«18»
Talk to me softly
There's something in your eyes
Don't hang your head in sorrow
And please don't cry
I know how you feel inside I've
I've been there before
Somethin's changin' inside you
And don't you know
Don't you cry tonight
I still love you baby
Don't you cry tonight
Don't you cry tonight
There's a heaven above you baby
And don't you cry tonight
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Cuando lograron sacar el último cadáver, fue realmente perturbador intentar reconocer y ver aquel rostro y cuerpo devorados por ratas en ciertas partes y con heridas de bala y puñaladas en el cuerpo. Era una mujer. Estaba desnuda, con un cuerpo maltratado y sucio. Maloliente. John Deacon, el forense, junto con los oficiales y la detective Beyrand encontraron numerosos signos de violación, abuso y violencia. La mujer tenía un ojo menos y varios huesos rotos además. Roger estaba realmente perturbado, pero quiso investigar más allá.
Los bomberos habían bajado una escalera para que Brian pudiese bajar también, al igual que Dominique. Los tres con linternas, buscaban alguna pista además de los rastros de sangre. El rizado daba brincos a medida que encontraba una rata, Dominique se resignaba a pasar por el lado y Roger las apuntaba con su arma.
— Este maldito olor va a matarme —masculló Brian procurando respirar por la boca mientras buscaba con la linterna.
— Qué bueno que tengo rinitis y siempre tengo mocos y la nariz tapada —dijo Dominique. Brian la miró extrañado y ella siquiera se inmutó.
— Me ducharé siete veces cuando llegue a casa —dijo Roger ya asqueado, a fin de cuentas era quien más tiempo llevaba allí dentro.
— Yo unas nueve... —suspiró Brian.
— Yo diez, porque el número nueve me estresa —comentó Beyrand.
— ¿Por...?
— Porque es uno antes del diez que es par —explicó a Brian con neutralidad. El rizado solo suspiró y continuó buscando con ambos.
— Huelo a calzoncillo de Vernon Dursley —comentó Roger con asco.
— Tú tuviste la grandiosa idea de lanzarte a una alcantarilla, Taylor —dijo Dominique.
— ¡Es que se veía divertido! —se justificó con un tono que involuntariamente asimilaba al de un niño pequeño que acababa de ser regañado. A Brian se le escapó una sonrisa, Dominique lo notó y sonrió leve.
— No tienes cinco años, Rog —lo riñó el rizado tras salir de su pequeño trance—. Tienes que...
— Comportarme como policía —imitó el asiento americano y el tono de voz de Brian.
— Sí, eso mismo, ¡y yo no sueno así! —lo regañó. Roger rodó los ojos, e iba a replicar pero Dominique interrumpió.
— Esperen, miren —señaló un gran bulto a la distancia con su linterna. Ambos oficiales apuntaron hacia este.
— Parece ser basura —dijo Brian con asco.
— No... ahí... ahí hay una mano —la azabache lo señaló. Brian no pudo aguantar mucho y comenzó a vomitar, sin darse cuenta que lo hacía encima de Roger.
— ¡Oh por Dios, qué asco! —se corrió con rapidez, pero luego fue a sobarle la espalda e intentar socorrerlo—. Dom, ¿podrías ir a revisar mientras veo a Bri? No pienso dejarlo así...
— En seguida —aseguró ella y se acercó con cautela y apuntando con su linterna y su arma.
A medida que se acercaba, el nauseabundo aroma se hacía más prominente y fuerte. La chica hizo una mueca de disgusto y siguió avanzando con cuidado. A medida que se encontraba más cerca, pudo divisar varios bolsos negros y bolsas de basura acumulados en las paredes de la alcantarilla y rincones, cuidados de no tapar nada, de no obstruir ningún paso. Ordenados de manera perfecta. Eficaz. Frunció el ceño y se acercó al primer bolso que encontró, poniéndose unos guantes de látex antes de abrirlo.
Al encontrar un cadáver y dos extremidades, palideció. Retrocedió de forma rápida aún apuntando, por poco bitando la linterna en el proceso. Notó que de una bolsa de podía apreciar una mano sucia, muerta y de un tono plomizo asomándose tímida y seca. ¿Qué demonios estaba viendo?
