•The Last Hug•

El abrazo de Thor lo tomó casi por sorpresa. De las palabras a la realidad, aquella era la magia que había añorado experimentar. El camino dejó de bifurcarse; solo existía un momento, y existía gracias a unos brazos que lo sostenían con decisión. No lo pudo evitar, el objeto que sostenía se deslizó de entre sus dedos, permitiéndose poner de su parte en el abrazo, recuperando cada aliento de calidez que había escaseado en su vida. La certeza de reencontrarse en su hogar causaba más alivio que cualquier venganza cometida. Thor lo era todo, y si la verdad pudiera residir en la palabra inmortal, pediría un lugar a su lado para el resto de la eternidad.

—Estoy aquí —volvió a repetir, esta vez en un susurro.

Las fuerzas de Thor parecían no amainar y él mismo se aferraba con la misma intensidad. Su cabeza sobre su reconfortante hombro, sus brazos rodeándole el torso; no sabía si en realidad Thor era el que no quería soltarle o si el alargado abrazo procedía de su propio deseo.

Finalmente se separaron, sin soltarse y dejando el espacio suficiente entre ellos para observarse. El rubio como siempre tuvo esa costumbre de tomarlo del rostro con una de sus manos. Loki no sabía si Thor aún quería asegurarse de su presencia o si solamente quería seguir teniéndolo cerca. El azabache no atinó más que a sonreír brevemente, aún algo desacostumbrado a observar un solo ojo de Thor resplandeciendo de cariño. Extrañaría su cabello largo, el cielo completo en su mirada así como la vida que se habían permitido soportar. Estaban desamparados, eso era cierto, pero sin duda alguna, protegidos en los brazos del otro. Y Thor seguía siendo Thor, de eso tampoco quedaban dudas.

El rubio fue el primero en romper el efímero silencio.

—Me siento como aquel día en el que me acompañaste antes de la ceremonia de coronación.

—Aunque en esta ocasción no pienso arruinar tu día.

Una sonrisa divertida logró teñirse en los labios de Thor.

—Hiciste bien, Loki. No sabía nada, no era el momento, pero ése ha llegado justo a tiempo. Ahora veo más allá de lo que lograba ver con dos ojos. Me alegra no tener que estar solo.

—Nunca has estado solo.

Thor se mantuvo meditativo, sin borrar la curva de sus labios, hasta que nuevamente volvió a arremeter contra el silencio.

—Te debo algo.

Loki quedó en desconcierto, sin tiempo de verbalizar su pregunta cuando las intenciones de Thor le dieron la respuesta. No hizo amago alguno por retroceder, cerrando los ojos y permitiendo que un aterciopelado beso se consumara entre sus bocas. Sostuvo la mano de Thor entre la suya, sujetándose a la vida que tanto había deseado tener junto a Thor y que por fin tenía.

El acto no duró sino instantes, y al separarse, volvieron a mirarse, embelesados el uno con el otro hasta que pasos nada discretos se escucharon en dirección a la habitación. Loki bajó la mano de Thor y tomó distancia.

—Majestad, lo están esperando —anunció la valquiria aún con la satisfacción en su aura de haberse arriesgado para olvidar los temores de su pasado. Podría decirse que ahora era otra mujer pero demostró no cambiar mi una pizca al pasar y tomar con descaro una de las varias botellas que había en la habitación.

La morena caminó hacia la puerta tomando un trago, deteniéndose en el umbral para girarse y hacer un gesto con su cabeza, indicando a los contrarios que se movieran.

—Andando —repuso antes de llevarse la botella a los labios y seguir caminando.

Thor miró a Loki y éste le devolvió la mirada. El momento de la siguiente acción había llegado, y mientras que el dios del trueno pensaba en Asgard y Loki, el azabache se permitía perderse en el recuerdo del reciente beso con Thor, aunque no era lo único que ocupaba su mente. Ni siquiera el amor podía quitarle la espina que atormentaba su alma. En ese momento amar dolía, más aún porque había sido correspondido. Pero si había soportado años de malentendidos y de sentimientos mal procesados, ¿por qué no habría de soportar pasar un último momento con Thor? Y es que ahí estaba todo: ya sabía que era el último.

