Capitulo Cinco

Tenía que haber otra salida. Siempre la había, incluso en áreas de almacenamiento como esta. Ferus sabía que el Templo había sido diseñado buscando la utilidad así como la belleza. La energía debía conservarse, incluso la energía física. Este espacio era demasiado vasto para tener sólo una forma de descargar las mercancías.

—Sígueme —le susurró a Trever. En lugar de salir por la puerta principal, bajaron corriendo por el pasillo, dejando atrás los sables láser, los recuerdos y el pesar, hasta la parte trasera de la habitación. Allí encontró lo que estaba buscando, una entrada a los túneles de servicio. Esto debería conducirlos de vuelta al vestíbulo.

Primer problema: El túnel estaba sellado con una puerta, y el viejo panel de control no funcionaba.

Rápidamente y en silencio, Ferus atravesó la puerta con su sable láser. Dejaría evidencias de su presencia, pero era demasiado tarde para hacer otra cosa. Podía oír al escuadrón en la parte delantera de la habitación. En cualquier momento serían descubiertos.

Trever no necesitaba invitación. Se metió a través del agujero que Ferus había creado. Ferus le siguió y bajaron corriendo por el túnel de servicio. Mientras corría, Ferus calculó hacia dónde les estaba llevando el túnel. Daba un giro brusco a la derecha, y supo que ahora corrían paralelamente al segundo pasillo de servicio.

—Si podemos salir por alguna parte a lo largo de este túnel, podemos llegar al turboascensor —le dijo a Trever.

—¿E ir dónde?

—Bueno, cualquier parte menos aquí es una opción.

Ferus vio un panel de control delante y, débilmente, el contorno de una puerta. Probó el panel de control y esta vez funcionó. La puerta se abrió. Bien. De esta manera, una vez que los soldados de asalto entraran en el túnel de servicio, no podrían precisar donde lo habían dejado Ferus y Trever. Se cerró detrás de ellos.

Estaban en otro cuarto de almacenamiento, lo que Ferus había esperado. Éste estaba lleno de estantes vacíos. Mientras corrían hacia la puerta, Ferus se detuvo repentinamente.

—¡Ferus, vamos!

Se inclinó y pasó el dedo a lo largo del estante.

—Mira. Dejaron marcas.

—¿Qué dejó marcas?

—Las latas. Éste era un área de almacenamiento de comida —inspiró—. Todavía se puede oler las hierbas secas. Esto es por ti, Siri. Sabías que vendría bien.

—Fascinante. Ahora ¿podemos seguir escapando?

Ferus pensaba rápido, recordando.

—El almacén de comida seca tenía un sistema de entrega separado. Si los cocineros se quedaban sin alguna cosa, podían introducir lo que necesitaban en pantallas técnicas en la cocina y la información sería transferida aquí abajo. Los droides monitorizaban las lecturas, encontraban los artículos, y los llevan a los elevadores verticales. Los elevadores funcionaban con aire comprimido. Disparaban las latas hacia arriba, a los comedores, dónde se mantenían temporalmente en una inmersión de gravedad cero, en otras palabras, en el aire. Los elevadores son pequeños, pero podríamos ser capaces de meternos dentro, eso si el sistema del aire comprimido todavía funciona. —Mientras hablaba, Ferus comprobaba rápidamente el panel de control.

—¿Quieres decir que vas a dispararme hacia arriba con aire comprimido? —Trever no parecía seguro de eso.

—Tendrás el viaje de tu vida.

—¿Puedo recordarte que no soy una lata de alubias?

—Estamos de suerte. Todavía funciona.

—Oye, ¿qué pasa si la parte de gravedad cero no funciona?

—Busca una agarradera en tu camino de descenso. Trever, es la única forma de escapar de los soldados de asalto. Nunca se imaginarán esto.

—Esto continúa poniéndose cada vez mejor —gimió Trever. Pero se introdujo en el pequeño elevador vertical, doblando las rodillas bajo su barbilla—. A todo esto, ¿tienes alguna idea de cómo vamos a salir del Templo?

—Estoy pensando.

—Eso no suena muy prometedor.

—No hago promesas. Sólo planes.

—Es un placer hacer negocios contigo, Ferus.

—Una última cosa, si no puedo hacerlo, trataré de llegar a la plataforma de aterrizaje y robar una nave. Reúnete conmigo en el asteroide.

Cerró la puerta ante la incrédula mirada de Trever. El sonido del aire le dijo que el transporte había tenido éxito.

Ferus se dirigió hacia el siguiente tubo elevador. Se apretó y se contorsionó, pero no podía meterse dentro de la abertura. Se golpeó la cabeza y se lastimó el codo cuando intentaba meterse a la fuerza.

Espera, Ferus.

Se centró en recordar.

