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Do you think you're better every day?
No, I just think I'm two steps nearer to my grave



Una semana tuvo que pasar para que la prensa se olvidase un poco del tema de la alcantarilla y para que la investigación pudiese seguir en curso. El haber tenido que estancarse una semana debido al colapso periodístico en la zona los tenía realmente molestos. Peor aún era solo poder patrullar y realizar un aburrido papeleo para no levantar sospechas.

Roger con todo el tema del caso había olvidado su juicio. No fue hasta unos cuatro días antes de este, que al recibir una llamada de su abogado, Ewan Osbourne, recordó la complicada situación en la que estaba metido. Maldijo internamente al ver el nombre del contacto y darse cuenta que no había visto nada del juicio. Se sintió irresponsable y suspiró llevándose el teléfono a la oreja.

— Buenas tardes, ¿señor Taylor? —saludó el abogado con amabilidad. Roger asintió sin darse cuenta que este no podía verlo.

— Sí, con él —complementó rápidamente al percatarse.

— Solo llamo para poder recordarle que tenemos fijada una cita para hoy a las tres de la tarde con el fin de hablar los últimos detalles y de prepararlo para el juicio —le dijo. Roger había sacado una libreta para anotar todo con mayor facilidad.

— Sí, iré saliendo de mi jornada laboral —respondió, sabiendo que tendría que pedir permiso para poder retirarse antes—. ¿Pudo contactar con los demás testigos...?

— Sí, y no se preocupe, todos los testimonios apelarán a su favor. ¿Habló con su psiquiatra?

— Sí, él ya me dijo que declararía en caso de ser necesario y dejaría constancia que mi tratamiento en este último tiempo se ha enfocado en controlar mi carácter, pero que he tenido que realizar poco esfuerzo.

— Eso debería servir. No se preocupe, señor Taylor, es poco probable que pierda. Usted no ha hecho nada malo.

— En estricto rigor sí, no debería golpear personas —murmuró.

— Si dice eso en la corte vamos a perder —lo regañó—. En fin, no se preocupe, lo veré hoy en la tarde. Que se encuentre bien.

— Igualmente —suspiró y colgó. Quizás cuánto duraría aquel tortuoso proceso.

Tomó aire y simplemente se resignó a ir a hablar con el capitán para avisarle que tenía que realizar aquel trámite de último momento. Este se mostró comprensivo, en cierta manera, y lo regañó por no haber avisado antes, pese a que al rubio poco le hubiera importado la remienda en cualquier otra ocasión, sus nervios provocados por el inminente juicio hicieron que se sintiese realmente culpable.

Una vez llegada la hora en la que su salida fue permitida, Roger se despidió de Brian y caminó al edificio donde Ewan Osbourne atendía ofreciendo sus servicios de abogado. El lobby era moderno y de tonos claros y cafés, con un hermoso piso de mármol que hacía un leve ruido al ser pisado. El rubio caminó al ascensor y apretó el botón, esperando a que este abriera las puertas.

Un joven y un adulto estaban dentro y salieron, dejándole a Roger el pequeño espacio para él solo, cosa que sus nervios agradecieron. Suspiró esperando a que la puerta se cerrara y se apoyó en la baranda que estaba pegada a la pared de espejos que le permitieron verse a sí mismo.

Se arregló el cabello lo mejor que pudo, y cuando escuchó el sonido del elevador abrirse, tomó aire y salió con fingida tranquilidad.

El piso era del mismo mármol, mientras que las paredes del estrecho pasillo eran color crema. Una fila de puertas de roble se encontraba frente suyo, y sacó el papel de su bolsillo para poder verificar a cuál de todas las oficinas tenía que entrar. Al fondo del pasillo podía apreciarse una ventana plegable y un mueble pequeño con un florero encima, y se distrajo unos momentos viendo las flores. Luego reaccionó y entró a la oficina correspondiente.

— Buenas tardes —saludó acercándose a la secretaria—. Tengo cita con Ozzy.

— ¿Ozzy...?

— Obi wan —siguió.

— Señor no le entiendo, ¿está seguro que...? —la mujer estaba confundida.

