«23»
Mother, you had me but I never had you
I wanted you,
You didn't want me
So I, I just got to tell you
Goodbye goodbye
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— Tim está esperándonos abajo —murmuró Dominique—. Está vigilando.
— Entiendo —suspiró Roger tras terminar de revisar la puertas. Todas estaban bajo llave y soltó un bufido.
— Ya vámonos de aquí, no quiero que ese imbécil de Bert te haga algo —murmuró Brian.
— Le baleo la cabeza primero —murmuró Roger—. Gracias por ayudarme allá.
— No es nada, ¿sí? —dejó un beso en su frente. Dominique los vio y quedó confundida, pero luego una amplia sonrisa se formó en su rostro.
— ¡Oh Dios! ¿Están saliendo? —les susurró.
— No... eh... es complicado —murmuró Roger y siguió caminando.
— Beyrand, por favor, estamos trabajando —le murmuró Brian. Ella rodó los ojos.
— Amargados —les sacó la lengua.
— Sí, sí, como digas, pero al menos... —Roger bajaba las escaleras cuando pisó fuera del escalón que colgaba del techo hacia la alcantarilla, provocando que cayera al suelo de cuajo. Tanto Dominique, como Brian, e incluso Tim que estaba abajo, corrieron a verlo con rapidez.
— ¡Oliver! ¿Estás bien? —preguntó ella.
— ¿Por qué le dicen Oliver a...?
— ¡Sh....! —callaron Brian y Dominique a Tim al unísono.
— ¿Estás bien...?
— ¡Sí! —se incorporó. Tim pegó un pequeño grito al ver que tenía el hombro notoriamente dislocado—. ¿Qué?
— ¡Oh por Dios, tu hombro! —exclamó.
— Ah, no es nada —se tomó el brazo y con fuerza volvió a encajarlo haciendo una mueca de dolor—. Mierda, siempre duele... en fin, vamos.
— ¿Qué diablos...?
— Tengo resistencia al dolor —explicó encogiéndose de hombros—. Una vez me clavé un clavo en el pie y ni cuenta me di. Estaba con zapatos, pero aún así se me clavó.
— ¡Ah, mierda! Eso debe doler demasiado.
— Meh, ni lo sentí —se encogió de hombros. Brian y Dominique acababan de bajar.
— ¿Y estás bien después de lo del otro enfermo? —preguntó Brian tomándolo con cuidado por los hombros para caminar con él.
— Claro que sí, era el buen ejemplo de escultura griega —dijo con normalidad.
— ¿Eh? ¿Por qué? —preguntó Brian.
— Se cree la gran cosa, pero la tiene pequeña —respondió el rubio. Brian quedó confundido y tras entender se echó a reír.
— Roger ya no ser unga unga —dijo Dominique.
— ¡Roger ser un niño de verdad! —exclamó este—. Bri, llévame como caballito.
— ¿Qué...?
— No quiero caminar por la caca de nuevo —explicó—. Llévame como caballito, por favor.
— Lo haría pero no quiero que nos caigamos en la caca —respondió.
— Al cabo que no quería —hizo un puchero cruzándose de brazos y siguió caminando. Brian soltó una risa y lo siguió.
(...)
— ¡Maldita sea, Michael! ¡Ya dame la puta mierda!
Roger logró oír aquel grito desde fuera de su vivienda y soltó un suspiro. Realmente solo quería ducharse y dormir un rato, pero por lo visto no podría. Suspiró y abrió la puerta, alarmándose inmediatamente al ver cómo su madre intentaba quitarle las pastillas a su padre se la mano de manera violenta. Rápidamente fue a intervenir.
— ¡Mamá! —fue a intentar separarlos—. Mami, ¿cuántas tomaste?
— Una —mintió forcejeando.
— Es la séptima. Las encontró de donde las habíamos escondido —suspiró Michael aún intentando alejarlas. Roger intentaba separarlos pero fue empujado por su madre cayendo al suelo.
— ¡Ya estoy harta que me controlen! —les gritó—. ¡Harta, harta, harta!
— Mamá, es por tu salud...
— ¡Me vale mierda, ustedes quieren matarme! ¡Eso quieren! —gritó y le lanzó al hombre a intentar pegarle manotazos o y con un cuadro que estaba en la encimera. Roger la tomó del torso logrando separarla, aunque su padre no se había salvado de un chichón y unos arañazos en la cara.
Ella seguía forcejeando y mordió a su hijo, a lo que este por reflejo la soltó. Como un jaguar a su presa volvió a lanzarse a Michael, pero Roger logró detenerla.
