«7»

So much for the golden future, I can't even start
I've had every promise broken, there's anger in my heart
You don't know what it's like, you don't have a clue
If you did you'd find yourselves doing the same thing
You doing to me now


Brian ingresó a su departamento soltando un suspiro pesado. No iba a negar que desde que ese chico era su compañero, los días se le hacían bastante más pesados, pero pese a eso, comenzaba a tomarle cierta simpatía.

En gran parte era odioso, pero eso no quitaba que de vez en cuando lo hiciera reír. Además no podía negar que era un genio, y que le había dado en cierta forma, lástima lo que le había ocurrido y sus enfermedades.

Quiso alejar al bonito y trastornado rubio de sus pensamientos y decidió ir a prepararse un café. Su cafetera que había sido un regalo de su madre para navidad, estaba en un mueble, guardada para ser usada solo las ocasiones necesarias. Sacó un frasco con café y lo vertió con indiferencia en la máquina. Luego prosiguió a enchufarla y dejar que esta hiciese su trabajo.

Se sentó en un sofá mientras esperaba y prendió el televisor. Estaba realmente agotado. Roger lograba dejarlo exhausto con sus irritantes peticiones, berrinches y bromas que lo hacían parecer un niño de ocho años, más que un adulto que trabajaba para las fuerzas policiales.

Y bien que empezaba a pensar, ¿para qué le habían asignado semejante personaje como compañero? Era realmente execrable al parecer del rizado. El chico parecía querer sacarlo de sus estribos cada dos minutos. ¡Qué estresante era!

Aunque claro, tampoco lo odiaba. Era un sentimiento extraño, le había tomado cierto cariño en el paso de esas semanas, pero aún así no lograba soportarlo del todo. No lo negaría, era irritante.

Un pequeño pitido indicándole que su café estaba listo lo hizo salirse de sus pensamientos y salir del cómodo sillón para dirigirse nuevamente a su cocina, donde tomó el café y preparó lo necesario para luego ir a la sala de estar y continuar viendo televisión. Iba a continuar revisando ciertas cosas del caso, pero primero quiso darse un pequeño descanso. A fin de cuentas lo necesitaba.

Tras hora y media de procrastinar, decidió ponerse de pie y dirigirse a su oficina en su departamento, que era una habitación restante. Se sentó en el escritorio y prendió su laptop, sacando algunos documentos de un gabinete y comenzando a inspeccionarlos mientras el computador encendía.

Comenzó a mirar el testimonio de la esposa nuevamente. Algo no le cuadraba, se le hacía extraño, sobre todo el hecho de tal descarada mentira acerca de su madre. Allí había un gato encerrado, Brian estaba seguro de ello.

Masajeó ambos lados de su frente con sus dedos intentando aliviar el pesado dolor de cabeza que lo aquejaba debido al estrés y cansancio, para luego mirar otros documentos en la computadora e investigar sobre estos mismos.

Comenzó a investigar sobre ambos. Le pareció extraño no encontrar mucha documentación acerca de Natalie Manson. Quiso buscar más allá, y vio que en ningún lado estaba registrado que tenía una hija.

— ¿Qué mierda...? —masculló rebuscando una y otra vez con notoria extrañeza. Brian no era un mal policía tampoco, mucho menos era tonto, y sabía que aquello era imposible.

Y lo más extraño de todo, fue encontrar una fecha de defunción al lado del nombre de la mujer. 

Se reitera, Brian no era un mal policía.

(...)

— ¡Dame la maldita pastilla, Michael!

— Querida, ya tomaste dos y...

— ¿¡Dónde mierda las dejaste!? —gritó ella y lanzó un recipiente de plástico intentando darle al hombre.

— ¡Mamá, relájate, ya tomaste cuatro! —exclamó Clare asustada.

— Tú cállate, cállate, cállate, ¡cállense todos de una puta vez! —exclamó y le dio varias bofetadas a la chica que lloraba algo asustada.

— ¡Mamá, déjala, no te ha hecho nada! —exclamó Roger separándolas mientras tomaba a su madre de los brazos y la alejaba de la adolescente, quien retrocedió rápidamente.

— Te odio —le dijo ella sobándose la mejilla y sin dejar de llorar, lo que hizo que la progenitora soltase un sollozo desgarrador y a la vez enfurecido.

— ¡Yo que te di la vida, que te crié y que te amé y cuidé! —le gritó—. ¡Maldita mocosa malcriada, te aborrezco, ojalá no tuviera hijos ni marido!

