«26»

All through the day
I me mine, I me mine, I me mine
All through the night
I me mine, I me mine, I me mine
Now they're frightened of leaving it
Everyone's weaving it
Coming on strong all the time
All through the day
I me mine


La tibia mañana de sábado se asomaba por las gruesas cortinas. La habitación había sido testigo de una maravillosa noche de amor y pasión en la que ambos se entregaron el uno al otro de una forma inolvidable.

Brian ya estaba despierto y acariciaba la espalda del bonito rubio que dormía en su pecho. Se veía tan precioso, con el cabello revuelto sobre su rostro y los lunares de sus hombros y espaldas visibles gracias a su apolínea desnudez que era cubierta por las suaves sábanas. Parecía un precioso ángel caído del cielo.

Recordaba cada instante de la noche. Había sido maravillosa. De eso no había duda alguna. Solo algo le confundía, lo cual era el hecho que pese a que habían quedado de ir lento, el rubio se había acostado con él.

Y no se arrepentía de lo que hicieron, al contrario, había sido realmente hermoso. Había sido algo que realmente deseó y disfrutó. El problema era otro, el cual era saber qué quería Roger con él.

Brian era alguien inseguro. Desde su infancia lo había sido debido a ese triste acontecimiento que marcó un antes y un después en su vida. Tristemente habían sucesos que afectaban por siempre.

Sus pensamientos se dispersaron cuando sintió que su chico bonito comenzaba a despertar. Este se restregó un ojo y lo abrazó aún más, moviendo levemente la cabeza y murmurando algunas cosas. Brian lo observó con curiosidad y a la vez ternura. Parecía un cachorrito que se acomodaba.

— Hey —le susurró acariciándole el cabello—. Buenos días.

— Buenos días, Brimi... —siguió unos momentos con los ojos cerrados. La voz le había salido algo ronca por el sueño.

— ¿Dormiste bien? —preguntó.

— Muchísimo... lo de anoche fue maravilloso —sonrió el rubio.

— Lo sé —suspiró. Se maldijo a sí mismo. Tenía al chico de sus sueños acostado en su pecho, desnudo tras haber hecho el amor. ¿Por qué seguía inseguro?

— Cuando quieras podemos repetirlo... —soltó una risita nerviosa—. Fue muy hermoso.

— Me encantaría, Rog —admitió.

— Sí... —seguía abrazándolo—. Estuve pensando, ¿sabes?

— Oh, entonces sí lo haces —lo molestó y dejó un beso en su cabeza. Roger rió y le dio un leve golpe en el brazo de forma juguetona para luego volver a abrazarlo.

— Sí, bobo, lo hago y mucho —rió levemente—. A lo que iba... es que estaba pensando en nosotros...

— ¿Sí?

— Sí, mi amor —se incorporó un poco para poder mirarlo—. Te dije que quería esperar y...

Brian frunció el ceño. ¿De verdad iba a decirle eso?

— ¿Qué?

— Déjame seguir hablando, mi amor.

— No, Roger —suspiró—. ¿Qué soy para ti?

— A eso iba, Brimi...

— Sigues insistiendo en que esperemos—se frotó la cara—. Dios, soy un estúpido.

— No, Brian, déjame explicarte —dijo con calma—. Yo no quiero que sigamos así, iba a decirte que...

— ¿Qué? ¿Que ahora nos podemos acostar? —miró a otra parte. Se sintió dolido—. Me la busqué... ¿no?

— Brian, no me estás escuchando —repuso desconcertado—. ¿Por qué reaccionas así?

— Porque estás jugando conmigo, por eso —murmuró.

— Iba a decirte que quería dar el siguiente paso —miró hacia abajo.

— Los dos sabemos que no es eso, no tienes que mentir. Lo estás demostrando —dijo en voz baja.

— Mi amor, mírame —lo tomó de las mejillas y dejó un beso en sus labios—. Solo me importas tú. No estoy jugando contigo. Solo te pedí tiempo antes.

— Y ahora otra vez... solo te estás justificando, Rog... por favor, no es necesario mentir —lo miró triste.

— Yo no te miento. Lo he pensado mucho, Bri...

— ¿Justo ahora? ¿Cuando tuvimos relaciones?

