II.
El tren al fin estaba llegando a su destino, lo podía sentir, el ambiente era distinto a mi pueblo Cleitòn, podía observar por la ventana todo era más hermoso, justo como lo pintaban en antiguas novelas y como alguna vez lo relato mi padre, justo como en mis sueños.
Desde pequeño soñaba con visitar París, las historias de mi padre me eran fascinantes y pasaba horas imaginando como seria vivir en este lugar, París fue el sitio donde mi padre conoció a mi madre, donde se enamoraron y ocurrió su historia de amor, el sitio donde trabajaron para darme una buena vida pero tuvieron que abandonar por un hombre obsesionado con mi madre, justo como si de una novela se tratara. Mi madre murió a los pocos años de darme a luz fuera de París, y hace un par de meses mi padre decidió acompañarla, ahora ya que lo único que me ligaba a mi antiguo pueblo me había dejado decidí en cumplir las últimas palabras que me dijo antes de fallecer, cumpliría mis sueños, y uno de ellos y creo que el único era visitar París, había ahorrado lo suficiente para el viaje en tren y encontrar un sitio donde quedarme por un par de semanas mientras encontraba la inspiración para contar mi historia; Por mucho tiempo quise escribir la historia de amor mi padre pero esa parte de él no me correspondía contarla, aunque tenía el don de la palabra, de eso estuve seguro, fue la manera en la que obtuve el dinero para viajar, escribiendo cartas y entregándolas en mi pueblo, la educación era poca por no decir nula y solo un par de personas sabían escribir, yo era uno de ellos y logre sacarle provecho, me era inexplicable lo que sentía al plasmar los sentimientos de las personas a una hoja de papel para que sus seres amados la recibieran, y si me preguntan, claro que eran amados, solo una persona que hace latir rápidamente un corazón es capaz de recibir los sentimientos que provoca en un papel, las palabras pueden distorsionarse o ser olvidadas pero algo sobre papel siempre permanecerá vivo y en nuestra memoria, había pasado años escribiendo cartas para personas que ni siquiera conocía o podría llegar a conocer, ya era hora de que escribiera para mí quizás con una pequeña novela sobre las maravillas de Montmartre.
El tren se detiene en la estación y los nervios me invaden, siempre quise tener esta aventura y ya la estoy haciendo realidad, tomo mi maleta y mi máquina de escribir, nunca hubiera viajado sin llevarla conmigo.
Al bajar del tren la estación esta algo llena, un par de chicos no mayores de 14 años vendiendo periódicos, un par de ancianos pidiendo unas monedas para comer y varias personas esperando que sus familiares bajen del tren, comienzo a caminar por la estación para llegar por fin a la calle y comenzar a buscar un sitio donde quedarme para comenzar a escribir, un par de niños se acercan a mi ofreciéndome comprar dulces y el periódico del día pero me niego, la niña, menor que el chico y de cabellos rubios se tropieza y lanza al piso todos los periódicos que llevaba entre sus manos, el chico la apresura a recogerlos pero ella comienza a llorar.
−Levántalos rápido, si nos ve Padre nos golpeara− dice el chico tratando de ayudarla pero la niña solo sigue llorando en el suelo; Dejo un par de minutos mi maleta y la máquina de escribir sobre el suelo y me acerco a ayudarla, cuando comienzo a tomar los periódicos y a apilarlos para entregárselos, el chico sale corriendo y toma mi maleta huyendo de ahí, me levanto tratando de detenerlo pero se pierde entre las personas que hay en la estación, al voltear la chica de cabellos rubios tampoco se encuentran, suspiro resignado y tomo mi máquina de escribir antes de que algún otro bandido regrese y se la lleve también, me fijo mejor en la fecha de los periódicos y son de hace un par de semanas.
−Así que a esto se dedican− comento en voz baja molesto.
