas siendo algo sádico.
— No tienes por qué meterme en mi vida amorosa —dijo enfurecido.
— No, pero estabas gritando y comenzaban a mirarte extraño —repuso—. ¿Por qué no mejor intentas relajarte?
— ¿¡Es una puta broma!? ¡El tipo me trató como...!
Brian no quiso dejarlo hablar y simplemente lo abrazó. Roger quedó perplejo ante tal muestra de afecto que no pensaba recibir, que normalmente no recibía. No se movió hasta que Brian se alejó.
— Lamento mucho eso, Roger, pero lamentablemente tenemos que aprender a controlar nuestras emociones y a saber en qué ambiente sacarlas a la luz —le dijo.
— Lo sé, lo siento —suspiró—. Es... es que pensé que ahora sí me iba a funcionar, ¿sabes? —dijo, su tono y semblante cambiaron a uno triste, de manera radical.
— Es entendible, Rog... uno no está con alguien para que no suceda nada —quiso consolarlo.
— Intenté de todo, literal. Incluso cuando me pidió hacerlo de la forma que yo no quería, terminé aceptando y después estuve vomitando toda la noche.
— ¿Qué...?
— O cuando tuve que fingir que era un amigo porque se encontró con su ex... y estábamos en una cita. O cuando...
— Lamento interrumpir, pero el tipo era bastante... idiota —dijo Brian—. Pero no entiendo, ¿por qué me coqueteabas si...?
— Brian, entiende que eso no iba en serio —rodó los ojos, y aunque en cierta forma aquello lo alivió, no pudo evitar sentir su ego dañado.
— Bien, bien, lo siento —suspiró—. Mira, intenta no pensar en él, ¿bien?
— Para mí era mi novio y para él solo fui un touch and go —dijo con cierta pena.
— En ese caso mereces estar con alguien que te considere lo mismo que lo consideras tú —le dijo—. O sea, el tipo te obligó a algo que no querías y estuviste vomitando. Rog, eso no es sano.
— No importa ya —suspiró—. En fin, ¿qué tenis que decirme?
— ¿Cómo supiste que..?
— Tu lenguaje corporal habló por sí solo —explicó—. ¿Qué tenías que decirme?
Brian parpadeó complejo un par de veces y negó con la cabeza.
— Encontraron un cuerpo. John dice que es Ronald Manson.
— ¿Perdón?
— Eso fue exactamente lo que dije yo —comentó Brian, en aquel momento fue Roger quien rodó los ojos—. Tenemos que ir a ver si coincide con nuestro caso.
— Está bien —asintió Roger—. Diablos, esto es extraño.
— Demasiado —asintió Brian—. ¿Ya estás mejor?
— Sí, gracias —mintió—. Vamos a ver el caso.
— Vamos —asintió y ambos se dirigieron donde el médico forense, John Deacon.
(...)
— ¡Hola, chicos! —saludó Deacon contento—. Qué bueno que llegaron, ya los estaba esperando.
— Hola, buenas tardes —saludó Roger. A Brian le pareció extraño su tono empleado, tan formal.
— Hola, John... vinimos por lo de Manson —dijo el rizado.
— Aquí está —anunció, levantando la sábana que cubría al cuerpo, y doblándola hasta la mitad de este—. Según el ADN era Ronald Manson, desaparecido que ustedes han estado buscando.
— Concuerda con la foto —dijo Roger impresionado.
— La esposa vino a reconocerlo hace poco... está haciendo unos trámites...
— Un momento, ¿Natalie Manson está aquí? —preguntó Roger.
— Sí, afuera... ¿por...?
Roger no dijo nada, solo salió de la sala, con un Brian perplejo tras suyo, quien le informó a John que lo esperara.
Cuando el rubio estuvo frente a Manson, quedo perplejo de verla con una niña en brazos, pero una totalmente distinta a la que había visto antes.
— Sí, necesito... por favor —decía Natalie soltando sollozos—. Que cargue a mi hija, mientras...
— Señora, solo ponga su dedo en el dispositivo para examinar su huella.
— Bueno, bueno —obedeció.
— Qué extraño, no marca... —masculló el oficial confundido—. ¿Puede intentarlo otra vez?
La mujer volvió a intentarlo, pero la huella seguía sin ser identificable.
— Es por lavar los trastes... —explicó ella.
— Señora Manson —interrumpió Roger quedando frente a ella. La mujer quedó algo tensa de inmediato, sin emitir palabra—. Lamento muchísimo lo ocurrido con su marido —miró de reojo a la pequeña, que no le prestó atención alguna—. Hicimos lo posible, pero... tomó una decisión.
— No es su culpa, oficial Taylor —dijo ella limpiando sus lágrimas.
— Aún así. Hubiera sido bueno haber podido hacer algo más...