— No tiene que ver con eso, Bri. En serio, estás pasándote... —seguía mirándolo con desconcierto.

— No, tú te estás pasando, me siento inseguro de que estés jugando conmigo —admitió.

— Yo no haría eso.

— No lo sé, cuando nos conocimos me coqueteabas sin sentir nada y estando con Chris —repuso—. ¿O eso no es jugar?

— Eso fue hace como un año, Bri... —suspiró.

— Aún así lo hiciste. Jugabas con él y después te quejabas de...

— ¿Qué tiene que ver Christopher en esto? —frunció el ceño—. Yo no jugaba con él además, era una relación abierta. Después decidimos cerrarla y él se pasó de idiota. Así como tú estás haciendo ahora.

— Ah. ¿Yo me paso? Roger deja de ilusionarme.

— No te estoy ilusionando, Brian. Por Dios, escucha —se frotó el rostro—. ¿No te das cuenta que anoche no fue que tuvimos sexo solamente?

— No entiendo qué estás diciendo. Pero quiero que te vayas por favor, necesito estar solo —suspiró.

— Brian, escúchame por favor. Entiendo que estés inseguro porque yo lo soy, pero...

— ¿Pero?

— Pero sí quiero seguir y dar el siguiente paso —lo miró.

— No te creo —suspiró—. Estás demasiado trastornado para saber qué quieres —se levantó. Roger lo miró con incredulidad e indignación.

— ¿Perdón? Te estoy diciendo que quiero... —suspiró—. ¿Por qué complicas las cosas por las puras y me insultas de paso?

— ¡Es....! —suspiró—. ¡Ya me tienes cansado!

— ¿Qué? —murmuró.

— Sí, porque actuamos como pareja y no lo somos, pero te enojas porque me acosté con...

— Brian, estás siendo cruel—suspiró.

— ¡Tú eres el cruel, Roger! Ya no quiero seguir "saliendo informalmente" —hizo comillas con los dedos—. Eso es lo único que estás buscando.

— No, no estoy buscando eso —repuso.

— ¿Por qué le das la oportunidad a otros y a mí no?

— ¿Por qué me prometes esperarme y después te follas a cualquiera que te mire bonito? —contraatacó.

— No, tienes razón, lo siento...

— No entiendo por qué te pones así —miró hacia abajo.

— Yo tampoco —admitió—. Es solo que a veces me confundes tanto.

— ¿Por qué...?

— No sé, Roger... eres complicado también —admitió.

— Tú también lo estás siendo. Te enojaste por nada y me insultaste —suspiró.

— No te insulté...

— Sí, porque soy el loquito de patio del precinto —suspiró.

— Ahora solo estás agrandando esto, no te dije eso.

— ¿Yo agrandándolo? ¿Tú crees que yo quería despertar después de haber hecho el amor con mi novio y que salga con esto?

— ¡No somos novios! ¿¡Se te olvida que me rechazaste!? —gritó. Roger dio un respingo.

— Sí, es cierto. Tampoco somos novios porque los novios no se acuestan con otras personas —suspiró.

— ¡Estaba despechado! —se justificó.

— ¿Despechado de qué? Dime, ¿de qué?

— ¡Me llamaste amigo cuando...!

— ¡Tú sabes que esa vez solo quería hacer un comentario bueno!

— ¡Me dolió, Roger! ¿Y así esperas que no piense que solo estás jugando?

— ¡Brian! —suspiró—. ¿Podríamos calmarnos?

— Lo que pasa es que no entiendes. No entiendes porque por tus trastornos te tienen en una bola de cristal o eres tan estúpido que no te das cuenta —soltó. Roger lo miraba dolido.

— Eres un imbécil, Brian.

— Lo qué pasa es que estás acostumbrado a acostarte con cualquier imbécil y dejar las cosas ahí, o a tener relaciones informales que solo son sexo al final y que después te boten.

— Estás siendo demasiado hiriente —murmuró mirando hacia abajo con dolor en el pecho—. Olvidé mis medicinas.

— Y querías eso mismo conmigo —suspiró—. Querías acostarte conmigo y ya.

— Deja de suponer cosas falsas. Siquiera me escuchas cuando te hablo —seguía mirando hacia abajo—. Olvidé mis medicinas y no tengo deseos de que me dé una crisis, así que te pido de la forma más amable que hay... que cierres la puta boca.