— ¿Dom...? ¿Qué hay allá...? —preguntó Roger algo nervioso de ver su reacción. Brian comenzaba a incorporarse después de la vomitada de su vida, y el rubio lo abrazó con un brazo mirando a la chica.
— Muertos —respondió en voz baja. Los otros dos oficiales palidecieron aún más, y Brian por poco vomita de nuevo.
(...)
— En total pudimos sacar dieciocho cadáveres y siete pares de extremidades de la alcantarilla —el capitán Hutton hablaba frente a una ola de reporteros que lo acosaban buscando las nuevas noticias acerca de lo que llamaban «la alcantarilla de la muerte»—. Diez de los cuerpos correspondían a mujeres, mientras que los ocho restantes a hombres. Creemos que seis eran menores de edad, y pertenecen a etnias variadas. No tenemos registro de quienes son debido a la falta de huellas dactilares, pero los forenses están haciendo lo necesario y ya contactaron a familias y seres queridos de personas desaparecidas para intentar hacer un proceso de reconocimiento.
Preguntas. Una tras otra, amontonándose entre sí. Era un verdadero escándalo. La noticia era un escándalo. Nadie sabía de dónde habían salido tantos cuerpos, tan repentinamente.
— El precinto de Queens, tanto en detectives como en oficiales está haciendo lo posible por encontrar a los antisociales que realizaron este atroz crimen —siguió hablando—. Por el momento no tenemos suficiente información, pero se están realizando las investigaciones necesarias...
— Maldita sea, esto es un asunto fuerte —habló Igor mientras Roger fumaba un cigarro apoyado en una muralla.
— Demasiado —murmuró.
— ¿Tú los encontraste? —lo miró.
— No puedo decirlo, es confidencial —explicó—. Fue un trabajo grupal además. La verdad yo no vi los cuerpos, yo solo entré primero a la alcantarilla.
— Claro, entiendo —suspiró—. Hueles horrible.
— Lo sé, necesito darme una ducha —masculló dándole otra calada al cigarro—. ¿Tú qué crees que sea?
— No lo sé, quizás simplemente es un loco que encontró un escondite fácil para sus víctimas —comentó el hombre.
— No lo sé, honestamente —admitió botando el humo del cigarro y dándole unos toquecitos para quitar cenizas. Luego se alejó de Igor y se acercó a Brian, quien tecleaba rápido en su celular—. Hey.
— Hey —respondió concentrado. Roger lo miró con curiosidad y se apoyó en su brazo, botando el cigarro tras apagarlo contra la pared y pisándolo.
— ¿Qué haces? —le preguntó.
— Me pongo al día con Tim. No lo dejaron venir para "no levantar sospechas" —explicó.
— El maldito plan acaba de fracasar. Lo hizo en el momento exacto en el que llegó la prensa —bufó con frustración. Brian lo rodeó con un brazo y siguió tecleando.
— Era obvio que con un crimen de ese calibre iban a venir, Rog —lo tranquilizó—. Lamento haberte vomitado encima.
— No te preocupes... más me importa saber si te sientes mejor.
— Un poco. Al menos me dieron una menta y no tengo el sabor a vómito en la boca —respondió con neutralidad—. ¿Tú? Estás deprimido.
— Entre ver el caso fracasar y problemas personales... no estoy teniendo una muy buena semana —admitió en voz baja. Brian suspiró.
— Te preguntaría, pero estoy ocupado —le dijo. Roger lo miró algo desconcertado y solamente asintió viendo a la prensa desde lejos.
— No te preocupes... mejor no hablarlo —lo tranquilizó.
— Uhjum... en fin, no te preocupes por el caso —tomó un mechón del cabello de Roger y comenzó a jugar con este—. Aún así puede ser confidencial. Hutton no ha dicho ni la mitad de todo, además esto puede ir ligado a más cosas, o siquiera tener que ver con nuestro caso.
— Sí tiene, eran los mismos bolsos que vi que sacaban del departamento de los Manson —respondió dejando que jugaran con sus doradas hebras.