— Llama al doctor —le dijo el rubio intentando agarrarla. El contrario asintió y corrió al teléfono.
— ¡Hueles a basura, maldito malcriado! —le gritó.
— ¡Porque estaba trabajando en una alcantarilla! —la siguió afirmando.
Michael llamó al número del doctor. Por más que le doliese, su esposa ya no era la de antes. Probablemente nunca lo sería. Su miedo era que su hijo tuviese el mismo destino que ella, que sus enfermedades aumentaran por el mal uso de la medicación. Por suerte, Roger era responsable en cuanto a sus remedios, más de lo que alguna vez fue Winifred.
El joven oficial intentaba controlar a su madre, soportando rasguños e incluso mordidas que ella le proporcionaba. Estaba totalmente fuera de sí, descontrolada, cegada, posiblemente drogada. Esos malditos instantes fueron eternos. Le evocaron recuerdos que creyó haber bloqueado de su niñez.
Porque Roger Taylor odiaba a los niños por el simple hecho que odió ser niño.
Detestó cada parte de su niñez. La impotencia de ayudar a sus padres, el sentirse una carga, el no entender qué sucedía, el que no quisieran explicarle. La escuela, los demás niños, los adultos que querían que no se preocupase por las demás cosas. ¿Y cómo no hacerlo? ¡Alguien debía preocuparse por Clare y su madre! Aunque su hermana pequeña terminaba preocupándose por ambos... oh, otra cosa que odiaba, ser un lastre.
Intentó no pensar en esas cosas y continuar afirmándola y evitar no soltar el agarre por los rasguños y mordidas. Su padre fue a ayudarlo a retenerla apenas colgó. Winifred había comenzado a llorar y Roger intentaba calmarla acariciándole el cabello y susurrándole leves "sh..." al oído.
— Tranquila, mami, tranquila —poco a poco se fue deslizando con ella por la pared hasta quedar sentado con ella—. ¿Te acuerdas cuando fuimos a acampar...? —se sentían los sollozos de su madre. Michael a ese punto no sabía que hacer, pero por lo visto su hijo estaba logrando lo imposible—. Salíamos todas las mañanas a nadar al lago... y papá hacía esas hamburguesas de queso deliciosas que tanto te gustan. Clare y yo te recogíamos flores y tú nos enseñabas a hacer coronas con ellas... ¿te acuerdas...?
Quiso también centrarse en esas cosas. Las cosas de su infancia que sí le gustaron. Que sí disfrutó. Si no estaba calmado no podría calmar a su madre.
— Y todas las noches hacíamos fogatas. Papá y Clare tocaban guitarra. Nosotros cantábamos. Asábamos malvaviscos, contábamos historias. Después nos íbamos a dormir cuando ya era tarde. Te encantaba. Siempre estabas tan feliz. Tan feliz...
Su madre pareció calmarse. Roger seguía abrazándola y acariciándole el cabello. Entonces llegó el médico y supieron que ya no podían seguir así.
Tenían que internarla.
(...)
Brian se encontraba en su oficina revisando unos expedientes. Ahora que sabían con qué estaban tratando, tenían que buscar una forma de arrestarlos. Claro, podían ir y hacerlo directamente, pero eso sería peligroso, sabiendo que había alguien del precinto coludido. Que además habían más personas importantes de por medio. Gente de todo el mundo. Si querían desarmar algo así tendrían que ser sigilosos y saber quienes estaban involucrados.
Había analizado la situación lo mejor posible. Sabía que si alguien de un gran peso político estaba involucrado, al que encontrarían en una bolsa en un basurero muerto sería a él. Y Roger.
Suspiró. Tenían que ser muy meticulosos. Esperaba que todo saliese bien. Comenzó a buscar al tal Oliver Asher, el nombre que Roger había usado. Esperaba poder obtener más nombres y más información en infiltraciones futuras.
Al buscar el nombre en la base de datos lo encontró. Un chico rubio que parecía ser bastante joven. Tenía una fecha de defunción de hacía un año. Para ese entonces tenía diecinueve años.
Además de los típicos delitos de delincuencia juvenil, no encontró nada extraño. Un robo de una tienda pequeña, dos escapadas de la escuela. Nada relevante ni grave. Continuó buscando.
Su causa de muerte era extraña. Bala en el cráneo. Sin embargo, en la autopsia del forense decía que no había ninguna lesión en esa parte y que el verdadero problema había sido una bala en el mentón. Considerando donde estaba metido el tal Oliver, no le pareció extraño.
