Capitulo Seis
Atravesaron andando las estrechas y desiertas calles. La ciudad no estaba diseñada en cuadrícula, sino en un patrón aleatorio, las calles y los callejones giraban, ascendían y
descendían por el terreno montañoso. Las casas estaban hechas de suave piedra broncínea, y sólo tenían algunos pisos de altura.
—La mayor parte de los ciudadanos han sido evacuados —explicó Raina—. Ahora
esto es poco más que una base militar. Pero una vez fue una ciudad próspera.
Caminaron hacia un amplio edificio de piedra en el borde de una plaza cubierta de hierba. La plaza ahora servía como plataforma de aterrizaje para las naves. Un techo del plastoide la cubría y la conectaba con el edificio.
—Esto solía ser una escuela —dijo Raina—. Muchos de los estudiantes se unieron a la resistencia, y el resto ofreció el edificio como base de operaciones. La mayoría de los acherinos son completamente devotos con esta causa. No tuvimos que pedir sacrificios. Los ofrecieron.
Trever sonrió burlonamente.
—O tal vez sólo querían librarse de las clases.
Raina no se ofendió; se rió.
—Tal vez.
Obi-Wan echó un vistazo al majestuoso y bajo edificio y a la extensión de hierba que una vez había florecido y que ahora estaba marrón y abrasada por el fuego de los motores y el pisoteo de las botas. Una vez, los niños y niñas habían atravesado corriendo esta hierba, habían estudiado en esta escuela. Era raro cuánto odiaba la guerra, y aun así cuánta vida había gastado en ella. Raina asintió a un guarda parado fuera de las puertas dobles, y ella y sus invitados pudieron entrar. Rápidamente les condujo hasta el centro de mando, un vestíbulo circular
en mitad del edificio. Una vez había sido un lugar de encuentro para estudiantes, supuso Obi-Wan. Ahora había sido equipado con videopantallas y ordenadores.
Un hombre alto con la cabeza afeitada les vio entrar. Su cara estaba impasible, pero Obi-Wan notó cómo se relajó su cuerpo y su mirada gris se aclaró cuando vio a Raina. Obi-Wan supuso que éste era Toma.
—Pensábamos que habías sido derribada —dijo el hombre alto.
—Lo intentaron —dijo Raina—. Perdí mi nave. Pero encontré algunos amigos —les
presentó.
Toma le dedicó a Obi-Wan una mirada penetrante.
—Me alegro de conocer a un Jedi.
—Conocía a Garen Muln.
—Sí, nosotros…
Repentinamente la pantalla de mando se iluminó con luces palpitantes. Toma se giró y observó la pantalla.
—El contraataque ha comenzado. El Imperio tiene nuestra flota rodeada. Tenemos que enviar allí a todos los pilotos.
—Estoy lista —dijo Raina—. Todo lo que necesito es otra nave.
Para sorpresa de Obi-Wan, Ferus habló.
—Me gustaría ofrecer mis servicios —dijo—. Me apunto a cualquier oportunidad de golpear al Imperio.
—Podemos usar tu ayuda —dijo Toma—. Raina, ¿puedes encontrarle una nave a
nuestro amigo?
—Ferus… —dijo Obi-Wan, pero no supo cómo terminar el pensamiento. No podía
prohibirle a Ferus que fuese. Esa no era su posición. Ferus no era su Pádawan.
Se quedaría aquí. Ésta no era su lucha. Nunca podría olvidar que su deber estaba con Luke y Leia. No podía arriesgarse innecesariamente.
—No te apures, Obi-Wan. Sólo haré un poco de daño y regresaré a por ti —dijo Ferus tranquilamente.
—Quiero ir —dijo Trever.
—Lo siento, niño —dijo Ferus—. Esta vez no.
—Realmente me estoy cansando de quedarme atrás.
—No creo que los polizones tengan opción —dijo Ferus. Toma se giró hacia Obi-Wan.
—¿Observará la batalla conmigo Apreciaré su consejo. Tengo un gran respeto por los Jedi.
