3. Ruptura del lienzo
La tela de su voz se rompió con el mero contacto de sus palabras lanzadas al aire, sin la toma necesaria de la formulación del predicado ideal.
—¿Qué dijiste?
—Lo escuchaste perfectamente.
Cayó un momento considerando la respuesta, aunque desistió sin deliberar, al notarle esquivar su mirada inquieta.
—¡Se supone que ya habíamos acordado!
—No quiero, y está vez, respeta mi decisión.
Él permaneció reacio a inquirir alguna propuesta.
—Si ibas a tomar esa vía era mucho mejor que me hubieras avisado con tiempo.
—Nunca dije cuál era mi posición.
—¡PARA ESO TIENES UNA BOCA, MALDITA SEA!
—Relájate un poco...
—¿Para qué! Me acabas de decir que todo lo que he hecho en estos años, se ira a la borda porque hasta ahora decides que no quieres ayudarme. ¡A mí, que soy tu mujer!
—Esto no va contra ti.
—Sigue hablando más bien, antes de que no te dé la oportunidad.
—No estás sana mentalmente...
—¿Disculpa? ¿Para qué crees que hago todo esto! ¡He invertido mi tiempo en concluir esta maldita existencia y supones hasta ahora que no estoy bien!
—Solo mátalo —escupió, maldiciendo sus palabras pero, sin poderlas negar.
—Como te atreves a considerar esa posibilidad, él no merece sufrir por mis errores. —Caminó en su dirección tratando de no salirse de sus casillas. Sin embargo, la tela de su piyama arrugada en su mano negaba esa pasividad de su mirar.
—Mira cómo te has convertido: En una obsesionada.
Rompió.
—¿Y QUÉ SI LO SOY! Antes, Kiury, tú, antes de toda esta faena me conociste tal y cual soy con lo que acarreo así que no te hagas el de la vista gorda, porque sabes perfectamente cómo estaba y porque estoy así.
—Eso lo sé, pero, ¿acaso crees que voy a aceptar tu hipótesis del embarazo? No me case contigo para saber que te meterás con un niño y tendrás su hijo, creyendo que Gesber aceptará sin más. Ni sabes exactamente lo qué es y que quiere.
—Es solo una hipótesis, no es mi idea favorita tampoco, tan solo trata de entender.
—¡Tú misma lo has dicho! Y por eso mismo no lo permitiré.
—No es seguro, puede que no pase.
—¿Me dejarás estar allá?
—No. Sabes que debo evitar que se acerque a ti, ya tengo bastante con Eduar.
—Entonces ya tienes mi decisión. Así que espero aceptes mi propuesta. Mátalo, y acabemos con esto ya, no tolero...
—Prefiero morirme yo antes de que se te ocurra tocarlo. Y si esta es tu postura no hay nada más que decir, no repetiré lo mismo todo el tiempo solo porque se te da la gana de llevarme la contraria. —Soltó finalmente su piyama que cayo sin ataduras a sus pantorrillas, alejándose a la vez del hombre que ante la gravedad de la discusión se fue acercando a ella con el fin de evitar que se marchará, alegando y pidiéndole que le permitiera explicarse o buscar nuevas alternativas, pero se negó y por último se arrebató el anillo lanzándolo a su pecho absorto—. Toma, ya no lo necesito.
Y se marchó olvidando el ruido de su voz decaer
El cristal dentro de sus aposentos internos se desquebrajo, dejando en su aire la humedad de la lluvia que recién había cesado. Se negó a soltar una mínima afirmación de duda por medio de la evasión.
Entre un manto de oscuridad se destinó a soportar bajo sus hombros el camino a sus plegarias silenciadas, manchando sin desear el hilo de Cloto desde su huso. El pasillo se tornó burbujeante al paso inestable de sus menudas piernas dividir el aire turbio y salado, eso que lograba cesar la voz de Kiury resonar dentro de su cuarto privado de liberta pues, Leila, lo había encerrado con la intención de llamar una vez más su intención de perdurar su línea a desvelar.
Los pasos se disiparon al permitirse el ingreso a un nuevo punto de estadía: el baño. Se posiciono dejando caer toda marca que le empobrecía la vista y el juicio pues, riachuelos brotaban de sus mejillas y colisionaba con el piso que prontamente se cernía en negrura amarga como salada. La estadía de sus días se limitaba con el paso de sus manos cometer otro acto impuro al recortar el lazo con su realidad.
Y ahí se dio, donde su reflejo se tergiversa, el nacimiento de la tercera cara brotar a la par del pomo resonar con la presión cardiaca a desbordar de Leila. Gotas carmesí despegaban al espejo juntándose con el lienzo a medio hacer, empañándolo además para el surgimiento del sueño onírico cobrar dos almas, como sentencia de la que se arrebató sin abrir los ojos en otro paraje.
El espejo fue roto, sin culminar la sentencia.
Un nuevo día viene, mundo de días grises.
Duerme Gesher...
En algún lugar
En algún camino
Dispersada en el tiempo
Contagiada de comino
Rellena de semillas
Y contratiempos. (Acercamiento I)
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