— Perfectamente pudieron haberlos comprado en una tienda departamental.
— No lo sé... quizás —suspiró—. Pero todo me da mucha mala espina.
— ¿Crees que a mí no? —lo miró—. Este asunto está realmente engorroso.
— Lo sé —lo miró también—. Pero siento que no hemos avanzado nada.
— ¿Estás bromeando? Encontramos un punto de cadáveres. Alguien ingresaba a la alcantarilla para poder ordenar estas mierdas y que no obstruyeran el flujo del agua.
— Bien, eso es verdad. Eso conllevaría a que es alguien que tiene las llaves de la alcantarilla.
— ¿Pero cómo nadie se daba cuenta que entraban de forma tranquila? —preguntó Brian confundido.
— Quizás debamos volver allí abajo y buscar más salidas. Pero no hoy, la prensa estará encima y nos identificarán como los oficiales en el caso. Si eso pasa, realmente e el plan de va al carajo —explicó el rubio. Brian continuaba jugando con su cabello de forma suave. Roger no veía ninguna intención no amistosa en eso.
— Sí, es verdad. Pero tenemos que conseguir un permiso. Hablaré con Hutton acerca de eso —aseguró—. Creo que nuestro turno ya terminó... deberíamos volver a la casa, ¿no crees? —lo miró.
— Sí, tienes razón —se rascó el cuello—. Hoy iba a seguir buscando cosas, pero estoy agotado. Lo único que quiero es...
— ¿Ver una película comiendo comida basura en un sofá y con mantas? —preguntó Brian.
— Sí... ¿cómo supiste? —lo miró sorprendido.
— Te conozco, Rog —explicó sin más rodeos—. Ven a mi casa, yo invito.
— Claro, está bien —sonrió leve—. Tengo ropa de cambio en el casillero del precinto, así que si puedes prestarme la ducha no tendré problema en que nos vayamos directo a tu casa.
— Nos merecemos un descanso —dijo—. Usa la ducha cuántas veces quieras. Mi mamá insiste en pagarme el agua, aunque siempre intento pagárselas de todas formas —rió.
— Qué dulce —admitió sonriendo—. No sabía que eras niño mimado. Bueno, era bastante obvio —rió.
— Creo —miró a otra parte—. No importa, solo dejaré constancia que nos fuimos. Ya está oscuro.
— Claro, me parece bien.
(...)
Cuando la puerta del departamento de Brian se abrió, los dos oficiales entraron con calma y cansancio. Brian puso una bolsa de plástico sobre una silla de madera y se sentó allí con la vista hacia arriba. Roger le pidió el baño, y el rizado le dijo que pasara sin preocuparse.
Cuando el rubio cerró la puerta, puso el seguro y se desvistió con cuidado. Le dolía el cuerpo por el esfuerzo físico y trabajo de ese día, considerando que literalmente había saltado a una alcantarilla.
Se miró al espejo con un poco de asco al verse tan sucio. Luego suspiró sabiendo que tras ducharse volvería a quedar como nuevo y con su vanidad intacta. Bufó al ver la marca violácea que tenía en un hombro y puso la palma de su mano allí intentando cubrirlo.
— Le dije que no quería a ese idiota —masculló al recordar como su ex novio le había insistido en haber llegado más allá de los besos. Suspiró y simplemente entró a la ducha, cerrando la cortina y abriendo la llave.
Dejó que el agua cayera sobre su rostro y su cuerpo. Estaba tibia. Se sentía bien dejar de lado la mugre que tenía en el cuerpo debido a investigar en una alcantarilla. Comenzó a pensar en muchas cosas durante la ducha.
Dominique le había dicho que no pensara en una relación amorosa por un tiempo. El problema era que sin una se sentía realmente solo. No quería ser un estorbo para su pequeño grupo de familia y amigos, y sabía que tener un novio le aseguraba no ser ese estorbo. Quizás por eso se conformaba con tan poco.
Su primer amor le había dicho que tenía que tener paciencia. Que tenía que aguantar las cosas. Roger no sabía cómo equilibrar eso con no dejarse pasar a llevar, al menos en una relación amorosa. Le confundían aún esas cosas, pese a que tenía bastante experiencia en los ámbitos relacionados a estos.