Obi-Wan inclinó su cabeza. Estaría encantado de ofrecer consejo, pero le pesaba el corazón. Sabía que este esfuerzo estaba condenado. Ferus vio su sentimiento en los ojos del Jedi, y se giró bruscamente para ir con Raina. Toma empezó a ladrar las órdenes a sus pilotos. Obi-Wan se tomó un momento para familiarizarse con el patrón en la gran pantalla cuadrada de la pared.
—Vuestro flanco izquierdo es débil —le dijo a Toma—. En batallas como ésta, a
muchos comandantes les gusta usar movimientos de tenaza. Ellos tienen la superioridad numérica. Vosotros tenéis que volar entre ellos, no a su alrededor. Es más peligroso, pero también más efectivo.
Toma asintió. Habló por el comunicador, traduciendo las palabras de Obi-Wan en movimientos específicos de las naves. Los puntos en la pantalla se reajustaron.
Toma señaló dos puntos en movimiento, cada uno con un código numérico diferente.
—Estos son Raina y Ferus. Han despegado.
Obi-Wan mantuvo la mirada en ellos. Ferus había tomado su decisión, pero Obi-Wan deseaba que se hubiese quedado aquí. Repentinamente se percató de cuánto dependía de
él. Él mismo tenía que regresar a Tatooine, pero su consuelo era que Ferus estaría por la galaxia, haciendo lo que pudiese, dónde pudiese.
No tenía más consejos que darle a Toma. Estaba claro para él, mirando la pantalla,
que la batalla ya estaba perdida. Los acherinos simplemente no tenían naves suficientes o potencia de fuego. Estaba asombrado por los osados pilotos y su habilidad, pero uno por uno los puntos parpadeantes desaparecieron. La cara de Toma se puso cenicienta.
—Estamos perdiendo nuestros mejores pilotos —dijo.
—No pueden aguantar —dijo Obi-Wan amablemente.
—No nos atrevimos a esperar que les venceríamos —dijo Toma—. Esperábamos ser una molestia suficiente para que simplemente se fueran.
—Ellos nunca se van simplemente —dijo Obi-Wan—. Su alcance es estrangulador.
No se marcharán.
—Si mando a los pilotos de vuelta, se acabó —dijo Toma—. Tendré que rendir
Eluthan.
—Si debe ser así, que así sea —dijo Obi-Wan. Toma habló por su unidad de comunicaciones.
—Llamando a todos los pilotos —dijo—. La batalla está perdida. Regresad a la base. Lo habéis hecho bien, todos vosotros.
Inclinó la cabeza. Obi-Wan observaba mientras Toma forcejeaba con su decisión. Cuando alzó la cabeza, sus ojos estaban claros. Con Obi-Wan fuera de su campo visual, contactó con el comandante imperial, el Almirante Riwwel. Pronto la cara de Riwwel apareció en la pantalla.
—Estoy preparado para rendirme —dijo Toma—. Pido salvoconducto para mis
pilotos. Acherin accede a ser parte del Imperio.
—¿Cree que después de lo que qué ha ocurrido, después tantas muertes en nuestras fuerzas, esto es aceptable? —Se burló el Almirante Riwwel—. Debe pagar por su deslealtad. No acepto sus condiciones de rendición. Usted se rendirá según nuestras condiciones.
—¿Y cuáles son sus condiciones?
—La aniquilación. Eluthan debe pagar con su propia destrucción. Prepárese para un bombardeo de la ciudad. Ya hemos desactivado su escudo planetario.
Toma se giró rápidamente para comprobar el ordenador.
—¡No! ¡Es nuestra antigua ciudad, reverenciada por todos los acherinos, el lugar de nuestros tesoros más preciosos!
—Debería haber pensado en eso antes de hacerla su base.
La pantalla se volvió negra.
—¿Qué he hecho? —se preguntó Toma en voz alta.
—Usted no lo ha hecho —dijo Obi-Wan—. Lo han hecho ellos. Debe decirles a los
pilotos no que regresen. Serán destruidos.
