«29»
Ooh, love, ooh, loverboy
What're you doin' tonight, hey, boy?
Set my alarm, turn on my charm
That's because I'm a good old-fashioned loverboy
Ooh, let me feel your heartbeat (Grow faster, faster)
Ooh, ooh, can you feel my love heat?
Come on and sit on my hot-seat of love
And tell me how do you feel right after all
I'd like for you and I to go romancing
Say the word, your wish is my command
•
•
•
Una tarde de martes, los cuatro agentes de las fuerzas policiales se encontraban en la casa de Tim para seguir analizando el caso. Llevaban mucho avance y estaban contentos de saber que las personas rescatadas habían sido devueltas a sus familias y reubicadas con éxito para su seguridad.
Tim había pedido una pizza, y mientras los cuarto comían, se encontraban analizando los detalles del caso. Esperaban no tardar tanto, considerando que estaban bastante cansados y que a Dominique ya le dolía la cabeza. La casa de Staffell estaba realmente desordenada por los documentos, fotos y papeles que tenían repartidos.
— Bien, entonces —Roger escribió algo en una libreta con su letra médica—. Ronald Manson fue asesinado por Jared... cuyo apellido sigo sin encontrar, por la mierda. A su vez, Oliver Asher fue el autor del crimen de la real Natalie Manson cuando ella quiso acusar a su esposo y su red de tráfico.
— Tenemos que considerar el hecho que Manson apareció lejos del último lugar donde fue visto, que fue donde encontramos su anillo de bodas, pelo de peluca, restos de impresión de camiseta...
— Exacto —asintió el rubio a lo dicho por Brian—. Eso significa que pudo haber sido secuestrado. En la escena del crimen había sangre. Si bien pudo haberse desangrado allí, parece más que allí fue asesinado.
— Puede que lo hayan dejado allí para hacerlo parecer el suicidio que dictaminó el forense —siguió Dominique—. El arma no tiene huellas dactilares, pero sí tiene restos de vinagre que significa que alguien borró las que hubieron, Manson era zurdo y el mensaje suicida apareció en la mano izquierda. Además es extraña la posición del cuerpo.
— Es como lo de Kurt Cobain, te dice a gritos que fue homicidio —dijo Roger—. Bueno, tenemos una confesión... de todas formas será difícil que la tomen en cuenta al ser obtenida cuando estábamos infiltrados.
— Se mató, tenía depresión —repuso Brian.
— El punto no es él ahora —intervino Tim—. Ronald no fue un exitoso cantante.
— Ya, concéntrense —pidió la azabache con cansancio—. Sabemos que Audrey fue secuestrada como parte del tráfico. Ahora, no sabemos con exactitud si sus hijas las tuvo antes o después de esto, y si son de alguien del tráfico. Sabemos que no son de Ronald.
— A menos que solamente no las haya reconocido —intervino Roger—. Si Manson la compró, debió ser porque ya le había puesto el ojo encima. Considerando qué le hacen a las personas del tráfico...
— Roger tiene razón —asintió Brian—. Por ahora tenemos esto. El tráfico existe o hace tratos con personas de todo el mundo, muchas de ellas importantes. Al verse amenazados, matan a los soplones —explicó—. Sabemos que alguien del precinto y de nuestro piso ha estado cambiando expedientes con el fin de encubrir este tráfico. No sabemos quién es ni los motivos.
— Yo tengo sospechas de Steve —comentó Roger—. De la nada quiere acercarse mucho a nosotros. Además me conseguí el historial de personas que visitaron la sala de expedientes y... ha ido demasiadas veces.
— No puedes acusar a alguien sólo porque te cae mal —comentó Tim.
— No estoy diciendo que me caiga mal. Siquiera me cae —repuso el rubio—. Estoy diciendo que tiene una actitud extraña y que además de eso pues... ha ido muchas veces por expedientes.
