Capitulo Catorce

Había oído hablar de él, por supuesto. El ejecutor del Emperador. El que llegó con puño de hierro. Y ahora Ferus sabía que era un Sith.

La voz era baja y escalofriante. —Es nuestro destino encontrarnos. Es mi tarea hablarte sobre las verdades de las cuales te escondes. No eres un Jedi. Te engañarás a ti mismo con que lo eres. Pero entonces, siempre te has engañado a ti mismo. También podrías rendirte ahora. Porque fallarás. Y harás caer a todo el mundo contigo. Observa.

Ferus vio la visión claramente. Garen, otro Jedi que no podía reconocer, y, extrañamente, Haim. Y Roan también estaba allí. Contemplaban una bola de fuego en el cielo. Mientras él observaba, la bola de fuego los consumió.

Quiso alzar la voz, pero no podía. —Tus planes conllevan responsabilidades —dijo Darth Vader—. Pero nunca piensas en eso, ¿verdad? Sólo en tu propia gloria.

En mitad de su miedo, Ferus sintió crecer la obstinación, y la agarró. La Fuerza estaba ahí, y él lo sabía, aun si en ese momento estaba demasiado asustado para acceder a ella. Sólo saber que todavía existía en la caverna le dio esperanza.

Con el comienzo de la esperanza vino el coraje. Casi había olvidado eso. La Fuerza estaba en todas partes, incluso donde el mal respiraba. —Éstas son cosas que pueden ocurrir —dijo él—. Yo puedo crear mi propio camino.

—Nunca has visto la verdad.

—Si ésta es tu verdad, dame mis ilusiones.

Ferus caminó hacia adelante, directamente hacia Darth Vader. Estaba asustado, pero aceptó su miedo y continuó. Si éste debía ser su fin, entonces lo aceptaría.

En el mismo momento en que tocó la oscura capa sintió como si hubiera sido quemado. Un grito surgió de su garganta y fue arrojado por los aires. Golpeó el suelo y gimió.

El lado oscuro de la Fuerza se retiró. Sintió que era absorbido en un vórtice. Estaba solo.

A través de la niebla de dolor vio un trío de cristales azul claro, resplandeciendo como estrellas. Luchó para ponerse en pie y caminó hacia ellos. Puso su mano sobre ellos, y estaban calientes. Cayeron en sus manos.

Los guardó en el bolsillo de su túnica. Tendría que modelar una empuñadura de alguna manera. No estaba seguro de cómo lo haría sin los recursos del Templo, el acceso a los archivos de diseño, herramientas especiales, y células de energía. Los cristales eran lo más importante, sin embargo. Podría descubrir una manera de hacer el resto.

Pero las visiones todavía no habían terminado con él. Otra visión apareció, un antiguo Jedi chocó bruscamente contra la pared de la cueva, su túnica estaba andrajosa y sus ojos cerrados. Era como si sostuviese la derrota de todos los Jedi en su encogida posición.

Ferus caminó hacia la visión. También afrontaría ésta. El sonido de sus pisadas resonó suavemente. La visión alzó su cabeza. —¿Quién eres tú? —preguntó.

Era real. Era un hombre.

Ferus se encorvó lentamente. —¿Garen?

A través de sus agrietados labios, el hombre preguntó ¿Quién quiere saberlo?

—Soy Ferus Olin.

—Conozco… ese nombre. El aprendiz de Siri.

—Sí. Nos conocimos una vez… hace mucho tiempo. Soy amigo de Obi-Wan Kenobi.

—Obi-Wan ¿está vivo?

—Sí, mucho. Es demasiado terco para no estarlo.

Garen se apoyó contra el muro de roca de la caverna y sonrió. —Sí, ahora sé que realmente eres tú, Ferus.

—Él me envió aquí para encontrarte. Va a volver con una nave.

—Oh, genial —dijo Garen—. Obi-Wan va a rescatarme. Nunca escucharé el final de esto.

—Todo el mundo tiene que pagar un precio para la supervivencia. —Ferus sonrió abiertamente.

—No creíamos que hubiese sobrevivido ningún otro Jedi.

—¿Nosotros?

—Fy-Tor-Ana. Ella también vino aquí, pero iba a regresar a Coruscant, averiguar lo que sucedió en el Templo, y volver a por mí. Ella nunca… consiguió llegar.

De repente escucharon un ruido terrible, un aullido de agonía. Y entonces el aire se llenó de horribles gritos.

—¿Visiones? —preguntó Ferus.

Garen se esforzó para sentarse. —No.

—Los gorgodones —dijo Ferus—. Pero por qué estarían… volveré en seguida.

—No voy a ir a ninguna parte.