~•~

La misma habitación, la misma cama. Cuando llegó el momento de descansar, el tiempo se había abierto para ellos.

Echaron fuera toda armadura y ropa de batalla, y con ello todos sus pesares. Se desnudaron y se metieron juntos entre las sábanas, evaporando así las preocupaciones. Se abrazaron en silencio, crearon recorridos en la piel para sus manos y candorosos besos fueron robados en la penumbra de esa noche, donde dos hermanos decidían dejar de ser hermanos para ser por una noche lo que debieron haber sido desde un principio.

—Thor —susurró Loki, recargado sobre el mayor y con las yemas de sus dedos ofreciendo roces en su pectoral. Piernas de ambos se encontraban entrelazadas y era casi un capricho moverlas para hacerse caricias con ellas.

Thor guardaba silencio como si pareciera dormido, no obstante, se encontraba algo pensativo, no en cosas ajenas, sino en el placer de encontrarse en tal cercanía con Loki.

—¿Sí, Loki? —susurró de igual manera, como si hablar en tono estándar pudiera perturbar la tranquilidad de la velada.

Loki suspiró, apegándose un poco más al pecho del rubio y otorgando a sus labios del honor de besar su piel.

—Hazme el amor —susurró.

Estaban cansados, el combate había sido duro, sin embargo, Loki temía que si no era ahora, entonces no habría un después. Y en aquellos momentos se encontraba tan anegado en su amor que su cuerpo sacaría las fuerzas para regalarle a Thor la más perfecta de sus noches.

Thor no dijo nada, llevando su mano al mentón de Loki para hacerlo volver el rostro hacia él. No hizo falta contestar a su petición, besar sus labios bastó para dar su afirmativa.

Esa noche, el sol residió entre sus cuerpos, llenándolos de calidez y febriles sensaciones. Las estrellas en sus cabezas y la luna resplandeciendo en el interior de sus pechos. El universo les perteneció una noche, en una cama, en un acto, en un sublime éxtasis de amor.

Y nuevamente, la eternidad era un idílico que nunca podrían alcanzar. Ahí estaba lo malo: que todo tenía su final.

~•~

Mecerse con la brisa, mezclarse con el agua. No había dejado su lugar junto al diáfano estanque, perdido en la belleza o tal vez en los propios sentires. El joven de cabellos azabaches descansaba a la espera, con la mirada fija en el reflejo del agua. Todo era calma y serenidad, donde nada podía surgir imperturbable en el ambiente. Las inquietudes sólo existían en el corazón, y, por eso mismo, una lágrima deslizó de la mejilla de Loki, provocando ondas en el estanque: una señal.

El viento cambió de rumbo y hasta las nubes cambiaron de forma. Loki se incorporó, volviéndose hacia sus espaldas. Fue entonces cuando las brisas dejaron de correr traviesas por el pastizal y la tranquilidad como el añoro inundaron el corazón.

Fue ahí cuando la vida pasó por sus ojos. Lo que tuvo, lo que no tuvo; el amor y el sufrimiento; el futuro que nunca existiría. Vio su hogar y como este le pertenecía, para ahora y para siempre, nadie más podría quitárselo esta vez.

Ahí estaban esos brazos extendidos para él, y no tardó en encontrarse en ellos, en los mismos brazos de Thor.

— Ahora y para la eternidad, no volveré a perderte —susurró Thor.

— Lo hicieron bien —pronunció el viento, envolviéndolos con la calidez de Frigga y Odín.

La eternidad existía para las almas, para aquellas que al amar se unían.

Loki lloró, con la certeza de que el último abrazo si duraría para siempre...

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