«10»

Night fall covers me
But you know the plans I'm making
Still overseas,
Could it be the whole lot opening wide
A sacred why
A mystery gaping inside
A week is why
Until we dance into the fire
That fatal kiss is all we need
Dance into the fire
To fatal sounds of broken dreams
Dance into the fire
That fatal kiss is all we need
Dance into the fire
The choice for you is the view to a kill
Between the shades assassination standing still


— ¡Es noche de chicas!

— Roger, no es noche de chicas —repuso Brian tras el volante—. Primero que nada porque estamos trabajando, y segundo porque no somos chicas.

Un silencio algo incómodo se hizo por el comentario de Brian. Había sido suficiente para poder volver al aire serio que necesitaban para la investigación. Aunque pronto, el silencio se rompió.

— ¡Es noche de chicas...! —insistió en un tono bastante afeminado mientras Tim se echaba a reír.

— I'm a Barbie girl, in a Barbie world —comenzó a cantar Tim.

— No me jodan... —masculló Brian.

— ¡Imagination, life is your creation! —cantó Roger con un grito que parecía estar desgarrando su garganta. Brian tenía una mirada de fastidio.

— ¡You can brush my hair, undress me everywhere! —cantó Tim del mismo modo.

— ¡Life at plastic, it's fantastic! —cantaron Roger y Tim de ese modo.

— ¡Cállense un rato! —pidió Brian con fastidio.

— Era Rodolfo el reno... que tenía la nariz...

— Roger cállate o te callo yo —lo miró con molestia. El rubio soltó una carcajada y lo miró con una ceja arqueada.

— ¿Callarme cómo?

— Callándote. Así. Sh —le dijo.

— Pensé que me callarías besándome —repuso. Tim volvía a mirarlos con curiosidad.

— Dios, no —repuso Brian.

— ¿No? ¿por qué no?

— Porque me daría un puto asco —explicó sin pensar las palabras y en la repercusión que tendría en el rubio.

— Bueno, por la boca muere el pez, y en este caso realmente morirá por la boca, porque eso será lo que me estarás besando —respondió con cierta molestia. En sí, el rubio tenía reacciones extrañas, por lo que quiso joderle un poco la existencia a Brian tras aquella grosera frase.

— Ya te dije que no te besaría. Ni aunque me obligaran —respondió sin dejar de mirar el volante.

— En efecto, soy la tercera rueda —dijo Tim en voz baja.

— Bueno, yo no beso a cosas que parecen vello púbico —expresó Roger.

— Discúlpame, pero...

— Disculpado —interrumpió Roger.

— Discúlpame —siguió Brian—. Pero no parezco vello púbico. Tú pareces Furby y nadie te dice nada.

— ¿Perdón?

— Sí, te pareces a esos Furbys que ni cagar solos pueden ¿y sabes por qué? Porque me hinchas las pelotas por todo.

— Ah, ¿te hincho las pelotas, Brian? ¿Y de qué forma lo hago? —preguntó enfurecido.

— ¡Jodiéndome cada dos minutos con tus estupideces y tus berrinches, tu infantilismo, y-y tu estúpida forma de ser que crees que tiene que ser justificada por un maldito trastorno mental!

Roger quedó con la boca abierta sin estar seguro qué decir o cómo replicar esa frase. Solo miró al camino con un suspiro.

— Manzanita del perú, cuántos...

— ¡Y aquí vamos de nuevo! —bufó Brian que ya estaba bastante salido de sus casillas, y que en realidad no quería ser hiriente—. ¿¡No te puedes quedar callado un puto segundo!?

— ¡Años tienes tú, todavía no lo sé, pero pronto lo sabré! —alzó el tono de voz mientras sus hombros se encogían.

— Dios, Roger, no es necesario victimizarte —masculló Brian con fastidio, mientras el rubio continuaba cantando aquella infantil canción.

— Tengo cuatro, tengo cinco... —empezó a hablar más bajo.

— Roger, te callas o te saco del auto —amenazó fastidiado.

— Tengo ocho, tengo nueve, tengo diez —soltó un pequeño sollozo y se mordió el labio rápidamente. Tim no sabía qué hacer, estaba sorprendido y a la vez algo asustado.