Ferus regresó corriendo a través de la cueva hasta la abertura. Puso su ojo en la grieta. Soldados de asalto con dispositivos de lanzamiento de dardos y lanzallamas estaban destruyendo sistemáticamente el nido de gorgodones. Las criaturas contraatacaron ferocemente, pero Ferus podía ver que sólo faltaban minutos para la derrota. Peleaban para proteger sus refugios, pero Ferus vio cómo los soldados de asalto apuntaban las granadas de fragmentación a los grandes peñascos y a las paredes exteriores para crear un chaparrón de escombros en el exterior de la entrada de la cueva. Mientras observaba, un peñasco enorme cayó directamente en frente de él, tapando su vista y enviando una nube de piedra pulverizada hacia el interior de la cueva. Tosiendo, retrocedió.

Sabían que estaba aquí. Estaban cortando su salida. Ahora tendría que salir por la parte delantera de la cueva.

Volvió rápidamente hacia Garen. —Tenemos que salir a través de la parte delantera. Nos estarán esperando allí, estoy seguro. —Ferus tanteó en su cinturón de utilidades. Sacó un frasco de agua y un comprimido

de proteínas—. ¿Puedes tragarte esto?

Pero Garen apenas lo miró. Volvió su mirada hacia Ferus, y Ferus vio resignación. —Debes ir. Vine aquí para estar con la Fuerza, para descansar con las visiones de mis antepasados. La Fuerza Viva es demasiado débil en mí. —Luchó para sacar su sable láser de su cinturón. Se lo tendió a Ferus—. Necesita cristales nuevos. Te vi encontrar los tuyos, los azules. Colócalos. Ahora es tuyo.

—No puedo tomarlo —dijo Ferus.

—Debes hacerlo —dijo Garen—. Nunca volveré a usarlo. Estaría orgulloso de entregárselo a un compañero Jedi.

—Pero ni siquiera soy un Jedi. Ya no.

—Siento la Fuerza en ti —dijo Garen—. Eso es suficiente.

Ferus cogió el sable láser respetuosamente. Extrañamente, la empuñadura parecía perfectamente equilibrada en su mano. Si bien estaba mellada y maltratada, y tenía una gran abolladura en un lado, encajó en su palma como si lo hubiese modelado él mismo. Tocó el cierre en la agarradera y colocó dentro los cristales. Lo activó y el asta zumbó cobrando vida, resplandeciendo en un pálido azul celeste.

—Úsalo bien —dijo Garen.

—Lo haré. Voy a sacarnos de aquí. —Ferus se agachó y miró a Garen directamente a los ojos—. Puede que la Fuerza Viva sea débil, pero todavía está en ti. No sería correcto abandonarte sin intentarlo. Iría contra el código Jedi —le tendió el agua y el comprimido. Tomó un largo momento, pero Garen asintió.

Ferus ayudó a Garen a beber el agua y tragarse el comprimido. Después le ayudó a ponerse en pie. Juntos, se movieron hacia la parte delantera de la caverna. Ferus no sabía cómo podría luchar y proteger a Garen, pero sabía que debía hacerse.

Se preguntó dónde estaría Trever. Se preguntó dónde estaría Obi-Wan. Se preguntó cómo se había metido en este apuro. Se preguntó por qué no podía simplemente encontrar un bonito planeta para un exilio confortable e intentar ignorar al Imperio. Se preguntó si las visiones eran ciertas, si iba a realizar esta tarea sólo para probar que era un Jedi después de todo.

Mientas se acercaban a la abertura de la caverna, Ferus movió a Garen hasta el lado más alejado, cerca de una roca enorme. —Quédate aquí mientras compruebo esto.

Se arrastró hacia adelante. Justo como temía, había todo un escuadrón de soldados de asalto alineados en el exterior en formación de combate. Contó quince. No era un número imposible para un Jedi, pero un Jedi que no había usado un sable láser en mucho tiempo podría tener problemas.

Los observó durante un momento, tratando de descubrir su plan.

Y entonces supo cuál era.

Detrás de las tropas, un Mortero de Granadas Móvil Merr-Sonn estaba colocado en posición. Era capaz de disparar un total de cien granadas cada segundo más o menos, con almacenamiento de más centenares de granadas que podían ser recargadas a través de un tubo. Manejado por dos soldados en un trineo repulsoelevador, podía acelerar rápido y elevarse en el aire treinta metros. En resumen, era altamente maniobrable, una máquina mortalmente aniquiladora.

Garen había encontrado de alguna manera la fuerza para arrastrarse al lado de Ferus. Dejó escapar un silbido bajo. —Éstas no son buenas noticias.

—Van en serio —estuvo de acuerdo Ferus.

—¿Y, cómo de bueno eres con ese sable láser?

