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Atlantis
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✎ ✏ ✐ Capítulo 24
Después de haberse saciado de las mujeres y haber escuchado historias,
Poseidón se había movido rápidamente hacia el cercano río, una corriente de cristal de tranquilidad. Los lirios flotaban en la superficie. Él ahora se mezcló dentro del agua, fluyendo con ella, absorbiendo su frescor.
Los nymphs ciertamente habían infringido la ley. Él tenía que castigarlos rápidamente, antes de que a los otros se les ocurriese hacer lo mismo.
Y él sabía justamente qué hacer...
Cuando alcanzó una bifurcación en el río, se detuvo. El mismo agua se
aquietó, sin ondas, sin líquido en movimiento. Sólo el viento silencioso arriba, el chapotear de animales cercanos. Entonces... la orilla de su izquierda repentinamente se inundó de guerreros dragón, sus alas batiéndose mientras aterrizaban. De todos modos, el agua no ondeó. Poseidón los observó. Pasó un buen rato antes de que sus formas de
dragón se desvanecieran a las humanas. Lisa, aunque con cicatrices, piel en lugar de escamas. Pelo sedoso. Dientes en lugar de colmillos. Sin cola. Por supuesto, ahora estaban desnudos, usando sólo medallones de dragón y sosteniendo sus espadas.
Comenzaron a beber de la corriente, su fiera charla haciendo eco entre los
árboles. Su mirada encontró a Darius. El líder de los dragones hablaba con varios de sus hombres, impartiendo órdenes, su expresión fiera.A él no le había gustado abandonar el palacio, Poseidón lo sabía. Sus instintos habían sido quedarse y combatir a los nimphs; A Jimin en particular.
Pero Darius, si recordaba correctamente, era un guerrero que
sopesaba las posibilidades, estudiaba la situación y calculaba porcentajes. Él había sido excedido gravemente en número y no había querido a sus hombres heridos cuando un ataque sorpresa podía trabajar a su favor, emparejando las posibilidades.Era un hombre listo y exactamente lo que necesitaba Poseidón.
«Ven a mí» ordenó a Darius, su voz transportada por el viento. Darius hizo una pausa y se puso rígido. Sus ojos buscaron en el área arbolada y circundante, sobre el acristalado río, no vieron nada y regresaron a sus hombres. Sus hombros permanecieron firmes, su postura erecta y sus manos agarrando apretadamente la empuñadura de su espada.
«Ven» dijo Poseidón otra vez.La atención de Darius pasó rápidamente hacia el río por segunda vez. Sus ojos se estrecharon. Poseidón sabía que el agua proveía sólo un reflejo de su imagen de dios, un destello de luz en la penumbra de la tarde. Aún así, Darius obedeció esta vez, caminando a grandes pasos hacia la orilla del río. Los hombres a los que él había estado hablando tenían miradas confusas.
—¿Ocurre algo? —preguntó un voluminoso rubio gigantesco.
—Descansa un rato, Brand —respondió el rey dragón sin mirar atrás. Cuándo estuvo sólo, dijo—: Llamaste, ¿dios del agua?
La completa irreverencia en su tono molestó al dios.
—Me conoces, entonces.
—Sé de ti.
La mandíbula de Poseidón se apretó con fuerza, causando una onda en el agua.
—Entonces sabes las consecuencias de hablarme así. Conoces los sufrimientos que puedo causar.
Darius le otorgo una corta inclinación de cabeza.No la reverencia de homenaje que Poseidón prefería, pero servía.
—He aprendido algunas cosas desde mi regreso, Darius, cosas que no me
complacen. Por esto, tengo varias tareas que pedirte.
Un músculo latió debajo de sus ojos.
—Entonces estoy a tus órdenes, por supuesto.
—Bien. Te deseo de regreso en el palacio.
Hubo una pausa.
—Ese no es mi plan.
—No, tú deseas congregar a más hombres. Eso llevará su tiempo, y quiero que mi voluntad sea obedecida ahora. En este momento.
Darius permaneció firme.
—Eso pondrá las vidas de los dragones en un peligro innecesario, y no puedo permitirlo.
—No habrá peligro para ti y los tuyos si tú te mueves subrepticiamente adentro.
—Realmente planifico introducirme sigilosamente. Pero habrá peligro si
no tengo a suficientes hombres para tomar el palacio una vez que estemos en el interior.
