«20»
Good morning, Worm your honor
The crown will plainly show
The prisoner who now stands before you
Was caught red-handed showing feelings
Showing feelings of an almost human nature
This will not do
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Roger acomodaba su corbata con un nerviosismo notorio frente al espejo. El día del juicio había llegado y eso le ponía los nervios de punta. Su mirada era una asustada, se sentía una escoria, por un momento sintió que merecía ser encarcelado de por vida y no volver a ver la luz de sol. Pese a esto intentó forzar una sonrisa. Se veía tan real que por un momento se la creyó, y soltando un suspiro, terminó de arreglar su corbata para luego ponerse la chaqueta y peinarse lo más ordenado posible.
— Vamos, Roger, tú puedes —murmuró, y comenzó a cantar—. Manzanita del Perú, cuántos años tienes tú, todavía no lo sé, pero pronto lo sabré...
Mientras continuaba su canto se perfumó y volvió a peinarse, amarrando su lacio cabello en una cola de caballo baja. Se miraba al espejo en todo momento mientras continuaba entonando la infantil canción. Luego se dirigió a la caja de sus medicamentos y sacó la dosis diaria, además de un calmante. La noche anterior siquiera había podido dormir, se la había pasado dándose vueltas en la cama una y otra vez, o yendo al baño, o tomando leche tibia para intentar dormir.
Una vez listo salió de su habitación aún murmurando la canción. Tomó aire y volvió a fingir su sonrisa. Tener que faltar al trabajo por ir lo ponía más nervioso.
— Buenos días, familia —saludó dirigiéndose al mesón de la cocina para preparar el desayuno—. ¿Cómo amanecieron?
— Muy bien, gracias hijo —agradeció su padre leyendo el periódico.
— Tuve suerte de amanecer —respondió Clare con la cara sobre un libro.
— Mierda, ¿hoy era tu examen...? —preguntó el rubio viéndola con preocupación—. Lo siento, sé que prometí ayudarte y se me olvidó por completo...
— No te preocupes, me ayudó un amigo de la escuela —sonrió ella de forma boba mientras se acomodaba sobre el texto.
— ¿Un amigo...? —preguntó Michael.
— Uy, diablos señorita, espero que en ese examen no haya entrado anatomía —bromeó riendo. Ella le lanzó una manzana—. ¡Oye!
— Cállate, Frankie solo es mi amigo —siguió acomodada en el texto.
— Oh entonces el descarado que quiere cortejar a mi hermana tiene nombre —bromeó preparando unos huevos en una sartén.
— Ya cállate, Roger —rió ella y lo miró—. ¿Cómo estás tú?
— Nervioso, pero bien. Mi abogado dijo que tenemos chances de ganar... ¿a qué hora es tu examen? No quiero sacarte de ese para declarar...
— Tranquilo, es después del juicio —lo tranquilizó—. Lo tengo a las doce. El juicio es a las nueve, ¿no?
— Uhjum. Nueve diez —empezó a preparar también tocino—. ¿Quieres panqueques, Clare?
— No gracias, no quiero que te atrases —le sonrió leve—. Con lo que estás preparando estoy bien. Huele genial.
— Gracias. Es mi famoso sándwich de tocino con grasa, jamón, queso y ketchup. Quiero papas fritas con chocolate para acompañar... —sacó un paquete.
— No te llenes el estómago, hijo —soltó una risa Michael—. Te haré papas fritas cuando vuelvas del juicio, pero no le pongas chocolate que te vas a enfermar del estómago.
— ¡Pero papá...! —hizo un puchero—. ¡Van a meterme a juicio! ¡Puedo ser un prisionero!
— Bien, bien —carcajeó—. Pero al almuerzo, ahora no te cargues el estómago.
— ¡Gracias, pa! —dejó un beso en la mejilla de su padre y se sentó ya con los platos listos—. ¿Y mamá?
— Durmiendo aún —respondió Clare quien había vuelto a estudiar.
