Capitulo Quince

La llamada de socorro alcanzó a Obi-Wan mientras abandonaba Polis Massa. Sabía exactamente en qué cueva estarían escondiéndose, esperándolo, una cueva sin cristales en Ilum que los Jedi solían usar como un hangar seguro. Durante el resto del viaje, Obi-Wan solo pudo pensar en dos cosas: Garen está vivo y Malorum debe ser detenido.

Cuando llegaron a la cueva, Ferus y Trever subieron a Garen a bordo. Obi-Wan quería ir atrás y ver a su viejo amigo inmediatamente, pero sabía que era esencial una huida rápida. Solo después de alcanzar el espacio profundo y un Ferus recuperado asumiera el control de los mandos, Obi-Wan fue atrás para ver a su amigo.

Si antes había estado simplemente agradecido al saber que su amigo estaba vivo, ahora su corazón se quebró al verlo. No lo habría reconocido. Con los ojos cerrados, Garen se recostó; su piel estaba tan pálida y frágil como la nieve. Obi-Wan se sentía como si al respirar sobre él pudiera disolverlo en vapor.

Garen siempre había sido robusto y vibrante. Su cuerpo crujía con electricidad, sus ojos rebosaban de vida y humor. Obi-Wan se acercó lentamente. Garen no se movió. Obi-Wan podía ver las delicadas venas azules de sus párpados, los oscuros círculos de sombras bajo sus ojos. Sus mejillas estaban hundidas, su pelo era escaso. Su pecho, una vez musculoso, parecía socavado.

Los ojos de Garen se abrieron como si fuera lo más difícil que hubiera hecho nunca. Enfocó la vista en Obi-Wan.

—¿Puedo traerte algo? —preguntó Obi-Wan.

La voz de Garen era un susurro.

—Sólo no me traigas un espejo. Puedo ver en tu cara lo malo que es.

—Estás vivo —dijo Obi-Wan—. Por eso estoy agradecido.

—No estoy tan seguro de eso. Pero gracias por encontrarme.

Cada palabra parecía costarle a Garen un gran esfuerzo. ¿Qué podía hacer ahora Obi-Wan? ¿Cómo podía cuidar de él? No podía llevarlo a Mos Eisley. Atraería demasiada atención y, además, difícilmente habría buen cuidado en Tatooine. Necesitaba descanso y seguimiento constante.

Garen ya volvía a deslizarse de nuevo a la inconsciencia.

—Podemos hablar más tarde —dijo Obi-Wan. Apoyó una mano sobre el hombro de su amigo, sintiendo el hueso en su mayor parte. Todos sus sentimientos subieron a través de él, el amor por su amigo, la impotencia que sentía, el recuerdo de lo que Garen había sido. La pérdida de lo que habían tenido.

Se recuperó y volvió a la cabina. Se deslizó en la silla al lado de Ferus. Trever había cedido al cansancio y se había quedado dormido en el área de asientos de la cocina de la nave.

—Gracias por rescatar a Garen —dijo Obi-Wan.

—Esto es solo el comienzo —dijo Ferus—. D’harhan dijo que había otro prisionero Jedi en Coruscant. Garen dijo que encontró a otro Jedi en la cueva, y ella fue hacia Coruscant. Podría ser el mismo Jedi. Todavía podría estar viva y prisionera.

—Coruscant es un lugar enorme. Podría estar en cualquier parte.

—No pueden esconder a un Jedi. Podemos encontrarlos a todos.

—¿Y luego qué?

—Los llevamos a una base secreta.

Obi-Wan negó con la cabeza.

—Solo los expondrías a más peligro, Ferus. Nuestra mejor esperanza para la supervivencia es permanecer dispersos por ahora. Demasiada energía de la Fuerza concentrada en un lugar podría alertar a los Sith.

—Creo que difícilmente un puñado de Jedi provocaría una respuesta —dijo Ferus—. Además, estaremos bien escondidos.

—¿Cómo vas a encontrar ese lugar?

—Ya lo he encontrado. Al igual que tú.

Obi-Wan pensó un momento.

—El asteroide.

—No está cartografiado, viaja constantemente.

—Es un pedazo de roca sin refugio en mitad de una tormenta atmosférica.