— Mamá, cálmate —pidió Roger intentando mantener la compostura y no ponerse a llorar allí mismo, sus emociones exageradas le jugaban en contra cada vez que a su madre le daba un ataque.

— ¡Debí haberme ido con Maxwell y haberlos abandonado a ustedes tres, malditos malnacidos! ¡Los aborrezco! —gritó con lágrimas en los ojos.

— Pero yo te amo —musitó Roger, intentando retener ciertas lágrimas, e inconscientemente soltando el agarre, lo cual hizo a su madre salir disparatada para posteriormente encerrarse en su habitación, soltando de por medio más indultos a los demás miembros de la familia.

Las mejillas del rubio estaban coloradas y húmedas por las amargas lágrimas que habían logrado salir. Roger odiaba tener cambios tan bruscos, odiaba sentirse tan afectado por todo. Algo que había dejado de dolerle a Clare hacía unos años seguía lastimándolo de sobremanera. Seguía haciéndolo tener pequeños episodios seudo depresivos por un par de días, algo que según sus médicos tratantes era algo normal.

— Rog —musitó Clare al verlo así.

— Tengo trabajo —se excusó en voz baja y se encerró en su habitación, así como acababa de hacer su madre, solo que de una forma mucho más pacífica y calmada.

Padre e hija se miraron soltando un suspiro. A veces era un castigo ser los únicos dos cuerdos en aquel departamento.

(...)

— Roger, menos mal que respondiste... ¿puedes venir a mi departamento ahora, por favor? —preguntó Brian con el teléfono en la oreja, siendo este afirmado gracias a su hombro, mientras lavaba el plato usado en la cena solitaria.

— ¿A tu departamento...? —preguntó. Brian pensó que diría algún chiste de índole sexual, pero por suerte aquello no ocurrió—. ¿Para qué quieres que vaya? Son... las nueve treinta.

— Es sobre el caso, encontré algo —respondió—. Es demasiado grande para solamente decírtelo por teléfono y...

— Brian, yo... no tengo muchos ánimos ahora —admitió mientras se pasaba la mano por los ojos—. La jornada termina a las seis y...

— Taylor, esto es más allá que un capricho. Es trabajo —dijo, ignorando de manera inconsciente el comentario del rubio—. Es... esto podría cambiar todo el caso.

— Brian... tengo vida también ¿sabes? —interrumpió. No tenía ganas de ser responsable.

— Roger, por favor, te lo estoy pidiendo —suspiró—. Ni siquiera tendría que pedirte por favor, esto es parte de nuestro trabajo. Lamentablemente estamos en un rubro donde la jornada se extiende hasta salida la hora de trabajo. Si no fuera...

— ¡Estoy ocupado, Brian! —le gritó.

— ¡Natalie Manson fue declarada muerta hace dos años! —exclamó devuelta.

Y Roger supo que en realidad era algo serio.

(...)

— Gracias por haber venido —cerró la puerta tras ellos. El rubio miró el gran departamento con curiosidad, logrando distraerse viendo las fotos y cuadros en las paredes.

— Tranquilo, lamento haberte gritado —se disculpó—. Vine tan rápido como pude... ¿cómo es eso que esta muerta?

— No tengo idea, pero busqué más información y toda coincide. No es un nombre repetido, es... es ella.

— Pero es imposible. Primero que nada, ¿por qué se pondría un nombre de una mujer muerta?

— Según esto, Ronald y Natalie se casaron el año dos mil doce —leyó Brian.

— Sí, eso sale en el expediente.

— Pero Natalie murió el dos mil diecisiete —siguió—. Por un disparo en el pecho. Fue tratada en el hospital presbiteriano de Queens, donde falleció a las tres cuarenta y siete de la madrugada, producto de un paro cardiorrespiratorio.

— Pero en el expediente...

— Lo sé, nada de esto está en el expediente de la oficina. Lo encontré en uno del año pasado —dijo.

— ¿De dónde lo sacaste? —preguntó con interés revisando el documento que acababa de ser impreso.

— Lo encontré en mis carpetas de ese año. No lo recordaba, pero yo fui parte de los que tuvieron que ver ese caso. No encontrarnos al asesino y me dejaron fuera de este. ¿Cómo no pude recordarlo...?

— Porque eres un estúpido —argumentó—. Pero uno inteligente.

— ¿Gracias? Supongo —dijo con extrañeza.

— Si el expediente oficial del precinto está erróneo... significa qué hay alguien que está falsificando ciertos expedientes —dedujo Roger.

— En ese caso hay alguien coludido con esta impostora —siguió Brian.

— Y quizás...