Siri se inclinó para ayudarle. Había caído durante una caminata rutinaria, solo porque no había prestado atención. Cayó de un peñasco, a plomo, y golpeó contra el barro. Primero sus expertas manos se aseguraron de que estaba bien. Luego se reclinó sobre sus talones, balanceándose expertamente a pesar de que habían estado caminando durante seis horas por un terreno accidentado.

—Cuando te sentiste caer, ¿por qué no utilizaste la Fuerza?

Porque solo tenía catorce, y ésta no venía a él tan fácilmente. Pero Ferus no quería decirle eso a su Maestra.

—No hubo tiempo. —Siempre hay tiempo suficientemente para un Jedi —dijo Siri—. La cuestión es que la Fuerza está siempre a tu alrededor.

Ferus luchó para sentarse. Estaba creciendo rápido, y sus piernas y brazos siempre parecían enredarse debajo de él. Por eso se había caído.

—Nuestros cuerpos no son solo hueso y músculo —dijo Siri—. Son también líquidos. Y

aire. Y el suelo no es tan duro como parece.

A Ferus le pareció sentir cada magulladura.

—Eso dices.

Ella se puso en pie, tendiéndole una mano, y le alzó, riéndose.

—Haces todo más difícil de lo que tiene que ser, Ferus. Incluso la suciedad.

Ferus sintió relajarse su cuerpo. La Fuerza se movió a través de él, y sus músculos repentinamente se sintieron fluidos. Se dobló, se contorsionó fácilmente y se introdujo dentro del pequeño espacio. Entonces cerró la puerta del compartimento y voló hacia arriba con una ráfaga de aire, tan rápido que se mareó.

La puerta del compartimento se abrió mientras se sentía mantenido en el campo de gravedad cero. Se impulsó fuera y cayó de pie en el suelo de la vasta cocina del Templo, capaz de alimentar a centenares de Jedi. Trever estaba esperando.

—Tenías razón —dijo—. Fue un buen paseo.

Ferus echó un vistazo a su alrededor. La cocina siempre había sido un lugar ocupado. Los Jedi que tenían un interés rotaban su servicio, y todos estaban dispuestos a escamotear algún manjar en cualquier momento del día o la noche para algún joven aprendiz en crecimiento. Ahora estaba más o menos intacta, pero, como la mayoría de los lugares que había visto, llena de escombros y ennegrecida por el humo. Se había hecho un intento en una esquina de restaurar su función. Podía ver que la cocina estaba funcionando y se había despejado y preparado una mesa para cenar.

La Fuerza surgió, una advertencia, solo medio segundo antes de que oyese abrirse la puerta.

Realmente tenía que trabajar en su conexión con la Fuerza. ¿De qué servía una advertencia si repentinamente aparecían veinte soldados de asalto frente a él?

—¡Whoa! —Trever se lanzó al suelo mientras el fuego láser cruzaba por el aire. El sable láser de Ferus danzó, desviando los disparos.

Habló con urgencia al amparo del ruido.

—Hay otra salida por las cocinas. ¡Ve, ahora! —ladró la orden, y Trever salió disparado, corriendo en un loco patrón que hizo difícil para los soldados de asalto fijar el blanco en él. Ferus se retiró, manteniendo el sable láser en movimiento, y pensando, como lo haría un Jedi, tres pasos por delante.

Le seguirían al pasillo. No podría perderlos, allí no. Pero la biblioteca estaba al lado, medio demolida. Habría más refugio allí. Si podía llegar al segundo nivel de la biblioteca, podría salir por la puerta trasera, y desde allí… desde allí.

¿Dónde?

La respuesta vino a él. Las habitaciones privadas de Yoda. Ahora la oficina de Malorum. Malorum estaba ausente. Estarían vacías y tranquilas. Y desde allí podrían acceder a los archivos, tal vez encontrar una forma de salir que no hubieran considerado. Y podría descubrir qué se traía entre manos Malorum. Los soldados de asalto nunca pensarían que alguien sería lo suficientemente estúpido como para esconderse en la oficina privada del Inquisidor principal.

El único problema era que tendría que atravesar la mayor parte del pasillo principal para llegar allí. Serían divisados.

La mente de Ferus se aclaró, y recordó entrar andando en la Sala de las Mil Fuentes. El sistema de agua había sido destruido, el dosel superior que había semejado el cielo estaba andrajoso y medio caído. Una vez, ese dosel había cambiado de color durante todo el día, oscureciéndose desde los rosados del amanecer hasta el púrpura profundo del crepúsculo, como un sistema de alumbrado imitando el paso del sol. Ahora el dañado dosel revelaba el sistema de redes de pasarelas superiores que daban servicio a las luces láser… y conectaban con el túnel del conducto de energía que corría por las paredes. Más pequeño que los túneles de servicio, pero construido para que una persona de servicio pudiera introducirse para trabajar en los circuitos en cualquier punto.