−Creo que eres al segundo chico al que le han quitado sus pertenencias el día de hoy− dice un hombre a un par de metros de mí, pongo mi vista sobre él, es alto, de cabellos oscuros con un par de mechones blancos, se encuentra fumando un cigarrillo en una de las bancas de la estación.
−Bien, pues no me las han quitado por completo− comento alzando la máquina de escribir con mi mano izquierda, la llevo en un maletín de cuero que era de mi padre, ambas, el maletín y la máquina de escribir fueron herencia de él.
−Déjame adivinar− dice el misterioso hombre poniéndose de pie y acercándose hacia mí – Joven escritor que viaja a París en busca de inspiración.
−Algo por el estilo− digo sin tratar de ocultar una pequeña sonrisa, siempre me gusto que me llamaran escritor, primero fue mi padre, luego las personas de Cleitòn y ahora este misterioso hombre.
−Tienes estilo de escritor déjame decirte, por cierto, mucho gusto, Charles Nòrtom, ¿Tú eres? – pregunta tendiendo su mano hacia mi mientras que con la otra lanza el cigarro que fumaba al piso y lo aplasta.
−Dimitri Prescott señor Nòrtom, un gusto− respondo estrechándole la mano.
−Bien, veo que solo has quedado con tu máquina de escribir, ¿Sabes que harás al salir de la estación? Mejor respóndeme Dimitri, ¿Tienes algo que hacer o de que sobrevivir en las calles de París?− pregunta el hombre mientras me observa.
−No lo creo señor, todo mi dinero se lo han llevado esos niños, supongo que tendré que seguir escribiendo cartas−respondo.
−¿Escribir Cartas? ¿A qué te refieres?− pregunta sacando otro cigarrillo del bolsillo de su chaqueta pero esta vez lo coloca sin encender entre sus labios.
−Soy de un pueblo llamado Cleitòn señor, allí me ganaba la vida escribiendo cartas para las personas− respondo.
−¿Qué tipo de Cartas?− pregunta con tono interesado.
−Cartas de Amor, señor Nòrtom−.
El hombre se ríe y coloca una mano sobre mi hombro mirándome fijamente a los ojos.
−Hijo, mira a tu alrededor, estas en París, el amor lo puedes encontrar en cada bar, en los cantantes y músicos que tocan en las esquinas, en las mujeres que venden sus caricias de noche y en las obras de teatro, las personas están demasiado ocupadas viendo el amor ajeno para preocuparse en plasmar el propio, no creo que tengas mucho futuro en París si quieres escribir cartas de amor por los demás− dice de manera seria y con una pizca de lastima en sus ojos.
−Entiendo− respondo sin ocultar la decepción en mi voz− ¿Qué trabajo me recomienda para comenzar en París?
−Por los momentos no se de algún lugar al que contraten jóvenes de otros lugares, justo como tú has llegado hoy, toda esta semana, y todo los días llegan chicos nuevos en busca de una oportunidad en Montmartre, algunos consiguen trabajos pesados por turnos de 12 horas donde apenas les dan unas monedas para comer y las chicas jóvenes por desgracia terminan trabajando en las esquinas vendiendo amor al mejor postor, pero creo que hoy es tu día de suerte Dimitri− dice sonriendo.
−¿Por qué lo dice?−.
−Justo he llegado hace un par de días al pueblo, dirijo un teatro andante y creo que necesitaría un par de manos que me ayuden a arreglar el viejo teatro del pueblo ¿Qué me dices Prescott? ¿Quieres Participar en el gran Teatro Andante?− pregunta Nòrtom con una sonrisa pero aún guardo un poco de desconfianza dentro de mí, primero me roban mis pertenencias un par de niños, y a pocos metros de mi un hombre que nunca antes había visto me entabla conversa y ahora me ofrece un empleo.
