15. Epílogo

El sonido de las ambulancias esperándolos lo hacía sentir mareado y dolía incluso en sus recuerdos el hecho de ver a su pequeña familia luchando por vivir y a un enorme grupo de paramedicos haciendo lo mejor que podían por salvarlos.

Aquella no había sido una situación fácil, ni en aquel momento, ni en ese que pese a haber pasado dos años, fue demasiado difícil de recordar.

Suspiró conteniendo las lágrimas y guardó silencio un largo rato. Su silencio fue respetado con más silencio de parte de los presentes.

— No es fácil incluso ahora —comentó y sorbió por la nariz mientras se limpiaba las lágrimas traviesas que habían salido de sus ojos—. Para muchos, la tragedia de la isla fue donde las mentes más brillantes sucumbieron. Pero para mí, la tragedia de la isla representa la pérdida de amigos, colegas, gente buena, padres, hermanos, hijos de alguien que los esperaba en casa. Eso eran... —sollozó mirando a las cámaras— y murieron por lo que siempre acaban muriendo las personas inocentes; por la avaricia y ambición de unas personas que querían ganar una guerra innecesaria. —los presentes luchaban por contener las lágrimas ante la larga y trágica historia que el delgado había relatado— cada día por la mañana era recibido por un mar de sonrisas, saludos, miradas soñadoras que me decían sin palabras lo feliz que eran de estar ahí y lo afortunados que se sentían al igual que yo. Es por eso que ganar este caso y haber rescatado a 15 inocentes de la isla que lograron sobrevivir, jamás será suficiente. Ellos, los que provocaron este caos, pudieron haber hecho mucho más.

Guardó silencio nuevamente. Ya no quería seguir reviviendo los momentos del pasado.

— Es usted alguien con una mente muy brillante, no me extraña que lograra escapar con vida de ahí. —comentó un periodista.

Él lo miró fijamente y luego negó.

— No, señor... —sonrió levemente— lo único que yo tuve en ese momento, fue mucho apoyo. Gracias por todo.

Levantó su mano en señal de despedida y se dio la vuelta dispuesto a irse, fue entonces cuando una lluvia de preguntas comenzó a caer en sus espaldas, proveniente de los muchos periodistas que estaban en la rueda de prensa después del juicio, pero no se detuvo.

Fue escoltado por un par de personas que lo guiaron hasta su auto para que ingresara en él sin ningún tipo de problema. La lluvia era fuerte en ese día y eso solo hacía que sus recuerdos le martillearan la cabeza con más realismo que nunca.

Una vez que estuvo dentro del auto, fue arropado por un abrumador silencio que sólo era interrumpido por las gotas de agua contra el vehículo y su mente viajó al recuerdo de aquel momento, de aquella última noche donde pudo abrazar al amor de su vida antes de la tragedia. La noche en que Wonho lo arrulló entre sus brazos para que pudiera descansar.

Con los ojos llenos de lágrimas puso el auto en marcha y condujo con lentitud a través de la ciudad en busca de la modesta casa que se había comprado a las afueras de la ciudad.

Después de largos minutos, muchos trafico, traviesas lágrimas, lluvia fuerte y poca visibilidad llegó al lugar de su destino. Su casa estaba rodeada de flores y árboles, era algo verdaderamente pintoresco, pero que ese día se veía opacado gracias a la lluvia. O quien sabe, quizá era él que estaba viendo el vaso medio vacío en vez de verlo medio lleno.

Sin importarle el bonito traje que portaba, salió del auto después de aparcarlo y caminó sin prisas hacia la entrada, dejando que la lluvia lavara las lágrimas que seguían colándose de sus ojos. Al llegar a la puerta, metió la llave en el cerrojo y giró el pomo después de soltar un fuerte suspiro para finalmente ser recibido por más silencio.

Al menos así fue por un par de segundos.