— Y tú cierra las putas piernas, ya que te fascina abrírselas a todos. Largo de mi departamento —suspiró frustrado. Roger comenzó a llorar inevitablemente y se levantó a buscar su ropa que estaba desparramada por el suelo—. No es necesario que te victimices.

— No era necesario que empezaras esto —limpió sus ojos, no encontraba toda su ropa.

— Sí, para que dejaras de jugar conmigo...

— ¡Entiende por una puta vez que no soy una puta, que estoy enamorado de ti y que no quiero jugar contigo! —gritó. Brian se sorprendió un poco, se dio cuenta que se había pasado y palideció.

— Yo...

— ¡Y si tan puta crees que soy pues no debiste fijarte en mí en primer lugar! —siguió gritando. Las lágrimas le caían de los ojos. Se sentía avergonzado—. ¡P-Por esto mismo quería ir lento!

— Lo siento, Roggie, yo...

— Roggie tu culo de mierda, déjame tranquilo —se limpió los ojos intentando calmar sus sollozos y comenzó a vestirse rápidamente—. Disfruta con tus zorras de mierda.

— Me pasé, lo siento, Rog, yo...

— ¡Déjame solo por la mierda! —gritó llorando. Le costaba respirar y mentalmente comenzó a cantar la manzanita del Perú. Terminó de vestirse y se acomodó el cabello rápidamente mientras intentaba cubrir con su ropa dos marcas violáceas en su cuello.

— Déjame hacerte un té, así tu crisis...

— En este momento lo que menos quiero es seguir viéndote —admitió—. Eres igual o peor a todos los hijos de puta que me rompieron el corazón —salió de la habitación y posteriormente del departamento. Brian soltó un suspiro pesado, había arruinado las cosas.

Roger caminaba entre sus sollozos. Necesitaba su medicamento y para ello tendría que tomar el metro o un taxi para llegar a su hogar. Eso le tardaría un buen rato y no estaba seguro de aguantar tanto así.

Se sentía humillado, decepcionado. Como si hubiese sido algo sin importancia para Brian. Había sido demasiado tonto en perdonarlo tan rápido a su parecer.

Le apretaba el pecho. Algunos lo miraban extraño por cómo estaba. Como si la gente fuese incapaz de comprender que tener sentimientos no era malo. Solo quería encerrarse y llorar. Necesitaba sus medicamentos con urgencia.

Ningún taxi se detenía y eso empezaba a exasperarlo. Quería llegar pronto a su casa. En eso sintió que lo llamaban. Era Brian.

— Rog, por favor, tenemos que hablarlo —pidió.

— Intenté hacerlo y me mandaste a la mierda —murmuró limpiando sus lágrimas. Brian tomó su mano y el rubio se soltó—. Déjame tranquilo.

— Roggie, necesito explicarte, por favor —pidió.

— ¿Así como tú me dejaste explicar a mí? —preguntó en voz baja limpiando sus lágrimas—. Déjame solo, por favor.

— Rog.

— ¡No! ¡No quiero hablar contigo! —lo miró llorando. En eso se detuvo un taxi y entró con rapidez cerrando la puerta y dándole la dirección.

— Roger —intentó seguirlo con desesperación, pero ya se había ido. Soltó un suspiro frustrado y se jaló los rizos.

Menudo desastre.

(...)

El día lunes por la mañana Roger escribía unos informes en la computadora. Se mostraba digno aunque tenía los ojos hinchados. Había adelantado su hora con su psiquiatra y tuvieron que subirle un poco la dosis de medicación, por lo que andaba con bastante sueño y dolor de cabeza. Sin embargo, se mantenía sereno e intentando calmarse.

Estaba tan dolido. No había esperado eso. Quizás se la había buscado. Se regañaba por no haber estado listo antes, pese a que eso era algo que no podía controlar y que no fue su culpa.

Brian estaba en su escritorio trabajando. El rubio no lo entendía. Le insistió tanto y lo había tratado así. Por más que intentaba no lo lograba comprender del todo. ¿Era necesario haberlo insultado así?

— Atención, reúnanse todos en la sala de reuniones —comentó el capitán Hutton. Los presentes se resignaron a caminar al lugar indicado y tomar asiento. Roger miraba directamente al capitán, sin mirar a su compañero que estaba a su lado.

