VIII: Resistir y sobrevivir
Los meses que siguieron no fueron agradables, acabé desesperado, me moría de hambre, cada día me moría de hambre. Todo fue yendo hacia abajo cuando Claire se fue, creo que porque cuando estaba con ella sentía que debía protegerla, sacaba fuerzas de cualquier lugar para seguir adelante, por ella. Pero cuando se fue, esas fuerzas se fueron con ella. Sobrevivía por puro instinto, no por deseo. La desesperación me llevó a entrar en una ciudad. Si buscas bien en una ciudad, encontrarás todos los suministros que necesites, pero evidentemente, todo tiene un precio; yo lo pagué.
No sabía cómo, no había hecho ningún ruido, escuché el suelo retumbar, escuché decenas de pasos corriendo, ¿cuántos eran? Ni aún viéndolos pude hacer una aproximación, eran demasiados. Enseguida entendí el motivo de por qué los infectados estaban corriendo, estaban persiguiendo a un chico de tez negra, y el chico venía hacia mí, el muy hijo de puta. Salí corriendo de ahí, junto a él, entramos en un edificio por la parte de atrás, él cerró la puerta e intentó empujar un mueble enorme que había ahí para bloquear la puerta.
-Mira, lo siento, ¿vale? No era mi intención meterte en esto, pero si no me ayudas con esto, vamos a morir. Así que mueve el puto culo. -no me gustaba su tono, ni sus palabras, pero tenía razón. Le ayudé a empujar el mueble y logramos taponar la entrada. -Busquemos una salida.
El edificio era enorme, el silencio gobernaba el lugar, excepto por los gemidos de los infectados y el retumbar de la puerta siendo golpeada. Era casi de noche, faltaría una hora para que todo estuviese totalmente a oscuras. Antes me gustaba la noche, pasear bajo la luz de las estrellas, respirar el aire fresco. Ahora odio la noche, sonidos incompresibles, oscuridad, miedo…
No quería intercambiar palabras con el contrario, no quería saber nada de nadie, y menos aún conocer una nueva persona. Él parecía que estaba en la misma sintonía que yo, no hablaba, su rostro, inexpresivo. En la primera planta parecía no haber salida, o había obstáculos inamovibles, o el lugar estaba infestado de corredores y chasqueadores.
-Lo mejor será quedarnos aquí esta noche. Cuando amanezca saldremos de aquí, y cada uno seguirá su camino.
Estuve de acuerdo en lo último, y en lo primero no tuve más remedio que aceptar que era la mejor opción. No respondí, asentí una única vez con la cabeza.
-¿Eres mudo? -me preguntó en un susurro mientras subíamos las escaleras.
-No hablo en vano. -respondí de manera seca. Nunca me había gustado hablar por hablar, si quería hacerlo, lo haría cuando de verdad tuviese algo importante o mínimo, interesante que decir. Y en situaciones así, mi pensamiento era aún más extremista.
-Tranquilo, solo quería confirmar si lo eras o no, por el bien de nuestra supervivencia. Todo se resume en eso, ¿no? En resistir y sobrevivir.
Le miré y le dediqué una mini sonrisa, en señal de aprobación. En el segundo piso escuchamos más infectados, así que subimos y subimos hasta llegar a la sexta planta, parecía completamente vacía. Nos dividimos para comprobarlo, y nos volvimos a agrupar en la entrada.
-Evidentemente no me fío de ti , así que tú dormirás en esa habitación. -señaló un despacho que estaba a nuestra derecha. -Y yo en esta. -apuntó con el dedo a otra oficina, esta se encontraba a nuestra izquierda. -¿De acuerdo? Dormiré con mi Glock bajo la almohada, así que como pongas un pie en mi habitación te volaré la puta cabeza.
-¿Resistir y sobrevivir, eh? -le contesté de forma algo irónica.
-Eso es. -mi comentario le sacó una sonrisa que él intentó disimular con todo su empeño. No fue mi intención, por supuesto.
