Capitulo doce

Guía levantó una barra luminosa.

—Es mejor mantenerse cerca aquí abajo. Vigilad por si aparecen babosas del duracreto. Son especialmente agresivas.

—Creo que ya hemos sido presentados —murmuró Trever.

Se mantuvieron en el centro del túnel mientras caminaban. Las paredes chorreaban humedad. Ocasionalmente pasaban un hediondo charco tóxico, resplandeciendo extrañamente en la oscuridad. Escucharon ruidos reptantes, pero no apareció ninguna criatura.

—Las ciudades originales de Coruscant se construyeron en la corteza, siglos atrás —explicó Guía mientras caminaban—. La mayor parte de la infraestructura todavía está bajo el suelo. La mayor parte de los conductos de agua y los túneles de energía han sido excavados, pero había un sistema de transporte de personas que funcionaba con alguna clase de motor primitivo que se conectaba con una vía en el suelo. Estos túneles se construyeron con bloques de piedra, y alguno está todavía intacto. Más tarde se acostumbraron a bombear los océanos a las cavernas. Allí es donde vamos.

Caminaron hasta que perdieron el sentido de dónde estaban y si era de día o de la noche por encima de ellos. Ferus comenzó a sentir la falta de sueño y la comida decente. Siguió adelante.

Repentinamente escuchó el eco de agua chapoteando. Guía se detuvo.

—El agua se hará más profunda, pero llegaremos a las pasarelas que nos llevarán por encima de ella.

Pronto nadaron a través de agua que les llegaba a la altura del tobillo. Adelante vio una escalera tosca, y mientras Ferus seguía las escaleras con la mirada vio que conectaban con una serie de plataformas y más escaleras. Cuando Guía alcanzó las escaleras, comenzó a trepar.

Treparon de plataforma en plataforma en la oscuridad. Ferus no sabía cuán profunda estaba el agua debajo de ellos, pero podía sentirlo: Era casi como si todavía tuviese mareas, pues parecía rugir y retirarse como si se moviera constantemente. Él no podía verlo, sólo podía olerlo y ahora oírlo.

Oyeron una salpicadura y miraron por el borde. Muy por debajo sólo podían divisar una enorme criatura marina girando y deslizándose bajo el agua otra vez.

—Oh, sí —dijo Guía—. Debería advertiros, no os caigáis.

El andamiaje se abrió repentinamente en un espacio ancho que ocupaba la anchura de la caverna. Las tablas de plastoide y madera estaban colocadas en un patrón. Las estructuras se habían construido en campamentos circulares separados que se conectaban unas con otras a través de pasarelas de metal. Era como una pequeña ciudad.

En varias estructuras Ferus vio encenderse luces. Quienquiera que estuviera dentro estaba despertando.

Guía alzó un pequeño dispositivo, y sonó un ruido electrónico. Los ciudadanos empezaron a emerger de las estructuras. Eran de muchos mundos, y todos estaban armados. Lentamente avanzaron hacia Guía.

Los Borrados se encontraron apiñados en un pequeño grupo mientras los colonos les rodeaban.

Ferus empezó a sentirse intranquilo. Estaban completamente rodeados. Excedidos en número.

Se inició un murmullo, algunas palabras pasando de ser a ser. Guía alzó una mano pidiendo silencio.

—Os los he traído de arriba —dijo.

Después, repentinamente giró sobre sus talones y se fusionó con la muchedumbre.

—Ahora son vuestros.

La muchedumbre comenzó a acercarse. Ferus, Trever, y los Borrados retrocedieron.

Pero no había ningún lugar a donde ir. Sólo la delgada barandilla de la pasarela, y la larga caída hasta el negro océano.

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