Poseidón sonrió lentamente.
—No si eres capaz de destruir a la mitad de las fuerzas nymphs y vampiro antes de que tú siquiera alcances los vestíbulos del palacio.
Las cejas de Darius se arquearon, y el interés chispeó en sus ojos azules.
—Dime cómo es posible eso.
—Hay un vestíbulo, una entrada secreta debajo del portal.
—¿Dónde exactamente? —sonó distante, como si él ya lo estuviera traspasando en su mente.
—No te preocupes. Te lo mostraré una vez que logres llegar. Te moverás furtivamente en el interior y devolverás a las mujeres humanas a la superficie, sus recuerdos borrados por completo.
—Hecho.
—Una vez que sean devueltas, destruirás a los nymphs. Serán débiles sin sus mujeres y más fácil de vencer.Cada uno de ellos debe morir por atreverse a entrar en el mundo de la superficie. No son guardianes, lo cual quiere decir que han desobedecido la ley.
Un músculo se apretó con fuerza en la mandíbula de Darius.
—Sin duda alguna no quieres decir a todos ellos.
—A todos.
—¿Varón y hembra?
—Todos. Tú has hecho acciones semejantes antes. No debería ser un apuro para ti, Guardián. Si se te ocurre rehusarte, devolveré a tu esposa a la superficie. Tú la conseguiste desde allí, ¿o no?
Una flama de furia iluminó la cara de Darius, revelando el aniquilador despiadado que él una vez había sido.
—No permitiré que Grace sea tomada. Ella es mía, una hija de la Atlántida
ahora, embarazada con mi hijo.
—Sí, lo sé —dijo Poseidón secamente—El niño es la única razón por la
que te permito conservarla. Tú, Guardián, nunca deberías haberla traído de vuelta aquí en primer lugar.
—Estoy agradecido que finalmente hayas decidido interesarte por tu
gente, gran Dios —dijo Darius, su tono igual de seco.
—¿Es este sarcasmo es algo que adquiriste de tu novia? —A Poseidón no le gustó eso—. Cuidado con lo que dices, o alimentaré a los vampiros. Si tuviera el deseo de divertirme en otro sitio durante un ratito, ese sería mi derecho. Vete ahora —dijo—. Regresa al palacio. Estaré allí esperando, y te indicaré el camino hacia el interior.
—Antes de que te vayas —dijo Darius, la irreverencia todavía centelleando en sus ojos—, quizá podrías regalarnos ropas.
—Será un placer. —Como un castigo leve por la impertinencia de Darius
hoy, Poseidón sopló su aliento en el ejército del dragón, rociándolos con una niebla fina de mar y dejándolos vestidos con chales de mujer.
Los siseos de asombro sonaron en sus oídos largo tiempo después de que
él los dejó.
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Palacio de
Jimin
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B
rena se retorcía las manos. Estaba al borde del comedor, observando a Shivawn, en espera de que él la notara. Había sido escoltada por él después de dejar la caverna. Él estaba hablando acaloradamente con una hembra que Brenna no había visto antes, una belleza de cabellera blanca que acariciaba con la punta del dedo hacia abajo por su pecho.
Brenna observó la interacción con sólo el más ligero indicio de... ¿celos?
No estaba segura. Esa era una emoción que no había sentido en años. Lo que fuera la emoción, ella sospechaba que provenía de no saber lo qué le ocurriría a ella si Shivawn encontrara a otra mujer. ¿Sería entregada a alguien más?
Joachim, ¿quizá?
Otra pregunta reptó a través de su mente. ¿Estaría celosa si hubiera sido
Joachim el que estuviera hablando tan calurosamente con otra mujer? Temía la respuesta.
Sólo pensar sobre el hombre la hacía temblar. No. No, no, no. Podría ser
Shivawn haciéndola temblar, racionalizó ella. Él era seguridad, mientras Joachim era todo lo que ella temía: Controlador, dominante y violento.
¿Así que por qué tenía que desearlo para nada?
¿Por qué no podía simplemente querer a Shivawn?