— Yo creo que fue Doug —comentó Brian—. Es el señuelo perfecto. El que no dañaría a una mosca. Además están Albert Olsen y Travis Scott. Ellos estaban en el pub. Creo que tienen más posibilidades de ser el traidor antes que Steve.
— Uhm no lo sé, mi instinto gay no falla —dijo Roger. Dominique intentó no ponerse a reír por lo que acababa de decir.
— Necesitamos más pruebas —insistió Tim, que no quería que su compañero fuera culpado, al ser su pareja al momento de patrullar.
— No podemos dejar de lado a Albert y Travis —comentó Dominique—. Yo creo que ellos tuvieron algo que ver. O tienen algo que ver. ¿Cómo es que estaban buscándolos en el pub?
— Es cierto —asintió Brian—. ¿Y qué hubieran hecho en caso de habernos encontrado? ¿Arrestarnos? ¿Dispararnos?
— No... no lo sé —admitió el rubio—. Yo intento alejarme de esos dos.
— Yo también. Pero insisto, ellos tienen algo que ver. No sé si sean ellos los que están metidos en el tráfico, pero al menos trabajan para quien lo está —dijo Brian.
— Sí, tienes razón —asintió Tim—. Quizás debamos poner más ojo a nuestros compañeros.
— Definitivamente —asintió Roger.
— Les traeré un café —comentó el dueño de casa levantándose.
— Yo iré al baño —Dominique hizo lo mismo saliendo de la habitación.
— Con leche por favor —pidió Roger.
— Claro, ningún problema —asintió el castaño a tiempo que desaparecía. Roger jugó con su celular y Brian se acercó a este.
— ¿Qué haces? —se sentó a su lado y rodeó sus hombros con un brazo. El rubio se apoyó en él.
— Estoy jugando a los sims —respondió con normalidad—. No jugaba de hace tanto que estoy divorciándome de Chris y lo eliminaré de la ciudad.
Brian soltó una carcajada y le acarició el pelo con suavidad mientras miraba su juego.
— ¿Estabas casado con Chris en los sims? —enarcó una ceja.
— Uhjum. Era parte de las misiones casar dos sims —explicó—. Ahora te tengo que separar de Paquita.
— ¿Paquita? —enarcó una ceja nuevamente mientras reía.
— Uhjum. La novia que te hice en ese tiempo en el juego... ya sabes, cuando estabas todo el día de "soy heterosexual, Roger. Aleja tus homosexualismos de mí" —imitó una voz ronca. Brian rió con ganas.
— Así no soné.
— Así sonaste —repuso riendo—. Uy, Chris se murió. Qué lástima —sonrió con cinismo—. Ahora a poner ser romántico hasta que le dé la opción de ñiqui ñiqui.
— ¡Roger! —soltó una risa.
— ¡Así es más rápido que avance! —se justificó.
— Sí, claro —lo molestó entre risas.
— ¡Solo quiero que avancen en nivel de relación! —rió—. Uy Paquita también murió. Qué triste.
— Ese avatar ni se parece a mí —rió—. No tengo un afro.
— Es un juego limitado, Brian, no hay un peinado "aceptable en los 80's" —rió—. O "chica de Flashdance"
— No tengo el peinado de la chica de Flashdance —rió Brian.
— Uhm sí, lo tienes —rió Roger.
— ¿Auch?
— Deberías estar feliz, te queda lindo —siguió jugando.
— Pues gracias... —siguió jugando con las hebras rubias del contrario—. ¿En qué nivel de relación nos tenías?
— En mejores amigos —respondió—. Así que cuesta un poco que pase a romance. Por ahora voy en "en una cita".
— En estricto rigor...
— No puedo ponerle a los sims "amigos con derechos" —rió.
— ¿Y por qué en vez de hacer ñiqui ñiqui en un juego tenemos una cita y...?
— Diablos, Brian —soltó una risa.
— Admítelo, te gustó —besó su cabeza.
— Claro que me gustó, te lo dije esa mañana —siguió jugando con el juego.
— Lo sé... y por lo mismo...