Cuando preparaba mi saco de dormir escuché cristales cayéndose de forma delicada, me extrañó, así que me asomé, vi como el chico rociaba con un cubo cristales rotos por el suelo, enseguida lo entendí, lo hacía para que sí algún infectado pasaba por ahí le alarmase. Un infectado, o yo. Era listo, por eso había sobrevivido tanto tiempo solo.
A la mañana siguiente salí de la oficina y me lo encontré en la sala principal de la planta, sentado en un sofá mientras desayunaba. Justo cuando me disponía ha acercarme escuché un estruendo en las escaleras, algo se había caído, algo metálico, y estaba cayendo escalón por escalón haciendo demasiado ruido. Los dos nos miramos con la misma preocupación.
-¿A dónde vamos? -supe que él sabría que hacer en una situación así, por eso no dude en preguntarle.
-A la última planta, ¡vamos!
Corrimos hacia las escaleras, y subimos lo más rápido que pudimos, escuchábamos decenas y decenas de pasos subiendo por los mismos escalones que segundos atrás nosotros habíamos dejado detrás. Llegamos a la terraza, yo estaba el último, así que cerré la puerta y me quedé ahí para bloquearla mientras él buscaba alguna salida.
-¡Date prisa! -grité desesperado.
-¡Cállate! ¡Estoy pensando! -como si mi grito pudiese desconcentrarlo y los gemidos de los infectados no. Aún así callé, esperando y rezando para que hallara una salida. -Tenemos que saltar al edificio de al lado.
-¿¡Qué!?
-Es un buen salto, pero el otro edificio es más bajo que este. Podemos hacerlo.
-Ni de coña, no voy a saltar.
-Mira, tío. Hay dos opciones, o ser devorado por esos hijos de puta, o intentar sobrevivir, y para eso hay que saltar. Es tu decisión. -se dio medio vuelta y corrió para luego saltar hacia el otro edificio. No sabía sí lo había conseguido, solo sabía que tenía razón, era o intentarlo o morir, y no había llegado hasta aquí después de todo para ser un puto cobarde, esta vez no. Corrí, salté, y sobreviví.
La euforia, la adrenalina que sentí ahí tirado en el suelo después de la caída… no puedo describirlo. Me puse de pie en un salto y grité con todas mis fuerzas, celebraba la victoria, e insultaba sin filtro a los infectados que habíamos dejado atrás. El chico se quedó a mi espalda, sonriendo mientras me veía así de eufórico. Me di la vuelta mientras reía.
-Nunca me he sentido tan vivo.
-Es la recompensa tras superar a la muerte.
Después de mi momento de euforia bajamos del edificio, para nuestra suerte, este no estaba lleno de infectados como el otro. Llegamos a la carretera, por fin, y los dos nos miramos. Sabía que no podía fiarme de él, no lo conocía de nada, quizá si no hubiese sido porque nos necesitábamos, me hubiese pegado un tiro entre ceja y ceja, quizá. Pero algo me decía que era de fiar, así que le dije que deberíamos continuar juntos hasta salir de esa maldita ciudad, no porque quería un compañero, sino porque quería sobrevivir; él aceptó.
Durante el tranquilo camino, no sabía por qué, pero él me miraba, no eran las miradas del día anterior, vigilando mis movimientos, esta vez sus miradas eran más profundas, como si quisiese observar cada molécula de mi cuerpo, era una sensación extraña. Pero su curiosidad despertó la mía, e hice lo mismo con él. Cuando no me miraba, lo observaba. Varias veces conectamos miradas, generando un momento incómodo pero al segundo nos daba igual, porque volvíamos a hacer exactamente lo mismo, una vez tras otra. ¿Qué estábamos haciendo? No tenía ni idea, pero… me gustaba.
Cuando estábamos saliendo de la ciudad, coincidió en que la noche caía. Decidimos avanzar un poco más hasta llegar a un bosque de las proximidades donde acampamos.
-Por cierto, soy Galan. -estaba de cuclillas, haciendo una pequeña hoguera.
-Lanz. -respondí con una leve sonrisa mientras preparaba unos asientos improvisados.
La noche se me hizo corta, pasamos horas y horas hablando en compañía del fuego y su calor. Hacía tiempo que no hablaba tanto, era agradable. Nos reímos de las historias y torpezas de cada uno. Empatizamos con las historias que nos contábamos. El tiempo pasaba y nuestra química crecía.