— Oh, es que debo irme pronto y quiero despedirme de ella —explicó mirando la hora en su reloj y comenzando a comer.
— ¿Qué? ¿Qué cosa mía? —preguntó la mujer saliendo de la habitación.
— ¡Mami! Buenos días, ¿cómo dormiste? —preguntó Roger con amor.
— Como la mierda —se rascó un ojo—. ¿Ustedes niños...?
— No dormí.
— Mal —respondieron Clare y luego Roger. Ella soltó una risa.
— Entonces Mike fue el único que durmió anoche —rió ella levemente y le dio un beso en la cabeza a cada uno de sus hijos—. ¿Por qué tan elegante, Roger?
— Hoy es mi juicio, mamá —explicó con dulzura—. Te hice desayuno.
— Qué rico, mi amor... —se sentó en la mesa. Por suerte parecía estar de buen humor—. ¿El por golpear al hijo de perra ese?
— Sí, ¿recuerdas que tuviste que mandar un correo electrónico a la escuela de Clare para avisar que llegaría más tarde? —la peinó con amor.
— Cierto, cierto, lo siento, Roggie, se me había olvidado —se disculpó ella comenzando a comer.
— Tranquila, mamá, intenta descansar, ¿sí? —le dijo la chica. Ella asintió sonriendo y continuó comiendo.
— ¿A qué hora van a salir? —preguntó Michael.
— En unos minutos —respondió el rubio apurándose para comer y limpiando su boca con una servilleta—. Dios, amo mis sándwiches de grasa.
(...)
Brian entraba al tribunal con calma. Vio a Roger hablando con su abogado, por lo que esperó a que este se desocupara para acercarse y saludarlo. Apenas pudo le dio un cálido abrazo.
— ¿Cómo estás?
— Nervioso —admitió el rubio soltando un suspiro—. Gracias por venir.
— No es nada, Rog, es lo mínimo que puedo hacer por ti —lo tranquilizó—. ¿Quiénes vinieron?
— Por ahora Mary, el capitán, Clare y tú. El anciano debería estar por llegar, eso dijo mi abogado. Ya se comunicó con él.
— Ya lo hará, quédate tranquilo —intentó consolarlo—. Solo concéntrate en responder con la verdad y no dar demasiada información.
— Eso haré... tengo los nervios de punta —suspiró.
— ¿Tomaste un calmante o algo?
— En mi casa. Llegué al número doscientos cuarenta y cinco en la manzanita del Perú...
— Oh, Rog... —lo abrazó—. Tranquilo, ¿sí? Recuerda el trato. Yo pagaré tu multa.
— Ya te dije que no podía aceptar eso...
— Ya aceptaste, no hay vuelta atrás —siguió abrazándolo—. Concéntrate en tu defensa, ¿sí? Hay muchos casos de violación realizados por él.
— Sí... tienes razón —suspiró—. Pero todo puede pasar.
— Ve eso como algo positivo —quiso consolarlo—. ¿Bien?
— Bien, lo haré —asintió—. Gracias.
— No es nada, Rog.
En eso el rubio volvió a su asiento. Su abogado revisaba unos papeles con calma y ya habían llegado los testigos. El juez al notar que ya era la hora de iniciar, tocó su martillo contra el estrado e indicó que la sesión iba a comenzar.
— Buenos días, hoy diez de marzo empezamos el caso de denuncia por abuso policial. El acusado es el oficial Roger Meddows Taylor, y el demandante es Marvin Lodge.
Roger miraba al juez intentando disimular sus nervios. Lodge, el mudo quien había intentado abusar de su hermana lo miró con desafío. El abogado de este se mostraba neutral, al igual que Ewan.
— Abogado defensor es Ewan Osbourne, el fiscal a cargo es Maxwell Williams.
Maxwell Williams. Había leído el nombre en el papel, pero realmente estaba seguro de haberlo oído en alguna parte. Miró rápidamente al hombre que estaba a su lado y quedó pasmado al poder reconocerlo.
