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Atlantis
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Nota :
Desde el inicio hasta el final de la escena para adultos el ídol será eliminado de la historia siendo relevado por un personaje ficticio.
Gracias (✯ᴗ✯).
✎ ✏ ✐ Capítulo 23
_____ mantuvo su espalda presionada contra la pared lejana de la celda, tan alejada como pudo lograr estar de los prisioneros. No quería liberarlos
accidentalmente. Ellos suplicaron e imploraron incesantemente, y ella trató de distraerse componiendo anti-tarjetas. Bien, no realmente anti. Todas sus ideas eran para una nueva, no-tan-anti colección. Cosas como,“Me gustaría pasar más tiempo contigo”. Y, “Estar contigo no es tan malo”.
—¡Déjanos salir! — dijo uno de los prisioneros, cortando sus pensamientos. Bestias, los había llamado una vez Jimin. Asesinos.No parecían asesinos. Se veían como hombres atractivos que estaban teñidos de azul por el frío. Bien, no tan hombres. Se veían un poco más como muchachos.
—Ten cuidado —le dijo a Brenna.
—¿Quiénes son? — preguntó su amiga, un rastro de miedo en su voz.
—No lo sé exactamente.
—Por favor — suplicó el más joven. —Mi nombre es Kendrick. Déjanos ir.
No te lastimaremos. Nunca lastimaríamos a una mujer. Quizás podamos ayudarnos mutuamente —se apresuró a decir—. Te ayudaré a liberarte del hechizo de los nymphs, y puedes dejarme ir. Sólo toca los barrotes.
Si ella le creía o no era debatible. Estos muchachos despreciaban a los
nymphs. Cuando Kendrick había dicho la palabra, había hecho un gesto de desprecio con absoluto aborrecimiento. Por eso, se quedarían aquí. La seguridad de Jimin estaba primero.
—¿Por qué estáis encarcelados? —preguntó ella.
—Porque somos dragones. Porque este es nuestro palacio y los nymphs lo codiciaban para ellos.
Como sospechaba. Aún así.
—Lo siento, muchachos —dijo ella. Sí lo sentía por ellos—. No puedo. De todas formas, hablaré con Jimin acerca de dejarlos libres en la selva o algo.
Ellos miraron hacia Brenna. Ella se mordió el labio y negó con la cabeza.
—¿No lo veis? —El más atractivo del grupo aferró los barrotes, mirándolas con penetrantes ojos dorados—. Estáis bajo el hechizo de Jimin.Combatidlo o permaneceréis como sus esclavas por toda la eternidad.
Bajo el hechizo de Jimin… cuán verdaderas eran aquellas palabras. No había sido ella misma desde que posó sus ojos en él. ¿Sin embargo, era la fascinación general del nymph o Jimin, el hombre, quien la encantó?
Ella sospechaba que lo último, porque ninguno de los otros hombres la atraía.
—Incluso así. —Ella cuadró sus hombros, determinada—. Os dejaré aquí y me siento fatal mal por eso, pero…
—Ya veo lo mal que te sientes —dijo Kendrick secamente—Tus ojos están
centelleando.
El pensar en ver a Jimin de nuevo le hacía eso.
—Hey. —Ella parpadeó al tiempo que se le ocurría una idea—. Estás hablando en inglés. Mi idioma.
Él se encogió de hombros, como si la observación no tuviera importancia.
—Nuestro rey desposó a una humana.
Ella parpadeó con sorpresa.
—¿Así que hay más humanos en la ciudad? ¿Cómo…?
—¿Dónde está ella? —escuchó gritar a un hombre. Había terror y furia en
su voz.
Jimin.
Su corazón golpeó aceleradamente, golpeando como un tonto tambor. El
calor inundó sus células.
—Debo irme —les dijo ella a los chicos—No me olvidaré de vosotros, lo prometo, e incluso hablaré con Jimin sobre ello.Vamos, Brenna.
—¡_______! —Jimin gritó, su voz frenética—. ¡_____!
—No nos dejes — suplicó Kendrick. —Pelead contra su encanto.
Ella le hizo un gesto con el meñique y salió corriendo de la celda, Brenna justo detrás suyo. Cuando emergieron entre las rocas, rodearon la esquina y
caminaron directamente detrás del portal. Ella escuchó otro ______, este con más pánico que antes.
—Volveré tan pronto como pueda —le dijo él a alguien.
Él estaba a punto de adentrarse en el portal, se percató ella.
—Estoy aquí, Jimin. Estoy aquí.