Por otra parte había un segundo Oliver Asher. También del sector. Aunque por la edad lo había descartado. Tendría unos setenta años y gozaba de un expediente totalmente limpio.
Se quedó mirando la foto del más joven. ¿Habrá sido una víctima o un victimario? ¿O ambas? Por mera curiosidad buscó su ascendencia. Una madre muerta y un padre con un expediente que dejaba qué desear. Robo a mano armada, homicidio calificado. Pensó que quizás el menor había sido obligado a entrar por aquel hombre que era su padre, pero descartó la idea. Si así fuera, si ese hombre hubiese estado también involucrado, probablemente su expediente estaría limpio. O al menos el cargo por homicidio no aparecería.
Clyde Asher, quien era el padre de Oliver, cumplía su condena perpetua en la prisión local. Por lo que leía, luchaba constantemente por una libertad condicional o porque su condena se rebajase unos años. Ya llevaba cuatro años en la cárcel, por lo que para ese tiempo, Brian calculó que Oliver ya trabajaba para el tráfico. Vio el tatuaje de ala en su última detención que era de tres años atrás.
— Dieciséis años y metido en esas mierdas —murmuró suspirando. ¿Qué era? ¿Un pasado marginal? ¿Falta de oportunidades? ¿Genética? Brian pensó en todos aquellos cuyos privilegios eran bajos y también en aquellos simplemente eran malvados por naturaleza.
Se preguntó de qué tipo habrá sido Oliver. Sabía que había gente buena y gente mala, como así también sabía que muchos no tuvieron opción. Eran cosas tan controversiales, sobre todo en su trabajo, donde tenía que limitarse a arrestar si alguien no cumplía las leyes, o era su pellejo el que cortaban.
También sabía como muchos uniformados, así como aquel que estaba manipulando los expedientes, usaban su poder y autoridad de mala forma. Cuánto racismo, homofobia y discriminación había observado. Cuánta corrupción también. Dos veces había denunciado, las dos fue ignorado. Intentar hacer un cambio era difícil cuando por querer, te consideraban extraño.
Supuso que debía dejar los moralismos e irse a dormir. Ya era tarde y estaba bastante cansado. La chica que había conocido en el bar seguía durmiendo. Se había sentido mal, intentar olvidar a quien prometió esperar con una persona desconocida.
A fin de cuentas no habían alcanzado a hacer nada. Solo conversaron, pese a que en un inicio las intenciones fueron diferentes. Le había confesado que intentaba olvidar. Que intentaba seguir. Ella le preguntó si el amor era recíproco. Brian respondió que esperaba que sí.
A veces realmente no sabía que esperar de Roger. Él era un misterio a veces. Difícil de entender, de comprender. Una parte insegura de sí mismo le decía que el rubio solo intentó rechazarlo de una manera suave. Otra, le decía que este si estaba enamorado también, y que sólo estaba demasiado dañado.
Al menos ella había entendido. Tampoco lo juzgó. Simplemente se dedicó a escuchar, analizar y aconsejar, cosa que Brian necesitaba. Cuando ella se durmió, el rizado volvió a avanzar en sus trabajo.
No podía sacarse a Roger de la mente. Siquiera cuando se besó con ella en el auto. ¡Si hasta le dijo "Rog"! Allí fue cuando se dio cuenta de la estupidez que estaba haciendo.
Suspiró y apagó la computadora. Como la chica estaba usando la cama, durmió en el sofá. Estaba cómodo y miraba el techo. Entre el caso y su situación amorosa, se estaba estresando.
A ese punto, todo podía pasar.
El consejo de la fémina había sido claro. Dejar que todo siguiese su curso. Esperar. Y si Roger parecía no tener intenciones con él... seguir adelante. Tampoco estaba bien sufrir tanto. Su felicidad era importante, así como la de Roger. Si el rubio no era para él, lo sabría.
Pero tampoco iba a rendirse tan fácil.
(...)
El teléfono sonó en la casa de los Taylor. Roger rápidamente atendió. Se le hacía todo tan extraño sin su madre cerca. Por un lado la extrañaba, por otro... había necesitado esa tranquilidad que tenía la casa.
Atendió. Era del tribunal. La Paz se derrumbó inmediatamente como un edificio mal construido en un terremoto. Le indicaron que el siguiente juicio sería en dos semanas más y que hablase con su abogado. Suspiró. Tenía todas las de perder. Él mismo no justificaba la violencia ejercida. Él mismo se juzgaba por haber usado su poder.
Se limitó a confirmar que iría y luego a llamar a su abogado. Este le dio instrucciones de las cosas que tendría que decir o cómo debía comportarse. Roger pensó en adelantar la hora con su psiquiatra, todo se le estaba juntando.
