Capitulo Nueve

Permanecieron de pie frente a la nave de Toma. Obi-Wan observó el paisaje poco prometedor.

—¿Está seguro de que usted y Raina quieren quedarse? —preguntó a Toma.

—Ahora estamos en la lista de buscados del Imperio —dijo Raina—. Diría que este es el lugar más seguro de la galaxia para nosotros. Cargamos la nave con suministros y comida, por si acaso teníamos que hacer una escapada rápida. Así que estaremos bien aquí… por ahora.

Hablaban livianamente, pero Obi-Wan sabía cuánto coraje tenían para quedarse. Había una oportunidad de que él y Ferus no pudieran encontrarlos de nuevo.

Había un radiofaro direccional en la nave que dejarían en el asteroide, pero no había ninguna garantía de que funcionase a través de las interferencias atmosféricas que rodeaban el asteroide. Lo probarían después de dejar la atmósfera, pero podía ocurrir cualquier cosa.

—Regresaremos por vosotros —dijo Ferus—. Os encontraré cueste lo que cueste, os lo prometo. Y traeremos suministros, por si decidís que necesitáis quedaros por un tiempo.

Raina miró a Trever.

—¿Estás seguro de que quieres ir?

—Es duro dejar todo esto —dijo Trever, ondeando una mano indiferente—. Pero sí.

Él, Obi-Wan y Ferus subieron a la nave. Salieron disparados al espacio y casi inmediatamente fueron abofeteados por la severa tormenta de energía. Ferus siguió los consejos que había obtenido de Raina y guió la nave a través de los cambios de energía y las tijeras. La nave se sacudió y entró en un mal tonel, pero él se mantuvo. Estaba determinado a atravesarla. La nave de Toma era la más estable que alguna vez había pilotado.

—El radiofaro direccional se mantiene —dijo Obi-Wan—. Puedo acceder a sus coordenadas.

—Bien, seremos capaces de regresar.

—Seguro —gritó Trever cuando un cambio repentino los envió en picado a través del espacio—. ¡Si alguna vez salimos!

Volaron a través de lo peor de la tormenta y por fin entraron en el calmado espacio profundo. Ferus entró en el hiperespacio en una carrera de estrellas. Sería menos de un día de viaje hasta Ilum.

La desaprobación de Ferus de la decisión de Obi-Wan pendía entre ellos, y pasaron la mayor parte del viaje en silencio.

¿Por qué, pensaba Obi-Wan, podía estar seguro de una decisión, y aun así desgarrado por sus efectos? Estaba enviando a Ferus a las cuevas de Ilum solo, con sólo Trever para quedarse fuera vigilando. Sería la prueba de si Ferus verdaderamente podía ser un Jedi de nuevo. El tiempo de las reglas había pasado. No había más Consejo Jedi. No había nadie para decirle a Ferus que no estaba preparado.

Obi-Wan recordó su conversación con Qui-Gon en Tatooine.

"Habla de lo que sabes sobre Ferus, no de lo que puedes suponer", había dicho Qui-Gon.

Ahora, Obi-Wan pensaba, era el aprendiz más dotado, solo inferior a Anakin. Con tantos dones, es un adversario formidable para el Imperio.

Con un sable láser, con un agarre en la Fuerza constantemente renovando, constantemente fortalecido, sería incluso más fuerte.

Pasar solo a través de la caverna, para encontrar a Garen, para encontrar cristales… eso podría destruirlo. O podría reconstruirlo.

Entregarse, confiar en la fuerza de otro… eso era algo que Obi-Wan aprendió una vez, hace mucho tiempo. Anakin nunca lo había aprendido. En su arrogancia, había pensado que él era el único que podría lograr las cosas más difíciles.

Pero Obi-Wan sabía que había veces que tenía que dar un paso atrás y dejar que otro siguiese adelante. Ésta era una de esas veces. Aun si Ferus nunca lo entendía, nunca le aceptaba.

Incluso si Ferus fallaba.

Obi-Wan estaba a los mandos cuando regresaron al espacio real. Ilum yacía adelante.

—Tendremos que ir a la otra parte del planeta —dijo Obi-Wan—. Es bueno que no haya vigilancia orbital.

—No tiene que haberla —dijo Ferus—. Es obvio que no consideran a los Jedi una amenaza.

—Acerquémonos lo suficientemente para conseguir algunas lecturas —dijo Obi-Wan—. Se zambulló más cerca del planeta, complacido con la percepción de los controles en sus manos. Toma no había exagerado. Ésta era una nave excepcional.

Paso rozando sobre un lago glacial punteado con iceberg.

—Puedo aterrizar en el borde del lago. Trever puede quedarse aquí mientras escalas la montaña.

Trever miró alrededor dudosamente.

—Wow. Escoges los mejores lugares, Obi-Wan. Puedo decir que esto será divertido.