Él se giro rápidamente para enfrentarla, alzando una mano
automáticamente para aferrar su brazo. Tiró de ella hacia él y se encontraron sus miradas. Sombras de alivio se expresaron en sus facciones… seguidas rápidamente de la furia. La liberó y cruzó los brazos sobre el pecho, y entonces fue que vio lo que él estaba sosteniendo. Ella casi gritó.
Él estaba sosteniendo una naranja.
Un nudo llenó su garganta. La había encontrado para ella. Ella había mencionado que quería una, y en medio de la guerra le había encontrado una.Sus rodillas se estremecieron. Sus terminaciones nerviosas hervían al tiempo que la tomaba de él.
—Gracias —dijo suavemente. Ella se embebió de él.Su cabello estaba empapado de sudor y los rizos en sus sienes cubiertos de arena. Líneas de sangre cubrían su rostro y brazos, y sus ojos turquesas le disparaban chispas a ella. De furia, sí, pero también de lujuria. Casi dejó caer la naranja al notar el resto de él. Una profunda cuchillada marcaba su pecho.
—Estás herido —dijo ella estúpidamente.
—Estoy bien. ¿Cómo escapaste de la celda? —La pregunta fue pronunciada en una tranquila voz, mucho más ominosa que si hubiera gritado—. Y veo que te llevaste a Brenna contigo.
________, también, asumió una postura de batalla. Si él no estaba preocupado
por la herida, ella tampoco lo estaría.
—Déjala fuera de esto. Salí con una pequeña cosa llamada ingenio.
Él deslizó su lengua sobre los dientes.
—¿Cuánto tiempo hace que estás libre?
—Lo suficiente para ir a través del portal.
Su expresión se relajó en varios grados.
—Pero no lo hiciste.
—Pero no lo hice. —¿Por qué estaban hablando? Quería su lengua sobre ella. Quería, finalmente, conocer el lugar más erótico de su cuerpo, y quería que él la llevara a un estremecedor clímax. Dos veces. Ella quería verter naranja sobre su piel y lamerla. Detrás de ella, Dylan y Terran acompañaron al resto de las mujeres de la celda.
—Coged a ésta, también. — dijo Jimin gesticulando hacia Brenna.
—No — dijo Brenna—. Sin tocar.
—Lleváosla, pero no la toqueis — concedió Jimin.
Brenna caminó voluntariamente hacia el grupo. Kathleen miró a _____ y frunció el ceño.
—Creí que ibas a escapar.
—No funcionó —dijo ella, luchando contra la urgencia de colgar un cartel alrededor del cuello de Jimin que dijera Mío. Ella lo encaró—. Escucha. Estuve charlando con los dragones… —Presionó sus labios juntos. Quizás eso no fuera buena idea admitir eso.
Las fosas nasales de Jimin se abrieron.
—Te puse en esa celda para protegerte. No sólo escapaste,también
visitaste a mis enemigos.
_______ se estiró en toda su altura.
—Es cierto. ¿Y? No voy a tolerar ser encerrada. Te lo he dicho. ¿Dónde están mis gracias por quedarme aquí abajo cuando podía haber ido a la superficie?
—¿Tus gracias? ¿Tus gracias? —golpeó con un puño su mano abierta—.¿Te hicieron daño los dragones?¿Te tocaron de algún modo?
—No. Y ya que estamos en el tema, creo que deberías dejarlos ir. Sólo son
muchachos, Jimin.
Él deslizó una mano por su cara.
—Son dragones, ______.
—Entonces devuélvelos al resto de los dragones.
—Ese es mi plan — dijo él, arrojando sus brazos al aire—. Serán excelentes
herramientas de intercambio.
—Bien.
—Bien —él sacudió su cabeza. —Aunque me gusta que estés entrando en el papel de reina, aconsejándome e impartiendo órdenes, necesitas urgentemente ser castigada, mujer.
Sus palabras provocaban una erótica respuesta de ella. Eso no era la intención de él, pero eso fue lo que obtuvo. Los ojos de ella se cerraron a media asta.
—Castígame, entonces. Vamos, por el amor de Dios. Sabes cuánto lo odio.
Fuego instantáneo consumió su furia, dejando solo lujuria candente.
—¿Lo odias? ¿De verdad?
—Más de lo que puedo decir — susurró ella. Su estómago se contrajo
deliciosamente, agitándose y revoloteando con necesidad. Era como si él nunca se hubiera detenido de hacerle el amor. Todos sus deseos regresaron con toda su fuerza.
Ella, la mujer que se enorgullecía de permanecer a distancia de cada situación, no podía luchar contra la fascinación de Jimin. Ella, quien encontró comodidad en una actitud congelada y totalmente fría, se estremeció por la sensación. Estaba desesperada. Necesitada. Abierta y expuesta. Había una vulnerabilidad dentro de ella que no sabía que estaba allí, una que gritaba por el amor y el afecto que nunca había recibido. De nadie.