−Esa expresión en tu rostro− dice señalándome con una expresión burlona− No te genero confianza, y no te culpo, yo tampoco confiaría en un hombre que le ofrece trabajo a un pobre desconocido que recién acaba de llegar a París, déjame decirte algo Dimitri, cuando te pregunte sobre las cartas que escribías, vi una pequeña flama en tus ojos, la manera que sostienes tu máquina de escribir me dice que eres un apasionado por el arte y por el amor, dime, ¿Dónde más obtendrás experiencia acerca de eso? ¡Exactamente!− exclama sin dejarme responder− en un teatro, solo velo como una oportunidad, te rodearas de arte e inspiración mientras me ayudas a decorar el teatro, solo será por un par de semanas, te pagare bien y además podrás quedarte en uno de los camerinos ¡Vamos Dimitri, las oportunidades se van al igual que los trenes!− exclama mientras señala el tren donde hace minutos llegue, un par de personas se suben y el tren se marcha lejos de la estación quedando esta medio vacía.
−Está bien, no tendría nada que perder y lo que me ofreces es exactamente lo que busco en esta ciudad− digo mirándolo a los ojos aferrándome con fuerza a la máquina de escribir.
−Buena elección hijo, ahora sígueme para presentarte mi gran teatro− dice y comienza a caminar lejos de la estación, lo sigo mientras siento como la máquina de escribir golpea mi pierna al caminar, esta es la aventura que tanto he soñado, ahora formare parte de un teatro y la vida Bohemia de París, comienzo a imaginarme escribiendo grandes novelas, poemas y hasta una obra de teatro, llenando los asientos de grandes teatros a lo largo de París.
−Es aquí− dice Nòrtom deteniéndose frente a un gran edificio gris sacándome de mis sueños.
−¿Este es tu teatro?− el edificio es grande y viejo, sus paredes son grises, a la distancia se ve como un edificio más entre los muchos que hay por la ciudad pero de cerca da un aura de tristeza, el abandono en un sitio que en algún momento causo risas, lágrimas y miles de emociones a sus espectadores hace que me dé un poco de lastima.
−No lo mires de esa forma muchacho, cuando terminemos de decorarlo volverá a ser el mismo teatro que algún día fue, ya lo veras− dice sonriéndome e indicándome que entre.
Al entrar hay un pequeño salón, los pisos están limpios y las paredes no tienen telarañas, supongo que ya comenzaron la limpieza del teatro, luego de pasar por el salón hay dos entradas, una a la izquierda que lleva a unas escaleras y otras al gran salón, donde se presentan las obras, Nòrtom camina delante de mí y al entrar al gran salón las personas en su interior depositan las miradas sobre él y luego en mi con curiosidad, les devuelvo la mirada, son un total de 6 hombres y un par de chicas.
−¡Escuchen todos!−exclama Nòrtom , su voz resuena por todo el salón en un eco que dura un par de segundos− Él es Dimitri, trabaja junto a nosotras por un par de semanas, nos ayudara a darle vida de nuevo a este teatro.
Nòrtom se gira hacia mí tapándome la vista hacia los trabajadores del teatro que comienzan a hablar en voz baja entre sí, las chicas pasan por nuestro lado sin decir palabra alguna abandonando el gran salón.
−Tendrás tiempo para conocer a todos y cada uno de ellos, luego puedes comenzar a trabajar, yo tengo que ir a mi oficina ¡Tengo mucho trabajo que hacer!− exclama y pasa a mi lado yéndose del salón− ¡Por cierto Dimitri, Bienvenido a París!
Asiento sin oportunidad de darle las gracias ya que abandona el salón rápidamente, y al girarme un joven de tez morena y cabello corto se acerca hacia mí.
−Así que tú eres Dimitri, yo soy Boldem, un gusto− dice tendiéndome la mano, acepto el saludo y camina en la misma dirección de Nòrtom abandonando el salón y hablando voz alta− Ven, te mostrare donde puedes guardar tus pertenencias−.
Sigo al joven de piel morena por el otro pasillo donde se encuentran las escaleras, comenzamos a subirlas y llegamos a un segundo piso donde está lleno de lo que en algún momento fueron camerinos.
