Capitulo Catorce

—No vas a ir sin mí —dijo Trever. La expresión de Ferus decía claramente otra vez: no. Pero a Trever no le importaba. No iban a dejarle atrás. Ya le habían dejado antes atrás. Su madre, su padre, su hermano. Todas las veces, habían dicho: "Es demasiado peligroso. Aquí estarás a salvo." Todas las veces dijeron: "Volveré."

—Es una nave para dos personas —dijo Ferus—. No hay espacio. "Volveré…"

—¡No! No digas eso —le advirtió Trever—. Simplemente… no lo digas. Puedo ayudar. He estado en el Templo. Soy pequeño, puedo meterme en espacios reducidos. Y necesitarás alguna experticia con explosivos.

Solaz le miró dudosamente, y él se encrespó.

—He utilizado mitad y un cuarto de cargas alfa, y he hecho mis propias miniexplosiones —dijo Trever—. Sin ruido, sin humo, sólo una dulce entrada dondequiera que queráis ir.

Solaz miró a Ferus.

—Trever ha tenido una historia interesante —dijo él.

—Si sacamos el juego de herramientas, podrías caber detrás del asiento. —Solaz miró a Ferus—. El niño puede cuidar de sí mismo. Tú también podías, a su edad. Así que relájate.

—Ferus no sabe el significado de esa palabra —dijo Trever.

Solaz y Trever se rieron, y una parte de la presión que Ferus sentía dentro se relajó. Era bueno que se rieran de él otra vez. Eso parecía amistad.

Hume, Rhya, Keets, Oryon, Curran, Gilly, y Spence estaban sentados en una mesa moldeada de una tabla de permacreto sostenida por algunas piernas de un viejo droide de protocolo. Ferus se acercó a ellos y se sentó.

—Me marchó. Solaz os ofrece un lugar seguro aquí. Su asistente Donal cuidará de vosotros. No creo que esté fuera mucho tiempo. Solaz, Trever y yo hemos decidido colarnos en el Templo otra vez. Esta vez, voy a echar un vistazo a los archivos y ver exactamente qué planea Malorum. A menos que vayamos, este lugar no estará a salvo.

—Iremos con vosotros —dijo Hume.

—No. Primero de todo, no hay espacio. Y segundo… bueno, vinisteis conmigo para encontrar Solaz, y usted lo encontrasteis. Ésta es mi batalla.

Ferus se puso en pie. Miró a cada uno de ellos. Habían estado juntos sólo un corto tiempo, pero se sentía unido a ellos, unido a su lucha por seguir vivos.

Fue Curran quien habló, usando las palabras de los Svivreni. En su mundo, se consideraba mala suerte decir adiós.

—El viaje comienza —dijo Curran suavemente—. Así que ve. Cuando Ferus regresó, encontró que Solaz ya había hecho las comprobaciones previas. Trever se había metido en el espacio detrás del asiento. Ferus se deslizó en el asiento de pasajeros directamente detrás de Solaz. El vehículo era tan pequeño que maniobraron fácilmente a través de la caverna y se introdujeron en el túnel subterráneo.

—He explorado todos los túneles de aquí abajo —dijo Solaz—. Hay más que de los que os he hablado. Me llevó meses reunir todas las partes de este vehículo y construirlo. Pilotó a través del túnel, colocando el vehículo lateralmente cuando tenía que hacerlo. Entonces pasó a través de una grieta enorme en el techo y entraron en la vía principal de la vieja ciudad de la corteza. Zumbaron a través del lugar vacío.

—Las columnas del Templo estaban hundidas cerca de los almacenes técnicos —continuó Solaz—. Fueron difíciles de encontrar porque los vertederos se construyeron a su alrededor aproximadamente un siglo después.

Después de maniobrar durante casi una hora, el vehículo se sumergió en un gran vertedero de basura humeante amontonada a cientos de metros de altura. Solaz navegó por el lugar, virando alrededor de los montones. Por fin vieron una gruesa columna delante, y después otra, y otra.

—Allí están los cimientos. Aguantad.

Ahora estaban yendo directamente hacia arriba, pegados a la columna como ésta ascendía a través de los subniveles de Coruscant. Trever luchó contra el mareo. Estaba mirando hacia arriba por la carlinga de la cabina. Nivel tras nivel se abalanzaban sobre él, pisos, capiteles, muros, pasillos, luces, seres, coches nube, aerotaxis, plataformas de aterrizaje.

Les había costado tanto llegar a la corteza, y ahora todo retrocedía detrás de él tan rápidamente.

Los edificios se volvían más gruesos a su alrededor. Las luces se encendieron. El amanecer surgía por encima de ellos. Los deslizadores y los aerotaxis pasaban rápidamente por delante de ellos. Y todavía estaban debajo de la superficie.

Supo que estaban cerca cuando Solaz redujo la velocidad.

—Nuestra mejor opción es hacerlo rápidamente —dijo ella—. Entrar y salir.

Por encima de ellos Trever vio la base del macizo edificio del Templo. Incluso aquí abajo podía ver evidencia del daño, piedra ennegrecida y trozos perdidos, como si el edificio hubiese sido despedazado.

Lentamente navegaron alrededor de la base, buscando el lugar que Solaz andaba buscando. Ella situó el morro de la nave contra el muro. Un ruido zumbante comenzó a sonar, y los cohetes de plasma comenzaron a cortar la base.