— Ya volví —anunció Dominique ingresando. Brian dio un respingo y volteó a verla, Roger siquiera se inmutó—. Aw... están acurrucaditos.
— Cállate, Dom —la riñó Brian. Ella soltó una carcajada y mientras los oficiales se volvían a acomodar de una forma menos melosa, ella tomó asiento donde estaba antes.
— Si hubieras llegado dos minutos después nos hubiéramos estado besando —murmuró Roger. Dominique pareció no oír o no querer molestar más a su mejor amigo, por lo que no hizo comentario alguno y Brian solo se sonrojó.
Pronto Tim volvió con una bandeja que contenía cuatro tazones de café. La puso en la mesa y se sentó en otro sofá sin darse cuenta de lo que había ocurrido antes.
— Bueno, aquí tienen. Quizás se nos pase un poco la hora —admitió el castaño.
— Gracias —el rubio tomó del café sin importarle que estaba hirviendo—. Bien, sigamos —suspiró—. No podemos denunciar nada hasta que sepamos quién fue el que encubre, así que hay que investigar a los del precinto. Empezando con Travis y Albert.
— Me parece buen plan —asintió—. Una duda, ¿tenían huellas digitales los secuestrados que rescatamos?
— No —respondió Dominique—. La adolescente dijo que les quemaban los dedos para quitarlas y les aplicaban químicos... básicamente una tortura.
— Dios —suspiró Brian—. Tenemos otro nombre. Nigel Stone.
— ¿Nigel Stone? —preguntó Tim—. Me suena.
— Encontré que estaban tratando de limpiarle el expediente el otro día —explicó—. En mis archivos anteriores pude ver el tatuaje. Todos los del tráfico lo tienen... el expediente no era tanto, pero aún así querían cambiarlo.
— Roger, tú que viste el historial de quiénes revisaron los expedientes —comenzó Dominique—. ¿Quienes fueron los que menos fueron?
— El sargento, Igor, Travis y el capitán —respondió—. Además de Brian y yo.
— Yo descartaría a esos tres —comentó Brian—. A excepción de Travis. Los otros no tienen cómo conseguir los expedientes que van a cambiar si no van. En caso de que sea Travis sabemos que trabaja con Albert.
— Concuerdo —asintió Tim—. Además el capitán está cooperando con el caso. No nos hubiera dado la orden judicial ni hubiera transferido a las víctimas. Si hubiera sido Hutton ya estaríamos muertos.
— Opinó lo mismo —asintió Dominique—. Este caso está complejo.
— Muchísimo —suspiró Roger—. Debí estudiar criminología ese año, no física teórica —masculló.
— ¿Estudiaste un año física teórica? —preguntó Brian asombrado.
— Eh, sí. Salí de la escuela a los dieciséis —explicó—. Me adelantaron dos años... en uno estudié eso pero no era para mí... después entré a la academia y salí antes también ahí.
— Por eso eras tan joven —masculló Brian comprendiendo.
— Salí de la academia con diecinueve para veinte —explicó—. Cumplí los veinte trabajando en Brooklyn.
— Roggie es superdotado —sonrió Dominique con orgullo—. Es como Sheldon Cooper.
— No soy como Sheldon Cooper, no estoy tan... espera sí, podría decirse que sí —pensó en voz alta—. Pero eso no importa ahora, nos desviamos del tema. Lo importante es saber quién es el líder. Tengo entendido que hay otro centro. Debemos saber dónde queda. Podemos ir desmantelando todo este asunto de a poco desde dentro.
— Sí, podemos... ir dando nombres, ir arrestando personas por otros cargos. Por ejemplo por fraude. Podemos... podemos mirar en sus transacciones o buscar si hay algo extraño —asintió Brian.
— La próxima vez que nos infiltremos hay que conseguirse la dirección del centro b —propuso Dominique—. Después iremos allá e intentaremos conseguir mayor información.
— Si el infiltrado del precinto nos ve estaremos jodidos —comentó Tim.