Ese hombre era el mismo que un tiempo atrás había visto con su madre en la cama que debía compartir con su padre. Jamás olvidaría el rostro de ese hombre, ¿y cómo hacerlo? Tenía quince años cuando describió las infidelidades de Winifred a Michael de la peor forma posible.
Recordaba a la perfección como había intentado golpearlo gritándole que alejara las manos de su progenitora, recordaba el enorme lío que se había armado.
Ese día había salido más temprano de la escuela. Había discutido con su primer amor y estaba tan dolido que solamente quería lanzarse a llorar en brazos de su madre, aunque ella no podía saber la razón de su llanto. Nadie podía saberla. Haber abierto la puerta con el corazón roto y encontrarse con esa escena había sido algo realmente horrible a su parecer. Había sido la gota que rebalsó el vaso y había provocado que hubiese tenido seis crisis de pánico en un solo día.
Los chantajes para que ni hablar habían sido peores, no pudo soportarlos y le contó todo a su padre. La situación se había vuelto peor, su madre lo culpaba de todo, le decía que la había traicionado, y por otra parte la expresión en el rostro de su padre había sido lo más doloroso que había visto en años.
Siempre se había sentido culpable por esa fisura en el matrimonio de sus progenitores. Habría preferido haber sido ignorante respecto a toda la situación, pero lamentablemente no había podido. No tuvo ese privilegio.
Suspiró con cansancio. Quizás el hecho que ese bastardo fuese el fiscal podría ser un arma de doble filo. Por un lado, quizás el hombre se apiadaba de él.
Por otro, conocía sus trastornos y sus debilidades.
— Llamo al estrado a Marvin Lodge. Llamo al traductor de lenguaje de señas.
En eso tanto los abogados como Marvin se levantaron. Una mujer se puso delante el estrado, lista para traducir.
— ¿Usted fue amenazado de muerte por el oficial Taylor?
El hombre hizo varias señas y la mujer comenzó a hablar.
— El oficial indicó que si volvía a realizarle eso a alguna mujer iba a dispararme, además dijo que si pudiera me mataría, pero que como no era un asesino no lo haría.
— ¿Usted violentó a la señorita Clare Taylor, la hermana del acusado? —preguntó Osbourne. Lodge siguió haciendo las señas.
— No alcancé.
Roger vio el rostro de indignación de Clare ante esto.
— Señor Lodge, ¿está consciente que el hecho de realizar esta demanda no rebajará su condena? —preguntó Osbourne.
— Objeción, usted no es el que sentencia eso, es el juez —repuso el fiscal.
— Objeción aceptada. Pregunte otra cosa, señor Osbourne —intervino el juez.
— ¿Usted tuvo el deseo de agredir sexualmente a la señorita Taylor? —preguntó.
— Sí —respondió la mujer ante lo señalado por el hombre—. Pero me arrepentí. Iba a soltarla y llegó el oficial a golpearme. Pensé que me mataría, estaba realmente aterrado. Él se burló de mi condición médica e indicó tener trastornos mentales.
— Usted no llegó a tener ninguna lesión grave según el expediente médico —siguió Osbourne—. Mi cliente tuvo una reacción natural. Con o sin su condición médica, cualquier persona reaccionaria de esa forma.
— ¿Está usted justificando el abuso de poder por parte de un oficial? —preguntó Williams.
— No, solo estoy diciendo que cualquier persona querría golpear a quien intenta violar a su hermana —repuso.
— Abogado, prosiga con el interrogatorio —intervino el juez, evaluando la situación.
— ¿Usted qué hizo cuando el oficial Taylor dejó de golpearlo?
— Golpearlo devuelta —respondió la mujer ante lo señalado—. Fue en defensa personal. No tuve opción.
— Puede que no, pero tenía la opción de no intentar violar a nadie —repuso—. La menor presentó cargos ante usted, pero el juicio no ha empezado. ¿O me equivoco?
— No, señor. Se atrasó por esta demanda —respondió el mudo mediante la mujer.