— Felicidades por el juicio, Rog —le sonrió Igor a tiempo que iba a sentaba en la mesa de al lado.

— Gracias —sonrió levemente y volvió a mirar al frente.

— Buenos días —saludó el capitán—. Los patrullajes serán publicados en un rato. Por ahora asignaré a Albert y Travis a controlar el tráfico y al sargento Mercury y a Austin a tomar control del robo de hace unos días. Los que se quedarán en papeleo a menos que surja una emergencia serán Igor, Doug, Steve... y los demás saldrán a patrullar. Los horarios serán publicados en diez minutos más, para que se vayan preparando.

— Nos toca patrullar —comentó Roger a Brian—. ¿Por donde vamos?

— Quizás nos digan —respondió este incómodo. Ambos intentaban tener profesionalismo, pero considerando la situación se les hacía bastante difícil.

— Iré a preguntar —murmuró.

— No, yo lo hago —se levanto a hablar con Hutton. Roger soltó un suspiro pesado, sería un día largo.

Un rato después los dos oficiales salieron a cumplir su deber de patrullaje. A diferencia de lo que siempre ocurría entre ellos, iban en silencio y serios. El ambiente era realmente tenso e incómodo al parecer de ambos.

— Yo conduzco —dijo Roger en voz baja.

— Siempre soy yo el que conduce —repuso.

— Bueno, quiero hacerlo yo ahora —murmuró.

— Estás tomando medicamentos, mejor lo hago yo.

— Bien —suspiró. Sabía que era cierto y que a fin de cuentas podían tener un accidente—. A fin de cuentas me duele la cabeza —entró al auto. Brian hizo lo mismo.

— Quizás andas cansado... ¿no quieres dormir un rato...? —preguntó. Roger no respondió, miraba por la ventana—. Bien...

Brian conducía en silencio. Los dos miraban las calles con el fin de buscar alguna actividad extraña o algún delito. En un momento vieron un intento de asalto a una mujer mayor que lograron detener.

El ladrón iba sentado en la parte de atrás de la patrulla, esposado. Roger miraba la ventana y Brian de vez en cuando al ladrón por el espejo retrovisor.

— ¿Van a dejarme llamar? —preguntó.

— No —respondió Roger de mala gana—. En la estación podrá. Ahora guarde silencio.

— Mire, por favor háganoslo rápido. Mi mamá me dijo que me castigaría si...

— Pues no debiste andar robando —comentó Roger.

— Ya, Taylor, basta —intervino Brian. El nombrado le dio una miraba molesta y volvió a mirar por la ventana—. Discúlpelo, tiene cero profesionalismo.

El rubio se mordió la lengua para no insultarlo o devolverle el comentario amargo. Sabía que si lo devolvía quedaría él de poco profesional y Brian de que tenía razón.

— ¿Puedo hacer mi llamada o no? —preguntó.

— En la estación —respondió Roger.

— Por favor, no hice nada realmente grave. Solo quiero llamar a un amigo para que...

— En la estación —insistió el rubio ya algo hastiado. El ladrón, que debió tener poco menos que ellos, calló.

Al rato por fin llegaron. Roger escoltó al chico al interior mientras Brian hacía los papeleos. Lo pusieron en las celdas que allí mismo tenían y le entregó el teléfono y una moneda.

— Una llamada —dijo. Se puso en un lugar para darle cierta privacidad y esperó.

Mientras el chico hablaba, el rubio observó a Brian. Tenía unas enormes ganas de mandarlo al diablo, sobre todo por el comentario que hizo, avergonzándolo frente al detenido. Lo consideró sumamente infantil y de mal gusto.

Sabía que si le decía algo ya a ese punto, el rizado se daría cuenta que de una u otra forma le había afectado, y que por ende, su cometido había sido cumplido. Mejor que pensase que se había salido con la suya, por el momento.

— Y el inmaduro soy yo —masculló con desgano.

Taylor suspiró. Esperaba que con el tiempo las cosas dejaran de ser así de tortuosas y volvieran a ser como antes, cuando reían, bromeaban y se sentían cómodos con el otro.

Su miedo se había cumplido. Había perdido su adorada amistad con el chico al que amaba.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top