— ¡Por cuarta vez ya...! —de pronto escuchó un sollozo un poco más audible e interrumpió sus palabras, percatándose de lo canalla que había sido y el efecto que sus palabras habían producido en un trastornado e indefenso Roger, quien tenía una lucha constante y diaria para saber manejar sus emociones.

— Tengo doce —se limpió los ojos—, tengo trece, tengo catorce.

— Rog... lo... lo siento —se disculpó soltando un suspiro y el rubio rebuscó en sus bolsillos una caja pequeña con unas pastillas y tomó una—. Roger, no... no deberías...

— Mira, Brian, tú provocaste que me diera un ataque y no estoy en horario laboral, así que si me quiero tomar un puto calmante ¡lo hago! ¿¡Me oíste!? —volvía a gritar enfurecido. Lo que en un momento Brian pensaba que era el trastorno bipolar, resultó ser el de personalidad limite, y ese era el que más despreciaba Roger.

— Bien —suspiró el chico, mientras que el contrario tomaba la pastilla y la tragaba en seco. Tim miraba todo algo perplejo.

— Tranquilo, Rog, intenta tomar aire —le dijo dándole una palmada suave en el hombro.

— No, está bien, tiene razón. Lo saqué de sus casillas —suspiró el rubio—. Lo lamento, Brian.

— Yo también lo lamento. Fui demasiado duro... —se disculpó el rizado.

A fin de cuentas eran humanos, y los humanos cometen errores. Lo importante es saber a seguir queriendo pese a estos.

— Tranquilo, repollo... ¿estamos bien?

— Estamos bien —aseguró. Tim hizo un movimiento excesivo de manos debido a su confusión respecto a lo ocurrido.

Entonces el auto se dirigió al pub donde numerosos crímenes habían sucedido.

(...)

— Bien —Brian estacionó el auto—. Repasemos el plan. Somos tres amigos que buscamos una conquista y pasar un buen rato. Tim estará por la zona del bar, Roger rodeará la pista de baile y yo veré las mesas.

— Mejor ustedes dos son una pareja de recién casados que quiere pasar una buena noche con su mejor amigo y padrino en la boda —repuso Tim—. Ese último soy yo.

— Uh, no gracias —intervino Brian, Roger asintió compartiendo expresión con el rizado de desconcierto—. Seguiremos el plan original... ¿traen todo?

— Sí, esposas, un arma escondida y la placa —dijo Roger revisando tener todas las cosas en su chaqueta

— Bien, ¿nos reconocemos...? Bueno, Roger literalmente se maquilló... —dijo Brian.

— Sí, y es mejor disfraz que el de ustedes —dijo Roger.

El rubio se había intentado cambiar las facciones con maquillaje, Clare lo había ayudado. El puente de su nariz había logrado verse más delgado, al igual que se veía un poco más pómulos o y con los ojos más grandes gracias a un delineado café y blanco.

— Pareces una chica —observó Tim.

— Si pareciera chica, no... sí, es cierto, parezco chica —bufó—. Bueno, gajes del oficio —se puso una gorra color azul, con su cabello suelto.

— ¿Tú qué trajiste, Brian? —preguntó Tim, quien no se había afeitado para la ocasión, y se puso unos lentes de sol, engominándose el cabello hacia atrás.

— La verdad solo me vestí así —respondió.

— Que hasta para infiltrarte seas aburrido, Brian —comentó Roger. Este rodó los ojos.

— No sabía qué otra cosa hacer, ¿bien?

— Quizás si te pinto las cejas...

— ¿Qué? —preguntó Brian alarmándose.

— ¡Oh, sí! Las cejas cambian muchas cosas... hazle una uniceja —coincidió Tim.

— ¡No! ¡Dejen mis cejas tranquilas! —exclamó Brian.

— Oh, vamos, de una forma u otra tienes que pasar desapercibido —comentó Roger intentando arreglarle el cabello.

— Bien, eh... intenta hacer que se me vea corto —pidió.

— Pudiste habértelo alisado, nadie te reconocería así —comentó el rubio intentando estirarle el pelo sin lograrlo.

— Bien, ya no lo hice... solo... ayúdenme —pidió.

— ¿No que no querías que te tocáramos las cejas? —enarcó las suyas a medida que con los dedos intentaba alisarle el cabello a Brian sin lograrlo.

— Pues las cejas no —reiteró.

— Pudiste no haberte afeitado como Tim... —comentó Roger—. Yo me afeité, pero no me crece mucha barba y además me puse de todo en la cara... hasta me la blanqueé.