—Realmente, estoy un poco de oxidado.

—Ojalá no hubiera oído eso.

—¿Tienes algún otro arma?

—No.

—Coge mi pistola láser.

—¿Cuál es tu plan? —preguntó Garen.

—¿Se supone que tengo un plan?

—Bien —dijo Garen—, yo sugeriría uno. Pensemos en nuestro entrenamiento en el Templo.

—¿Un acertijo? ¿Ahora? —Tal vez no había echado tanto de menos a los Jedi después de todo.

—Cuando te encuentras con una fuerza abrumadora y te exceden en número, ¿cuáles son las estrategias disponibles?

—Retirada, en primer lugar —dijo Ferus con los ojos en los soldados de asalto—. Esa es siempre la favorita.

—Imposible en esta situación, me temo. Probemos la número dos. Haz tuya la ventaja del enemigo. —Ferus encontró que las palabras venían fácilmente a él. Recordaba sentarse en las clases en el Templo, estudiando escenarios. Se consideraba que si bien los Jedi eran guardianes de la paz, debían tener conocimientos de estrategia militar. Esto le había servido adecuadamente como oficial en las Guerras Clon—. Capturar el mortero de granadas —dijo lentamente—. ¿Pero cómo?

—Vine a esta cueva hace muchos años para encontrar mis cristales —dijo Garen—. Decidí esperar fuera hasta que estuviese preparado, hasta que sintiese la Fuerza crecer a mi alrededor. Bien, eso es lo que me dije a mí mismo. En realidad, estaba atascado. Me senté durante mucho tiempo, simplemente estudiando la abertura de la cueva. Y advertí algo, un pájaro. Éste era uno de esos pequeños pájaros blancos plumanieve, y había construido un nido sobre la entrada de la cueva. Y vi que había estado mirando a la caverna incorrectamente. Parece como si estuviera excavada en la cara de la montaña, pero realmente hay un pequeño saliente encima de ella.

— No lo pillo —dijo Ferus—. Y no me gusta recordártelo, pero hay un escuadrón de soldados de asalto y alrededor de un centenar de granadas esperando ahí fuera.

—El saliente es lo suficientemente grande para un nido de plumanieve, pero también lo suficientemente grande para que un hombre se encarame —dijo Garen.

—¿Encaramarse? ¡No quiero encaramarme! Sería un blanco enorme.

—Puedes trepar hasta allí escondiéndote detrás de los peñascos que hay justo dentro de la entrada —continuó Garen—. Trepar por un lado de la cueva, y entonces colgarte fuera y llegar al saliente exterior. Si lo haces rápidamente, podrías no ser divisado.

—¿Podría no ser?

—No mirarán por encima de la cueva, estarán mirando el interior, tratando de divisar movimiento. Entonces puedes dar un salto de Fuerza sobre las primeras columnas y aterrizar cerca del mortero móvil. Cuando te descubran, trataré de desviar su atención.

Ferus miró a Garen dubitativamente. Parecía tan frágil como el plumanieve del que había hablado. Éste era el plan más loco que había oído nunca.
Pero no tenía uno mejor. Y el tiempo se acababa.

—Van a avanzar —dijo Garen observando—. Dejémosles. Ve tras ese mortero de granadas. Yo me quedaré aquí para encontrarme con ellos.

Ferus le miró con incredulidad.

—¿Solo?

—No estaré solo —dijo Garen—. Las visiones me ayudarán. ¡Ahora ve! Y que la Fuerza te acompañe. ¿Era éste el plan correcto, o era simplemente que se había acostumbrado a escuchar a
los Maestros Jedi? Ferus se mantuvo a un lado de la cueva mientras se acercase a la entrada, presionándose contra las sombras hasta que se unió a la pared de la cueva. Subió por un peñasco, moviéndose con mucho sigilo. Se equilibró en lo alto del peñasco,
enganchando sus dedos alrededor de la parte superior de la cueva, buscando un agarre seguro. Tendría que hacer esto a ciegas, no podría ver el exterior de la cueva. Tendría que confiar en que una vez que se balanceara hacia afuera sería capaz de deslizarse encima del saliente.

Escaneó a los soldados de asalto, ahora debajo de él. Estaban mirando hacia adelante, con los rifles láser agarrados y preparados. Sin duda estaban esperando órdenes por los auriculares de sus cascos. Detrás de las líneas, el lanzagranadas móvil revoloteaba. Vio al
soldado de asalto en la plataforma delantera con sus manos sobre los controles. Ahora o nunca. Se meció hacia afuera por el aire, lanzó su cuerpo por encima, no golpeó la pared de
la cueva por un pelo, y aterrizó en el estrecho saliente. Rodó hacia atrás todo que pudo, ocultándose en las sombras.