— Hay que perfeccionar los disfraces —propuso la chica—. Usar cosas que nos cubran el rostro... como pasamontañas. El único que debe verse y parecerse a alguien es Roger porque interpreta a Oliver Asher.
— Hemos hablado por teléfono con Clyde Asher —comentó Brian—. Nos dijo que Oliver tenía un diario y nos dijo en qué parte de la casa lo guardaba. Deberíamos ir a buscarlo.
— Yo me conseguí su perfil psiquiátrico —comentó Roger—. Un loco imitando a otro es algo tan trillado...
— Te pareces físicamente a Oliver. Todos lo vimos en la foto del expediente. Son casi idénticos.
— Oliver tenía la nariz más respingaba que yo. Eso se soluciona con maquillaje y con pasta de piel —dijo el rubio—. Por otro lado, él tenía los ojos verdes. Eso lo cambiaré con lentes de contacto.
— Me parece bien. Mañana Roger y yo iremos a la residencia de los Asher. Está abandonada desde que Oliver murió, considerando que ya estaba pagada y que se preserva por si el dueño, que es Clyde, salga de la cárcel. No pueden venderla hasta que muera.
— Entonces debemos ir rápido —comentó Dominique a lo dicho por Brian—. Es común que en las cárceles los reclusos se maten entre ellos.
— Los homicidas no tienen a ser asesinados —repuso Tim—. Son temidos. Fui gendarmen por seis meses hace unos cuatro años y las peleas y cosas así siempre son entre los más agresivos. Si Asher no lo es...
— Apuñaló al novio de su hijo ocho veces y además lo estampó contra la pared siete más —repuso Brian.
— Bueno, mi punto se fue a la mierda —comentó Tim.
— Nos apuraremos en conseguir la orden de investigación —comentó Roger—. Déjenoslo a nosotros.
— Bien. Nosotros vamos a seguir a Albert y Travis —dijo Dominique.
— Y yo a Steve —propuso el rubio.
— Yo a Doug —suspiró Brian.
— No hemos avanzado nada —murmuró Tim frustrado.
— Triste, pero cierto —se rascó la cien Roger.
— Tenemos la confesión de ambos crímenes —repuso Brian—. Y sabiendo la entrada al tráfico tenemos mayor acceso a nueva información.
— Pero llevamos casi un año, Brian —repuso Roger—. Pensé que a este punto el caso estaría resuelto.
— Lo sé y yo también, pero estamos tratando de disolver un tráfico de personas que lleva años en secreto, donde hay gente importante de por medio y donde nuestro pellejo y vida depende de que seamos precavidos —siguió el rizado—. No te regañes por el tiempo que llevamos en esto, solo piensa en que vamos encaminándonos a algo más certero poco a poco, y que si seguimos así vamos a lograr resolver esto.
— Bien —suspiró—. Me siento fracasado.
— No eres fracasado, Rog... —repuso Dominique.
— No importa eso ahora —suspiró—. Mañana Brian y yo iremos a la casa de Oliver. Lo prometo.
(...)
Cuando volvieron al departamento del rubio, puesto que Brian había ido a dejarlo, este estaba vacío en su totalidad. Roger vio una nota en la mesa de la entrada de su padre que decía que habían salido con Clare donde la abuela y que volverían tarde. El rubio se encogió de hombros y fue a la cocina a prepararse un té. Brian decidió seguirlo.
Mientras sacaba el azúcar de un gabinete sintió que Brian le abrazaba la cintura desde atrás y dejaba un beso suave y delicado en su cuello. Su piel se erizó apenas los labios del rizado hicieron contacto con ella y una sonrisa boba se dibujó en sus labios.
— ¿Qué necesita, oficial May? —preguntó mientras sacaba las otras cosas dejando que lo abrazara y comenzando a preparar ambos tés.
— Sus labios, oficial Taylor —le siguió el juego con un tono de voz seductor y romántico mientras dejaba otro suave beso.