—Están casi aquí… piensan que tienen salvoconducto… —Era cierto. Las luces
intermitentes regresaban. Detrás de ellos estaban las luces de los destructores imperiales, persiguiéndolos. Toma habló por su comunicador—. ¡No regreséis a Eluthan! ¡Repito, no regreséis! ¡Tomad acciones evasivas, ya!
Obi-Wan vio a las grandes naves del Imperio disparar aun como los pilotos se
dispersaban. Todos ellos lo consiguieron, un tributo a las habilidades de los pilotos de Acherin. Para su abatimiento, vio dos luces palpitantes que comenzaban a tomar acciones evasivas, pero no cambiaron su curso.
—Ferus y Raina regresan aquí —dijo.
—No —dijo Toma con incredulidad—. Les matarán.
—Trever, vamos, debemos llegar al espaciopuerto —dijo Obi-Wan. Los sonidos de las explosiones llegaron hasta ellos. El Imperio estaba llevando a cabo
un bombardeo de la ciudad. Toma movió el control de imagen y vieron escenas de
devastación en el exterior mientras los cañones retumbaban desde los destructores en las alturas.
Toma se estremeció cuando un edificio grande e imponente se desintegró
repentinamente.
—Las bibliotecas, los museos… nuestra universidad. ¿Cómo puede hacer esto una fuerza invasora? Están apuntando hacia eso. ¿Por qué simplemente no nos pueden dejar rendirnos? ¡Ésta es nuestra civilización!
—Es vuestra, no suya —dijo Obi-Wan—. Por eso no les importa. Todo lo que les
preocupa es un despliegue de poder. Toma, debemos irnos.
Toma recobró rápidamente su autoridad.
—Hay una plataforma de aterrizaje escondida con mi transporte personal. Ahí es donde irá Raina.
Con una última mirada a la pantalla, Obi-Wan se giró. Le hizo un gesto a Trever.
—Quédate cerca de mí.
—No voy a discutir eso —dijo Trever. El edificio tembló con el duro bombardeo. Las gruesas piedras aguantaron, pero aparecieron grietas y la suciedad cayó sobre ellos mientras corrían por los corredores. Oyeron el sonido de botas marchando.
—Los soldados de asalto están aquí —dijo Obi-Wan. Toma giró por otro corredor. El eco de las botas de los soldados parecía estar en todas
partes. Obi-Wan se centró en los sonidos, conectando con la Fuerza para que le dijese lo que necesitaba saber.
—Hay un escuadrón de veinte adelante. Pero sólo cinco detrás —les dijo a los otros, cambiando de dirección—. Por aquí.
—No, no podemos —dijo Toma—. Eso conduce a un callejón sin salida. Tenemos que ir por aquí.
¿Hacia veinte soldados de asalto? Oh, bien —dijo Obi-Wan—. No se puede tener
todo.
Cargó hacia delante, sable láser en mano. Toma estaba a su lado con su bláster
preparado. Trever les llamó en un susurro.
—¡Esperad!
Obi-Wan se detuvo impacientemente. Trever había abierto un armario marcado como EQUIPACIÓN ATLÉTICA. Sacó una caja de bolas láser.
—Dejadme ir primero. Os daré la ventaja que necesitáis. —Obi-Wan vaciló—.
Trever, no estoy seguro de esto.
—Confía en mí.
No había tiempo para discutir. Los soldados de asalto se estaban aproximando. Obi-Wan se quedó cerca de Trever, equilibrado para protegerle. Cuando el ruido de pasos se hizo más cercano, asintió hacia Trever.
Los soldados aparecieron, rodeando la esquina, moviéndose rápidamente en
formación cerrada. Con un golpecito de su muñeca, Trever envió seis bolas láser
zumbando por el pasillo, a escasos centímetros del suelo. Golpe. Golpe. Golpe. La acción de Trever era tan rápida que casi era un borrón. Más bolas láser zumbaron pasillo abajo.