-Vale, vale, tengo otra pregunta. -su rostro lo iluminaba una sonrisa, se le notaba feliz, cómodo. -¿Por qué te fuiste corriendo aquel día? -al darse cuenta de que estaba tocando un tema delicado, su sonrisa se fue desvaneciendo. -¿Qué te dijeron tus padres para que provocaran esa reacción? -tardé un rato en asimilar la pregunta. Y sí, le había contado lo de mis padres, ni siquiera se lo conté a Claire, Yinx y Morgan, y por alguna extraña razón que no entendía, se lo conté a Galan.
-Me confesaron que ellos no eran mis padres. Mi verdadera madre murió en el parto, y mi padre había muerto en una misión de expedición antes de que mi madre me diese a luz. Mis padres… -hice une leve pausa. -Adoptivos me acogieron desde el primero día, como si fuese su verdadero hijo. Mi reacción fue la de un niñato cobarde que no fue capaz de aceptar la realidad.
-¿Te arrepientes?
-¿De huir? Sí… y no. Sí me hubiese quedado sé que habría muerto con ellos, pero una parte de mí agradece que no fuera así, una parte de mí agradece que lo último que viesen no fuera el cadáver de su hijo. -Galan guardó silencio durante un momento al oír como abría mi corazón.
-¿Sabes que siguen contigo, verdad? -se acercó a mí y me puso la mano en el pecho. -Aquí.
No voy a describir lo que vino después de eso, solo diré que fue increíble. Una noche inolvidable. Ni siquiera sabía que me gustaban los hombres hasta ese preciso instante. No recuerdo cómo una cosa llevó a la otra, cómo Galan hizo que abriera mi corazón a él por completo, no sé qué como había ocurrido todo eso pero… doy gracias a Dios por haberme brindado una noche así.
A la mañana siguiente continuamos el camino, y ardía en deseos de conocerle mejor, de conocer su pasado. -¿Qué hay de tu familia? ¿Siguen…? -antes de poder terminar de formular la pregunta, Galan me interrumpió.
-No. Murieron hace tiempo. No recuerdo cuantos años tenía en ese momento, quizá 15, tal vez menos. Caminábamos por una ciudad, necesitábamos suministros, estábamos desesperados y tardamos demasiado en darnos cuenta de que los bandidos eran los dueños de la ciudad. Tenían un coche blindado, nos persiguieron por pura satisfacción, podían habernos atropellado, disparado, pero parecía que disfrutaban viéndonos correr, suplicando por nuestras vidas. No sé cuántas veces mi padre repitió que hiciesen con él lo que quisieran, pero que me dejasen a mí y a mi madre en paz. No sé cuántas veces mi madre me repitió que todo saldría bien. -la mirada de Galan estaba perdida, completamente perdida. Vislumbré una lágrima que salía de uno de sus ojos. -Pero no fue así. Cuando llegamos a un callejón sin salida nos dispararon sin piedad alguna. A mí solo me dieron una bala que me hizo caer, y me quedé ahí inmóvil, paralizado del miedo, viendo como mis padres daban su último aliento y el brillo de sus ojos se extinguía. Cerré los ojos haciéndome el muerto. Nos cachearon, recuerdo perfectamente las palabras que soltaron “nuevos zapatos, chicos“, y los demás lo celebraron…
No supe cómo reaccionar, qué decir. Así que simplemente le rodeé con mi brazo, y caminamos juntos, pegados el uno al otro. Creo que le gustó, pues pude entrever en su melancólico rostro una muy leve sonrisa. Seguimos caminando durante días, ninguno hablaba de nuestras viejas palabras, sobre separarnos. Los dos disfrutábamos de la compañía del otro, y las noches eran lo mejor, volvía a vislumbrar luz en la noche. Amaba conversar con él, amaba hacer al amor con él, amaba cada instante que compartía con él.
-¿No te gustaría volver a ver a Claire?
-Claro que sí, pero me dejó bastante claro que no podía verme, y lo entiendo.