¿Cuántas parejas había tenido en su vida? Al menos unas siete. La mayoría no duraban más de un mes y lo dejaban, como había sido con Ivan, quien lo había dejado al día siguiente en el que Roger se rehusó a tener relaciones con él.
— Quizás sí tengo que hacer lo que dicen o me quedaré solo —murmuró. Odiaba sentirse tan solo, lo hacía desde los trece años, y no necesariamente porque no tuviese amigos o familia. Ese vacío lo había llenado su primera pareja, de una forma cuestionable que Roger no mencionaba con nadie. Su primera vez, su primer beso y su primera sensación de esa índole, eran guardadas en su corazón bajo llave, siendo algunas cosas vividas a lo largo de su vida romantizadas debido a la poca guía por parte de su entorno.
— Ivan me dejó porque no quise hacerlo. Chris me dejó porque lo dejé que hiciera lo que quisiera y me cambió. ¿Qué demonios tengo que hacer? —suspiró. Hablaba solo de forma recurrente. No le gustaba mucho compartir su vida amorosa con la gente.
Dominique tenía razón, tenía que pasar un tiempo estando solo y despejando su mente de relaciones amorosas. Mejor era concentrarse en su trabajo, su madre y en Brian. Se sentía cómodo con él y sabía que él lo quería como un amigo y que podía confiarle cosas.
Sin darse cuenta ya había terminado de ducharse. Estrujó su cabello y se envolvió con una toalla tras secarse. Se vistió en el baño y secó su cabello con la misma toalla. Luego salió.
— ¿Tienes secador de pelo? —preguntó asomándose. Brian estaba jugando con su celular y se dio vuelta a mirarlo. Roger pudo apreciar su perfil y le pareció realmente bonito.
— Sí, en el mismo baño. En el mueble del lavamanos —le indicó.
— Gracias, Bri —volvió a sacarlo y salió
Con este, sentándose en el sofá de la sala y comenzando a secarse el cabello. Brian se puso de pie y se dirigió al baño.
— Iré yo ahora —le indicó. El rubio asintió mientras se secaba el cabello.
No quiso seguir pensando en sus fallas amorosas de nuevo. Solo le traían malos recuerdos —pese a que varios eran buenos a su parecer eran buenos—, por lo que siguió pensando en el caso. En qué podría ser, por qué.
El hecho que hubiesen cuerpos en la alcantarilla significaba que alguien tenía cierto acceso a ella. Se suponen que están selladas y solo pueden abrirse en caso de ser necesaria mantención o alguna reparación. Eso significaba que si no había algo oculto, había alguien de ese equipo de mantención involucrado.
Los cuerpos estaban en bolsos. Eran los mismos que vio esa vez donde los Manson. Los cuerpos estaban cerca del Cobblestones and Biergarten. Seguía creyendo que aún faltaba algo para ligar todos los acontecimientos. Aún todo era una nube llena de ovillos de lana desordenados y enredados entre sí. Aquello lo frustraba. Lo exasperaba, porque sentía que no habían avanzado tanto en los últimos meses, pese a su enorme esfuerzo.
Por ahora sabían que había gente secuestrada de por medio. Audrey, o más conocida como Natalie Manson, el japonés que luego encontraron muerto, y quizás cuántas personas más. ¿Habrán sido cadáveres los que vio que sacaban? ¿Habrán sido los mismos bolsos que encontró Dominique?
Le dolía la cabeza. Últimamente le pasaba seguido. Recordó que tenía que tomar sus medicamentos, así que fue a su bolso y comenzó a buscarlo.
No estaban.
Se alarmó rápidamente mientras continuaba buscando con cierta desesperación. ¿Cómo pudo ser tan tonto como para dejarlos en su casa? O aún peor, ¿en el precinto?
— Mierda, mierda, mierda, mierda —masculló exasperado. En eso salió Brian del baño con los rizos húmedos y acomodándose una camiseta de pijama. Roger continuaba buscando todo con exasperación y el rizado lo miró confundido.
— ¿Rog...?
— ¡No están! —exclamó exasperado.