— Lo siento, lo siento, cuando me pongo nervioso hago bromas malas —suspiró—. Tengo cita con Ewan Osbourne, Roger Taylor —mostró su identificación. Ella seguía confundida, considerando que el Roger de la foto tenía el cabello corto, espinillas y frenos—. La foto es vieja... no pudieron renovarla... —masculló.

— Oh, claro, por supuesto, señor Taylor —ella empezó a teclear—. El señor Osbourne lo atenderá en un rato, el pago puede realizarlo ahora o a la salida.

— Ahora si es posible... —sacó su tarjeta de crédito e hizo las transacciones necesarias. Luego tomó asiento en uno de los sillones y sacó su celular.

Tenía un mensaje de Brian, así que decidió marcarle. Hablar con él iba a tranquilizarlo, de eso estaba seguro.

— Rog, ¿ya llegaste allá? —escuchó la voz de su compañero lo que lo hizo sonreír levemente.

— Sí, estoy en la sala de espera. Me atenderán en un rato —se rascó la frente—. ¿Cómo están las cosas allá?

— Lo mismo de siempre, nada interesante —lo tranquilizó—. Igor y Steve te mandan saludos.

— Diles que yo también y que gracias por el apoyo —suspiró apoyándose completamente en el sofá y cerrando los ojos.

— Claro. ¿Estás bien? —le preguntó con preocupación.

— Claro, Bri, estoy bien... solo nervioso, pero ya se me pasará.

— Bien. No olvides tus medicamentos —le pidió—. Tengo que irme, el capitán quiere que vaya a buscar unos archivos.

— Claro. Nos vemos... ¿puedo pasar a tu departamento después?

— Por supuesto. Ven a buscarme al precinto, ¿bien? Nos vemos, Rog.

— Nos vemos —colgó. Miró hacia el techo soltando un suspiro y se frotó la cara.

Estuvo un rato así hasta que finalmente la secretaria lo llamó por su nombre indicando que el señor Osbourne estaba listo. Pudo ver a una mujer de mediana edad salir de la oficina, por lo que se incorporó y caminó al interior.

— Buenas tardes —saludó con cordialidad. Estrecharon las manos y el rubio tomó asiento tras el escritorio. Estaba nervioso, no iba a negarlo.

— Buenas tardes —saludó devuelta.

(...)

Brian revisaba con cautela los archivos para estar seguro que eran los que le había solicitado el capitán. En eso encontró uno tirado en el suelo y miró a ambos lados antes de recogerlo y abrirlo. Decía "Nigel Stone". Lo abrió, estaba vacío.

— Qué extraño —murmuró. Luego con cautela se guardó la carpeta en la chaqueta y siguió buscando los expedientes pedidos por su jefe. No era tonto, claramente eso era un expediente arreglado, posiblemente uno que quiso ser borrado pero por algún motivo no se pudo realizar la acción a cabo.

Cuando encontró el expediente necesitado, subió con cautela nuevamente al piso y tocó la puerta del capitán. Este le indicó que pasara sin ponerle ningún inconveniente.

— Capitán —saludó.

— Buenas tardes —saludó este realizando unos papeleos—. ¿Encontró los expedientes?

— Sí, aquí están. Las normativas de tránsito y la infracción están en este —le entregó dos carpetas—. Pero tenía que hablar de algo con usted.

— ¿Qué cosa, oficial May? —lo miró con atención.

— Bueno, encontré una carpeta vacía —explicó tomando asiento y sacándola de su chaqueta—. Estaba en el piso debajo de una de las estanterías. No tiene expedientes médicos, de vida, nada. Está totalmente vacía.

— Qué extraño... —la tomó abriéndola y cerciorándose—. Nigel Stone... no me suena ese nombre.

— A mí tampoco, capitán —admitió Brian—. Pero me parece...

— Extraño —adivinó lo que diría.

— Justamente —asintió—. Sabemos que están quitando expedientes. Eso significaría que tenemos por fin un nombre.

— Este debe ser alguien que esté asociado... —interpretó.

— Sí. Eso creo yo. ¿Cree que sea de un mismo caso o...?