—Será mejor que un nido de gorgodons —dijo Ferus.

—¿Es esa mi única opción?

—Siempre puedes venir conmigo, Trever —dijo Obi-Wan—. Puedo dejarte en algún lugar seguro y volver a por ti.

Él sacudió la cabeza, como Obi-Wan sabía que lo haría.

—No, gracias —dijo tranquilamente—. Me estoy acostumbrando a esperar por Ferus.

Obi-Wan aterrizó la nave.

—No está lejos, pero es directo —le dijo a Ferus—. Recuerda, tienes que avanzar pasando las visiones. No dejes que te detengan. Continúa. Los cristales yacen en el centro de la cueva. Si Garen está allí, es allí donde estará.

Ferus asintió.

—Que la Fuerza te acompañe.

—Y a ti.

Ferus y Trever salieron de la nave. Obi-Wan despegó otra vez. No miró hacia atrás. Sabía que la visión de Ferus y Trever empequeñeciéndose a lo lejos le provocaría dolor. Sentía el miedo agarrando su corazón, un pánico repentino por no

volver a verlos.

Aumentó la velocidad de la nave hacia Polis Massa. Algo hacía tictac dentro de él. Algo que le decía que sería mejor que hiciese lo que tenía que hacer y regresar, rápido.

Polis Massa era un pequeño asentamiento minero en mitad de un campo de asteroides. Tenían un pequeño pero excelente centro médico, y era aquí donde los Jedi habían encontrado santuario para Padmé, al final del terrible tiempo cuando el ejército clon se había vuelto contra los Jedi.

Mientras Obi-Wan descendía sobre el hendido paisaje, su corazón se contrajo. Aterrizó la nave estelar de Toma en el área de atraque y cogió el ascensor horizontal hacia la superficie, atravesando a pie los pasillos atmosféricamente ajustados de los habitantes del planeta hasta que llegó al centro médico. Con cada paso, recordaba el terrible día cuando había traído a Padmé aquí. No sabía que ella se estaba muriendo entonces. No sabía hasta qué punto Anakin la había lastimado. El miedo agarraba firmemente su corazón, pero había creído que Padmé, esa mujer fuerte que él había conocido, sobreviviría.

Pasó su mano por delante de un sensor y entró en una pequeña sala de recepción. El centro médico estaba controlado primordialmente por droides. Una pantalla parpadeó, y un droide apareció a la vista.

—Por favor, declare la naturaleza de su condición.

—La naturaleza de mi condición es corazón roto.

—Estoy aquí para ver a Maneeli Tuun. Por favor, infórmele que es un viejo amigo.

—Por favor espere.

La pantalla se apagó. Obi-Wan anduvo por el pequeño espacio. Los recuerdos atestaban la habitación, haciéndola parecer aún más pequeña. Recordó su impotencia mientras transportaba a Padmé al interior. Recordó su pena cuando vio la Fuerza Viva salir de ella. Al final, los droides médicos no entendían por qué no podían salvarla, pero él lo había entendido. Creía que Padmé sabía que su fuerza era limitada. Sólo le quedaba una poca, y no más. Y esa fuerza se la daría a sus niños.

Ella se aseguró de que nacieran y estuvieran sanos. Entonces, y sólo entonces, sucumbió.

Ahora él no podía hacer suficiente por ella. Pelearía hasta su último aliento para proteger a sus niños. Algún día sabrían del gran coraje de su madre.

Obi-Wan y Yoda apenas habían asumido el shock por la muerte de Padmé antes de que ambos tuviesen claro que la mejor forma de asegurar la seguridad de sus niños era eliminar cualquier registro de su nacimiento. Los droides médicos experimentaron borrados de memoria y los datos de los ordenadores fueron purgados. Pero había un Polis Massano en el que Obi-Wan sentía que podía confiar. Maneeli Tuun había sido un inquebrantable apoyo a la causa de la República y tenía un carácter irreprochable. Había hecho favores para Yoda a lo largo de los años y había sido una de las razones por las que Polis Massa había sido elegido para el nacimiento de los gemelos. Seguramente le ayudaría ahora.

Obi-Wan todavía no tenía un plan. Esperaba encontrar una manera de acceder a los archivos médicos y asegurarse de que los registros de Padmé habían sido borrados, tal como habían dispuesto. Ese sería el primer paso.

Maneeli Tuun parecía delgado y preocupado cuando atravesó el umbral. Cuando vio a Obi-Wan, un gesto de sorprendente placer pasó por su cara pero después fue reemplazado por el mismo ceño fruncido.

—Creo que sé por qué estás aquí. Ven.

Antes de que Obi-Wan pudiera decir una sola palabra, Tuun le condujo a través de la puerta interior hacia el vestíbulo del complejo.

—Debemos tener cuidado —le dijo en voz baja—. Él está en la oficina de registros.