— ¿Qué cosa...? —se acercó a él.
— ¡Mis medicinas! —lo miró exasperado. Brian se acercó y con tranquilidad comenzó a buscar en el bolso del menor, quien intentaba buscar en sus bolsillos y en otras partes.
— Tranquilo, deben estar aquí... —sacó las cosas del bolso. Roger estaba exasperado, no quería joderle la noche a Brian, además tenía pánico de sufrir otra crisis.
Cuando una pequeña caja color celeste semitransparente de plástico cayó al sofá, Roger pudo volver a respirar y rápidamente la tomó dirigiéndose como loco a la cocina por un vaso y agua. Brian lo observó preocupado y caminó hacia él con lentitud, para luego poner una mano en su cintura con calma y con otra sacar un vaso.
— Tranquilo, tranquilo, aún estás a tiempo —le aseguró. Roger asintió, siquiera se había dado cuenta que Brian le tenía tomada la cintura con una mano. El rizado lo soltó con cuidado para servirle agua y entregarle el vaso. Roger tomó aire y tomó sus medicamentos ya más tranquilo. Luego dejó el vaso al lado y lo abrazó como un reflejo, de forma tan rápida, repentina y cariñosa que dejó sorprendido al rizado, cuyas mejillas lograron sonrojarse y cuyos brazos tardaron en reaccionar para poder abrazar devuelta la delgada y pequeña figura de su chico.
Cuando el rubio se separó y le sonrió con un poco de nervios. Quizás se había pasado por la situación en sí, pero ni él mismo era capaz de controlar sus erradas reacciones ante situaciones simples y de poca importancia. Quizás en parte también se había dejado llevar por los nervios.
— Gracias... lamento... haberme puesto así —se disculpó. Seguían abrazados, pero el rostro del rubio ya no estaba contra el pecho de Brian.
— Hey, tranquilo, entiendo que te pongas nervioso. No tiene nada de malo, ¿bien? —lo tranquilizó—. Creo que fui grosero contigo allá cuando te dije que estaba ocupado...
— No, tranquilo, es verdad. Estábamos en horario laboral además... —se rascó el cuello. Roger se sentía inmaduro para haber empezado a trabajar—. Lamento haber sacado ese tema.
— No fue culpa tuya, ¿bien? —lo tranquilizó—. Tengo comida chatarra, déjame ordenarla y puedes escoger la película, ¿bien? ¿Qué géneros te gustan?
— Terror, thriller, suspenso y policial, pero ya he visto suficientes cadáveres por hoy —soltó una risa. Brian asintió soltando otra.
— Podemos poner una infantil —bromeó.
— ¡Oh, sí! ¡Quiero ver Chiken Little! —exclamó el rubio con emoción. Brian fue incapaz de decirle que lo decía como broma y asintió sonriendo.
— Claro, tú elige —aseguró sin borrar la sonrisa y se soltó con suavidad para luego ir a buscar la comida—. Ponte cómodo, ¿bien?
— Bien —sonrió y se dirigió a la sala de estar rápidamente. El de rizados cabellos lo miró sonriendo y luego se dispuso a poner comida en una bandeja.
Mientras Roger se acomodaba en el sillón con una manta y las piernas sobre este, Brian llegó a la sala con una bandeja con papas fritas, Doritos, palomitas de maíz, chetos y pepinillos, además de una Pepsi y dos vasos.
Roger le puso play y Brian se puso a su lado. Comieron viendo la película y riendo varias veces, comentándola. Al rato, la película terminó y pusieron otra. Brian volteó a ver a Roger.
— ¿Rog?
— ¿Hm? —lo miró. Los platos donde estuvo la comida ahora estaban vacíos.
— ¿Estás seguro que no quieres hablar de lo que te pasó? —lo miró también. Roger se acomodó con la manta en el sofá, subiendo nuevamente las piernas al cómodo sofá.
— Yo... no lo sé —admitió. Brian se puso de lado mirándolo.
— Roger, ¿tú eres feliz? —se atrevió a preguntar. El rubio abrió la boca sin saber qué responder, luego asintió—. ¿Lo eres?