Excepto por este hombre.
Lentamente, sin romper nunca el contacto visual, él acortó el espacio entre ellos. Cuanto más se acercaba, más caliente se volvía el aire, ahuyentando cualquier rastro de frialdad. Sus pezones se endurecieron dolorosamente, extendiéndose hacia él, añorando algún tipo de contacto.
—No me detendré, esta vez —él le advirtió—. Por ninguna razón.
—Bien. Estamos de acuerdo en algo más. —Tócame.
No le importaba que la gente estuviera justo más allá de la roca. Sólo le importaba Jimin.
—Corre —él dijo suavemente. Ella parpadeó, segura de que lo había escuchado mal.
—¿Qué? —¿La estaba rechazando?
—Corre. Hacia mi habitación. Ahora.
No había humor en su tono, ni sensación de que él hubiera terminado con ella. En cambio, proyectó una fiera lujuria que fue más allá de cualquier cosa que le hubiera mostrado antes. El aliento en su garganta se estancó. Se alejó de él, su corazón saltándose un latido. La expresión de él era intensa y salvaje.
Totalmente primitiva.
—Corre —repitió—. Ahora.
Aferrando la naranja, saltó hacia adelante, corriendo alrededor de él,
teniendo cuidado de no tocarlo. Sus brazos balanceándose a su lado al tiempo que ella corría escaleras arriba. Los pasos hacían eco detrás de ella. Recordó el camino a la habitación y se precipitó doblando en las esquinas. Guerreros vagaban por los corredores, reuniendo a sus compañeras de cama.
Algunos no habían llegado a una habitación y estaban teniendo sexo justo allí en el corredor. Jadeando,ella los pasaba a gran velocidad. Gracias a Dios, ninguno trató de detenerla. La intensidad de Jimin era aterrorizante.
Y excitante, y estremecedora....y maravillosa.
Cuando alcanzó el área de baño externa, aumentó la velocidad. ¿Qué era lo que le iba a hacer una vez que él la capturara? Se lanzó a través de la blanca cortina que separaba las dos secciones de la habitación, que silbó detrás de ella. Medio segundo después, silbó de nuevo.
Jae....
Cerca, tan cerca.
Ella tragó en seco, estaba justo por darse la vuelta y demandarle una
explicación de por qué no la había agarrado y arrastrado aquí, por qué no le había permitido envolver sus piernas alrededor de su cintura y sentir cada paso que él diera entre sus piernas, cuando él la golpeó desde atrás. Juntos se elevaron por el aire.
Ella gritó, tiró su fruta. Justo antes de que ella golpeara la cama, Jimin los giró, absorbiendo el impacto con su propio cuerpo.Uno de sus brazos le dio la vuelta y se envolvió alrededor de su cintura. El otro levantó su camisa, desnudándola.
—¿Por… qué? — jadeó ella, incapaz de pronunciar otra palabra.
—No podía esperar. —Sus pechos repentinamente estaban desnudos. La
sostuvo sobre él y atrajo uno de sus pezones hacia su boca. Puro calor. Ella aspiró en un esfuerzo para respirar. En algún lugar a lo largo del camino, él había perdido su armadura de pecho. Las manos de ella lo acariciaron, consciente de sus heridas. Sus tetillas estaban endurecidas y frotaban sus palmas eróticamente; el aro de su pezón estaba frío al tacto, sin embargo la
quemaba con su masculinidad. Ella se sentó a horcajadas sobre su cintura, soportando su peso sobre las rodillas.
Aquí era exactamente donde pertenecía, meditó. Su cabello caía alrededor de sus hombros. La adrenalina de la persecución apresuró su sangre, mezclándose con deseo, haciéndolo todo más potente.
Todo más apasionado.
Su piel se sentía viva con pulsaciones de electricidad.
Él desato el cinturón que sostenía sus pantalones en su lugar y lo desechó,
causando que los pantalones se abrieran. Hizo una pausa por un momento, mirándola fijamente con intención.
—Voy a besarte aquí — murmuró él roncamente. Las puntas de sus dedos
trazaron un camino a lo largo del centro de sus bragas. —Luego voy a darle placer a tu cuerpo de la manera en que he querido desde el momento en que te vi.
—Sí. —Ella amaba su lenguaje primitivo, estaba excitada por éste—.
Placer. Hazlo.
—Nada me detendrá.