Ella suspiró. Mientras se había quedado con la mirada perdida en el portal, a punto de regresar a casa, se había visto herida por una compresión asombrosamente atemorizante. Quería dejar el pasado en el pasado y abrazar su nuevo futuro. Abrazándolo, finalmente podría conocer la alegría y la satisfacción verdadera. Abrazándolo, finalmente podría vivir. Había sido en ese momento que había decidido acostarse con Shivawn. Pero entonces la imagen de Joachim se abrió camino dentro de su mente, y bueno, ahora solo estaba indecisa. Ella iba a tener una relación: Sexual, emocional, íntima. ¿Pero a qué hombre escogería? La vida con Shivawn sería
dulce y sensible. La vida con Joachim sería turbulenta y excitante.Mientras estaba allí debatiendo consigo misma, la cabeza de Shivawn se movió de un tirón hacia un lado. Él le gruñó algo a la mujer ahora frunciendo el ceño, y sus ojos encontraron los de Brenna.
Se detuvo a media frase y caminó a
grandes pasos hacia ella. No habló una palabra, sólo le agarró la mano y tiró de ella sacándola del cuarto.Su sangre se calentó con pensamientos de estar con él, de ir a su cuarto y arrastrar las manos por todo su cuerpo, de sentir sus manos en ella.
Sus pezones incluso se endurecieron...hasta que comprendió que todavía no era la cara de Shivawn la que ella vio en su mente.Un momento más tarde se fijó que no iban con rumbo hacia su cuarto.
—¿Dónde? —le preguntó a Shivawn. Las paredes que rodeaban su cuarto estaban en un estado diferente de reparación que las de aquí. Estas eran... la comprensión la golpeó antes de que él dijera una sola palabra, y sus ojos se ampliaron. El cuarto de Joachim. Iban al cuarto de Joachim. Ella lo supo porque por curiosidad lo había buscado y encontrado más temprano. Las amenazadoras armas colgaban de las paredes, un recordatorio patente del porqué no podría querer a un hombre como él. Su estómago se retorció con una mezcla de aprensión y anticipación.
—¿Joachim está bien?
—Él está bien.
Eso quería decir... ¿qué?
Llegaron a la cortina un momento más tarde. Shivawn no hizo una pausa, ni se anunció a sí mismo, sólo caminó a grandes pasos más allá de la barrera del telón. Le soltó la mano y caminó hacia una mesa auxiliar. Se mantuvo de espaldas a ella y sirvió una bebida para sí mismo. Se la bebió.
La primera cosa que ella notó acerca del cuarto fue que las armas se habían ido. Ningún espada colgaba en la pared. ¿Por qué habrían sido removidas?
Su mirada detectó a Joachim. Estaba sentado sobre la cama, sus piernas
sobre un lado, sus codos descansando sobre sus rodillas. Su mirada la devoró.
—Brenna —dijo, su nombre una caricia sensual.
Instantáneamente su sangre se calentó otro grado. Sus pezones se
endurecieron aún más. La necesidad se acumuló entre sus piernas. Con sólo una palabra, él la tuvo bien dispuesta.
Iban a hacerla elegir...
La última vez había escapado de esto, de sus sentimientos. Enderezó los hombros.No esta vez. Las otras mujeres en el palacio estaban bien satisfechas. Nunca dejaban de sonreír, nunca experimentaban un solo temor. Miserablemente quería ser una de ellas.
Era una de ellas.
No, no huiría más. ¿Pero podría arriesgar la seguridad que estaba segura de encontrar con Shivawn por la pasión que estaba segura de encontrar con Joachim?
No había viaje de regreso una vez que hubiera hecho su elección. Eran demasiado posesivos, cada uno estaba demasiado decidido a ser “el único”.
Shivawn no desperdició más tiempo.
—Ya me has hecho esperar tiempo suficiente. Has estado esperando más
de lo necesario. Termina la agonía y dame una oportunidad, Brenna —dijo, otra vez a su lado. Él le agarró gentilmente los hombros y le dio la vuelta para enfrentarla—. Nunca dejaré que otro hombre te lastime.Cuidaré de ti, te daré placer, te haré tan feliz que olvidarás que alguna vez estuviste triste.
Ella se mordió los labios.
Él agregó:
—El hombre en esa cama nunca será amable o gentil o cualquiera cosa que
tengo la sospecha que tú necesitas —le dio vuelta otra vez, esta vez poniéndola de cara a Joachim.
Sus ojos se encontraron con los de Joachim otra vez, y su estómago se estremeció.