Cuando colgó, se dirigió a la cocina. Clare estaba preparando el desayuno y su padre la ayudaba. Sonrió de manera nerviosa.
— ¿Qué sucede, hijo? —preguntó Michael.
— Nada, solo... —nuevamente su celular sonó—. Espérenme un momento... —volvió a su habitación y respondió—. ¿Diga?
— Roger —sintió una voz. Una voz conocida, repudiada. Frunció el ceño con confusión.
— ¿Maxwell? ¿Cómo conseguiste mi número? —preguntó molesto—. ¿Tienes el descaro de llamarme después de cogerte a mi mamá delante mío?
— No llamo por eso, llamo por el juicio. ¿O se te olvida que soy el fiscal y el abogado defensor? —preguntó. Roger suspiró.
— Habla rápido —masculló.
— Primero que nada me gustaría disculparme por las preguntas del otro día. Eran necesarias.
— Ve al puto grano, Maxwell —dijo Roger hastiado—. Tengo trabajo.
— A lo que voy es que... sé que no estoy ni cerca de ser tu persona favorita, pero...
— Estás bastante lejos —rodó los ojos.
— Déjame hablar —interrumpió—. Pero bien, he hablado con Winifred y...
— ¿¡Sigues hablando con ella!?
— ¡Roger, solo escúchame! —suspiró—. Tu madre me contactó para que te ayudara con el caso. Está muy preocupada por ti y por tu hermana.
— ¿Qué? ¿Y si te pidió eso por qué pediste ser fiscal?
— Porque era la mejor forma de ayudar. Roger, ¿viste "los hijos de la calle"?
— ¿La película esa de Brad Pitt y Jason Patrick...? Sí, unas veinte veces, ¿por?
— Pues así como Brad Pitt...
— Ya quisieras ser Brad Pitt —interrumpió.
— Cállate. Así como el personaje de Brad Pitt, jugaré ambos bandos —suspiró.
— Eso es... ilegal. Además esto no es una película —se rascó el cuello. Era terco, no iba a arriesgarse más. Además ¿cómo estaba tan seguro de poder confiar en Maxwell? Por otro lado, tampoco que a confiar en él.
— Sí, pero... dios, el tipo al que le pegaste es un maldito puerco. Lo vi mirar a unas seis colegialas en los senos o el trasero. Me da asco.
— Palabras interesantes de alguien que se coge a una mujer casada —comentó con ironía.
— Roger.
— Y que defiende a un violador.
— ¡Roger! Por la mierda, niñato malcriado, escucha cuando te hablan —bufó Maxwell. El rubio apretó los puños. Realmente le repudiaba la existencia de ese tipo.
— Bien —masculló.
— Será difícil, pero puedo hacer que el caso salga a tu favor. Como en la película. Es cosa de demostrar que el tipo se lo merecía.
— A diferencia de la película, primero que nada, esto no es Hollywood. Segundo, ¡aquí ya saben que esta mierda es un violador!
— Si hay evidencia reciente la cosa cambia —intervino. Roger se quedó pensando, como policía conocía los procedimientos legales.
— Es cierto —murmuró—. Pero el tipo está en prisión preventiva. No tiene como...
— Es complicado, pero se puede hacer algo. Haré en el juicio que le den la libertad condicional. Diré que mientras no se pruebe nada... es inofensivo. Es cosa de ponerle una carnada y...
— No, no, no —interrumpió—. No soy tan egoísta como para dejar que violen a una chica por...
— No, Roger, no.
— Pero podemos contratar un detective para que lo siga —pensó en voz baja—. La carnada... puede...
— Podemos contratar a una actriz. Le haremos una emboscada.
— ¿Eso es legal? —preguntó Roger.
— Sí, lo es —respondió—. Le haremos creer que está saliendo con una menor de edad. Lo arrestarán cuando se junte con ella.
— Pero...
— Son tácticas. Eres policía. ¿Qué hacen cuando intentan pillar a un narco?
— Fingir que se es un cliente —respondió.
— Esto mismo sería. Como también está siendo investigado por abuso sexual y pedofilia, se puede recurrir a lo mismo de forma legal.
¿Cómo no se le había ocurrido antes? Era tan obvio. Tan simple.
— Oh Dios... —suspiró Roger—. ¿Podemos...?
— Sí, Roger. Sí se puede. Vas a ganar el juicio. Te lo aseguro.
Esperaba que resultara. Sabía que sino, tanto su carrera como incluso su libertad podían ponerse en riesgo.
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