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Would you like to learn to fly? Would you?
Would you like to see me try? Oh, no
Would you like to call the cops?
Do you think it's time I stopped?
Why are you running away?



— ¿Eres mudo? ¿Sordo? ¿Ciego? ¿Estúpido? ¿Retardado? ¿Paralítico? ¿Patricio?

— No, ¿te puedes callar?

— Claro que puedo, soy un ser humano, no una cacatúa, imbécil —le dijo—. La diferencia es que no quiero.

— Dios mío, dame paciencia —murmuró.

— No me preguntaste mi nombre de pila, pero es Roger —dijo—. Además...

— Mira, Roger, hay que concentrarnos en el trabajo, ¿bien? —lo miró.

— Manzanita del Perú, cuántos años tienes tú.

— Dios mío —masculló Brian, procurando concentrarse en conducir.

— Tengo uno, tengo dos, tengo tres, tengo cuatro...

— Roger, cállate.

— Tengo cinco, tengo seis, tengo siete, tengo ocho, tengo nueve...

— Hablo en serio, estoy a punto de empujarte por la ventana.

— ¡Uh, definitivamente haré eso! —exclamó abriendo el vidrio y desabrochándose el cinturón de seguridad. Brian lo miró con pánico, mientras Roger sacaba la mitad del cuerpo por la ventana—. ¡Miren hijos de puta, soy policía y puedo hacer esta mierda! ¡Tengo diez, tengo once, tengo doce...!

— ¡Maldita sea, éntrate! —exclamó Brian jalándolo de la pierna para que volviera a entrar al auto, intentando no perder la dirección de este mismo.

— Uy, maldito aguafiestas —bufó Roger sentándose, pese a que casi perdiesen más dirección.

— ¡Puedes morirte si haces eso!

— Pues tan mal no suena —se encogió de hombros, y prendió la radio—. Voy a poner a Van Halen.

— No —la apagó—. Compórtate, no tienes nueve años y eres un oficial de policía —le dijo con seriedad. Nuevamente el rubio bufó—. Necesitamos la radio para estar atentos en caso que nos llamen.

— Bien, como sea —dijo de brazos cruzados.

— Deberías amarrarte el cabello, te hará ver más profesional —le recomendó en un semáforo, y tomó un collet que estaba en la guantera, dirigiendo sus manos al cabello rubio y sedoso del contrario, y amarrándolo en una coleta. Notó que estaba algo enredado, pero era bastante suave, y se limitó a ordenarlo meticulosamente, procurando que ningún cabello quedase suelto, y de no tironearle.

Roger lo miraba por el rabillo del ojo, dejando que le amarrara el cabello. Una vez listo esto, el rizado se separó y volvió a poner las manos en el volante, justo a tiempo el cambio de luz.

— Vaya tensión sexual —murmuró el rubio.

— ¿Hm?

— Que eres gay de clóset —le dijo. Brian solo rodó los ojos limitándose a conducir.

— Solo compórtate, Taylor —le dijo de forma seca.

— Manzanita del...

— ¡Ya cállate!

(...)

— Este es el último lugar donde se vio a Ronald Manson —dijo Brian. Roger estaba agachado en el pavimento buscando alguna pista—. La descripción que dieron unos vecinos es la misma que la de la esposa.

— Insisto en que hay que hablar con la esposa —dijo Roger.

— El capitán te dijo que no —interrumpió Brian.

— Deja de ser tan lame lomos, Brian —le dijo—. Si la esposa se guardó algo o no da el mismo testimonio, podemos considerarla como sospechosa.

— ¿De la desaparición?

— U homicidio —dijo.

— No sabemos si está muerto, ni siquiera si lo secuestraron o algo. Simplemente nadie lo vio —dijo Brian.

— Por lo mismo hay que entrevistarla.

— Ese será el trabajo de otra unidad —le dijo Brian.

— No, idiota, será nuestra —lo miró con molestia—. Otro idiota lo hará mal y perderá los detalles.

— ¿Y por qué estás tan seguro de eso?

— Por lo que he podido observar, tienes trastorno obsesivo compulsivo, o sea TOC —le dijo Roger—. Estás obsesionado con tener todo el orden, como mi pelo, en el semáforo, o como tu escritorio. Además lo leí en tu expediente.

— ¿Leíste mi expediente?

— Sh, no interrumpas —lo miró mal—. Alguien con trastorno obsesivo compulsivo, tiende a tener claridad con cómo prefiere algo. Por ejemplo, como querías que tuviera el pelo, como quieres tu escritorio, como quieres incluso tu casillero. Por ende, es detallista. Observador. Cualquier milímetro que rompa con su perfecto estándar, se considera un dolor de cabeza. Podemos usar eso. Serás detallista al mirar dentro del apartamento de esa pareja, no dejarás pasar nada extraño.