—Míralo a él —dijo Shivawn— Aún ahora, hay una fiereza sobre él que
tú no puedes negar. Nunca podrá controlar su temperamento. Nunca podrá destruir a los demonios que te mortifican.
Las palabras de Shivawn eran —se suponía— para confortarla, para
asegurarle que el escoger la seguridad sobre la pasión era la decisión correcta. Pero no lo hicieron. Porque no había más fuerte guerrero que Joachim. Tenía temperamento, y tenía apariencia salvaje. Con todo y eso, si alguien podía pelear y destruir los demonios del pasado, era él. Él era sólo tan vital. Joachim no pronunció un sonido. Él simplemente tiró de cuatro tiras de tela de debajo de la almohada. Las dobló sobre sus rodillas.
—¿Para qué son? —demandó Shivawn.
—Amárrame a la cama, Brenna —dijo Joachim.
Ella bajó la mirada hacia el material con perplejidad... y deseo.
—¿Qué?
—Amárrame a la cama.
Su mirada regresó velozmente a la cara de Joachim. Su expresión era dura, resuelta y despierta. Tan excitada. El calor resplandeció en sus ojos azules,quemándola por dentro y por fuera.
—¿Por qué? No entiendo.
—No voy a decirte que te odiarás más tarde si escoges a Shivawn. Probablemente podrías ser feliz con él, y siempre te sentirás segura. Pero él no puede llenar el vacío dentro de ti y darte la vida que sé tú has soñado con tener. Yo puedo. Todo lo que tienes que hacer es confiar que nunca te lastimaré. Nunca. Moriría primero. Haré lo que sea necesario para probarlo.
—Joachim —gruñó Shivawn.
—Amárrame a la cama, y estarás al mando de todo lo que ocurra —explicó Joachim. Un músculo palpitó debajo de su ojo—Te doy completo...
poder sobre mí. Tú necesitas recobrar tu sentido de control, así que voy a
ayudarte.
Él hablaba de esclavitud. Sobre sexo. Su mirada salvaje se disparó entre los
dos hombres.
—¿Shi…Shivawn? —¿Qué tenía que decir él sobre esto? Él fue el que permaneció en silencio esta vez. Estaba rígido e irradiaba furia. Se había admitido eso a sí misma ya. Nadie podría darle más pasión que
Joachim. Había admitido eso,también, pero ella había temido eso. Le había
temido a él. Y así que se había esmerado en inclinarse por Shivawn. Incluso podría haberse convencido de eso. Por algún tiempo.Eventualmente, se habría dado cuenta de la verdad.
Todo el tiempo, había sido Joachim al que había deseado. Ella simplemente no había querido quererlo. Él estaba arriesgándose con ella con su iniciativa para ser atado. No podría hacer menos por él. Ya no voy a temer más.Con los ojos llenos de lágrimas, miró a Shivawn. Él era tan dulce, tan
amable y tan generoso. Pero mientras ella lo miraba, comprendió que él era
exactamente lo que ella ya no necesitaba. Un guardaespaldas. Ahora podía cuidarse sola. Había estado en este palacio por días enteros y no había sido lastimada. Se había enfrentado a los guerreros y no había sido atacada.
—Puedes alejarte de nosotros, de ambos —dijo Joachim, su voz ronca—.
No te detendremos. Corre, y permanece encerrada a salvo en tu pequeño mundo.
Sin sentimientos. Sin dolor. Sin placer. Nunca huiré otra vez.
—Lo siento, Shivawn —dijo, la barbilla temblando—. Quería que fueras tú. Lo hice. Pero...
—Detente. Por favor. Sólo detente. —La estudió por mucho tiempo, la mandíbula apretada. Entonces él lentamente se giró a Joachim—. Es tuya.
Renuncio a toda reclamación por ella.
—Gracias —dijo Joachim rígidamente.
Shivawn lanzó una última mirada, asintió, y salió a grandes pasos del cuarto, dejándola sola con Joachim. Brenna tragó saliva. Reuniendo su coraje, ella le afrontó.
Su hombre.
El miedo nunca regiría su vida otra vez.Ella le había escogido, y sólo lamentaba que había necesitado mucho para darse cuenta de la profundidad del honor de este hombre. Él confiaba en ella para encadenarlo. Ella confiaba en que él no la lastimara.Lista para finalmente seguir adelante con su vida, se adelantó. Su corazón se apresuró erráticamente, pero no se detuvo hasta que estuvo enfrente de él. Joachim permanecía, agarrando las tiras en puños.
