3.
La primera impresión que tuvo después de que las puertas del ascensor se abrieran y tuvieran a decenas de infectados frente a ellos, fue de terror.
Era horrorizante ver aquellas personas literalmente deformadas, con el color de la piel en un tono verdoso, con más altura de la de una persona normal, con cuerpos terriblemente enormes como si fueran animales salvajes y sus saltones ojos totalmente blancos.
Enfrentarse sólo a uno, podía significar la inminente muerte, así que no podía arriesgarse siquiera a sacar el arma ya que no tenía suficientes balas.
Él era fuerte físicamente y casi siempre un protector para su pareja, pero un momento tan tenso como ese, su labio inferior incluso llegó a temblar y su garganta a secarse.
Con mucha lentitud puso un pie en la puerta del elevador para evitar que cerrara, pues tampoco es que hubiera olvidado que debían salir de allí con urgencia.
La suave mano de Hyungwon se enredó con la suya y fue hasta ese momento que se percató que el menor estaba literalmente temblando de miedo.
Hyungwon era una persona muy sensible, muy fácil de asustar y por lo tanto también era muy fácil que entrara en pánico bajo una situación de estrés.
Sintió que la unión de sus manos se fortaleció aún más por parte del delgado, delatando que el menor estaba llegando a la cúspide de su pánico y en cualquier momento podría romper en llanto.
Su preocupación comenzó a incrementar al notarlo, debían guardar silencio si querían salir vivos de allí, pero no sabía por cuánto tiempo más podría Hyungwon aguantar su llanto, así que lo tocó en señal de que debían avanzar con cautela hacia la salida y comenzó a tirar de él lentamente. Pero desafortunadamente el lugar estaba tan silencioso que el sonido de sus pasos parecía retumbar sobre el sangriento suelo, llamando la atención de los infectados.
Wonho se obligó a detenerse y a pensar rápido porque según sus cálculos tenían menos de cinco minutos para salir de allí y aún les faltaba cruzar el vestíbulo entero.
Miró a su alrededor con atención intentando encontrar una salida rápida y lo único que pudo ver fue un pequeño vaso de vidrio posado sobre uno de los escritorios del lugar y se le ocurrió una idea.
Soltó la mano de Hyungwon un momento, en contra de su voluntad y quitó el reloj de su muñeca, entonces rogando al cielo de que su buena puntería no fallara, lo lanzó contra el escritorio para derribar el vaso de cristal y hacer el suficiente ruido para despejar su camino a la salida que estaba a nada de cerrarse definitivamente.
Y por suerte o destino, logró derribar el vaso el cual cayó al suelo rompiéndose automáticamente y llamando la atención de los infectados que no tardaron mucho en correr a gran velocidad hacia el lugar de donde había provenido el ruido.
En ese momento de alboroto donde todos corrieron, Wonho también aprovecho a tirar de Hyungwon para correr en la dirección contraria a ellos, buscando safarse de la situación sin tener que enfrentarse hasta morir.
Sin embargo, cuando Hyungwon vio el alboroto y escucho los escalofriantes sonidos que emitían los infectados su pánico lo abrumó y comenzó a llorar mientras intentaba correr, pues su tobillo también dolía demasiado.
Wonho se detuvo y lo miró devastado en medio de aquella situación tan peligrosa donde incluso su propio corazón parecía querer salir por su garganta, entonces se regresó hacia donde él estaba y lo cargó en sus brazos aunque eso solo ralentizara sus pasos.
— Tranquilo Hyungwonnie, estaremos bien... —susurró cerca de su oído— No llores, van a escucharnos...
El menor asintió visiblemente afectado aún y dando lo mejor de sí para contener su pánico.
Y por fin, la ansiada salida se mostraba frente a ellos con una anchura de tres metros aproximadamente, literalmente se sentía como si estuvieran a punto de salir a la libertad.
Pero a veces la suerte traiciona y los esfuerzos de Wonho por tener una salida limpia se fueron por el caño cuando la alarma comenzó a emitirse nuevamente y la jodida luz intermitente amarilla volvía a aparecer.
Entonces la enorme puerta automatizada de tres metros, comenzó a descender lentamente frente a sus narices.
Toda la atención de los infectados se posó entonces el sonido del metal descendiendo y ambos supieron que estaban en problemas.
El mayor apresuró su paso y rápidamente bajó a Hyungwon de sus brazos para ayudarlo a pasar la puerta de metal que aunque bajara con lentitud ya estaba a una altura muy baja como para pasar erguido y Hyungwon no estaba en las condiciones precisas para poder agacharse por su cuenta.
Cuidó que el menor no golpeara su cabeza contra el metal y le lanzó la pequeña maleta que llevaba consigo, entonces se dispuso a cruzar la gruesa puerta que cuando quizo darse cuenta ya casi estaba a la altura de sus rodillas.
Se tiró al piso con mucho miedo y comenzó a gatear mientras veía a algunos infectados arañar el metal con tanta fuerza que producían chispas.
La puerta seguía bajando y ya no le permitía gatear, sabía que debía darse prisa si no quería morir aplastado por el enorme bloque de metal, pero hacer un simple ruido podía tener un resultado igual de desastroso.
Estaba casi terminando de cruzar cuando miró hacia el horrorizado Hyungwon quien le señaló al lado suyo.
— ¡Cuidado! —cuando se giró pudo ver a uno de los infectados siguiéndole el rastro.
Entonces el infectado se abalanzó contra él y debido al miedo no supo qué otra cosa hacer más que sacar el arma que llevaba en su cintura y dispararle en la cabeza.
Sin embargo, a veces las soluciones son peores que los problemas.
Ante el fuerte sonido la atención de los infectados volvió a desviarse y está vez no era uno solo el que iba contra él, eran todos.
Miró horrorizado la escena mientras sentía la puerta hacer presión sobre sus piernas.
— ¡Hyungwon, ayúdame! —extendió sus manos con desesperación— ¡Sácame de aquí, rápido!
El menor tomó sus manos sin poder evitar romper en llanto intentando tirar de Wonho.
De repente sintió como una mano o algo parecido lo tomó del tobillo y comenzó a forjecear sin poder hacer nada más y sin poder detener la maldita puerta que comenzaba a hacer más presión sobre su cuerpo.
— ¡Wonho! —gritó el desesperado Hyungwon— ¡Sal de ahí, por favor!
Tiró de él con toda la fuerza que tenía mientras se desgarraba en llanto y Wonho lo vio.
No podía morir así, no allí.
No podía dejarlo desprotegido.
No podía.
Se armó de valor y nunca dejó de forjecear mientras avanzaba por debajo la gruesa puerta de metal que le rompía la piel debido a la presión que ejercía hacia abajo.
Y en un momento donde el dolor físico parecía volverse insoportable y el llanto de Hyungwon se escuchaba de fondo, salió.
La mano que aún sostenía su tobillo fue totalmente aplastada por la enorme puerta de metal que se cerró completamente.
Y entonces lo vio allí de rodillas en el suelo, con su bata sucia, llorando sin parar y avanzó adolorido hacia él para poder abrazarlo.
Sus brazos envolvieron al otro con la calidez de un amor genuino que no quiere romperse nunca y dejaron escapar las lágrimas que sintieron necesarias.
Wonho lo besó, buscó sus labios con desesperación para intentar calmarlo.
Vio su empapado rostro una vez más y supo que si debía morir, la última cosa que haría, sería protegerlo a él.
A su familia.
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