-Venga ya, Lanz, ¿hace cuánto de eso? Ya habrá pasado página, y seguro que le alegrarías el día, la semana, el mes, el año y toda su vida si regresaras con ella. -sus palabras me hicieron dudar, y eso le bastó para tomar una decisión. -Busquemos la ciudad a la que fue.
-Galan… Ni siquiera sabemos si esa ciudad existe. Ni si Claire… -“aún sigue con vida “, lo pensé pero no terminé la frase.
-¿Qué perdemos por intentarlo?
Me convenció, así que partimos en busca de Claire. Pasaron los meses, y el placer que sentía en compañía de Galan no decreció, es más, cada día lo quería más. Sí, definitivamente estaba enamorado de él. Enamorarme en un apocalipsis… Después de que me prometiese a mí mismo que rechazaría cualquier compañía de cualquier persona. Supongo que contra el amor nada se puede hacer, simplemente aceptarlo y abrazarlo, o al menos eso hice yo.
Siempre pensé que lo único que te podía matar en el apocalipsis eran los infectados o los humanos. Nunca pensé en la enfermedad. Tanto empeño en sobrevivir de aquellos que tienen dos patas, cuando la muerte más mortal es la que te da la propia naturaleza…
Galan y yo simplemente paseábamos por el bosque, nos dirigíamos al norte cuando de repente, escuché un chillido proveniente de él. Su tobillo estaba destrozado, había pisado una trampa de oso.
-Hey, hey, no te preocupes, estoy aquí, ¿vale? -intenté mantener la calma. -Voy a hacer palanca, cuando te diga que saques el pie, lo sacas, ¿vale? -hice palanca con un machete y Galan logró sacar el pie con mucha dificultad. Para cuando intentaba sanar la herida con mis escasos conocimientos de medicina, me di cuenta de que se había desmayado del dolor. Al principio entré en pánico, pensaba que había muerto. Me acerqué a su rostro para suplicar por su vida, hasta que me di cuenta de que seguía respirando. Lo sané como pude, cargué con él en peso y caminé esperando hallar un lugar donde poder descansar y curarlo mejor. Encontré una pequeña cabaña. Allí pasamos la noche, y los días venideros.
Galan empezó a tener fiebre, y no teníamos ningún medicamento para poder aliviarle. Busqué en la cabaña, en los alrededores, por todos lados, pero no hallé nada que pudiera sernos de utilidad. Galan me insistía una y otra vez en que no me fuese, que no lo dejase.
-Por favor, Lanz, entra en razón. Voy a morir, y debes aceptarlo de una puta vez. Sé que es difícil, pero también sé que eres fuerte, aunque tú creas que no, yo sé que sí, y te aseguro, cariño, que te conozco mejor de lo que tú te conoces a ti mismo. Así que escúchame, por favor, quiero morir a tu lado, quiero soltar mi último aliento sintiendo tu calor sobre mí, sintiendo el tacto de tu mano sobre la mía. Quiero que lo último que vean mis ojos sean los tuyos.
Pero nunca logró hacerme entrar en razón. Seguí buscando, rechazando la idea de que fuese a morir, no lo aceptaba, y nunca lo aceptaría, ni siquiera a día de hoy.
Volví de una de las mil expediciones que hice, lo hice corriendo porque por fin había conseguido las medicinas que necesitábamos. Volvía eufórico, con una sonrisa de oreja a oreja, imaginándome la cara que me pondría Galan cuando me viese llegar con los medicamentos. Me imaginé como celebraríamos su recuperación, arreglando y limpiando la cabaña, para luego tener una cena romántica mientras le recitaba una de las poesías que había compuesto para él. Solo el imaginármelo hacía que mi cuerpo sintiera una cosquilleo de emoción.
Entré en la cabaña y observé el cuerpo sin vida de Galan.
-No, no, no, no. -solté la bolsa con las medicinas. -¡No, no, no! -grité desesperado, me arrodillé frente a él y agité su cuerpo una vez tras otra. -Despierta, por favor. No me hagas esto, no puedes hacerme esto…
Nunca despertó y yo nunca volví a sentirme vivo. Galan se llevó mi corazón con él.
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