Trever le esperaba en el pasillo. Ferus iba algunos segundos por delante del escuadrón de soldados de asalto. Corrió pasillo abajo. No tenía duda de que el oficial al mando estaría pidiendo refuerzos. Pronto los pasillos estarían inundados por tropas.

Los soldados de asalto irrumpieron en el pasillo justo cuando doblaban la esquina. Rayos láser se descargaron en las paredes, enviando trozos de piedra sobre ellos como si fuese lluvia.

—Por aquí.

Más rayos láser estremecieron el pasillo. Ahora estaban disparando por disparar, a pesar de que Ferus y Trever no estaban a tiro. Era una táctica Imperial que recordaba de sus tiempos en la resistencia bellassana, disparos para intimidar así como para matar. ¿Por qué no? Los imperiales no carecían de munición, y no se preocupaban por la destrucción física de la propiedad.

La puerta hacia el pasillo principal estaba atascada. Ferus saltó hacia ella, usando ambos pies y la Fuerza. La puerta se abrió de golpe, y él y Trever la atravesaron a la carga. Con un movimiento de su mano, la cerró tras ellos con la Fuerza. Instantáneamente fue hecha trizas por el fuego de las armas.

Ferus salió disparado a través del vestíbulo, bajando un corto tramo de escaleras, y giró con Trever en sus talones. Abrió de un empujón las pesadas puertas de la biblioteca. Se dijo a sí mismo que no se detuviera ni un momento para lamentarse de nuevo por los tesoros perdidos allí, para no notar mientras corría a través de los escombros dejados por las estatuas quebradas que habían sido semejantes a los grandes Maestros Jedi.

La escalera había desaparecido. Trepó a una pila de escombros en su lugar, con Trever subiendo detrás de él. Alcanzaron el balcón y corrieron hacia la puerta trasera. La abrió solo un centímetro para asomarse. Esta vez tuvo algunos segundos para monitorizar la actividad de afuera. Un pequeño grupo de oficiales se alejaba por el pasillo mientras varios soldados marchaban hacia ellos. Tendría que cronometrar esto cuidadosamente para que los soldados pasasen y los oficiales continuaran antes de que él y Trever saliesen corriendo.

Escaleras abajo oyó al escuadrón registrando la biblioteca. En cualquier momento aparecerían.

Los soldados de asalto pasaron. Ferus y Trever tenían que arriesgarse.

Ferus salió a hurtadillas de la biblioteca, con Trever tan cerca como una sombra. Las tropas no se giraron mientras caminaban por el pasillo.

Ferus recorrió corriendo la corta distancia hasta las puertas de la Sala de las Mil Fuentes y la atravesó a toda prisa. Trever corría a su lado ahora, continuando sin esfuerzo. Al final del camino, Ferus se detuvo y sacó su cable líquido, agarrando a Trever al mismo tiempo. El cable los impulsó hasta la pasarela superior.

—Estoy empezando a acostumbrarme a esto —gruñó Trever mientras bajaba de un salto a la pasarela.

Allí. Ferus vio la pequeña puerta enrejada al final de una escalera abierta. Se acercó corriendo y extendió una mano, esperando que la Fuerza estuviese allí. La puerta enrejada desapareció. Él y Trever saltaron dentro, y volvió a colocar la reja.

El túnel estaba oscuro, pero después de un momento pudo ver. Evitando los circuitos y los cables comenzaron a gatear túnel abajo.

—Esto va por la pared —dijo en un susurro—. Así que anda con cuidado.

Imaginó donde estaban ahora, en el mismo nivel que las habitaciones privadas de Yoda. Cuando pensó que estaban cerca de la puerta alzó una mano y Trever se detuvo detrás de él. Había una reja justo delante. Ferus se inclinó y miró. Estaba directamente en frente de las habitaciones de Yoda. Podía ver las tablillas de las persianas. El pasillo estaba vacío. Enroscó sus dedos alrededor de la reja, preparado para retirarla.

Repentinamente, Ferus oyó pasos que se aproximaban.

Malorum. Avanzando a grandes pasos en su ropa de Inquisidor, con un asistente apresurándose a su lado. Deteniéndose ante la puerta de las habitaciones de Yoda.

Ferus lo sintió, una leve perturbación en la Fuerza. Obi-Wan había estado en lo cierto con sus sospechas: Malorum era sensible a la Fuerza. Encubrió su propia conexión

con la Fuerza, aunque Ferus dudaba que Malorum fuese lo suficientemente adepto como para sentirlo.

—No hagas sonar la alarma general —espetó Malorum—. Observa por todos los medios, pero observa tranquilamente. Lord Vader ha decidido concedernos una visita no anunciada. No quiero que se entere de esto hasta que los intrusos sean capturados.

—Sí, señor.

Ferus sintió el lado oscuro de la Fuerza surgir en una repugnante oleada, tan poderoso que se encogió hacia atrás sin darse cuenta. Sabía lo que eso significaba.

El Lord Sith había llegado.

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