Capítulo 4

Corbyn había mentido completamente.

Sí, había suspendido algunas asignaturas, (casi todas) pero no había sido porque los estudios se le dieran mal. Al contrario, era bueno en ellos.

Su problema era la asistencia en clase.
Prefería salir con sus amigos en las horas de clase que estar allí y enterarse de todo lo que entraría en el examen.

Había mentido por su propio beneficio. Sabía que la buena de Jade se ofrecería a ayudarle. Tendría las cosas más fácil en cuanto a conquistarla. Demasiado fáciles.

Ahora estaban en la casa del rubio. Solos. Añadiendo que la chica había traído falda, y él podía observar sus hermosas piernas todo el rato.
Jade estaba sentada a su lado, explicándole por décima vez el procedimiento para resolver una simple ecuación. Pero Corbyn estaba demasiado concentrado en averiguar qué tipo de lencería llevaba ella.

- ¡Corbyn! - el chico volvió a la realidad y la miró a los ojos - ¿Me estás haciendo caso?

- Emm... Sí. - mintió él girándose hacia el escritorio.

- Vale. - Jade se cruzó de brazos con las cejas alzadas - ¿Puedes resolver esta ecuación?

- Claro... - murmuró él cogiendo el lápiz. Miró la hoja por varios minutos aburrido. No quería hacerlo. La miró directamente y habló; - Tú y yo, más una cama, igual a diversión asegurada.

- Oh Dios - exclamó ella cansada - ¿Enserio has dicho eso?

- No. - negó él con una sonrisa - Te lo habrás imaginado. - rió - Pero debo admitir que tienes una buena imaginación.

- ¿No puedes tomarte algo en serio por una vez? - cuestionó algo cansada.

Sí, era su "misión" conseguir que Corbyn la besara, pero no por eso debía perder su tiempo en él. Sobretodo cuando el chico no le prestaba atención.

- Lo siento, nena. Pero alguien me declaró la guerra y no podré centrarme en nada más hasta que acabe.

- Bien, entonces me voy. - dijo y cogió su mochila del suelo para irse.

Pero el rubio con rapidez la agarró del brazo y la sentó en su regazo.

- ¿A qué tanta prisa? - susurró seductoramente.

Ella sonrió falsamente antes de colocarse justo encima de su miembro, a lo que él soltó un gemido.

- No tengo tiempo para esto. - susurró en su oído y mordió el lóbulo de su oreja - Si quieres, búscate una zorrita personal para que haga lo que quieras, pero yo he venido a ayudarte, no a follar contigo.

Se levantó de encima de él y salió del cuarto con decisión y sin ninguna expresión en el rostro.

- ¡Siete! - gritó Corbyn desde la habitación.

Ella volvió con lentitud al cuarto y le miró con el ceño fruncido.

- Siete. La solución es siete. - susurró mirando el cuaderno.

Jade sonrió unos segundos antes de volver a su sitio y seguir con la explicación.

Ahora sí que Corbyn prestaba atención. No quería que se fuera.

No quería estropear el avance que había tenido con ella y perder la apuesta.

Siguieron realizando ejercicios de matemáticas durante toda la siguiente hora. La cara de Corbyn parecía un poema con cada ecuación que se le residiría, pero Jade, con alguna que otra risa de por medio, se lo explicaba con lentitud y el chico lo captaba de inmediato.

No es tonto — había pensado más de una vez la morena —, solo es muy despistado.

¿Dónde están tus padres? —cuestionó ella en el pequeño descanso que se habían dado.

—Trabajo —susurró el rubio sin ganas.

Siempre estaban trabajando. Viajando de un lugar a otro y, al parecer, olvidando que tenían un hijo.

—¿Siempre estás solo?

Corbyn simplemente asintió jugando con su lápiz.

—Normalmente invito a mis amigos todos los días, pero ellos tienen familia y responsabilidades —bufó algo molesto al recordarlo.

