Capitulo Quince

Corrieron a través de los pasillos principales. No había tiempo para subterfugios. Malorum y sus oficiales habían retirado a la mayor parte de los soldados de asalto, pero habían dejado droides de ataque para continuar las patrullas y prevenir interferencias por parte de intrusos.

Ferus saltó hacia el primer grupo mientras este se giraba para hacerles frente. Su sable láser se movió rápidamente mientras segaba a través de ellos desde un lado, mientras Solaz iba por el otro. Ella era todo movimiento y ninguno desaprovechado; su sable láser era un borrón. Ella era más rápida y mejor que Ferus, y juntos destruyeron los droides en pocos segundos.

Se reunieron en el centro y corrieron a través de la abertura que habían creado, con el humo alzándose a su alrededor. Trever pateó a través del metal caliente y les siguió.

Sabían dónde estaba el generador del núcleo central. La única opción que tenían era apagarlo antes de que la bomba estuviese completamente armada. Sin confiar en los turboascensores, fueron escaleras abajo, saltando y dejando que Trever los alcanzase cuando tenían que detenerse para encargarse de más droides de ataque.

Llegaron hasta la fuente de energía, una habitación blanca donde zumbaba el poderoso generador subluz. La luz de la energía de reserva estaba parpadeando.

—Aquí está la bomba —dijo Trever, acercándose a ella rápidamente—. No se molestaron en esconderla. Tendrás que desconectar el generador principal. Pero hazlo gradualmente, o eso podría detonar la bomba.

—Gracias por decírmelo. —Ferus puso su atención en los controles del núcleo de energía. Sabía cómo hacer esto. Había hecho un curso personal de estudio para descubrir cómo funcionaba la infraestructura del Templo. Rápidamente, accedió al banco del ordenador de energía. Pasó por la serie necesaria de pasos para desconectar el sistema. Lo hizo lentamente, reduciendo la energía de cada subsistema de verde a amarillo y de amarillo a rojo.

Las luces parpadearon y se apagaron. Oyeron un suave suspiro cuando el sistema de aire se desconectó.

—¿Ahora qué? —preguntó Solaz.

—Esperamos —dijo Trever—. Y confiamos en que no explotemos.

Solaz alzó su sable láser, el cual emitía un suave resplandor azul. Trever sacó su barra luminosa. Los segundos pasaron. Miró el indicador de energía de la bomba. Lentamente, el indicador comenzó a moverse.

—Se está descargando —dijo—. No se armará —alzó la vista hacia Ferus—. Puedes destruirla. Está muerta.

Ferus descargó un golpe limpio a través de la bomba. El dispositivo se partió en dos mitades.

—¿Cuándo lo descubrirán? —preguntó Solaz.

—Pronto —pronto Ferus—. Imagino que Malorum está cerca. Querrá verlo explotar.

—Le hemos detenido esta vez. Pero todo lo que tiene que hacer es colocar otra —dijo Trever.

—Creo que Vader se enterará y lo parará —dijo Ferus—. Esa es mi suposición, de todas formas. Las noticias le llegarán. Si el Emperador quisiese el Templo completamente destruido lo habría ordenado. Quiere que permanezca. Es un símbolo para la galaxia: la ruina de la Orden Jedi. Pero para nosotros, es un símbolo de lo que podemos volver a ser.

—No sé si sigue siendo un símbolo de cualquier cosa —dijo Solaz—. Sólo sé que fue mi hogar, y no quiero que ellos lo destruyan.

Salieron del centro de control de energía central y caminaron pasillo abajo otra vez. De repente oyeron el ruido de los soldados de asalto bajando por el pasillo. Delante, desde esta situación ventajosa, podían ver la entrada del Templo. Mientras miraban, las puertas se abrieron de golpe y los soldados de asalto entraron a raudales. Malorum iba a la cabeza. Podía escuchar su voz tronando, resonando por las altas paredes de piedra.

—¡Encontradlos! —gritó.

Un mar blanco inundó el pasillo principal. Ellos giraron y corrieron. No podían hacer frente a este despliegue de fuerza. En cabeza, los droides buscadores comenzaron a desplegarse, yendo en su busca.

Corrieron por donde habían venido. Tenían que llegar a la nave de Solaz. Era su única esperanza de escapar.

Perseguidos por droide buscador, corrieron pasillo abajo. Ferus saltó y se contorsionó, cortándolo en dos.

Podían escuchar a los soldados de asalto detrás de ellos, ahora corriendo.

—Deben habernos detectado con vigilancia —dijo Solaz.

Tenían segundos. Ferus le indicó a Trever que se metiera a través del hueco del eje del turboascensor. Solaz le siguió. El fuego láser acribilló la puerta del ascensor mientras Ferus aguantaba, desviándolo. Cuándo estuvo seguro de que Solaz y Trever estaban dentro del vehículo, saltó dentro del hueco.

En ese momento, aparecieron al menos cincuenta soldados más, algunos de ellos en caminantes AT-RT. Si Solaz le esperaba, todos serían capturados o acabarían muertos.

Miró a Trever, cuyos ojos estaban abiertos como platos, suplicantes.

—¡Volveré! —gritó.

—¡Te dije que no dijeras eso!

Ferus desactivó su sable láser y alzó la mano. Solaz vio su intención y saltó momentáneamente para cogerlo mientras volaba por los aires. Dejaría que le capturasen, pero no con su sable láser.

—¡Ahora marchaos!

Solaz vaciló. Él vio lo cerca que estaba ella de unirse a él. No podía dejar que lo hiciera.

—¡Tienes que sacarle de aquí! —

gritó Ferus. Mientras Trever gritaba y golpeaba su espalda con los puños, Solaz empujó los controles, y la nave despegó.

Todo eso había llevado menos de un momento. Sabía que Malorum querría cogerle con vida. Ferus se volvió hacia la acometida, indefenso ahora, y solo.

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