Capitulo Trece
La oscuridad de la caverna comenzó a volverse gris en los bordes. Los ojos de Ferus se ajustaron a la falta de luz. Las paredes de la cueva resplandecían levemente por los cristales incrustados en su superficie rocosa. Las pictografías de las paredes contaban historias sobre cruzadas Jedi de miles de años atrás. Jedi o no, él formaba parte de esa tradición.
La Caverna de Cristal. Habían murmurado sobre eso como Pádawans y habían deseado verlo. Recordó su viaje hasta aquí con Siri, cuando había llegado a construir su propio sable láser. Había sido atormentado por las visiones; en cierto momento, se había hecho una bola para escapar de ellas. Le habían acusado de estar huyendo de su verdadera naturaleza, de evitar la Fuerza Viva porque tenía miedo de sí mismo. Dijeron que solo fingía humildad, que su destreza como el mejor aprendiz le complacía en exceso.
Le mostraron una visión de sí mismo con una túnica Jedi destrozada, su sable láser roto, y él había sabido que estaban mostrándole que nunca sería un Jedi. En ese momento, había pensado que le estaban advirtiendo que no pasaría las pruebas. Ahora sabía que la visión se había hecho realidad. No se había convertido en un Caballero Jedi.
En aquel entonces solo había uno que pudiera superarle, Anakin Skywalker. Las visiones le habían dicho que los celos le cegarían y le previnieron de ser amigo de Anakin. Había visto una oscura figura con una capa que le había asustado.
"Te estoy esperando, Ferus. Aguardo en tu futuro", había dicho la visión con una voz extraña e incorpórea. Eso le había aterrorizado más que cualquier otra cosa.
Ahora entendía lo que había visto. Posibles futuros, vistazos dentro de sus propios miedos. Solo había encontrado libertad cuando dejó a los Jedi. Libertad para ser él mismo. Roan le había enseñado eso. Roan le había enseñado a no preocuparse por lo que pensase nadie, pero sí respetar los sentimientos de todo el mundo. Era una distinción que de alguna manera no había sido capaz de aprender en el Templo. Había estado demasiado ocupado tratando de ser perfecto.
Ahora sabía que no había estado celoso de Anakin, sino que le había tenido miedo. ¿Por qué? Todavía no sabía la respuesta a esa pregunta.
¿Y qué importaba? Anakin estaba muerto. Como todos los demás.
Él ya era mayor. Ya no era un Jedi. ¿Qué visiones podrían asaltarle ahora, que pudieran asustarle? Había vivido una guerra. Había estado asustado hasta las botas y había seguido caminando.
Se conocía a sí mismo. Conocía sus límites y sus capacidades. La caverna ya no podía asustarle.
—¿Eso crees?
Una trémula imagen apareció ante él. La respiración de Ferus se detuvo. Siri. Su Maestra, su amiga.
—Esa es la cosa —dijo Siri. Si bien su imagen brilló tenuemente y se fracturó, la voz en su cabeza era pura Siri, directa, un poco burlona—. No has cambiado nada. Escúchate, sigues diciéndote que nada puede tocarte, que eres el mejor. ¿Es tan importante ser el mejor, Ferus?
Él negó con la cabeza. Eso no era lo que pensaba.
¿Verdad?
—¿Por eso nos dejaste? ¿Porque no eras el mejor, y lo sabías?
—No —dijo Ferus—. No es eso por lo que me fui.
Siri cruzó los brazos y se reclinó hacia atrás, pero no había nada contra lo que apoyarse. Se quedó extrañamente sostenida contra el aire, con sus embotados pies cruzados.
—No tienes que tener miedo de lo que somos. Tienes que tener miedo de lo que eres tú.
—No tengo miedo —dijo Ferus en voz alta, aunque sabía que Siri era simplemente una visión. Parecía bastante estúpido discutir con una visión, pero no había otra manera—. Ahora me conozco. En aquel entonces no.
El bufido de la risa de Siri le trajo el dolor de su ausencia. Pero en cierta forma esta vez su burla no estaba teñida de afecto. Esto era duro para él.
—Bien, deberías tener miedo. ¡Todavía te engañas a ti mismo!
De repente se inclinó hacia adelante.
—¿Quieres salvar a los Jedi, tú solo? ¿Reconciliarte por habernos dejado?
—¡No, no es por eso! —Dijo Ferus—. ¡Solo quiero ayudar, quiero luchar contra el Imperio!
—Quieres volver y cambiar tu decisión —dijo Siri—. Quieres ser un Jedi otra vez. Tengo una noticia de última hora de la Holonet para ti: ¡No puedes! ¡Nunca volverás a ser un Jedi! Todos esos intentos menores de usar la Fuerza: ¡Es patético! ¿Qué es lo que siempre te decía? Tus planes conllevan responsabilidades. Estás olvidando eso. ¡Otra vez!