Su fija mirada era dura, implacable.
—¿Tu asaltante usó las manos o un arma? Si usó un arma, quiero que uses lo mismo en mí.
Al principio, ella no contestó, no dejó al recuerdo entrometerse en este
momento precioso.
—Sólo las manos —ella se las arregló con un aliento tembloroso.Él asintió y le dio las ataduras. Lentamente, muy lentamente, Joachim se desabrochó los pantalones y los empujó por sus caderas. Cayó en un charco en el suelo y ella recibió un vislumbre de un grande, excitado varón.
—Ven aquí —ordenó él, acostándose sobre la cama—Átame.
Le temblaban las manos mientras le ataba las muñecas a los postes, y luego los tobillos. Entonces se paró al lado de la cama, bajando la mirada hacia él. Semejante magnificencia, suya para controlarla.
Joachim no pronunció una palabra, pero la observó fijamente. Sus rodillas
casi se doblaron porque ella sabía lo que él esperaba, lo que él quería. Era su turno para desnudarse. Después del ataque, ella había dejado de trabajar fuera y había intentado volverse tan poco atractiva como le fue posible.
¿Encontraría Joachim su cuerpo indeseable?
Ella estiró hacia arriba los temblorosos dedos y desató los tirantes del hombro de su túnica, revelando sus pechos. Continuó observando a Joachim, midiendo su reacción. No había decepción en sus ojos. Sólo deseo. Ella perdió un poco de su incertidumbre. Deliciosos impactos estallaron sobre su piel mientras su mirada acariciaba sobre ella, las ventanas de su nariz dando una llamarada de excitación.
—Eres bella, Brenna.
Cuando su túnica fue completamente soltada, cayó de su cuerpo y se unió
a los pantalones de Joachim en el suelo. Finalmente ella estaba desnuda, como él. Sus mejillas se calentaron mientras los ojos de Joachim se arrastraron sobre ella otra vez. En algún tiempo, el pensamiento de unirse a un hombre en una cama la habría paralizado. Esta vez, sus hormonas estaban demasiado ocupadas regocijándose.
—Cierra los ojos —dijo él. A ella no se le ocurrió discutir. —Imagíname detrás de ti. Imagina mis manos acariciando tus hombros y ahuecando tus pechos. Imagíname rodando tus pezones entre mis dedos.
Sí. ¡Sí!
Ella lo vio en su mente, justo como antes, únicamente que esta vez la imagen era más clara. Su cabeza caía de nuevo sobre su hombro, su pelo cosquilleándoles a ambos. Sus dedos podían tocar cada pulgada de ella.La fantasía era casi tan buena como la cosa real. Casi. Pero pensar en ello la puso insoportablemente mojada.
—Quiero lamerte —dijo Joachim.
—Sí —dijo ella jadeantemente.
Se subió a la cama sin titubear. Pronto montó a horcajadas sobre Joachim, sus rodillas en su cintura, su erección entre sus piernas, tocándola íntimamente pero sin entrar en ella. Ella gimió en decadencia absoluta.
—Inclínate hacia adelante —urgió Joachim toscamente. Podría estar atado, pero era todavía un guerrero. Por primera vez, una semilla pequeña de miedo germinó.
Estás a salvo. Estás protegida.
Ella gateó hacia arriba de él hasta que sus pechos estaban posados sobre su boca en espera. Sus negros rizos los rodearon como una cortina mientras él ansiosamente la chupaba, disolviéndole su miedo, llenándola de placer. Conectarse con su caliente, cálida boca no fue como nada que alguna vez hubiese experimentado. Su boca poseía voltios de electricidad, y esos voltios alancearon dentro de su
cuerpo.Ella gimió, el sonido roto y áspero. Mientras Joachim la chupaba, ella continuó imaginando. Si sus manos hubieran estado libres, él las habría arrastrado sobre su espalda, sobre las cordilleras de su columna vertebral. Sobre la curva de su trasero.
¡Sí, sí!
Ella vio como sucedía, de alguna manera lo sintió. En todas partes sus fantasmales manos tocaban, su boca las siguió, su fantasmal lengua lavando su piel. Ella no podía evitarlo. Se retorció contra el pene de Joachim sin penetración real. Estaba tan mojada, se deslizó de arriba a abajo con facilidad.