— Tiene que ver con la desaparición de Ronald —dijeron al mismo tiempo.

— Mierda, creo que esto va más allá —masculló Brian.

— ¿Crees que la esposa lo haya matado? —preguntó Roger.

— La verdad no lo sé. Los vecinos dijeron que ella estuvo en el departamento todo ese día —respondió May.

— Pudo haber contratado un sicario —siguió Roger.

— No sabemos si está muerto. Puede que haya escapado.

— Brian, si la tipa fingió ser su esposa es porque no fue una simple desaparición. O es un homicidio o un secuestro. Ambas opciones disfrazadas en una falsa cónyuge para hacerlo pasar más casual. Manson no tenía padre, nunca lo conoció, y solo tenía a su madre. Sin amigos siquiera... tengo entendido que era alguien muy reservado, además. ¿No crees que todo concuerda para poder fingir una desaparición?

— ¿Pero para qué notificar a la policía? —preguntó.

— Porque tarde o temprano algo los delataría, y es mejor jugar el papel de la víctima —explicó Roger—. Planearon el crimen perfecto y pensaron que lo dejaríamos en un caso abierto y sin resolver. Estoy seguro que si encontramos el cuerpo sin vida de Ronald, parecerá que se suicidó, sino, parecerá que simplemente abandonó a su extraña familia.

— Es... es lo más probable —coincidieron.

— Mira, May... considerando que falsificaron un documento y que nadie se dio cuenta de eso, tenemos que trabajar el caso sin notificarle a nadie —dijo Taylor.

— ¿Estás loco? Pueden...

— Pueden sabotear el caso sino —dijo—. No sabemos quién cambió el historial. Puede que haya sido que alguien entró y lo cambió sin que el resto se diese cuenta, pero también puede que haya sido alguien del mismo precinto, y si es así hay un problema mucho mayor.

— ¿Pero para qué tanto alboroto al encubrir algo? —preguntó Brian con confusión—. Yo opino qué hay algo más allá de una simple desaparición. Todo está demasiado bien estructurado, quizás solo tuvieron una actriz o lo que sea con mala memoria, y con una excelente capacidad para mentir, aunque muy poca habilidad para hacer que sus perfectas mentiras coincidan.

— Hay que preguntar por más casos, investigar por nuestra cuenta y hacer lo necesario —dijo Roger con convicción—. Diremos que investigamos el caso y diremos que no encontramos nada, hasta encontrar el cuerpo. El resto lo resolveremos por nuestra cuenta.

— Necesitaremos cierta ayuda, Rog —intervino el rizado—. No podremos solos, habrán muchas cosas que considerarán ilegales. Pueden despedirnos o pueden sacarnos del caso, lo que es aún peor.

— Habrá que tener cautela. Habrá que trabajar en horarios fuera de trabajo y habrá que ser transparentes el uno con el otro —dijo convencido—. Creo que hoy no dormiremos mucho... fuera del sentido sexual.

— ¿Acaso solo piensas en eso? —preguntó Brian sin poder evitar una risa y fue a servir dos cafés. Sería una larga noche.

— No, pero amo hacer chistes con eso —explicó—. En fin, voy a revisar más expediente antiguos, mañana revisaré las cámaras de seguridad. Necesitaremos cierto apoyo, solos no podremos.

— ¿A quiénes tienes en mente? —preguntó Brian.

— Ehrm... Staffell —respondió—. Es informático además de oficial. Es como... ese meme de "¡genial, premio doble!" —dijo Roger—. ¿Qué hay de ti? Yo no conozco a todos, tú llevas más tiempo aquí.

— Necesitaremos... alguien que nos ayude con...

— Staffell —siguió.

— Tienes razón —admitió—. Pero no podemos ser solo tres.

— Lo sé... ¿qué pasa si encontramos el cadáver? —preguntó Roger.

— En ese caso estaría bien tener pensado antes un forense y ver si podemos lograr que lo asignen al caso. Soy amigo de Deacon. Es pulcro en su trabajo y honesto. Nos servirá.

— Bien. ¿Alguien más? —preguntó.

— Por ahora no —admitió—. Diría en el sargento, pero no creo que nos convenga tener un jefe. Hablaré con Deacon, tú habla con Staffell.

— Está bien. Intentaré encontrar más información —dijo Roger sentándose en la mesa del escritorio para poder leer algunos expedientes.

— Claro, hay que intentar conversar lo que encontramos —señaló Brian—. Pero siento que será difícil.

— Yo siento que mañana tendremos que irnos juntos al trabajo —suspiró Roger con cansancio.

— Sí, yo también.

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