— Mi papá y mi hermana van a llegar en cualquier momento. No creo que quieras que nos encuentren en algo indecoroso —soltó una risa nerviosa a tiempo que revolvía la infusión con una cuchara plateada.
— ¿En qué momento sugerí algo así? Me sorprendes, Roger —lo molestó riendo y con delicados movimientos lo dio vuelta para que estuvieran frente a frente y pudiera besarle los labios, a lo que el nombrado claramente correspondió.
— Tus acciones hablaron por sí solas —puso sus manos en sus hombros y los acarició—. Hueles a pizza.
— Tú a tabaco —besó su frente—. Mezclado con anochecer.
— ¿Anochecer? —soltó una risa.
— Sí, a anochecer —acarició su cintura—. Y a rosas. Hueles como... un campo de rosas durante el anochecer.
— Y con cigarro en mano —le guiñó un ojo. Brian rió.
— No mates mi romanticismo, rubia.
— Lo lamento, poodle. Tú hueles... —se puso en su cuello y aspiró. Luego se separó y lo miró—. A pizza. Definitivamente hueles a pizza.
— ¡Roger! —estalló en risas.
— ¡Me gusta la pizza! —se justificó—. Ok, ok, ahora sí, prometo ser serio —rió mirando hacia abajo. Brian lo tomó con suavidad del mentón, hizo que lo mirara y lo besó.
— Dime a qué huelo —hizo caricias suaves allí.
— Me nublas los sentidos, no puedo —murmuró cerrando los ojos.
— Entonces no te toco —se separó alzando las manos.
— ¡Brian!
— Dijiste que te nublaba los sentidos, ¿o no? —sonrió con sorna mostrando sus colmillos. Roger reía y le dio un manotazo suave y juguetón en la cabeza—. ¡Oye! —rió.
— Ya no quiero nada —se cruzó de brazos haciendo un puchero. Brian rió levemente al verlo.
— Ya, niño berrinchudo —le revolvió el pelo y fue a sentarse en el sofá. Roger tomó los dos tazones y fue hacia él sentándose a su lado y dejándolos en la mesita.
— No soy berrinchudo —repuso.
— Ajá. Lo eres —lo tomó de la cintura y lo sentó en sus piernas—. Dime a qué huelo.
— Ya te dije, a pizza —sonrió con sorna y se cruzó de brazos. Brian con movimientos delicados puso ambas manos del rubio tras su cuello para que lo abrazara.
— No huelo a pizza, quiero un olor real —dejó besos en su cuello y le quitó la corbata del uniforme con cuidado.
— ¿Qué haces? —se sonrojó.
— Nada, te estoy dando comodidad —le quitó la gorra y se separó dejando las cosas a un lado—. Deja de mal pensar todo, niñito caliente.
— ¡No me diga así! —rió—. Solo por eso no te diré a qué hueles —se soltó un propio botón y movió el cuello en círculos—. Me duele la espalda
— Eso no es culpa mía —dijo rápidamente. Roger le bajó el gorro del uniforme y Brian soltó una carcajada.
— No, es del escritorio y del papeleo que tuve que hacer —rodó los ojos y se apoyó con calma en su clavícula. Brian lo abrazó con cuidado.
— Uhjum, lo sé, pero te pones rojo y te ves bonito así —explicó.
— Gracias —cerró los ojos sonriendo—. Y a chocolate con café.
— ¿Eh?
— A eso hueles —siguió acurrucado.
— Deja de comprarme con comida, Roggie —rió.
— ¡No es por eso! —rió también—. No hay nada mejor que en un día lluvioso estar en cama tomando café y comiendo chocolate. Y a eso hueles. A lluvia, café, chocolate y libros nuevos.
— Buena comparación, niñito anochecer —comentó y le acarició el pelo.
— Me gustó ese apodo...
— Entonces lo usaré más seguido —besó su frente—. ¿Qué hora es?