—Nada. —Arqueó sus caderas levemente hacia adelante, deslizándose por la dura longitud de su erección. Sensaciones de total felicidad la travesaron y ella gimió.
—Amarás todo lo que haga. —Las manos de él apretaron su cintura. Sus ojos se cerraron, y él se mordió el labio inferior—. Rogarás por más.
Ella se deslizó sobre él de nuevo. Ambos gimieron.
—Amar. —ella prometió—. Rogar.
La giró, tirando de sus pantalones mientras tanto. Sus pies patearon la tela el resto del camino hacia abajo. Sus bragas rápidamente los siguieron, sin embargo, él no tenía la paciencia de sacárselas así que desgarró las costuras y desechó los andrajosos restos.
Completamente desnuda, ella alzó una mano entre ellos y trabajo en los pantalones de él. Sus movimientos estaban limitados, ansiosos, desesperados, pero no logró ningún progreso.
—No puedo lograr quitarlos. —gruñó ella—Ayúdame a quitarlos.
En segundos él se los quitó y ella estaba en el cielo.
Hmmm.
Piel con piel.
—Suave — la alabó. Él trazó un camino a lo largo de su clavícula, luego mordisqueó su cuello, rozando su demasiada sensible carne con sus dientes.
Ella podía sentir su pene sobre su vientre, tan caliente como una faja de acero. Se arqueó contra éste, necesitándolo dentro de ella.
—Ahora —dijo ella.Su vara presionaba contra ella. Sus dientes mordían con más fuerza.
—Besar —dijo él roncamente. Lamió hacia abajo su cuerpo, explorando sus pechos de nuevo, insistiendo en su estómago, dando golpecitos en su ombligo.
—Aférrate a la cabecera de la cama —exigió.
Ella había estado inclinándose, intentando enredar sus dedos a través de su cabello.
—Pero…
—Hazlo. Aférrate a la cama.
Ella obedeció. En el momento en que sus dedos se curvaron alrededor de la base de marfil, su lengua se deslizó sobre su clítoris. Sus caderas dispararon para arriba, y ella jadeó su nombre. Con una de sus manos, él la abrió completamente. Con la otra deslizó un dedo dentro de ella, sondeando, estirando. Su lengua nunca paró de trabajar en ella. La combinación de sensaciones era demoledora.
Otro deslizamiento de su lengua. Un bombeo de sus dedos. Luego la chupó, incrementando el ritmo. Ella gritó. Sollozó.
Oh, el éxtasis.
Sus piernas se encerraron alrededor de él. Sus manos asieron la cabecera tan fuertemente que sus nudillos podrían haberse quebrado. Sus pestañas se estrujaron cerrándose. En su mente lo vio entre sus piernas, su cabello dorado cayendo sobre sus muslos. Su musculosa espalda tensionándose fuertemente, al tiempo que él refrenaba su propia necesidad.
—¡Jae! No soporto más.
—Para el final de la noche, habrás soportado todo lo que tengo para darte.
—Presióname… dame… déjame correrme.
Ella se retorció. En el límite. Tan cerca, aunque no lo suficientemente cerca.
Él deslizó otro dedo dentro de ella, y era un apretado ajuste. Estirándola.
Llenándola. Tan. Bueno. Rápidamente su lengua se deslizó sobre su clítoris, sin mostrar clemencia. No era que quisiera alguna. Esto era todo lo que había soñado, todo lo que había alguna vez necesitado sin saber que lo hacía.
—Voy a hundir mi polla dentro tuyo,_____. Vas a separar tus piernas y
darme la bienvenida, cada extendida pulgada.
—Sí....—
Oh, Dios, sí.
La idea de su pene dentro de ella la empujó hacia dulce límite. Se estremeció alrededor de sus dedos, apretándolos fuertemente. Un grito, un sollozo. Luces blancas destellando parpadeaban detrás de sus ojos. Él repentinamente apareció sobre ella, sus piernas acunadas en la curva de
sus brazos, abriéndola completamente. Exponiéndola completamente. Él estaba posicionado a punto de la penetración.
—Una vez que este dentro de tí, serás mía. Dilo.
—Tuya. Seré tuya. —No tenía sentido en negarlo. Ella era de él. Ahora, en este momento, ella era de él. Ella alzó una mano y envolvió sus dedos alrededor de su cuello, enredándolos en su cabello. Su pecho estaba presionado contra el de ella y ella pudo sentir la fina granulada arena que aún se aferraba a él desde la pelea, añadiendo fricción, otra intensidad de placer.
—Bésame –suplicó ella.