—Sabes como el cielo —dijo Joachim.
En su mente, las manos de Joachim la rodearon y la instaron a enderezarse, entonces sus dedos estaban hundiéndose más allá de su vello púbico y en su húmedo centro, caliente. Ella le dio otro gemido de placer absoluto.
¿Por qué lo había atado? Meditó ella.
Él chupó su pezón con deliciosa fuerza.
—Sí —jadeó ella, incapaz de decir algo más—. Sí.
Su cabeza otra vez cayó hacia atrás.
—¿Quieres que lama entre tus piernas?
—Sí —no intentó negarlo o jugar a la tímida. Quería la boca de Joachim
allí. La quería ferozmente. Habría matado por eso.
—Ven aquí —dijo Joachim. El sudor perlaba sobre su piel. Su mandíbula estaba tensa.
Ella se movió hacia adelante hasta que se equilibró sobre el cuerpo de Joachim, la cumbre de sus muslos a meras pulgadas de su cara.
—Más abajo —la ordenó, un rudo gruñido.
—Joachim —dijo, hundiéndose en él y en el siguiente instante la amaba con su rostro. Su lengua, sus labios, sus dientes. Él los utilizó. Ella gritó ante la
sensación intensa, el intoxicante placer. Sus caderas se retorcieron de atrás a adelante.
—Córrete, Brenna. Córrete para mí —dijo Joachim, y ella obedeció. Su placer estalló. Hizo erupción. Todo su cuerpo tembló y tembló por su clímax, propulsándola hasta las Puertas del Paraíso. Joachim la bebió hasta que ella pensó que no podría tomar más.
—Tómame —dijo él—. Méteme dentro de ti.
Con las piernas temblándole, ella cabalgó la cintura de Joachim sin titubear. Se levantó, colocó el eje de Joachim en su entrada y se hundió bajando sobre él, tomándolo hasta la empuñadura. Era grande, y había pasado tanto tiempo. Él la estiró, pero fue un estirón maravilloso. La hizo sentir viva.
Joachim rugió.
Ella jadeó su nombre repetidas veces.
—Joachim. —No lo podía decir bastante. Estaba en su cabeza, marcado en cada célula de su cuerpo—Joachim.
Ella estaba a salvo. Estaba saciada y pronto encontraría otra vez la liberación. Sus terminaciones nerviosas ya chispeaban con renovada vida. Ella ancló las manos en el pecho de Joachim. Sus rostros estaban a pulgadas, su aliento una parte de ella y una parte de él.
—Bésame —dijo él.
Su boca encajó contra la de Joachim. Ella jadeó de placer y él se tragó el sonido. Duro, caliente, suave, rápido, despacio, su lengua disputó con la suya 267 mientras ella lo montaba. Era pura dicha. Total arrobamiento. El beso se volvió salvaje, y a su vez, las caricias se volvieron salvajes. Sus dientes chocaron con los suyos; Su cuerpo golpeando ruidosamente de arriba a abajo. Ella ronroneó, gimió, jadeo algo más.
—Eso es —alabó Joachim—. Tómalo todo.
—Sí.
—Sin más miedo —dijo Joachim.
—No más —jadeó ella.
—Ven por mí, dulce. —Joachim mordió su clavícula. Él se esforzó contra sus ataduras—. Muéstrame cuánto te gusta tenerme dentro de ti.
No hubo freno en ese momento, ni prolongar el placer. Ella hizo erupción por segunda vez. El orgasmo fue tan intenso que una telaraña negra nubló su visión. Se estaba muriendo lentamente, rápidamente, incapaz de respirar, aún tan viva que pudiera haberse quedado exactamente donde estaba por siempre.
—Joachim —gritó, y por una vez no le importó lo quebrada que sonaba su voz.
—Brenna. —Joachim rugió fuerte y largo y se levantó, hundiéndose profundo, más profundo de lo que ella alguna vez hubiese pensado posible. Ella colapsó encima de su pecho.
—Gracias —jadeó ella—. Gracias.
—Desátame —ordeno ásperamente.
A ella no se le ocurrió negárselo. Ciegamente se estiró y quitó las ataduras. Sus brazos instantáneamente se envolvieron alrededor de ella, atrayéndola cerca y abrazándola fuerte. Acariciándola mucho.