— Uhm creo que las once —miró el reloj de pared y asintió—. Once con cinco. ¿Te quedas a dormir?
— Claro —asintió—. Dormiré en el sofá.
— Duerme conmigo, no es la gran polémica —rió acariciándole el cabello.
— Está bien, bonito —lo miró sonriendo—. ¿De qué es el té?
— Ni idea, de té, supongo —rió. Brian soltó una risa y tomó la taza dañándole un sorbo.
— Está delicioso —lo dejó con cuidado sobre un posavasos—. Como tus labios.
— ¿Y como los tuyos?
— Son mejores los tuyos —los acarició. Las mejillas de Roger se encendieron ante aquel tacto tan simple—. Deliciosos como tu cuello.
— ¿Mi cuello?
— Es suave. Y dulce —explicó—. Me gusta besarlo.
— Nada te lo impide.
— Lo sé, pero ahora no, te pones calenturiento y van a llegar tu papá y tu hermana —lo molestó. Roger rodó los ojos con una sonrisa.
— Cállate y bésame mejor.
— ¿Y si me callas tú?
— Bueno —le tomó los labios a modo de pinza—. Listo, callado.
Brian soltó una risa a tiempo que con esa acción el rubio soltaba su agarre. Luego volvió a abrazarlo de la cintura y besó su frente. Una bonita sonrisa iluminó el rostro del receptor y al verla Brian decidió besarlo otra vez. Se besaban con amor, moviendo sus labios al mismo ritmo suave y lento, con Roger abrazando su cuello y el rizado su cintura.
Y claro, eso hizo que no se dieran cuenta que Michael y Clare acaban de entrar y los miraban algo sorprendidos.
— Buenas noches, hijo, hay preservativos en el baño —lo molestó Michael mientras se sacaba la chaqueta. Clare soltó una carcajada y los dos oficiales rápidamente se separaron con bochorno, haciendo que el rubio casi se cayera de las piernas del rizado, quien tuvo que afirmarlo mejor para que no lo hiciera.
— ¡Papá! —lo miró rojo—. ¡No íbamos a hacer nada!
— Sus lenguas dicen otra cosa —molestó Clare a su hermano entre risas. Él le levantó el dedo medio con un gesto de hastío—. ¡Hey! ¡Yo no era la que se besuqueaba con su novio en plena sala!
— No somos novios —intervino Brian con algo de vergüenza por lo recientemente vivido.
— La mierda que sean —se encogió de hombros ella.
— Ya, tu hermano y su vida amorosa no son asunto tuyo, Clare —comentó Michael riendo a tiempo que el rubio salía de las piernas de Brian y se sentaba a un lado.
— Tú empezaste a molestarlo —refutó ella sonriendo.
— Sí, pero es diferente. Yo soy su padre —rió. Roger rodó los ojos con las mejillas rojas.
— Los odio.
— Nos amas —sonrieron Clare y Michael al mismo tiempo. Brian se animó a sonreír y a acariciar la mano del rubio.
— Bueno, tu novio no novio, ¿gusta de un sándwich o algo?
— No se preocupe, señor Taylor, comimos en casa de un colega —respondió Brian con cordialidad—. Muchas gracias.
— No es nada. Brian, ¿no? Roger habla mucho de ti —comentó a tiempo que se sentaba en uno de los sillones individuales.
— Sí, Brian —respondió.
— Pues cara de escroto como dijiste, no tiene —masculló Clare. Roger le lanzó un cojín y Brian al no haber oído el comentario de la rubia soltó una risa confundida.
— Son dos niños los dos —rió Michael con ganas—. Pero se llevan muy bien.
— Clare fue la primera en oír mi salida del closet —comentó Roger—. Aunque fue accidental.
— Tener doce y encontrar a tu hermano besuqueándose en su habitación con su "mejor amigo" es algo que confunde —admitió la chica. Brian soltó una risa, le pareció tierno la relación de hermanos que tenían. Nostalgia.