−Este está libre, puedes tomarlo− dice abriendo la puerta de uno de los camerinos− Deja tus cosas, descansa un par de minutos y baja a ayudarnos a arreglar el teatro, espero que estés cómodo−.
−Gracias, en un momento bajare− digo dejando la máquina de escribir sobre una vieja mesa empolvada, Boldem cierra la puerta dejándome solo y me siento en la cama también llena de polvo, suspiro.
¿Realmente hice bien en venir a París y aceptarle el trabajo a ese completo desconocido?
Me levanto y doy una vuelta por la habitación tratando de no pensar tanto en mis últimas decisiones.
"Si lo estás dudando no es realmente para ti" Eran las palabras de mi padre cuando me veía pensativo.
"Si te estas equivocando estas aprendiendo" También eran sus palabras cuando las cosas no ocurrían como esperaba, me rio al recordar sus ocurrencias y como siempre me apoyo en todo, salgo al balcón a tomar un poco de aire, faltan un par de horas para que anochezca por completo.
Frente al edificio hay una especie de pequeño hotel, solo hay una habitación con la luz encendida, me quedo un rato mirando las calles de Montmartre sintiendo el aire frió golpear mi rostro cuando una voz comienza a llenar las ya silenciosas calles, es una voz femenina, comienza primero como un suave tarareo y se vuelve más intensa cuando una chica de cabellos rojos se asoma por el balcón de la única habitación ocupada en el hotel de en frente, comienza a cantar una canción en francés que no logro reconocer pero su voz y la letra son algo triste haciéndome sentir solo en medio de aquel balcón frió.
La chica termina de cantar y desaparece tras las cortinas del balcón, las calles comienzan a oscurecerse y decido bajar y comenzar a trabajar.
Al entrar de nuevo al salón los chicos están llevando unas tablas de madera por el escenario y unos galones de pintura.
−¡Dimitri, por acá!−exclama Boldem llevando unos galones de pintura, me apresuro a caminar hacia él y lo ayudo.
−Ya que estas acá, te presento a los demás, ellos son Louis y Chris, están aquí desde que Nòrtom comenzó con el teatro, el que está arreglando las bancas es Stefan, está con nosotros desde que comenzamos a tener un poco de fama en París, aparte de ayudarnos en la mano de obra de los teatros también es actor, participa en el Último Show, y aquellos dos de por allá son Wensly y Thompson, solo ayudan y salen en las primeras obras. Todos actuamos pero no somos los principales en las obras a excepción de Stefan. Las verdaderas estrellas del Show son las chicas−. Dice dándome dos galones de pintura para moverlos de sitio.
−¿Ellas también viven aquí?− pregunto cargando con los galones.
El niega dejando los galones sobre una mesa de madera.
−Las chicas se quedan en el hotel que esta frente al edificio, son las únicas que lo habitan por el momento, cuando logremos limpiar bien el teatro vendrán acá−dice y no puedo evitar pensar de nuevo en la chica de la canción triste, su voz aún resuena en mi cabeza como si de un radio viejo se tratara, ayudo a Boldem a pasar los botes de pintura lejos del escenario y a terminar de arreglar los asientos.
−¡Eso es todo por hoy chicos!−Exclama Boldem de pie en medio del escenario− Pueden ir a descansar y mañana los necesito a todos a las 7am aquí, ¿Entendido?− pregunta.
Todos asienten y algunas exclaman que sí y comienzan a abandonar el salón.
−¡Boldem!− exclamo caminando detrás de el− ¿Crees que puedas hacerme un favor?
−Seguro, ¿Qué necesitas?− pregunta mirándome con curiosidad.
−Papel, para mi máquina de escribir−respondo con la esperanza de que me ayude, tenía un gran sobre de papel en mi otra maleta, quizás ya esté en alguna calle amontonado como basura.