— No puedes blanquearme la cara... ¿no...?

— No, pero traje lentes de contacto por si se te olvidaba —comentó.

— ¿De dónde sacas todas esas cosas? —preguntó Brian confuso.

— Mi hermana es fanática de hacer maquillajes y disfraces, tiene cientos de estas cosas... tengo lentes azules, verdes, morados...

— Eh... dame los verdes —pidió Brian, Roger se los entregó y el rizado se los puso con cuidado, para luego parpadear varias veces—. ¿Quedé bien?

— Quedaste genial, te ves bien —lo halagó.

— Gracias... me dejaré el cabello suelto y... eh...

— Te voy a marcar pómulos —dijo Roger sacando unos maquillajes que había guardado en la guantera en caso de alguna emergencia.

— Bien... —suspiró con cansancio mientras el rubio le arreglaba el rostro.

— Todavía te reconoces, pero al menos pasas más desapercibido... ponte esto —le puso un suéter por dentro de la ropa—. Así te verás un poco más gordo, eso siempre ayuda a descartar.

— ¡No quiero verme gordo! —repuso Brian con el ceño fruncido.

— ¿Entonces qué harás? ¿Te pondrás un calcetín en el paquete? Porque eso es estúpido —dijo Roger.

— ¡No! Solo... intentaré verme más espaldón y... encorvado. Sí, dame el suéter —pidió. Roger rodó los ojos y se lo entregó. Brian prosiguió a acomodárselo, mientras Tim veía la hora con cierto fastidio.

— ¿Puedes apurarte...?

— Ya casi, Roger —chasqueó la lengua y al terminar sonrió satisfecho—. ¿Ves? Irreconocible.

— Sigues viéndote exactamente igual a como eres, pero con los ojos verdes y pómulos marcados —repuso Roger con las cejas arqueadas.

— Solo vamos, no creo que me reconozcan —dijo. Los otros dos policías rodaron los ojos y asintieron para bajar del auto del rizado.

— Bien, recuerden todo. Cualquier cosa, usan los mensajes. Recuerden que es algo relativamente normal ver a alguien chateando —dijo Tim.

— Sí —asintió Roger—. Si es muy urgente llamada. ¿Bien?

— Bien —asintió Brian—. Dejaré compartida mi ubicación. Hagan lo mismo.

Los otros dos obedecieron y tras acomodarse un poco, entraron al lugar. La música electrónica estaba a todo volumen, con varias luces de colores y muchas personas bailando y disfrutando. El bar se veía al fondo, habían unas mesas para sentarse a comer en las esquinas, y la pista de baile estaba al medio. Se miraron los unos a los otros y asintieron, para luego ir cada uno por su lado.

Brian comenzó a pasearse entre las mesas para luego sentarse. Tristemente la música no le permitía oír otras conversaciones, y si se ponía un audicionar quizá quedaba sordo. No veía nada extraño, solo gente conviviendo y disfrutando. Sacó su celular para mandarle por mensaje a Tim y a Roger que por el momento todo estaba relativamente bien en su área.

Por otro lado, Staffell revisaba exhaustivamente alguna actividad sospechosa. Solo veía gente bebiendo, otros ligando e invitándole tragos a chicas que no pasaban de los veinticinco años. El barman le preguntó si quería algo y pidió una cerveza sin alcohol, excusándose que tenía que trabajar.

— ¿Y viene mucha gente aquí? —preguntó.

— Muchísima —respondió el hombre mientras sacaba la cerveza Corona del congelador y le ponía un choro ligero de limón.

— Oh, entiendo —dijo—. Muchas gracias —tomó la cerveza y le dio un sorbo.

Luego comenzó a mirar. Vio q al fondo había una puerta, de la que entraba un hombre alto con una mujer pequeña y algo encorvada, pero joven. Le llamó un poco la atención, puesto que no eran los baños, y le mandó un mensaje a Brian y a Roger.

«Hay una maldita puerta aquí. Entró un hombre con una mujer. El tipo tenía un tatuaje en la nuca de una especie de ala. Es una sola, y no está pintada. Decía algo abajo, pero no pude leer. Cabello negro y corto, usaba una chaqueta a estilo militar. La mujer era pequeña y estaba bastante encorvada, usaba un vestido plomo. Estaba muy delgada.»