Su corazón martilleaba mientras esperaba, preguntándose si una granada le lanzaría hacia el cielo.
No ocurrió nada. No le habían visto. Hasta ahora todo bien. Ferus sintió reunirse la Fuerza. Garen. Garen había accedido a ella y estaba creciendo. Ferus saltó sobre las cabezas de los soldados atacantes. Pero si aquellos soldados no
le vieron, los del mortero móvil si lo hicieron, dándole vida. Las granadas volaron por los aires, yendo hacia él en mitad de su salto. El sable láser de Garen se sentía equilibrado en su mano, y el asta azul resplandeció. Desvió las granadas mientras éstas zumbaban hacia
él, bateándolas hacia los soldados de debajo.

Era extraordinario tener de nuevo un sable láser en la mano. Su entrenamiento regresó a él, no tuvo que esforzarse en recordarlo. Estaba allí en la forma en que se movía, estaba allí en el preciso ángulo de su ataque. Aterrizó en la plataforma móvil, sus botas entraron en contacto con el soldado de asalto y le envió volando fuera de la plataforma. Se deslizó en el asiento, invirtió el motor
del repulsoelevador con un tirón, forzando el motor hasta su máxima capacidad. El soldado de atrás se cayó.

El batallón se dispersó ante él mientras les disparaba una andanada de explosivos. Podía usar el mortero para entrar en la cueva y subir a Garen.
Pero de repente el mortero se inclinó hacia un lado. El soldado de asalto había saltado de repente a bordo. Ferus sintió el calor de un rayo láser por su oreja. Se agachó rápidamente, tratando de esgrimir su sable láser al mismo tiempo. Era un movimiento difícil, pero uno que podría haberse realizado fácilmente en su juventud. Ahora sus habilidades con el sable láser estaban oxidadas y él estaba sólo un poco desequilibrado.

Para horror de Ferus, comenzó a caerse del mortero mientras el soldado apuntaba su bláster y disparaba.

— Bueno. Tal vez no soy tan rápido como pensaba que era.

Sintió el calor abrasador en el hombro. Fue lanzado hacia atrás fuera del mortero y chocó duramente contra el suelo.

De acuerdo. Un gorgodon me usa como un saco de boxeo y una malvada visión me lanza como una pelota láser. Ahora me disparan con un bláster. No es un buen día.

Vio el mortero detenerse en el aire y girar. Regresaba a por él. La furia martilleó a través de él. Furia contra sí mismo. Había fallado por completo.
Para él, esto terminaba aquí, fuera de las cuevas de Ilum. El lugar más sagrado para los Jedi, y aquí yacerían sus huesos. La Fuerza ralentizó el tiempo, y él reactivó su sable láser. No podría apartarse del camino de la inminente andanada a tiempo, eso lo sabía,
pero se uniría al Fuerza peleando.
Vio una luz trémula por el rabillo del ojo, un parpadeo de luz. Algo estaba cayendo
del cielo. Repentinamente, una explosión de luz le envió chocando contra el suelo.
Una carga alfa. Una pequeña explosión lanzada contra el mortero móvil. Luego otra, y otra.

Las granadas subieron en una explosión enorme. Ferus bajó rodando por la ladera, dando vueltas, cualquier cosa para escapar de ese calor terrible. Finalmente se detuvo al golpearse la cabeza contra un peñasco. Vio a Trever en un caza, soltando explosivos encima del escuadrón, con una nave de
transporte más voluminosa persiguiéndole. Los soldados de asalto salieron corriendo buscando cubrirse.
Ferus no dejaba experimentar el dolor que sentía. Lo aceptó y colocó su mente en la siguiente cosa. A cubierto del ataque de Trever, salió corriendo hacia la cueva. Sus ojos soltaron lágrimas por el humo, y su hombro parecía estar ardiendo. Encontró a Garen cerca de la boca de la cueva, caído en el suelo, con un bláster cogido en su puño.

La nave aterrizó justo en el exterior de la entrada de la cueva. Ferus recogió a Garen. Era tan liviano como un pájaro. Corrió hacia la rampa. Los soldados de asalto le dispararon rayos láser, pero Trever logró soltar algunos explosivos más detrás de los peñascos y el fuego láser disminuyó. Ferus subió corriendo la rampa con Garen. Cayó de rodillas al suelo. Mientras el transporte que le había estado persiguiendo descendía, Trever tiraba de los controles hacia arriba. Forzando los motores, salieron disparados. No podrían salir del
planeta, pero podían dejar atrás al transporte.

—Conozco un lugar donde podemos escondernos —dijo Garen—. Obi-Wan puede encontrarnos allí.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top