— Por ende ¿podría ser una estrategia para bajar su sentencia o demostrar una falsa inocencia? —preguntó.
— Objeción, el abogado está apelando a intimidar a mi cliente —repuso el fiscal.
— Objeción denegada, responda la pregunta —dijo el juez.
— Prefiero no responder —dijo.
— Bien. Llamo a testificar a Clare Taylor, por favor —pidió el juez.
La joven rubia se levantó con nerviosismo a tiempo que evitaba mirar al hombre que casi le provoca ese atroz acto. Realmente tenía miedo tanto de la situación de su hermano, como de la propia.
— ¿Usted fue agredida por Marvin Lodge? —preguntó el abogado una vez Clare había jurado responder con la verdad.
— Sí —respondió.
— ¿Podría narrar su experiencia, por favor? —pidió con amabilidad.
— Venía caminando desde la casa de una amiga después de hacer un trabajo para la escuela. Noté que él me seguía y apresuré el paso.
— ¿No intentó pedir ayuda? —preguntó el fiscal—. Digo, si alguien viene si alguien me persigue, lo primero que hago es pedir ayuda para intentar protegerme.
— No había nadie —respondió ella—. Y no podía llegar y entrar a un departamento cualquiera.
— ¿Qué sucedió en ese callejón?
— Él me jaló violentamente y me tiró contra la pared ocultándome tras un basurero —comenzó. Le afectaba hablar de ello, miraba hacia abajo y su vista se nubló—. Intentó desnudarme, pero yo forcejeaba, intenté defenderme y no podía. Estaba aterrada. Realmente lo estaba.
— Entonces llegó su hermano —interrumpió el fiscal.
— Sí. Él llegó y avisó que era policía de Queens. Eso pareció no importarle a mi agresor, porque de no ser porque Roger lo golpeó, hubiese continuado.
— ¿Es cierto lo que indicó el señor Lodge? ¿Que el oficial Taylor lo amenazó?
— Sí, lo es —respondió con honestidad—. Yo le indiqué que se detuviera. Él comprendió su error, lo hizo, y mi atacante se lanzó a golpearlo. Yo tuve que pegarle con mi mochila para que lo dejara en paz.
— Pese a esto, en ningún momento mi cliente fue claro respecto a las supuestas acusaciones que le imponen respecto a un intento de violación. Perfectamente solo pudo haber querido asaltarla —dijo Williams.
— Fue bastante claro cuando intentaba toquetearme y quitarme la ropa —repuso Clare.
— ¿Está segura? —insistió el fiscal.
— Objeción, ya era suficiente prueba de sus intenciones con lo mencionado por la víctima —repuso el abogado—. Señorita Taylor, ¿cómo es su hermano?
— Roger es único. Es alguien gracioso, protector, bueno. Él odia dañar a otras personas —aseguró.
— Sin embargo su hermano posee trastornos mentales. ¿O me equivoco?
— Sí —respondió ella simplemente.
— Bien. Suficientes preguntas para mí por ahora —habló el fiscal.
— Pase a declarar el acusado, Roger Taylor —llamó el juez. El rubio tragó saliva y asintió a tiempo que se levantaba para ir al estrado reemplazando a Clare. Juró decir la verdad y el interrogatorio comenzó.
— ¿Usted amenazó con dispararle al señor Lodge? —preguntó el fiscal.
— Sí, lo hice —respondió con honestidad.
— ¿Reconoce haber intimidado a este?
— Sí, lo hago —respondió sin rodeos.
— ¿Por qué lo hizo?
— Porque quería abusar de una menor de edad, mi hermana, y porque cuando le indiqué que no se moviera me ignoró pese a que soy un oficial de policía, y continuó tratando de hacer aquella horrible acción —respondió.
— ¿Es cierto que usted tiene trastornos mentales?
(...)
— ¡No puedo creer que aplazaran la mierda! —bufó el rubio mientras caminaba con las manos en los bolsillos de su traje—. Ahora tengo que estar con el culo a dos manos por más tiempo.