Siri empezó a reírse. Sus facciones se fragmentaron repentinamente en pedazos de luz. Entonces su cara se recompuso de una manera extraña, como si sus facciones no fuesen juntas. Era algún monstruo sin cara, alguna imagen del lado oscuro de la Fuerza que se había aparecido ante él. ¿Cómo había olvidado eso, la manera en la que las imágenes cambiaban de forma hasta que no sabía quién era un Jedi y quién era el lado oscuro de la Fuerza?
¿O estaba proyectando él lo que veía? ¿Estaban creando la visión sus miedos? Miedos que ni siquiera había sabido que estaban allí.
Repentinamente, Ferus deseó haber decidido hacer cualquier otra cosa —enfrentarse al propio Emperador— en lugar de entrar en esta cueva.
Lo había hecho por Garen, por un Jedi al que ni siquiera había conocido mucho. Alguien al que no podía recordar muy bien, un destello de una sonrisa, una facilidad con la Fuerza Viva, un asombroso piloto, el amigo de Obi-Wan.
Eso era suficiente. La oleada de sentimientos que llegaron cuando pensó en Garen le enseñó algo. Todavía debía ser un Jedi, debía haber una parte de él que seguía vibrando con la Fuerza, si sintió esa conexión. La vida de Garen era su vida. Era tan simple como eso. Lo que había forjado en su infancia todavía resonaba en sus huesos.
Avanzó, profundizando en la caverna. Ahora las paredes se volvieron irregulares por los rechonchos cristales que estaban incrustados en la roca. Ferus sabía que no le serviría estudiar los cristales, ni encontrar los más bellos. Debía dejar que los cristales le llamaran. Si la Fuerza era poderosa en él, los cristales que necesitaba le hablarían entre los miles que yacían a su alrededor. Espera. Los correctos aparecerán.
Se sentía impresionado, estando en este lugar. Repentinamente llegó hasta él, el hecho de que estaba aquí. Tanto si le gustaba como si no, estaba de nuevo en el camino del Jedi.
—Increíble.
Era Anakin Skywalker. Por un momento, Ferus pensó que era realmente él. Parecía tan sólido, tan real. Entonces se dio cuenta de que Anakin era joven, probablemente alrededor de los dieciséis, la edad que tenían cuando Ferus había dejado la Orden Jedi.
—Es tan típico de ti —dijo Anakin—, pensar que eres el único que puede hacer algo. Ese ego tuyo. No es extraño que no le gustaras a nadie.
Ferus esperó. Sabía que esta era una imagen contra la que no podía luchar, no podía discutir con eso. Y hacía mucho tiempo que había dejado de importarle lo que Anakin pensaba de él. No era nada que no hubiese escuchado antes.
—Tus celos destruyeron tu futuro —dijo Anakin—. Trataste de destruir el mío, y eso no funcionó, así que abandonaste.
—Tú sabías que el sable láser de Tru estaba defectuoso —dijo Ferus. No podía evitarlo. Las palabras habían estado guardadas durante muchos años. Ferus y Anakin habían puesto a su amiga Tru en peligro, y aunque Ferus no había tenido intención, había aceptado la culpa—. Estabas celoso de nuestra amistad, así que no dijiste nada. Esperabas que nos metiésemos en líos con el Consejo. Y así fue. Sabías que no te delataríamos. Y no lo hicimos. Así que te mantuviste en silencio, y conservaste tu lugar en la Orden Jedi, y dejaste que me alejara de todo ello.
Anakin se encogió de hombros.
—¿Esa es tu versión?
—Es la verdad. Y lo divertido es que fue lo mejor que me ocurrió. Me encontré a mí mismo.
—Cierto —dijo Anakin—. Eso he oído. Aunque también yo me encontré a mí mismo.
Repentinamente los cristales se oscurecieron. Ferus ya no podía ver las paredes de la caverna. Un viento se movió a través de la cueva.
¿Viento?, pensó Ferus. ¿De dónde viene el viento? Sintió la frialdad del miedo entrando en él. ¿Crees que sabes lo que es el miedo?
Los susurros comenzaron.
El mal estaba en la caverna. Lo sabía por la mano helada que agarraba su corazón, por cómo la fuerza abandonaba sus piernas. ¿Había metido la pata? ¿Había tomado el lado oscuro de la Fuerza el control sobre la caverna?
Fuera de la oscuridad creció una sombra. Era una cosa, no una persona. Una sombra llena de dolor cruel. Entonces la sombra se formó y reformó, y vio que era una figura.
Una con casco y una capa oscura.
Una respiración penetró en la caverna. Un sonido rudo y artificial. Escuchó la inhalación, lo exhalación. Era como si la criatura aspirase la oscuridad y la exhalase.
Darth Vader.
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