—No más miedo —dijo él otra vez.
—Ya no más —estuvo de acuerdo ella.
Habría estado de acuerdo con cualquier cosa que él dijera justo entonces. Cásate con él —sí. Sé su esclava—por supuesto. Su calor la rodeó, la envolvió, la llamó.
—Mía. —dijo él.
—Tuya. —respiró ella—. De Joachim.—Sus ojos se cerraron, sus párpados
volviéndose más pesados y más pesados con cada segundo que pasaba. El sueño la llamó, un sueño tranquilo que ella había necesitado por tanto tiempo pero que la había dado demasiado miedo tomar—. No me dejes ir.
—Nunca.
El olvido la reclamó entonces. Ella estaba sonriendo.
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Vestíbulo del
castillo
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Shivawn permaneció en el vestíbulo por mucho tiempo. Él deseó que Brenna le hubiera escogido, pero había sido Joachim por el que sus ojos se habían entibiado. Joachim el que ella probablemente había querido todo el tiempo. Estaba enfadado, tan pero tan enojado. Era bella, era apasionada, tenía buen corazón.
Pero no era suya.
Ahora lo sabía. No importaba cuanto placer pudiera haberle dado Shivawn, no importaba qué tan segura él la pudo haber hecho sentir, ella siempre habría querido a Joachim. Los dos eran compañeros, ahora estaba claro.
Y así él terminó solo.
Quizá un día él encontraría a una mujer que lo amara así. Quien lo
quisiera por encima de todos los demás. Parpadeó cuando se percató de que Alyssa había entrado en el vestíbulo y ahora estaba a una distancia de algunos metros de él. La miró ceñudo.
Ella le frunció el ceño.
—Hueles a humana —dijo ella rotundamente—. ¿Has estado con una? ¿Es ella tu compañera?
—¿Acaso es asunto tuyo? —Él se puso en marcha rápidamente. Ella lo siguió adaptándose, llevando el paso al lado de él.
—¿Lo es?
—No —contestó bruscamente.
—Te dije que me ocuparía de tus necesidades —contestó ella bruscamente de regreso—. Deberías haber venido a mí.
—Y yo te dije no. —Alyssa era bella, y Shivawn aún sentía por sí mismo agitación por una probada suya, pero no la tocaría. Él no tenía el amor de
Jimin por los vampiros.Los vampiros sobrevivían con sangre y algunas veces tomaban más de la que deberían. Él había caído en el error de acostarse con una vampiro solo una vez y casi se había muerto por ello. Nunca más, había jurado. Alyssa lo sabía, pero siempre lo buscaba cuando venía a hacer una visita.
—Adiós, Alyssa —dijo, y se alejó a grandes zancadas de ella.No estaba contenta por quedarse atrás esta vez.
Se apresuró detrás de él, incluso saltó enfrente de él. Sus ojos resplandecieron.
—Siempre he sabido que te tendría un día, Shivawn, y he decidido que hoy es ese día.
Sus labios se chocaron contra los de él, su lengua forzándose dentro de su
boca. El sabor suyo llenándolo. No con sabor a sangre y muerte, sino a mujer.Shivawn se encontró respondiendo. Él estaba indignado consigo mismo pero tal vez, sólo tal vez, podría ayudarlo a olvidar su soledad.
—Una noche —gruñó él—. Eso es todo lo que te daré.
El triunfo resplandeció en sus ojos, y sus rojos, rojos labios se curvaron en
una sonrisa sensual.
—Eso es todo lo que pido.
✎ ✏ ✐ Fin del capítulo
╭───────────────✧
│ ✐; ¡Hola! ¿Cómo están?
│ ┆ ✐; El capítulo fue tan aburrido, en lo personal me importa un reverendo pepino la vida de Brenna pero es importante su participación para el siguiente libro de la saga, cuyo protagonista es...[redoble de tambores.] Shivawn.
En fin que no nos incumbe para el desarrollo de ésta crónica.
Nos veremos en un próximo capítulo ฅ^•ﻌ•^ฅ.
Pregunta de último minuto.
¿Preferían a Joachim o a Shivawn?
Soy TimShivawn.
Lo sientoooooo
Esto es todo, nos vemos pronto.
╰───────────────✧
Bye~
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