— Tuve que sobornarla para que no dijera nada —rió Roger—. Le daba galletas y tenía que comprarle tamagotchis.
— La mejor inversión de mi vida —comentó la adolescente con orgullo. Michael rió.
— A veces Clare nos da miedo —rió.
— ¿Por qué? ¿Porque a los siete incendié la alfombra? ¿O porque a los cuatro casi maté al gato?
— Nunca te perdonaré lo de botitas, maldita mocosa —dijo Roger frunciendo el ceño.
— ¡Tú te besuqueabas con mis muñecos Ken!
— ¡Era un puberto confundido! —se justificó.
— Dios mío, los dos me salieron enfermitos —murmuró Michael.
— Acabas de conocer a Brian y ya lo estás asustando —dijo Roger.
— Es un don —dijo Clare sonriendo y guiñándole el ojo—. Y ya conocía a Brian, lo conocí en los juicios y hasta fui a la fiesta.
— Oh, cierto —asintió—. Lo había olvidado.
— Uhjum —asintió ella y fue a servirse papas fritas. Roger le robó un puñado una vez la chica se había sentado y en respuesta tuvo la mirada asesina de su hermana.
— ¿Y está muy ajetreado el trabajo? —preguntó Michael.
— Más o menos, pero es lo que nos apasiona —respondió el rizado con una sonrisa sincera—. Aunque sí es tedioso realizar los papeleos.
— Ni que lo digas —comentó Roger con la boca llena y se levantó a servirse papas él y a poner chocolate en el microondas.
— ¿Mucho papeleo? —preguntó Michael.
— Depende —respondió Brian—. A veces si hay muchos casos simples no es tanto, los más complejos requieren mucho —bebió de su té. Roger había sacado el chocolate ya derretido y le vertió las papas dentro. Brian lo miró algo confundido.
— Déjalo, prefiero que sea adicto a comidas raras que a los medicamentos —le comentó Michael mientras el rubio iba con calma a sentarse al lado de Brian para comer su extraña merienda.
— Claro —sonrió el rizado y con dulzura lo abrazó por los hombros mientras Roger comía con ambas manos como si fuera una ardilla.
Siguieron charlando un rayo y luego fueron a dormir. Se cambiaron en la misma habitación, a fin de cuentas ya habían tenido intimidad un par de veces y no se avergonzaban del otro. Se cambiaron y entraron a la cama del rubio. Brian lo abrazó.
— Me agrada tu familia —comentó acariciándole el pelo.
— Gracias. Al parecer también les agradaste —lo abrazó devuelta y sonrió cerrando los ojos.
— Me alegra mucho. Así cuando avancemos al noviazgo será todo más fácil.
— Mucho más fácil —besó sus labios y lo miró sonriendo—. ¿Y tú? ¿Me presentarás a tu familia?
— Claro que sí. Déjame decirles que también me gustan los chicos primero —soltó una risa. El rubio asintió con una sonrisa.
— Entiendo la situación, mi amor. No te preocupes. Tómate tu tiempo, ¿sí?
— Muchas gracias, Roggie —besó su frente—. Te amo.
— Yo también te amo —aseguró sonriendo—. ¿Quieres oír un chiste?
— Ya duérmete —rió.
— ¿Por qué un tomate no toma café?
— Ay Dios.
— Porque toma té —rió escandalosamente y Brian lo miró con una expresión confusa—. Ríete, ano apretado.
— ¿Qué? —lo último sí lo hizo reír.
— Sí, ano apretado —repitió riendo—. Amargado.
— ¡Hey!
— Ríete de mis bromas, malo —le manoseó la cara y Brian soltó una risa.
— Bueno, bueno, niñito anochecer. Pero duérmete.
— Bien —rió.
— Mañana tenemos un día largo. Debemos entrevistar a Asher e ir a su casa.
— Uhm... no hables de trabajo ahora —se acurrucó y cerró los ojos.
— Está bien, bonito —besó su cabeza—. Dulces sueños.
— A ti también.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top