Se quitó el saco y lo dejó sobre el perchero, luego se quitó los zapatos que tenían un poco de fango pegado gracias a la lluvia que estaba cayendo fuera y en ese momento escuchó una ruidosa carcajada rompiendo el silencio dentro de la casa.

Una leve sonrisa se marcó en sus labios y avanzó aún a paso lento hacia la sala de su pequeña casa que por algún motivo estaba llena de sábanas intentando formar una tienda de campaña frente a la chimenea y un pequeño colchón en el suelo donde su pequeño saltaba torpemente para volver a caer y reírse demasiado de su propia caída.

— Hola... —susurró sabiendo que eso sería suficiente para hacerse notar, entonces los juegos pararon por un momento y dos personitas especiales sacaron la cabeza de entre las sábanas para ver a la nueva persona que había llegado.

Afortunadamente la alegría no se hizo esperar y ambos salieron con un poco de dificultad de debajo de las sábanas.

— ¡Hyungwonnie! —gritó Wonho abrazándolo y dejando un ruidoso beso en su mejilla para finalmente agacharse y tomar a su pequeño en brazos— mira bebé, papá ha vuelto.

El pequeño se aferró al delgado y también dejó un ruidoso beso en su mejilla para finalmente safarse de su agarre y volver a su tienda de campaña improvisada ante la tierna mirada de ambos padres quienes no podían borrar su sonrisa al ver como el pequeño niño de clara cabellera seguía siendo tan enérgico como el día en que fue dado de alta del hospital.

Después de un par de segundos, Wonho vio el rostro de Hyungwon con más detenimiento y a pesar de que la única luz que iluminara la estancia fuera la de la chimenea, logró ver sus pequeños ojos rojos y cristalizados.

— Bebé... —susurró acunando su rostro— ¿día difícil? —Hyungwon asintió sintiendo las ganas de llorar aún palpables en su pecho, entonces Wonho lo estrechó contra su cuerpo— tranquilo, ya pasó... —susurró dejando suaves besos en su cabello, entonces Hyungwon rompió en llanto— estamos bien, tranquilo...

Acunó el rostro de su pequeño y limpió cuidadosamente todas las lágrimas que salían de sus pequeños ojos.

— Todo sigue tan claro en mi cabeza... —sollozó— no quiero volver a tener pesadillas.

Wonho le sonrió comprensivo y negó.

— No habrán pesadillas bebé, nosotros estamos aquí para cuidarte. —susurró y dejó un par de suaves besos en los labios de su pareja— mira... —susurró recogiendo una bolsa que estaba tirada por ahí— la abuela nos ha confeccionado unos hermosos suéteres a juego, llegaron por correo hoy. —informó con alegría mostrando que él ya estaba vistiendo el suyo— ¿Qué tal si vistes el tuyo? Así nos acurrucamos para acampar, aprovechamos la noche lluviosa para ver un maratón de películas y de paso descansamos en nuestra tienda de campaña.

Se quedó en silencio durante un par de segundos mirando a Wonho y preguntándose internamente cómo podría haber sido feliz sin Wonho.

Era imposible.

Después de un largo rato de silencio asintió y se despojó de su húmeda ropa, entonces Wonho le ayudó a secarse y le puso el bonito suéter que su madre había confeccionado con sus propias manos y el pantalón de pijama que había preparado con anterioridad, para finalmente entrar ambos a la tienda de campaña improvisada donde pasarían el resto de la noche.

El maratón de películas comenzó, se acurrucaron uno al lado del otro y el pequeño en medio. Y allí de mano de su pareja, recostados junto al fruto de su amor supieron que a esas alturas, si algún día debían morir la última cosa que harían sería estar juntos hasta el final sin importar que el mundo entero se cayera a pedazos.

Porque nada podría separarlos.

— ✘—

Buenaaaas
Aquí el epílogo de esta historia
que en realidad amo muchísimo.

Gracias a quienes apoyaron pese
a ser ficción, significa mucho para mí.
Espero que les haya gustado, nos
leeremos en otras historias.

¡Hasta luego!
🖤

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