— Quizás sea para mejor, Rog. Tú dijiste los hechos como fueron —dijo Brian mientras caminaban hacia el auto del rubio. Este tenía que ir a dejar a Clare a la escuela antes de irse al precinto y Brian se ofreció a acompañarlos, debido a que había tomado un taxi.
— Creo —suspiró. La chica iba callada—. Clare... ¿cómo te sientes?
— No lo sé —suspiró—. Esto me parece injusto. Pudieron haberme hecho eso...
— Lo sé... la verdad me da un maldito coraje —suspiró Roger con molestia—. Lamento haber arruinado todo, Clare.
— No arruinaste nada —repuso ella y lo abrazó—. Me salvaste allí y siempre te estaré agradecida por eso.
— ¿De verdad...?
— De verdad, Rog —aseguró sonriendo. El rubio también lo hizo y la estrechó con amor.
— Qué bonito —comentó Brian sin saber qué hacer o decir.
— Lo siento —soltó una risa el rubio.
— No se preocupen —rió Brian.
— Está bien... —sonrió Roger y miró a Clare—. Te llevaré a la escuela... ¿aún necesitas ayuda con tu examen?
— Si puedes sí —rió también y subieron al auto.
(...)
— Dios... necesito una cerveza —suspiró Roger cansado mientras ingresaba con Brian al departamento de este. Ese día la investigación no había sido muy fructífera, y solo habían sido asignados a realizar papeleo—. Qué día más tedioso.
— Al menos te fue bien... —suspiró Brian.
— Creo que me fue bien. El juez era tan inexpresivo que me daba miedo —admitió sentándose en el sofá y suspirando. Brian sacó dos cervezas del refrigerador y le dio una a Roger—. Gracias...
— Yo le tengo buena fe a tu caso —dijo Brian con seguridad a tiempo que se sentaba a su lado con calma—. ¿Tú no?
— Prefiero no pensar nada, la verdad —admitió destapando la cerveza y comenzando a beberla—. Ese fiscal... es el ex de mi mamá.
— ¿Qué? —lo miró sorprendido.
— Sí. Yo... ella engañó a mi papá con él —suspiró. No quería entrar en mayor detalle, pero sentía que debía comentárselo a Brian.
— Diablos, yo... no tenía idea —suspiró este.
— Sí, bueno... ya fue, creo —se encogió de hombros y miró al rizado—. ¿Podemos ir al balcón? Necesito aire...
— Claro, Rog —se levantó con él y caminaron al lugar indicado.
Habían unos bonitos sillones. Uno doble y dos individuales, los tres de color burdeo, además de una pequeña mesa de café de vidrio y algunas decoraciones. El balcón tenía vidrios, por lo cual no estaba helado, sino que a una temperatura agradable. Brian había adornado el pequeño espacio con plantas y pequeñas luces.
— Vaya... qué bonito es. Nunca me había fijado —comentó Roger sentándose en el sillón doble y mirando el lugar. El rizado volvió a sentarse a su lado y lo miró sonriendo.
— Gracias. Me alegra que te guste mi casa. Eres de los pocos que han venido, como llevo poco tiempo viviendo aquí...
— ¿Cuánto más o menos? —le preguntó con interés.
— Un año y medio —respondió—. Desde la inauguración no viene mucha gente —se encogió de hombros.
— Es muy bonito tu hogar —admitió el rubio mirando el atardecer a través de los vidrios del balcón—. Es cómodo. Como mi casa. Mi casa es cómoda también... bueno, departamento.
— Me gustaría ir algún día —admitió el rizado—. ¿Quieres que ponga música? Tengo un reproductor.
— Claro, estaría bien, así podemos charlar —se encogió de hombros. Brian sonrió.
— Excelente elección. Ya vuelvo —se levantó. El rubio rió un poco y dándole otro sorbo a su cerveza lo esperó. Pronto el disco The Dark side at the moon de Pink Floyd empezó a sonar, cosa que hizo que el rubio sonriera nuevamente.
