9.

Hacía demasiado frío, su garganta estaba seca, sus labios estaban partidos y su cuerpo estaba visiblemente debilitado.

Abrió los ojos con pesadez, sintiendo sus párpados muy rígidos y una extraña comezón en su cuello.

Por instinto llevó su mano izquierda a la zona afectada para palpar qué era aquella extraña sensación dolorosa, pero no sentía nada superficialmente así que supuso que se trataba de la reacción de su cuerpo a la aguja que Wonho había puesto sin cuidado sobre él.

La verdad no recordaba en qué lado había sido aplicado el antídoto porque estaba muy alterado en aquel momento como para prestar atención, pero era la explicación más coherente.

O al menos eso pensó.

Se incorporó lentamente intentando estirar sus extremidades, pero fue una tarea casi imposible debido a lo reseca que estaba su piel y lo mucho que dolían.

— Carajo... —susurró al borde de las lágrimas al intentar estirar sus piernas de la incomoda posición en la que se quedó la noche anterior— mierda, mierda...

Sollozó y rompió en llanto al sentir como su pierna derecha sufría un terrible calambre que amenazaba con romper sus tendones, así que llevó ambas manos a su pierna en un intento desesperado por relajar sus músculos.

Pero hizo demasiado ruido.

Escuchó un fuerte gruñido proviniendo de la otra punta de la sala y se estremeció al ver que un infectado estaba allí, más precisamente el mismo hombre que le dio ánimos la noche anterior.

Su intenso dolor persistía, no sentía movimiento de parte de su bebé y estar en medio de aquella situación lo aterraba demasiado.

Se llevó una mano a la boca intentando acallar su llanto y comenzó a arrastrarse por el suelo en dirección a la puerta del lugar esperando ser salvado, pero la situación estaba sobrepasandolo y el infectado seguía lentamente el leve sonido de su cuerpo arrastrándose con dificultad.

Cuando llegó a la puerta, su espalda chocó contra esta y pudo notar que en el techo del lugar parpadeaba la luz roja de una pequeña cámara de seguridad, necesitaba comunicarles lo que estaba pasando así que soportando sus terribles ganas de llorar amargamente comenzó a hacer señales hacia la cámara esperando ser auxiliado antes de que algo malo ocurriera.

Pero no había respuesta o ayuda de ningún tipo, así que tenía que recurrir a su última opción; hacer un poco de ruido.

Clavó su mirada en aquella monstruosa criatura que escuchaba con atención en busca de una víctima y empuñó su mano llevándola suavemente contra la puerta para finalmente golpear contra esta con fuerza muy moderada.

Fue solo un pequeño golpecito que quizá no escucharon ni los que estaban afuera, pero fue lo suficientemente fuerte para ser escuchado por la criatura quien no tardó en acercarse más.

Deseaba tener algo, cualquier objeto para lanzarlo al otro lado de la habitación y huir de allí si se lo permitían, pero no tenia nada más que su bóxer consigo.

Limpió sus silenciosas lágrimas y volvió a respirar profundamente procurando que su respiración no fuera demasiado ruidosa, así que volvió a empuñar su mano y está vez la dejó ir con más fuerza contra la puerta provocando un sonido seco que la criatura no tardó en ubicar.

El infectado avanzó a toda velocidad hacia él, intentó moverse de lugar pero sus piernas seguían sin reaccionar así que se tiró hacia un lado y la fuerte mano del infectado rasguñó la puerta profundamente haciéndolo temblar.

Nadie abría, nadie lo sacaba y estaba demasiado cansado y adolorido como para defenderse así que se arrastró a través de la habitación intentando huir de aquel enfurecido infectado; pero poco duró en la odisea porque antes de poder darse cuenta su adolorida pierna había sido alcanzada y rasguñada superficialmente obligandolo a gritar de dolor.

En ese momento el infectado tomó ventaja de él, alcanzó su delgado brazo y aunque intentó con todas sus fuerzas apartarse no lo consiguió y sólo pudo gritar al sentir como los filosos dientes del infectado se clavaban contra su antebrazo y desgarraban su pálida piel, arrancando un trozo de este.

La sangre comenzó a brotar automáticamente de la zona y su cuerpo comenzó a temblar sin saber por qué.

Quizá era la angustia, el dolor, la tristeza, el miedo o la mezcla de todas estas sensaciones juntas pero ya no podía luchar.

Sin embargo una luz de esperanza llegó a su vida cuando del techo se abrieron una especie de regaderas y el agua comenzó a caer sobre ellos en forma de lluvia.

Automáticamente el infectado comenzó a gritar y corría despavorido intentando escapar de su infierno, dejándolo a él tirado en el suelo, desangrándose y sin poder hacer nada.

El infectado cayó al suelo en medio de su angustia y rápidamente el agua que había en el suelo comenzó a tornarse de color rojo por su parte y de un color verdoso de parte de la criatura.

No podía moverse de su lugar y simplemente miraba como el agua seguía lavando la sangre que derramaba su destrozado antebrazo.

En ese momento la puerta fue abierta.

Un grupo de personas armadas ingresó al lugar apuntándole a ambos pero no fue necesario el uso de las armas porque ambos estaban totalmente mal heridos por diferentes razones.

— ¡Revisalo! —ordenó el hombre que el día anterior lo había golpeado— asegúrate que sus signos vitales no estén cambiando.

Una mujer ingresó y comenzó a revisarlo aún sin cortar la lluvia de agua que cabía del techo.

— Está temblando, su pulso es acelerado y no puede moverse... —dijo la mujer examinandolo minuciosamente ante su atenta mirada— hipotermia en segundo grado y una herida en el antebrazo, seguramente es obra del infectado.

El hombre miró y asintió tomando su radio nuevamente quedándose a una distancia suficiente para que el delgado no pudiera escuchar a la persona que le contestaba.

— Señor, Chae Hyungwon ha soportado la noche... —susurró mirándolo con asombro— no, no hay ninguna señal de infección visible, tampoco hay ningún tipo de reacción al agua...

La mujer sostuvo una jeringa en su mano y miró a su superior.

— ¿La uso o no? —preguntó con preocupación al ver el estado del delgado— podría ser demasiado tarde.

El hombre asintió y tomó su radio.

— Señor no tenemos tiempo, está muriendo... —se quedó en silencio escuchando lo que el hombre tenía para decirle y su expresión cambió a una indescriptible— ¿e-el feto? ¿Está seguro? Señor pero yo creo que... —hizo una breve pausa y suspiró para finalmente acabar la conversación— úsala ahora, necesitamos al feto.

Hyungwon lo miró con rabia desde el suelo, sentía su sangre arder y su cuerpo congelarse y aunque eso no tuviera sentido, todo lo que anhelaba era acabar con todos lo que estaban haciendole daño a él y a su bebé, el fruto de Wonho.

Intentó moverse, pero fue inmovilizado por la mujer quien se apresuró a inyectar en él un líquido que parecía arder dentro de si pero al mismo tiempo le daba una sensación tan relajante capaz de acabar con cualquier dolor que estaba sintiendo.

No cayó en la inconsciencia pero no estaba lo suficientemente despierto como para sentir dolor cuando lo pusieron en una camilla y lo llevaron a una sala donde había un quirofano improvisado.

En días anteriores esa situación lo hubiera aliviado, pero ya no confiaba más en ellos, sin embargo su cuerpo había dejado de responder a cualquier estímulo que enviaba su cerebro debido a la fuerte droga que fue usado.

Iban a robarle su bebé y la última
cosa que él estaba haciendo era simplemente mirar como los malos se salían con la suya.

Y su corazón dolía.

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