−Creo que cuando llegamos al teatro encontré un montón de hojas en el camerino en el que duermo, son todas tuyas− dice entrando a su camerino, está a un par de puertas del mío, comienza a buscar en los cajones de una vieja mesa y saca un montón de hojas y tendiéndomela.−Espera un minuto ¿Eres un escritor?−dice alejando las hojas de mí.
−Eso intento ¿Por qué?− pregunto sorprendiéndome.
−Solo pareces uno− dice riendo− Suerte con eso Prescott, en París se pueden llegar a cosas muy grandes si luchas por tus sueños−.
Le agradezco tomando las hojas y no puedo evitar sonreír al escuchar lo de luchar por mis sueños, justo como me dijo mi padre antes de morir, me despido de Boldem y camino a mi camerino.
Coloco una de las hojas en la máquina de escribir y me siento frente a ella en silencio, trato de pensar sobre que escribir pero lo único que recorre por mi mente es la voz de la chica mientras cantaba esa triste melodía.
Miro la hoja de papel en blanco y mis dedos se deslizan sobre las teclas de la máquina, mis primeros versos tratan sobre el frió de la noche golpeando mi rostro minutos antes de escuchar su delicada voz, la tristeza que se removió en mi interior y término con el sentimiento de soledad que dejo en mi pecho cuando la canción termino y desapareció de su balcón.
Tomo la carta sin firmar y me asomo al balcón, la luz de la habitación de la chica aún está encendida y se ve una sombra caminando en su interior, salgo de mi camerino tomando valor y cruzo la calle, el frió es mucho más intenso una vez afuera del teatro pero cruzo rápidamente la solitaria y oscura calle adentrándome al hotel, dentro una mujer de cabellos rizados y con lentes alza la vista del periódico que estaba leyendo.
−Buenas Noches ¿Buscas una habitación?− pregunta dejando de lado el periódico.
−Sí, bueno no para mí, solo vengo a entregar algo− respondo con la carta en mano.
−¿A quién deseas entregarle esa carta?− pregunta interesada.
−Creo que a su único huésped, la chica que ha salido a cantar hace un par de horas−respondo.
−Bien joven, primero ella no es mi única huésped, las otras dos chicas están en las habitaciones grandes de la parte de atrás, y sé a quién te refieres, la chica del teatro ¿Quién le ha enviado eso?− pregunta señalando la carta.
−Yo, ¿Cree que podría pasar a entregársela?− pregunto.
−No acostumbro a dejar pasar extraños a las habitaciones de las personas sin antes avisarles, déjame avisarle primero− responde comenzando a caminar hacia las escaleras.
−¡No!−exclamo deteniéndola−Mire, necesito entregarle la carta pero sin que ella sepa quién soy ¿Cree que podría ayudarme?− pregunto y la mujer sonríe.
−Ya veo, eres su admirador− dice cruzándose de brazos aun con la sonrisa en su rostro− Déjame ayudarte con eso cariño, dejare la carta debajo de su puerta y diré que un joven apuesto entro y la dejo ¿Qué te parece?
−Enserio muchas gracias, no tengo manera como agradecerle−digo sonriéndole y tendiéndole la carta.
−No tienes por qué agradecerme cariño, todo por revivir el amor en las viejas calles de Montmartre.−dice guiñándome un ojo y subiendo las escaleras hacia las habitaciones.
Salgo del hotel y camino rápido de nuevo al teatro, subo a mi camerino tanteando las paredes ya que todo está oscuro, llego hasta mi camerino y entro, lanzándome en la cama pero me es imposible cerrar los ojos y conciliar el sueño, la voz de la chica sigue en mi mente, tarareo la canción por un buen rato como si de una canción de cuna se tratara mientras desde la cama observo el cielo nocturno de París, mis ojos comienzan a sentirse pesados mientras recuerdo la voz de la chica y ruego para escucharla una vez más en mis sueños.
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