—¿Quién te hace la comida? —siguió preguntando Jade, curiosa.

—Antes tenía personal, pero se despidieron hace meses al ver que era un maldito niñato —rió secamente—. Sé cocinar algunas cosas, pero suelo ir a restaurantes a comer o cenar.

Solo — se recordó la castaña con pena.

—Puedo traerte comida de mi madre, alguna vez —ofreció con una sonrisa—. Casi siempre se le olvida que mi hermano ya no vive con nosotros y sobra mucha comida.

Corbyn sonrió agradecido.

—Eso estaría bien —murmuró—. ¿Te quedarías tú también junto con la comida?

—Claro —ella sonrió—. Estar en casa no es uno de mis pasatiempos favoritos.

(...)

Jade llegó a su casa a las 8 de la tarde. Dejó su mochila en una esquina del pasillo y subió arriba silenciosamente.

Tocó tres veces la puerta de la habitación de su hermana antes de entrar.

- ¿Qué haces Ashley? - preguntó con una sonrisa en el marco de la puerta.

La niña ocultó el maquillaje detrás de la espalda y abrió los ojos sorprendida hacia Jade.

- Nada. - negó con rapidez. Jade subió una ceja sin creerla - No se lo digas a mamá, por favor.

- Vale. - aceptó ella - Pero a cambio deberás recoger el cuarto de Michael antes de que venga.

- ¿¡Qué?! - exclamó la niña horrorizada - ¡No voy a entrar ahí!

Jade sonrió satisfecha y se cruzó de brazos.

- Entonces le diré a mamá que estabas jugando con su maquillaje.

- Vale. - suspiró Ashley entre dientes.

Jade rió y cerró la puerta con una sonrisa que se esfumó al quedarse a oscuras en el pasillo.

Jade tenía dos hermanos. Ashley y Michael.

Ashley tenía 10 años y Michael 21. Él no vivía con ellos. Compartía un gran apartamento con otros tres chicos más. Pero en unas semanas iba a volver para visitar a sus padres, por lo que la madre de Jade le pidió que recogiera su cuarto.
Un horrible cuarto con olor a pubertad, desodorante, tinte de pelo y un montón de ropa interior usada en el suelo.

A Jade le sonó el estómago y maldijo por dentro. Tenía que ir a la cocina para conseguir comida y pasar delante del salón...

Suspiró con pesadez y bajó las escaleras con destino a la cocina.

Pasó delante del salón con normalidad, pero la voz de su padre le detuvo.

- ¿Tú quién eres? - preguntó el hombre confuso.

- Soy Jade. - repitió Jade ya por milésima vez en el mes - Tu hija.

- Ah. - exclamó él hombre intentando recordar - ¿Es enserio? - ella asintió - Eres demasiado guapa para ser mi hija.

Jade sonrió tristemente.

- ¿Quieres algo de comer? - cuestionó amablemente.

- Sí, ¿Podrías traerme queso?

Ella asintió y se fue a la cocina con rapidez. Se hizo un sándwich y cogió un trozo de queso para su padre.

- Aquí tienes. - le tendió y él lo cogió con el ceño fruncido.

- ¿Quién eres? - preguntó de nuevo.

- Tu hija.

- Oh, eres muy guapa.

Ella sonrió de lado procurando no llorar y se fue corriendo a su cuarto.

Alzheimer. Esa era la enfermedad que tenía su padre.
No recordaba mucho de lo que vivió en la vida. Solo desde que se casó con Casey, la madre de Jade.

No recordaba a sus hijas, solo a Michael, el cual ni siquiera vivía con ellos y cuando se lo recordaban, a los 10 minutos se le olvidaba.

Jade intentaba ser fuerte y no pensar en ello. Pero era imposible.
Su madre trabaja de sol a sol para mantener a ella y a Ashley, con alguna ayuda económica de Michael, por lo que casi nunca la veía. Estaba sola con Ashley y debía darle ánimos a ella para que no se derrumbara frente el problema de su padre.

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