«@ Roger a "junta de amigos": ¿no llevaba tatuaje?»

«No, sigan buscando, intentaré averiguar algo. Quizás sólo sea una bodega.»

El rubio miró el mensaje de su compañero y continuó revisando por el lugar. No veía nada extraño por el momento, aunque intentó buscar la famosa puerta, que no era visible al parecer. Sintió que le jalaban el brazo y al darse cuenta vio a una chica sonriente de cabello castaño. Vestía un bonito vestido rojo y parecía poco más joven que él.

— ¡Hey, bailemos! Soy Maureen —se presentó—. ¿Tú?

— Eh... alguien con novio —dijo rápidamente y se soltó para luego seguir buscando. La chica pareció desconcertada, y Roger miró de reojo para atrás, viendo que sacaba un celular y se perdía entre la multitud.

«¿Qué mierda...?» pensó.

Intentó buscar algo más, y no pensar en eso. Quizás sólo la habían llamado. No veía la famosa puerta en ningún lado, pero sí vio a lo lejos a dos de sus compañeros de trabajo, Travis y Albert. Rápidamente se dio vuelta, tomando la punta de la gorra y echándola hacia adelante para cubrir un poco su rostro. Se quedó cerca a ver si lograba escuchar algo.

«¿Qué diablos hace este par de inútiles acá?» se dijo Roger para sus adentros.

— No veo a ninguno —comentó Travis—. Quizás nos equivocamos.

— Este es el único pub llamado así —repuso.

— Buen punto. Quizás se echaron para atrás y no vinieron... vamos a sentarnos.

«¿Están hablando de nosotros...? Pensó.

— Vamos.

"Brian" pensó el rubio abriendo los ojos en notoriedad y haciéndose pasó entre las personas rápidamente para llegar con el rizado, este estaba ya de pie, mirando la supuesta puerta que aún no encontraban.

Tenía que pensar en algo para que no se diesen cuenta que eran ellos. Pronto llegarían, y si los descubrían estarían muertos. ¿Los buscaban a ellos? ¿Alguien los habrá escuchado o interceptado? Estaba nervioso, y cuando se plantó frente al rizado, miró a ambos lados, buscando a sus compañeros que se acercaban.

— Hey, Rog, ¿qué te...? —no había tiempo para que hablaran e hizo lo primero que se le cruzó por la mente, algo que había visto en una película.

Y lo besó.

Brian quedó perplejo, sorprendido, con las mejillas coloradas. Las de Roger también lo estaban. Quizás por vergüenza, quizás por otra cosa. Los brazos de Roger rodearon el cuello de su compañero y lo acercó a sí mismo para que no lo notaran, mientras que este seguía estupefacto.

Y fue entonces cuando Brian le correspondió.

Fue extraño, como un instinto, como una sensación que lo obligó a mover sus labios al mismo ritmo que los del rubio. Estos eran suaves, carnosos, esponjosos, dulces. Brian mentalmente los comparó con dos malvaviscos mientras continuaba el ósculo que parecía estar durando bastante.

Roger abrió los ojos notando que sus compañeros se habían ido, volviendo a la zona de la pista de baile y perdiéndose en el tumulto. Intentó separarse, pero Brian acababa de tomarlo de la cintura acercándolo más a sí. Sintió algo extraño, un sentimiento que no pensó sentir al besar a su compañero, y no supo que Brian había tenido la misma sensación que ambos intentaron ignorar.

Y si querían ignorarla, y si los dos oficiales compañeros de trabajo suyos se habían ido, ¿por qué se seguían besando? Era extraño, debían apartarse y no lo hacían. Eran compañeros de trabajo.

Cuando la falta de aire fue superior, se separaron algo lento. Continuaban abrazados y Roger tenía una mano en su hombro. No abrieron los ojos ni se distanciaron por unos momentos que quizás fueron suficientes para embriagarse del aliento del otro. Había sido extraño, pero no tan incómodo.

Entonces Roger reaccionó.

— ¡Mierda, perdón! —exclamó rápido—. Es que... yo... estaban Albert y Travis. De la oficina. Creo que saben que vinimos.

Y eso fue suficiente para que la sensación del beso pasase a segundo plano.

*•*•*•*

No le digan a Tim del beso que se pone a chillar como perra en celo.

- Em

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top