— La verdad no estoy seguro. Puede incluso que alguien le esté pagando a alguna persona del precinto para que este borre expedientes a conveniencia. Incluso puede ser un negocio.

— Incluso puede no estar directamente asociado con el caso principal —murmuró Brian.

— Justamente... mira, investigaré a Nigel Stone en mis archivos. Le recomiendo hacer lo mismo. Quizás encontremos algo —le dijo.

— Tengo una copia de seguridad vieja en mi departamento. Lo buscaré allí —asintió—. Si pueden desaparecer papeles, no veo por qué no podrían borrar algo de una computadora aquí en el precinto.

— Dígale a Staffell y a Beyrand que también indaguen. Háblelo con Roger, aunque no creo que él tenga mayores expedientes, no lleva mucho tiempo en el precinto.

— Entiendo.

— Eso no significa que no le cuente. Es su compañero, sea transparente con él.

— Por supuesto, capitán —suspiró.

— Roger es un prodigio. Nos saca de quicio a todos, pero es un prodigio —suspiró—. En fin, puede retirarse. Avíseme cualquier cosa.

— Por supuesto, capitán —se levantó y fue a avisarle a sus compañeros.

(...)

— ¿Nigel Stone? No me suena —admitió Roger comiendo de la rebanada de pizza que estaba sobre la cama del rizado. Este tenía su computadora en su regazo y un plato con su pedazo al lado.

— A mí tampoco, pero eso decía —explicó tecleando. Roger se puso tras él apoyando el mentón en su hombro para poder mirar. Brian se sonrojó.

— ¿Has encontrado algo, Bri? —lo abrazó. Brian se estaba poniendo nervioso. ¿Qué estaba haciendo?

— Nada por ahora —murmuró tragando saliva. Tener a Roger así lo estaba volviendo loco. Sentía su aroma demasiado intenso, sentía su tacto demasiado vívido.

— Ahí está, Nigel Stone —señaló con el dedo. Brian rápidamente lo tecleó, intentando ignorar el hecho de tener al rubio abrazado y apegado a él—. Cuarenta y dos años, un metro ochenta, sano...

— Veamos... no tiene mucho... no, sí tiene, escucha esto: Robo de auto a los quince años... infiltración en territorio privado a los treinta y uno... estuvo en prisión dos años por violencia intrafamiliar. A su hermana... según esto tiene dos hijos y está divorciado. La esposa tiene la tutela.

— Vaya, todo un personaje —Roger hizo un silbido y salió de atrás de Brian para ponerse a su lado y tomar la computadora—. Denuncia por gritos y ruidos molestos... eso fue hace un año. Es lo más reciente.

— En su domicilio, ¿no?

— Sí, pero no encontraron nada —siguió buscando—. Hay fotos...

— Ponlas —Brian se rascó el cuello.

— ¿De dónde sacas todos estos archivos? —preguntó Roger sorprendido—. Veamos, es un tipo común y corriente... me dan miedo sus ojos, parecen de chihuahua desnutrido.

— Tienes razón —soltó una carcajada—. Nos dan una copia de los expedientes finalizado cada año —explicó—. Este es del 2018.

— El más reciente —comprendió. Brian asintió.

— Solamente los actualizamos y listo. Quien sea que está borrando todo, empezó este año.

— Comprendo —siguió buscando—. Bingo.

— ¿Qué? —miró la pantalla.

— Tiene el tatuaje. Está asociado —apuntó a la pantalla.

— Tienes razón —asintió tomando una libreta donde tenía algunos apuntes.

— Esta mierda es cada vez más interesante —sonrió Roger dándole un bocado a la pizza.

— Tenemos un nombre —dijo Brian sorprendido—. ¡Roger, tenemos un nombre!

— ¡Ya no estamos dando círculos sin llegar a nada! —exclamó el rubio y abrazó a Brian. Este le correspondió con una bonita sonrisa mostrando sus colmillos.

— Eres un policía fenomenal, Roggie —suspiró.

— ¿Roggie? —lo miró—. Y tú también lo eres. En serio.

— Eh... sí... se... se me ocurrió —se justificó—. Y gracias.