Una capa de polvo fino recubrió el parabrisas, pero Solaz también había pensado en eso. Un dispositivo rotativo limpiaba el parabrisas cada pocos segundos, dejándoles completa visibilidad. Los cohetes de plasma abrieron un agujero lo suficientemente grande para que pasara la nave. V

olaron dentro y se encontraron directamente en el eje del turboascensor.

—Funcionó —exclamó Solaz.

—Ojalá no hubieses sonado tan sorprendida —comentó Ferus.

—Primero la oficina de Malorum. Después bajamos al almacén si no hemos sido descubiertos.

El vehículo subió por el eje, que luego se convirtió en un corredor horizontal del turboascensor. Ahora podían ver el propio turboascensor, sin uso, al final del eje. Más allá de él podían ver que el corredor había sido volado, una parte socavado. El turboascensor estaba parcialmente destruido.

Solaz posó con delicadeza el vehículo sobre el suelo del eje. La carlinga de la cabina se echó hacia atrás, y uno por uno salieron fuera.

—Esta puerta se abre al pasillo de servicio —dijo Solaz en voz baja.

Ella y Ferus se colocaron junto a la puerta. Trever los observó. Algo estaba pasando entre ellos, y supuso que era la Fuerza. Él no podía sentirla, pero estaba empezando a reconocer su presencia, sólo por la tranquilidad que rodeaba a Ferus cuando accedía a ella. Entonces, sin decir una palabra, Ferus dio un paso hacia adelante y abrió un agujero en la puerta con su sable láser. Pasaron a través de ello.

El pasillo estaba vacío. Trever siguió detrás mientras los dos Jedi se movían rápida y silenciosamente. Casi tropezó con un cable conductor, pero se refrenó justo a tiempo. Comenzó a sudar al pensar en el ruido que habría hecho si se hubiese caído.

Entrar y salir, había dicho Solaz. No atraer la atención.

Este pasillo había sido usado recientemente. Vio evidencia de marcas de arañazos a lo largo de los respiraderos de energía, como si hubiesen sido arrancados a la fuerza.

¿Estaba buscando el Imperio algo escondido en el Templo? Habían oído los mismos rumores que él sobre el tesoro guardado aquí. Por supuesto, según Ferus, Palpatine había iniciado los rumores, pero eso no quería decir que los oficiales Imperiales lo supieran.

¿Por qué había cable conductor en el suelo?

Ferus llegó a la entrada del pasillo principal.

Trever podía ver la puerta hasta de la oficina de Malorum. Estaba abierta. Podían oír el sonido de otros en el edificio, pero el pasillo estaba despejado.

Rápidamente cruzaron el pasillo y entraron en la oficina. Ferus se apresuró en llegar al escritorio.

—Los holoarchivos… han desaparecido. Como los datapads.

Solaz miró a su alrededor.

—Lo han limpiado.

—Supongo que Vader quería tener a Malorum bajo sus narices.

—Ya no descubriré el nombre del espía —dijo Solaz disgustada.

Ferus frunció el ceño. Fue hacia la ventana y miró hacia afuera, manteniéndose fuera de la vista.

—¿Dónde están las tropas? —se preguntó—. Este lugar estaba plagado de ellos cuando estuvimos aquí la última vez. Pensarías que habría muchas más.

—Algo va mal —dijo Solaz—. Lo siento.

—Yo también lo siento.

—Encontremos los sables láser y salgamos de aquí —sugirió Solaz.

Las luces se oscurecieron por un momento, luego volvieron a la normalidad. Era simplemente una interferencia, se dijo Trever a sí mismo. Pero algo le inquietaba. Algo que no tenía nada que ver con la Fuerza, y todo que ver con el Imperio.

El cable con el que casi había tropezado. Las marcas arañadas en los respiraderos de energía.

—Espera —dijo.

Sacó su servodestornillador y se acercó rápidamente al panel de energía. Lo desatornilló de la pared y miró dentro.

—Trever, ¿qué pasa?

—Fuga de energía —dijo—. Algo está absorbiendo la energía del generador del núcleo.

—¿Por qué?

—Puedo pensar en una única razón —dijo Trever—. Una versión de una bomba durmiente. Han conectado diferentes centrales eléctricas al mismo tiempo para alimentarla. Están absorbiendo la energía para crear la explosión. Han entrado en diferentes respiraderos de energía. Diría que querían conectar suficiente energía para volar todo el Templo.

—Es cosa de Malorum —dijo Ferus—. Por eso ha vaciado su oficina. Vader le dijo que lo hiciera, así que lo ha hecho. Aunque Vader no lo dijera en serio. Es la forma que tiene Malorum de deshonrar a Vader ante el Emperador. Puede afirmar que Vader dio la orden.

—¿Tienes alguna idea de cuándo podría explotar? —le preguntó Ferus a Trever.

—Es sólo una suposición —dijo Trever—. Pero si esa interferencia quiere decir lo que creo que quiere decir, puede que acabemos de pasar a la energía de reserva.

—¿Lo que significa que…? —preguntó Ferus.

—Lo que significa pronto. Minutos. —Trever tragó saliva—. No tenemos tiempo de volver por donde vinimos.

—Podríamos salir por la entrada principal —dijo Solaz—. Corramos el riesgo. Marchémonos del Templo y dejemos que se destruya.

—No puedo —dijo Ferus.

Solaz asintió.

—Yo tampoco.

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