— Bien, cierto punto tienes —admitió—. ¿Y para qué tanta insistencia en ir tú?

— Doy miedo, ¿no? La gente tiende a ser honesta al verse atemorizada. Además, porque soy lo suficientemente inteligente como para saber qué preguntar. Y en todo este tiempo no te has dado cuenta, que hay un anillo en esa esquina —lo señaló. Brian, confundido, miró hacia donde apuntaba. En efecto, el anillo estaba allí.

— No necesariamente es suyo.

— Es un anillo de matrimonio —dijo Roger, sacando unos guantes de látex de una caja en la patrulla y poniéndoselos, para luego tomarlo—. Míralo bien, es de matrimonio. Tiene dos iniciales, RM y NW. ¿No te parece conocida la primera? Ronald Manson.

— ¿Cómo diablos...?

— Podré estar desquiciado, pero soy buen policía —le dijo con seguridad—. Mira, es de oro. Simple. Me parece extraño que hayan dejado esto botado.

— La verdad a mí también. Un anillo no tiende a caerse porque sí, al menos no uno de bodas que se hace especialmente.

— Quizás se lo estaba quitando, quizás estaba molesto con su esposa. Hay que entrevistarla —dijo el rubio.

— Taylor...

— Por Dios, Brian, ustedes los norteamericanos son tan tercos —dijo poniendo el anillo en una bolsa para la evidencia, y continuando buscando de forma meticulosa.

— Y por lo visto, ustedes los británicos son locos —masculló.

— No soy británico, soy estadounidense —dijo.

— Hablas con un acento más marcado que el de la reina Isabel, no me mientas —le dijo.

— Bien, sí lo soy, pero me vine aquí de pequeño y me nacionalizaron —explicó—. En fin, poco importa de dónde soy, aquí hay cabello.

— ¿Perdón?

— Cabello.

— Pero el tipo estaba rapado. Tenía poco.

— Sí, no he dicho que sea suyo —repuso Roger tomando unas pinzas para poner los cabellos azabaches en otra bolsa—. No sabemos de quién es, pero perfectamente pudo ser sido de uno de los que lo secuestró.

— Nadie sabe si lo secuestraron, Roger —repuso Brian.

— Es una teoría —dijo—. Cuando lleguemos a la estación, recuérdame revisar su expediente y sus transacciones bancarias.

— Yo te ayudaré con eso —suspiró—. En fin, no veo ninguna otra pista.

— Error, aquí mismo, hay pedazos de estampado negro de una camiseta. La camiseta que tenía era de Nike, por lo cual tenía un estampado. A juzgar por el anillo, que es uno bastante... simple y barato, de hecho vi unos así a unos ochenta dólares cuando quise proponerle a Dominique...

— ¿Estás comprometido? —preguntó confundido.

— Sh, no interrumpas —lo regañó—. La cosa es que hay anillos mejores. El tipo tanto dinero no tenía, o no tuvo en algún momento. La camiseta pudo haber sido falsa, de esas que venden en ferias libres, o mandada a estampar, por lo cual perfectamente el estampado pudo ser de mala calidad, y se saldría bajo cualquier tirón de la camiseta, o ya estaba suelta tras un lavado —tomó con la pinza, los pedazos de estampado poniéndolos en una tercera bolsa.

— Sabes que estás considerando la basura de la calle como evidencia, ¿no? —preguntó May arqueando una ceja.

— En estas situaciones es mejor tomar cualquier cosa. Sino, simplemente se puede desechar —respondió.

— Bien, como digas.

— Vamos con la esposa. Quiero cerciorarme de un par de cosas.

— Como sea —bufó. Ambos se dirigieron a la patrulla.

— Oh, si tanto te interesa, no, no estoy comprometido. Me di cuenta que era gay —le respondió algo cerca. Brian se sintió incómodo y retrocedió—. Así que le dije a Dominique.

— Y... no te pregunté.

— Sí lo hiciste, por eso te respondo —dijo con una sonrisa socarrona—. ¿Por qué te interesa tanto saber si estoy comprometido?

— Curiosidad —respondió aún incómodo, y tragando saliva.

— Sí, no te creo —soltó una carcajada y volvió a sentarse con normalidad, abrochándose el cinturón de seguridad—. Pero no te preocupes, te alejas bastante de mi tipo.

— Eres jodidamente extraño —le dijo Brian soltando un bufido, y encendiendo la patrulla.

— Lo sé, es mi mayor orgullo —respondió Roger. Brian rodó los ojos y partieron donde la esposa de Ronald Manson.

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