4. Los no invitados
Mientras la noche se hacía clara lo vi, a la espera de la puerta ser abierta descubrí la imagen que los años me habían predispuesto a saber tarde o temprano. Los vestigios de lo que fue se reconstruyeron al poder notar a cada paso dado su postura entusiasmada por medio de una comisura de su boca húmeda y las marcadas palabras de un niño al acercarse a su adultez.
—Si no es mucha molestia me gustaría poder hablar contigo en privado —. Por cierto, gracias por volver, llegue a considerar que nunca lo harías.
—Nunca pretendí ofenderte con mi ida así Eduar.
—Lamento la decepción, pero merezco por lo menos saber por qué te atreves a volver como si nada a la espera de una bienvenida. Yo lo que vi ese día fue a una cobarde huyendo de sus problemas sin siquiera pensar en los demás y en las consecuencias de sus actos. ¿Acaso pensaste en tu madre? Ella no debería cumplir con el papel de madre soltera. Podre en verdad apreciar que volvieras, pero no quita todo el tiempo que perdí y nuestra madre sola en una casa casi abandonada. Podría decirse que hubiera pensado que era mejor que no te atrevieras a pasar por esta casa.
—Te he permitido hablar todo este tiempo porque considero que como casi un adulto mereces mayor relevancia. Pero no te permito que visualices mi imagen como si fuera una mera bazofia y menos considerar mis acciones como un simple capricho.
—Habla entonces.
—Es mi privacidad.
—Entonces no me vengas con pretextos sin siquiera decir la verdad. —Retiro súbitamente la mirada y lanzo velozmente la puerta dejando en claro que no deseaba hablarme más—. Buenas noches señora.
Añoraba poder golpear su cara y borrarle su satisfacción al encararme.
—¡Hasta que no tengas 21 para mí seguirás siendo un niño y como tal tendrás que apelar a mis reglas! ¡Si pensaste que con tu menosprecio me afectas lamento decirte que me vale una mierda! Solo vine aquí para retomar mi vida y conciliarme con todos, no busco más problemas de los que ya tengo, pero si para ello debo obligarte a respetarme, lo haré.
—lamento haber nacido para que tuvieras que tolerar esto.
—En ningún momento he dicho eso.
—Una cosa es lo que tú consideras y otra es la que tú me haces sentir.
—¡Eduar!
No sirvió de nada hablarle durante el resto del día. El joven no tuvo ningún atisbo de interés en plantarle cara siquiera en la cena. Aunque el objeto de desprecio solo intentase mantener la situación bajo un aparente control a los ojos de su madre, esa que no dejaba de mirarla por debajo a la espera de una respuesta concreta de su llegada sin avisar.
—Por cierto, por lo general Matías y Sacha vienen en las vacaciones del semestre.
Una sonrisa sincera surgió.
—Me encargare de su estadía.
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