— Amo ese disco —comentó a tiempo que Brian volvía a ponerse a su lado y lo abrazaba por los hombros.
— Yo también, me relaja oírlo y supuse que necesitabas relajarte —explicó. Roger asintió sonriendo mientras lo miraba.
— Creo que hoy han sido demasiadas emociones juntas —soltó una carcajada. Brian soltó otra.
— Sí, las fueron —rió.
— Espero no me multen —suspiró Roger tras unos instantes de silencio—. Necesito pagarle el tratamiento a mi mamá.
— Ya te dije que te ayudaría con eso, Roggie —le acarició un poco el cabello.
— Sí, pero aún así. No quiero ser una carga —se apoyó en su hombro. Se sentía tan cómodo allí.
— Para mí jamás serás una carga —repuso Brian con dulzura. Roger no pudo evitar sonreír.
— Aún así. No quiero que hagas algo por... no sé... porque te da pena o qué se yo.
— Lo haría porque te quiero —se encogió de hombros—. ¿O no puedes aceptar eso? No es tan difícil.
— A veces no mucho —admitió entre risas. Brian rodó los ojos y le revolvió el pelo.
— No hables estupideces —lo regañó.
— Lo siento, lo siento —dijo riendo.
— Disculpado —lo molestó. El rubio rodó los ojos.
— No seas sorocotongo —lo riñó.
— ¿Qué mierda significa eso? —preguntó Brian comenzando a reír con ganas.
— No tengo idea, pero es lo que estás siendo ahora —rió también—. Sorocotongo —insistió. Brian le dio un leve golpe en el brazo.
— Ya, sorocotongo menor, no bebas más que la cerveza te esta afectando —le quitó la botella.
— ¡Eh, eso es mío! —reclamó riendo—. ¡Dámela!
— Gánatela —subió el brazo lo más que pudo con la botella en la mano. Roger se subió a su regazo intentando quitarla, mientras los dos reían.
— ¡Vamos, Brian, dame la cerveza! —intentó quitarla entre risas y sin salir de aquel cómodo lugar.
— No, no, no, pequeño alcohólico —bromeó. Roger puso la palma de su mano en la cara del contrario y aprovechando que Brian se echaba a reír tomó la cerveza y bebió lo que quedaba, cruzándose de brazos con orgullo.
— Te gané —sonrió victorioso, dejando la botella vacía en la mesa y sin darse cuenta que estaba sobre el regazo de Brian—. Sorocotongo.
El rizado soltó otra risa sonora y envolvió la cintura del contrario en sus brazos.
— No.
— ¡O-Oye! —rió.
— ¿Cómo me dijiste? —preguntó riendo.
— Te dije sorocotongo, pija de maní —lo molestó.
— ¡Roger! —carcajeó.
— ¿Qué? —siguió riendo el mencionado.
— Cállate.
— Cállame —bromeó.
— Como digas —se encogió de hombros y le tapó la boca con la mano, a lo que Roger se la lamió para quitársela de la boca—. ¡Dios, qué asco! —rió Brian.
— ¡El otro día tú me vomitaste entero! —se justificó.
— ¡No te lamí después! —volvió a tomarlo de la cintura, abrazando esta con sus brazos.
— ¡Pero...! ¿Qué haces? —rió un poco.
— Algo —respondió—. ¿Me dejas?
— Me dejas qué —insistió con la ceja alzada.
— Solo sé buen chico y no me golpees. ¿Sí?
— ¿Eh? ¿Por qué te golpearía...? —iba a seguir hablando, pero Brian lo había besado en los labios.
The evidence before the court is
Incontrovertible, there's no need for
The jury to retire
In all my years of judging
I have never heard before
Of someone more deserving
Of the full penalty of law
The way you made them suffer
Your exquisite wife and mother
Fills me with the urge to defecate
Since, my friend, you have revealed your
Deepest fear
I sentence you to be exposed before
Your peers
Tear down the wall
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