— Claro que lo soy —aseguró—. Tengo una familia que me ama y que amo, tengo amigos... tengo el trabajo que siempre soñé...
— ¿Y por qué entonces te costó tanto responderme? —preguntó con dulzura. El rubio solo se encogió de hombros, mirando a otra parte.
— Yo... supongo que hay cosas que me molestan, pero eso no significa que no esté feliz con mi vida. Podría estar peor —repuso.
— Lo sé, pero... eso no significa que puedas aminorar lo que te pasa... —se acercó un poco. Roger se encogió de hombros.
— No importa, de todas formas estoy bien. No te preocupes, Bri —repuso.
— Bueno... —suspiró mirando hacia arriba. En eso sintió como lo abrazaban, y vio que Roger apoyaba la cabeza en su hombro.
— Gracias por preocuparte —musitó.
— Es lo mínimo, Rog... —lo rodeó con un brazo soltando un suspiro.
— Contigo no me siento así —admitió.
— ¿Así cómo? —lo miró.
— Solo —respondió mirando la pantalla del televisor, donde Lo que el agua se llevó se mostraba ignorante a la conversación de los amigos.
— Conmigo nunca vas a estar solo —le prometió. Roger asintió sin salir de donde se encontraba—. ¿Por qué te sientes así?
— Soy un estorbo —murmuró—. Mi mamá necesita más ayuda que yo, no debería tener lo mismo que ella. Solo logro entorpecer su tratamiento y agotar mas a mi papá y a Clare. Ellos ya deben estar cansados de cuidarme.
— No digas eso... son tu familia, ellos te aman. Y que tú también necesites ayuda no es algo malo.
— ¿En serio? —lo miró.
— En serio —aseguró y le acomodó el flequillo.
— El otro día mentí —confesó. Brian lo miró confuso.
— ¿Sobre qué?
— Sobre tener novio —dijo. Brian se sonrojó, sin saber bien qué responder ante eso.
— ¿En... serio...?
— Sí —respondió—. Me daba vergüenza admitir que... me dejó... también —suspiró—. Porque no quise hacerlo con él.
— Si fue por eso estás mejor sin él —le acarició el cabello—. No tienes que hacer algo que no quieres solo porque tu novio te lo pide. Eso es abusivo, está mal...
— Chris me dejó por dejarlo que hiciera lo que quiera. Ivan lo hizo por no querer. No entiendo —dijo frustrado.
— Son personas malas, Rog... —siguió acariciando su cabello con paciencia. Roger se dejaba hacer ante sus delicados toques—. Personas que no te quieren por lo que eres. Personas que juegan con otras como si fueran muñecos. Mereces alguien bueno. Alguien que realmente te quiera.
— Supongo —admitió—. Creo que debo darme un descanso de todo esto.
— ¿De qué?
— De los novios y las citas y eso. Me hará bien. No quiero nada ahora de eso —se rascó el ojo—. Solo me ha traído problemas. Y no me gusta acostarme con alguien que acabo de conocer...
— A mí tampoco me gusta eso... supongo... que... te haría bien un descanso —murmuró algo decepcionado.
— Sí, eso creo. Lamento aburrirte con mis dramas... eres... el único con el que me siento libre de hablar estas cosas. No me gusta hablar de mi vida amorosa.
— No te preocupes, ¿sí? Entiendo bien —le revolvió el cabello de manera fraternal.
— Gracias —murmuró.
Se hacía tarde mientras seguían viendo la película. Esta se acercaba a su fin y Brian volteó a ver a Roger, quien estaba dormido sin salir de su su hombro, cubierto entre las mantas y con la boca entreabierta.
El rizado suspiró y lo miró largo rato. Era hermoso. Con timidez puso una mano en su cabello y lo acarició. Roger no despertaba, estaba calmado y tranquilo.
Apagó el televisor y con cuidado lo cargó y lo dejó en su propia habitación. Lo cubrió con sus mantas y antes de volver al sofá lo miró por última vez soltando un pequeño suspiro.
— Quizás buscas mal, Rog... quizás deberías mirar más cerca —murmuró. Luego cerró la puerta y fue a ordenar todo con calma.
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