Su cabeza bajó y reclamó su boca. En el momento en que sus lenguas se tocaron, él se hundió dentro de ella. Sin espera. Sin dejar que ella se fuera
acostumbrando gradualmente. Él estaba simplemente dentro de ella hasta el fondo. Como si no pudiera estar otro minuto sin estar allí.
Ella gritó en su boca; él se tragó el sonido. Estaba tan excitada, tan resbaladiza por el deseo, tan preparada para él, hubo solo un ligero dolor, luego completo placer. Él la estiró eróticamente, llenándola inexorablemente.
El beso continuó sin parar. Ella se saboreó a sí misma en sus labios. Lo saboreó a él, su calor, la pasión. Adentro y afuera su lengua sondeó en sincronización con su fuerte cuerpo. Adentro y afuera. Moviéndose rápidamente, arrojándolos a ambos a las estrellas.
—No puedo… ir más… despacio —él jadeó.
—Fantástico.
Sus testículos la golpeaban. La punta de él golpeó el final de su matriz, el
lugar exacto en que lo necesitaba. Ella estaba cerca ya, lista para explotar por segunda vez. La tensión se enroscó en su estomago, en su sangre.
—¡_______! — rugió él. Él bombeó dentro de ella, duro, delicioso—. Mía.
Mío, ella silenciosamente repitió. El clímax la agarró, más intenso que el
primero, haciéndola sacudirse contra él. Sus rodillas se apretaron a él, y ella se remontó a los cielos. Alto, tan alto.
Él se le unió allí. Se sacudió contra ella. Dio una final y violenta embestida. Sus ojos se cerraron con fuerza. La felicidad consumía sus facciones.
—Mía —gruñó él —. Mía.
Jae nunca se había sentido más poderoso. La fuerza irradiaba de él,
lo llenaba, palpitaba y hervía.Siempre se sintió vigorizado después del sexo,
pero esto… Nunca como esto. Y con ______ no había sido sexo, pensó.
Había sido hacer el amor. Una unión. Total y completa. Especialmente esa última vez en que lamieron su fruta favorita sobre ambos.
Mía, él pensó de nuevo.
La palabra no lo abandonaba. Nunca se había sentido tan posesivo sobre otra persona. En realidad, nunca se había sentido tan posesivo sobre nada, incluyendo su querida espada. Incluyendo el palacio. Ella sabía como ninguna otra mujer. Estalló como ninguna otra mujer. Lo complació como ninguna otra mujer. Él era el nymph, sin embargo era ella la que lo envolvió en su sensual hechizo.
Era ella quien lo esclavizó.
Ella se acomodó a su lado, sus curvas se acurrucaron contra él. Podía sentir las suaves exhalaciones de su respiración. Moriría sin esta mujer.
Simplemente perecería. Cesaría de existir. Quería darle el mundo, ofrecerle todo lo que su corazón deseara.
Nunca más que ahora había estado más decidido a conservar el palacio. Él no tendría a su mujer sin hogar, quedándose en cualquier pocilga que pudiera conseguir para ellos. Sí, conservaría este castillo de los dragones.
Él mantendría a ______. Por la eternidad. Cuando regresó a la mazmorra, y ella no había estado dentro de la celda, su corazón dejó de latir.
Pánico, terror, furia lo habían consumido. Él casi cortó a Dylan y Terran en pedazos. Luego, cuando había visto a ________ tan relajada y
cómoda como si no tuviera ni una preocupación, mientras se estaba al lado del portal, por el amor de los dioses, había entrado en pánico de nuevo.
Cuán cerca había estado de perderla.
Luego ella comenzó a impartir órdenes con valentía y sabiduría, actuando cada vez como la reina que tenía que ser, y se había sentido sobrecogido de nuevo con amor por ella.
De algún modo, de alguna manera, él había obtenido el juramento de ella
de quedarse para siempre.
Nunca la dejaría irse.
✎ ✏ ✐ Fin del capítulo.
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│ ✐; ¡Hola! ¿Cómo están?
│ ┆ ✐; En realidad es súper curioso el apoyo que ha tenido ésta adaptación.
Estoy bromeando no es para nada curioso. Gena es una escritora amada así que es comprensible que sus libros también lo sean.
La demora valió la pena...solo mira el pedazo de capítulo que les traje, 3288 palabras......
*No me siento los dedos.*
En realidad he estado en medio de una batalla legal y burocrática en los últimos meses, necesito volver a mí casa pero todavía debo esperar al menos 3 meses para hacerlo.
Problemas de documentación.....
No quiero continuar en ésta situación.
En fin no los voy a aburrir con mi vida, estaré editando el próximo capítulo para publicarlo lo más pronto posible.
Eso es todo, bye!!
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