— Mi mamá me decía Roggie —sonrió mirando hacia abajo—. Antes de volverse loca, claro —carcajeó. Brian soltó una pequeña risa.

— Te queda bien —admitió riendo.

— Pues gracias —lo miró sonriendo. Brian también lo miró así.

— Tienes ojos bonitos —admitió el rizado en voz baja. Esta vez fue Roger quien se sonrojó y desvió la mirada con rapidez.

— Gracias. Los tuyos también son bonitos —se rascó el cuello. De súbito la imagen de él y Brian besándose en el pub vino a su mente y se puso aún más rojo. Recordar sus danzas labiales en aquel preciso momento quizás no había sido bueno.

— De nada —le acarició el cabello. Roger cerró los ojos al sentir su tacto y suspiró volviendo a abrazarse a él—. ¿Estás nervioso por el juicio?

— Mucho —murmuró. Los párpados le saltaban producto de los nervios. Brian pudo sentir como su pequeño cuerpo temblaba y solo atinó en estrecharlo mejor entre sus brazos.

— Ten fe... tienes varios testigos y además tienes bastante chance de ganar.

— ¿Tú crees? —preguntó en voz baja.

— Claro que sí, Rog. Yo voy a apoyarte con todo esto. Tenlo por seguro.

— Gracias, Bri... eres tan bueno conmigo... y yo soy un dolor en el culo —soltó una risa.

— Un poco, pero así te quiero —le revolvió el cabello. Roger rió.

— Yo también te quiero —lo miró a los ojos. Brian también lo hizo.

— Eres... —suspiró. Roger lo miró con curiosidad y el rizado solo negó con la cabeza soltando una risa—. Mi mejor amigo.

— Tú el mío —aseguró sonriendo. Le ponía contento tener a Brian en su vida, le ponía contento que este lo considerara su amigo, y era ignorante respecto a los otros sentimientos de Brian.

— Bien, niño bonito, sigamos con el caso —se separó lento y Roger asintió sentándose mejor.

— Eso fue muy gay —lo molestó.

— Tú ya eres gay, no molestes —le dio un leve golpe en el brazo de manera fraternal y Roger se lo devolvió con más fuerza—. ¡Eh, eso me dolió!

— Perdón —dijo con inocencia. Brian rodó los ojos riendo y lo abrazó dándole un beso en la cabeza. Roger se sonrojó, pero no dijo nada y soltó una risa.

— Bien, busquemos más información.

— Claro, Bri —asintió. Ambos se dedicaron a trabajar mientras comían pizza y de vez en cuando reían.

— Me acabo de dar cuenta de algo —dijo Roger.

— ¿Qué cosa? —Brian lo miró con curiosidad.

— Bueno, para entrar al cuarto de expedientes hay que tener credencial, ¿no? —preguntó.

— Correcto —asintió el rizado.

— Bueno, también hay un guardia —dijo—. Un guardia que revisa si puedes o no entrar. Él lleva el registro de quiénes entran y quiénes salen. Además no solo entran oficiales, también entran detectives y el servicio de limpieza.

— Entonces...

— Necesitamos ese registro —dijo—. Podemos conseguirlo si tenemos autorización de un superior. Necesitamos una orden judicial.

— ¿Una orden judicial? —preguntó Brian.

— Para tener libre acceso a la información. Sino será ilegal —le explicó—. También necesitamos una para revisar la alcantarilla. La prensa está más alejada. Ya olvidaron el tema.

— Tienes razón... ¿pero sabes como obtenerla?

— Es hacer un trámite en el tribunal. No creo que sea tan difícil —se encogió de hombros—. Si lo hablamos con el capitán no tendremos problema.

— Sí, es verdad. Hay que consultarlo mejor con el capitán, Dom y Tim —asintió Brian.

— Entonces tenemos un gran margen de quién pudo ser en el precinto. Incluso puede ser el mismo guardia.

— Sí, tienes razón —se rascó el cuello—. ¿Descansamos por ahora? Estoy cansado...

— Yo también lo estoy, mejor paremos —se rascó el cuello.

— Sí... ¿quieres un café?

— Claro, gracias.

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