Al principio, los soldados de asalto simplemente estaban confundidos. Después trataron de evitar las bolas láser, pero uno de ellos se enredó con una y empezó a caer. Otra chocó violentamente contra un soldado en su lado izquierdo. En poco tiempo, estaban chocando, intentando conservar su equilibrio y disparando a Obi-Wan y a los
demás al mismo tiempo. Los rayos láser resonaron a través del aire e impactaron en las paredes y en el techo.
Obi-Wan saltó directamente a su centro. Mientras Toma llegaba hasta ellos por la
derecha con su bláster, el sable láser de Obi-Wan danzaba. En pocos segundos el
escuadrón entero había sido reducido.
—Gracias por la ventaja —le dijo Toma a Trever.
Continuaron adelante. Toma los condujo a través de un estrecho pasaje hacia un
pequeño hangar con una nave. Dio un golpecito en una videopantalla. El cielo en el exterior estaba cubierto de cazas imperiales.
—Ahora estamos bajo tierra. Puedo activar la abertura cuando veamos a Ferus y a Raina —dijo—. Está oculta en el lateral del edificio.
Obi-Wan miró la nave. Era un maltrecho crucero estelar con revestimiento gris
apagado.
—Lo sé —dijo Toma—. No parece mucho. Se supone que no tiene que parecerlo.
Pero tiene un motor de hiperimpulso afinado y toda la potencia de fuego que puedas desear.
—¡Mirad! —les llamó Trever, apuntando hacia la videopantalla.
Dos naves estaban girando y sumergiéndose, haciendo volteretas a través del aire mientras el fuego láser se descargaba a su alrededor. El humo salía en espiral de una de las naves. Obi-Wan no sabía si era la de Ferus o la de Raina.
Toma pulsó un interruptor mientras se zambullían en línea recta hacia la superficie.
En el momento preciso que parecía que chocarían contra la ciudad, viraron. Parte del techo se deslizó hacia atrás, y cayeron en el hangar. Raina hizo estallar rápidamente su carlinga y saltó fuera mientras su nave explotaba en llamas. Toma y Trever dieron un paso atrás por el calor, pero Obi-Wan corrió hacia la
nave de Ferus. ¿Por qué Ferus no había abierto la carlinga?
Bajó la mirada hacia la burbuja transparente. Ferus estaba trabajando en la carlinga manualmente con una vibrocortadora. Cuando vio a Obi-Wan se apartó. Obi-Wan usó su sable láser, y la carlinga se abrió hacia atrás. Ferus saltó fuera.
—Perdí todos los sistemas en esa última zambullida —dijo—. Incluso el control
manual se desactivo. Gracias por la ayuda.
Los soldados de asalto entraron a raudales en el hangar, disparando mientras llegaban. Obi-Wan desvió el fuego con su sable láser mientras corrían hacia la nave restante. Raina saltó a bordo y echó a andar hacia los motores. Toma ayudó a Trever a subir por la
rampa.
Ferus y Obi-Wan volvieron su atención hacia los soldados de asalto. Obi-Wan desvió el fuego y usó la Fuerza para empujar a varios soldados hacia atrás, golpeándolos contra la formación y tirando a varios de ellos al suelo, obstaculizados por su armadura.
Obi-Wan y Ferus se aprovecharon de esto para saltar a bordo. La nave alzó el vuelo y salió disparada. Esquivando el fuego láser, Raina guió la nave a través de la humeante ciudad.
—No puedo creerlo —gritó Raina—. ¡No puedo creer que estén destruyendo la
ciudad!
Pero no tuvo tiempo para la reflexión. Los cazas estaban persiguiéndolos,
golpeándoles con fuego láser.
—Han fijado un misil en nuestra posición —dijo Obi-Wan.
—Tengo que llevarnos a través de las piedras —dijo Raina.
—¿No es un poco grande esta nave? —preguntó Ferus—. No hay espacio para
maniobrar.
—Lo he hecho antes en un ejercicio de entrenamiento le aseguró Raina.
—Eso fue en un caza —señaló Toma—. Y estrellaste la nave.
—¿Está bromeando? —preguntó Trever.
Raina negó con la cabeza.