—¿Quién?

—Sancor. ¿No es por eso por lo que estás aquí?

—¿Quién es Sancor?

—Un Inquisidor.

—Me lo temía. No me di cuenta de que estaba aquí.

Tuun le llevó a su pequeña oficina.

—Primero, vino un investigador. Nunca dijo su nombre, pero copió todos nuestros registros y se los llevó a Malorum. Eso fue hace un mes. Ahora ha llegado este. Es un experto en registros de seguridad. Ya ha hecho una búsqueda exhaustiva en los bancos de memoria de los droides médico, incluso de los que no estaban aquí durante ese tiempo.

—Malorum sabe algo, ¿te parece que sospecha la verdad?

Tuun negó con la cabeza.

—No creo que sepan nada, pero lo que sospechan es otra cosa. Sé que están determinados. Ahora me ha pedido los registros de suministros.

—¿Por qué querría esos? —preguntó Obi-Wan.

—Va a comprobar el uso de suministros así como el gasto durante el período de tiempo que la Senadora Amidala estuvo aquí. Para ver si su uso es consistente con los casos.

Obi-Wan estaba alarmado.

—¿Podría ser capaz de decir si los nacimientos tuvieron lugar?

Tuun frunció el ceño.

—Podría. Hay ciertas pruebas que hacemos en recién nacidos. Por supuesto borramos todos los registros y la memoria de los droides, pero no borramos todos los registros de suministros. Cuando nuestras existencias están bajas, rellenamos peticiones. Los bebés fueron revisados y bien atendidos aquí, por lo que se usaron suministros… y si él compara diversos suministros médicos con los pacientes, podría descubrir algo. Estaba a punto de llamar a Osh Scal. Él es nuestro oficial Polis Massano de suministros, el Inquisidor quiere preguntarle, ya que es uno de los pocos Polis Massanos capaz de hablar. No tengo alternativa. Sólo puedo esperar que no pueda rastrear nada.

Obi-Wan pensó rápidamente.

—¿Ya ha visto a Osh Scal?

—No, ha estado en la oficina de registros.

—¿Puedes acceder a los registros de suministros desde aquí?

—Por supuesto tengo acceso a todos los registros —rápidamente Tuun hizo aparecer los registros de suministros en la pantalla—. ¿Ves? Hay cientos de artículos por los que pasar. Pero parece decidido. Y no creo que pueda borrarlos desde aquí. Él podría rastrearlo.

—No quiero que borres nada. Pero ¿y si añades algo? ¿Sería capaz de rastrearlo?

—No.

—De acuerdo —Obi-Wan se sentó rápidamente ante la consola—. Di que tuvisteis un paciente aquí en el mismo tiempo que Padmé. Alguien que sufría una gran herida de una batalla. ¿Puedes añadir suministros que necesitarías si surgieran complicaciones ¿Medicamentos? ¿Dispositivos especiales de curación?

—Por supuesto. Pero no lo entiendo.

—Puede que si le damos un pez más grande que atrapar, se distraiga.

La expresión apurada de Tuun se aclaró.

—Así que si piensa que sigue la pista de alguien que está buscando el Imperio…

—Exacto.

—Pero ¿quién?

—Eso no importa. No necesitamos un nombre. Sólo necesitamos un perfil. Hay montones de enemigos del Imperio que han pasado a la clandestinidad desde el fin de las Guerras Clon, y uno de ellos pudo fácilmente haber escapado hasta aquí. Malorum tratará de descubrir quién es. El rastro no le llevará a ninguna parte. Sólo tenemos que plantar la semilla.

Tuun se giró hacia la consola.

—Esto es brillante. Creo —tecleó una cantidad de suministros, desplazándose a través de una lista enorme—. Ahí. Está suficientemente enterrado por lo que tendrá que trabajar para encontrarlo. ¿Pero deberíamos dejar que Osh Seal se enterarse de esto? Podría notar que la lista de suministros es diferente. Es meticuloso.

—No. Sancor no le ha visto aún. Así que iré yo. —Tuun copió los archivos que había alterado en un disco y se lo dio a Obi-Wan.

—Obi-Wan, amigo mío, debes tener cuidado. El Inquisidor es inteligente. —Tuun pasó las manos por sus mejillas y soltó una respiración cansada—. Creía que habíamos pensado en todo. Comprobé todo tres veces. Los borrados de memoria son sólidos. No
hay registros de los nacimientos. No hay grabaciones de ti o de Yoda estando aquí. No imaginé que escarbarían así.

—Están haciendo esto porque no tienen información, no porque la tengan —dijo Obi-Wan—. Vamos. Tal vez pueda hacer algo.

Tuun le dedicó una pequeña sonrisa.

—Si puedes mandarle de vuelta por donde vino, eso sería genial. Pero si averigua que alteramos estos archivos, ambos podemos acabar ejecutados.

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