—¿Ves a lo que me refiero? Perfecto. —La voz de Ferus era fuerte, determinada—. Ya he contactado con Roan, mi amigo de casa. Sé que era peligroso arriesgarse con una transmisión, pero es la única persona en quien puedo confiar que no está ya en esta nave o en ese asteroide. Tenemos un sistema codificado que establecimos años atrás, una serie de lugares donde encontrarnos. Va a traer suministros y después regresar a Ussa. Le di una lista detallada de suministros médicos que necesitaremos para Garen y algunas cosas más. Tendremos que ser autosuficientes.

Obi-Wan podía oír la excitación en la voz de Ferus, pero él no podía unirse. No era el momento de discutir. Era el momento de descansar y planear.

—Despiértame cuando lleguemos al espaciopuerto —dijo.

Trever miró con atención hacia el exterior de la ventana de la cabina en el espaciopuerto de Nixor. Era un pequeño puerto que orbitaba alrededor del sistema Nixor. Era una confusión abarrotada y desorganizada. Los nixors, en disputa con el resto del sistema, se negaban a actualizar el puerto o incluso a hacer reparaciones regulares. Los pilotos se desviaban de su rumbo para evitarlo si podían, pero siempre estaba abarrotado debido a su posición central en el Borde Medio. Era un lugar fácil para esconderse.

—Seguro que has escogido algunos agujeros sucios en la galaxia en los que reunirse —comentó Trever.

—Esa es la cuestión. A veces, el mejor lugar para esconderse es una multitud.

Ferus activó la rampa y se apresuró a bajarla. Inspeccionó el desaliñado gentío y vio a Roan casi inmediatamente. Ro

an estaba más delgado, y parecía como si todavía no se hubiese recuperado completamente de las lesiones recibidas durante su estancia en una prisión imperial. Pero su sonrisa era la misma.

Caminaron el uno hacia el otro lentamente.

—Pareces un durko en un mal día —dijo Roan.

Ferus sabía que era verdad. Se había administrado bacta en la nave, pero la combinación de heridas de bláster y la paliza del gorgodon le habían agotado. Y le daban un precioso hematoma verdoso en su sien, cerca del mechón plateado de su pelo.

—Gracias. Tú no eres exactamente un premio —contestó.

Roan avanzó y agarró los brazos de Ferus. Era su propio saludo especial para el otro después de una larga ausencia. Cuando Roan tocó a Ferus, le vio hacer una mueca.

—¿Qué ocurre?

—Sólo es una herida de bláster. Nada de lo que preocuparse.

—¿No puedes simplemente escapar y esconderte, como todos los demás? ¿Tienes que ir buscando problemas? —bromeó Roan, pero sus ojos estaban preocupados.

—Bueno, ya conoces a esos imperiales, son un puñado de diversión. No puedo mantenerme alejado.

La sonrisa de Roan era forzada.

—Supongo que tienes que hacerlo.

—Así es. Ojalá…

—…Fuera diferente, lo sé.

—Hay Jedi vivos ahí fuera —dijo Ferus—. Quiero encontrarlos, ponerlos a salvo.

Roan asintió lentamente.

—Pensaba que habías dejado la Orden Jedi.

—Lo hice.

—¿En serio? No parece eso desde aquí.

—Ahora me necesitan. Algunos están todavía vivos. Escondidos. Si tuvieran un lugar al que ir, un lugar donde estar seguros, eso les daría una oportunidad para luchar de nuevo. Por eso voy a establecer una base secreta.

—Ah, eso explica el invernadero —dijo Roan.

—¿Fuiste capaz de traerlo?

—Tengo un invernadero prefabricado, víveres, semillas, plantas, un sistema purificador de agua, y una completa unidad médica. Todo lo que pediste. Más combustible adicional y algunos datapads, algunas otras cosas. Tu vioflauta, para que puedas torturar a otros por la tarde como solías torturarme.

Ferus se rió, pero la tristeza le alcanzó. Su antigua vida se había ido realmente. Ido para siempre.

—Te estás poniendo en gran peligro —dijo—. Pero supongo que lo sabes. Bueno, no te preocupes compañero. Podemos vernos de vez en cuando. También tengo trabajo que hacer en Ussa. El Imperio ha reprimido con fuerza la resistencia, pero estamos esperando nuestro momento. Estás haciendo lo correcto.

—No sé si eso es cierto —dijo Ferus—. Solo sé que tengo que hacerlo.

—Algunas veces —dijo Roan—, eso es todo lo que tienes que saber.

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