—Toma nunca bromea.
—Oh, bien —Trever tragó saliva.
Raina sobrevoló las paredes que rodeaban la ciudad. Se sumergió en el cañón de piedras de posición. Lo hizo tan rápido que el torpedo chocó violentamente contra una piedra con un rugido.
Obi-Wan agarró la consola mientras una piedra gigante iba hacia ellos. Raina colocó la nave lateralmente, después se alejó rodeando otra piedra.
Es casi como volar con Anakin, pensó Obi-Wan. Por un segundo, esto le hizo feliz. Después recordó el resto, y eso le atravesó. Anakin.
Los cazas en lo alto se sumergieron para seguirlos. Uno de ellos rozó con un ala una piedra y salió disparado en espiral hasta chocar violentamente. Los espacios entre las piedras eran tan estrechos que su nave apenas conseguía pasar, aun cuando Raina los ponían de lado.
La mayor parte de los cazas se rindieron y ascendieron al espacio aéreo, esperando que ellos saliesen. Pero un piloto decidido se precipitó detrás de ellos.
Ahora era una
carrera, y la cara de Raina mostraba una clara determinación. Ella se dirigió directamente hacia una estrecha abertura estrecha entre dos piedras.
—Nunca conseguirás pasar por ahí —dijo Obi-Wan. Interiormente pensó: realmente odio volar.
Raina no contestó. Parecía como si tuviese la intención de matarlos a todos. Todavía se dirigía hacia la abertura a toda velocidad, la nave posterior rugía a través del campo de piedras. En el último momento, descendió hacia el suelo y redujo la velocidad. Obi-Wan pensaba que ninguna nave podría realizar tal maniobra sin desintegrarse, pero ésta lo
hizo. Con un gran estremecimiento, sobrevoló el suelo a escasos metros. La nave estelar trató de colocarse lateralmente y atravesar la abertura entre las dos piedras, pero el piloto
debía haber sido distraído por la repentina maniobra de Raina. Chocó frontalmente contra la piedra.
Raina manejó la nave con delicadeza cerca del nivel del suelo, a través del resto de campo de piedras. Estaban alcanzando el fin del cañón, y las piedras estaban quedándose lejos.
—Los cazas todavía están ahí arriba —dijo Ferus, con la mirada fija en la pantalla de navegación.
Obi-Wan observó a Raina. Ella iba avanzando muy lentamente. ¿Por qué?
El sol descendía silenciosamente en el cielo. Repentinamente golpeó las piedras y las iluminó con fuego anaranjado.
—Llamamos esto las llamas de Eluthan —dijo Toma.
Al mismo tiempo que las piedras se iluminaban, las paredes del cañón que les rodeaban se volvieron negras por la sombra. Raina aceleró y entró en el cañón, perdiéndose entre las sombras.
—Esta nave tiene un dispositivo de camuflaje —les explicó Toma a los demás—. Consume mucha energía, así que no podemos usarlo mucho tiempo. Mientras tanto, les pondremos difícil que obtengan contacto visual.
Raina pilotó de forma asombrosa, aumentando la velocidad y rozando los contornos de la pared del cañón. Trever quedó impresionado.
—Si usted alguna vez quieres dar lecciones de vuelo, me apunto —dijo.
Raina sólo asintió con la cabeza por toda respuesta. Su cara estaba sombría. Ella sabía lo escasas que eran sus oportunidades de dejar atrás y ser más listos que un escuadrón de cazas imperiales. El amplio cielo azul marino surgió delante. Estaban casi fuera del cañón. Raina salió disparada por el oscuro cielo y se dirigió hacia la atmósfera exterior, aumentando ahora la
velocidad al máximo.
—¡Lo logramos! —alardeó Trever.
—Estamos perdiendo el dispositivo de camuflaje —dijo Raina—. Sólo unos
cuantos… segundos… más —dijo Toma dicho, explorando el cielo. Pero los ojos de Obi-Wan estaban en la pantalla. Vio los puntos parpadeantes cambiando de dirección.
—Nos han descubierto —dijo.
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