— Muchas gracias por todo lo que están haciendo para ayudar a mi esposo, oficiales. Espero que encuentren todo a tiempo... —dijo ella. Roger quedó confundido con su frase.
— Yo... señora, ya lo encontramos —dijo perplejo.
— El tiempo vuela, oficial —dijo ella con lágrimas en los ojos, por el supuesto dolor de perder a su marido—. Vuela, pero jamás regresa. ¿Podría sostenerme a Bernadette, por favor?
"¿No que la niña se llamaba Katie?" Pensó el rubio mientras intentaba cerciorarse mentalmente si así era.
— Claro, lo que pueda hacer por usted, señora Manson —cargó a la niña, quien comenzó a tironearle el cabello, lo que lo hizo soltar un quejido.
"Esta máquina de caca me caía mejor cuando se llamaba Katie y tenía otro rostro" pensó con cierta molestia, mientras seguía siendo molestado por la pequeña Bernadette.
— Almas ya usados deshacen adiestro —le susurró ella mientras dejaba una última caricia en la mejilla suave y blanquecina de su pequeña hija.
— ¿Perdón? —preguntó Roger confundido en notoriedad.
— Tranquilo, Roger, tranquilo —le dijo nuevamente en el mismo tono suave. El rubio seguía sin ser capaz de comprender sus palabras, pese a su gran capacidad intelectual.
Natalie Manson desapareció por unos momentos de la habitación, en los que Roger, aún más confundido, aprovechó para acercarse a Brian y susurrarle al oído.
— Ve a revisar ese puto cuerpo y avísame cualquier detalle. Cualquiera.
El rizado asintió y volvió a la sala del forense, mientras Roger intentaba quitar las manos regordetas de la pequeña Bernadette de sus dorados cabellos.
John estaba inspeccionando ciertas cosas del cuerpo cuando el de orbes almendra ingresó. El forense lo miró algo confundido.
— Necesito que me digas todo lo que sabes acerca del suicidio de Ronald Manson —dijo con urgencia. El forense no tuvo otra que obedecer.
(...)
— Por fin esa maldita malcriada se fue —masculló Roger entrando a la sala de forense, con la cabeza adolorida por los jalones de cabello—. ¿De qué me perdí?
— Bien, el análisis es el siguiente —dijo Deacon—. Suicidio mediante un balazo en el cráneo. Creemos eso debido a que lo encontraron en un callejón con el arma en la mano y porque no hay otras huellas digitales además de las suyas. Eso dijeron los detectives.
— Bien... entiendo —comenzó Roger—. A todo esto, Tim no pudo venir, está patrullando... yo después le explico.
— Claro —asintió Deacon—. La ropa que usaba era la misma al que según el expediente, usaba el día que desapareció. Conforme al olor y al estado del cuerpo, llevaba alrededor de dos semanas muerto.
— O sea que estuvo un tiempo desaparecido sin suicidarse —concluyó Roger.
— Justamente —asintió el forense—. Las manos tenían restos de aceite y grasa. Creemos que reparó un auto o algo así... y finalmente se escondió en un lugar donde no iban a encontrarlo fácil para suicidarse. Claramente quería desaparecer.
— ¿Había una carta o algo? —preguntó Brian con interés.
— No, nada —respondió Deacon—. Solo se escribió "lo siento" en la mano izquierda, pero con el tiempo estaba algo borrado.
— Bien... ¿tienes fotos de eso? —preguntó Roger.
— Sí, se las entregaré ahora mismo —respondió John y fue por ellas.
— Natalie me dijo algo extraño antes —comentó Roger.
— ¿Hm? ¿Qué te dijo? —preguntó Brian.
— Me dijo "almas ya usados deshacen adiestro". ¿Qué demonios significa eso?
— ¿Seguro le escuchaste bien? —preguntó Brian con la misma confusión.
— Sí, estoy seguro. La tipa se comportaba raro. Dijo que gracias por lo que estamos haciendo por su esposo... eso me pareció raro, Ronald ya murió. El caso va a cerrarse.
— Quizás es la pena del momento —dijo Brian encogiéndose de hombros—. Tenemos que analizar todo esto. Quizás qué encontremos.
— Tienes razón... —habló soltando un suspiro cansado—. No he dormido en todo este tiempo por este maldito caso.
— ¿Y crees que yo sí? Vivo a base del café —rió un poco Brian.
— Yo también —rió Roger en una carcajada—. Si pudiera inyectármelo, lo haría.
En eso, John volvió con la fotos del cadáver. Brian las tomó entre sus largos y delgados dedos y comenzó a inspeccionarlas.
— Creo que deberíamos averiguar cuál era la letra de Ronald... y si era diestro o zurdo —dijo Roger mirando aquello con profunda atención.
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