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Atlantis
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✎ ✏ ✐ Capítulo 17.
—Estoy contento de que hayas vuelto —dijo Joachim.Brenna avanzó lentamente hacia la cama. Shivawn la había escoltado hasta aquí y ahora estaba de pie en la entrada detrás de ella, observándola y custodiándola. Ella lo había permitido antes y lo permitía ahora. No obstante,por regla no soportaba la idea de tener a alguien detrás. Así era cómo había ocurrido el ataque. Ethan había venido por detrás, sorprendiéndola, antes de girarla en redondo y…Cortó el pensamiento.
Ellos había estado juntos por un tiempo, pero su temperamento se había vuelto más y más negro.Cuando ella intentó terminar la historia, él había estallado. Tendría que haber muerto ese día debido a la gravedad de las lesiones. Tantas veces desde entonces había deseado morir.Pero hoy, tener a alguien detrás, tener a Shivawn detrás, no la atemorizaba. Estaba empezando a gustarle Shivawn y su gentileza. A pesar de todo, e incluso en tan poco tiempo, estaba empezando a sentirse segura con él. Incluso se había imaginado haciendo… cosas íntimas con él.
Con él, se aseguró a sí misma. No con Joachim.
Más temprano, cuando había estado encerrada dentro de esa habitación con las otras mujeres mientras se contaban hazañas sexuales, imágenes
sensuales la habían bombardeado. No había sido capaz de imaginarse el rostro del hombre mientras la complacía en su mente, pero sabía que era Shivawn porque se había sentido protegida. Él la hacía sentir así. Joachim… no lo hacía.Él la hacía sentir mareada, angustiada y débil, completamente fuera de control. En algún momento podría haber dado la bienvenida a esas sensaciones.Sip, una vez había amado el sexo. Una vez había amado a los hombres. Pero las cosas habían cambiado.O eso era lo que pensaba.
Es Shivawn quién te excita.
Tiene que serlo. Excepto que había estado todo el día esperando este momento, esperando ver de nuevo a Joachim para escuchar su voz, y pasar las manos sobre su cuerpo. Eso no lo podía negar, y la asustaba. Él no se parecía en nada a Shivawn. No era amable y gentil. Era un duro y voluble guerrero, sin miedo a usar los puños. Sin embargo, incluso ahora, pensar en él hacía que su corazón se acelerara, y no sólo de miedo.
Estúpida.
Se dijo a si misma por milésima vez. Si se permitía volver a intimar con un hombre, sería con alguien como Shivawn.Deja de pensar en sexo, Johnston. Ponte a trabajar. Silenciosamente limpió y vendó de nuevo las heridas de Joachim, contenta al ver que se estaba curando adecuadamente. Ningún signo de infección. Aún estaba demasiado débil para levantarse, pero su fuerza volvería. Incluso tendría perfecta movilidad en los brazos y piernas,una vez que el tejido se uniera.
Justo cuando estaba terminando, un hombre nuevo entró a la habitación. llevaba una larga y amenazante espada. Ella le vio de reojo e inmediatamente trató de saltar hacia Shivawn, el único refugio seguro disponible, pero Joachim le agarró la mano y la sostuvo fuerte. La acción la aterrorizó. No sólo porque fue brusca, sino porque le encendió la sangre de una forma que no debería.
Gritó y fue liberada inmediatamente. Tropezando con los pies se alejó de los
hombres.
—Se te requiere en el comedor —le dijo el intruso a Shivawn.Shivawn la miró, luego a Joachim, ignorando al extraño. Su ceño se frunció ferozmente.
—¿Te hizo daño? —le preguntó. Ella se frotó la muñeca y negó con la cabeza.
—Jimin te ha convocado —agregó el extraño impacientemente.Shivawn le dirigió al hombre una mirada irritada, luego se aproximó dándola un apretón alentador en el hombro.
—Odio dejarte, pero debo obedecer a mi rey. ¿Estarás bien sin mí?
El pánico desplegó alas dentro de su pecho. No quería que él se fuera. Verdaderamente se había convertido en su refugio seguro en esta desconocida y salvaje tierra. Pero se forzó a sí misma a asentir. Depender tan desesperadamente de una persona era estúpido.
—¿Quieres venir conmigo?
De nuevo negó con la cabeza. Se quedaría. Sería valiente. Y no le permitiría a Joachim afectarla, o asustarla.
Más fácil decirlo que hacerlo, Johnston.
Shivawn le dirigió a Joachim una breve pero oscura mirada, acarició gentilmente la mejilla de Brenna, y luego avanzó por el pasillo siguiendo al mensajero. Brenna y Joachim estaban solos.
Puedes hacer esto. Puedes hacer esto. Joachim está muy débil como para hacerte algo.
Lentamente se giró hacia él y se sentó sobre la cama. Tenía cuidado de no mirarle a los ojos, aquellos profundos ojos azules que parecían penetrar directamente en su alma. Los dedos la temblaban mientras terminaba de ceñir el último vendaje.
—Soy Joachim —dijo rompiendo el silencio.
—Lo sé —la voz le tembló tanto como las manos—. No deberías haber desafiado al rey —imaginó las fosas nasales hinchándosele con furia. Aún así, siguió adelante con esfuerzo—. Tonto. La fuerza yace en la compasión, no en las batallas.
Por un momento el aire estaba tan cargado que pensó que tenía la intención de gritarla. Pero no lo hizo. Cambió de tema admitiendo de mala
gana.
—Pensé en ti anoche —mitad dolor, mitad acusación—. Y hoy. Parece que
no puedo sacarte de mi mente.
Antes de que pudiera evitarlo, su mirada cayó en la de él. Jadeó ante lo que vio. Deseo. Puro y caliente deseo. Sus manos se detuvieron,apoyándolas
sobre el muslo. Había tapado con una sabana su cintura, más para proteger su propia modestia que la de él. La sabana estaba más alta de lo que había estado un momento antes.
—Veo miedo en tus ojos —comentó manteniendo el tono bajo, la voz
ardiente—. Pero también veo interés.–––Ella mordió el labio y negó con la cabeza. No admitiría ningún tipo de interés. Eso sólo le alentaría. Pero…—Háblame, Brenna —dijo—. Cuéntame sobre ti.
La tranquila suplica la sorprendió. Nunca lo hubiera esperado de un guerrero tan hambriento de poder.
—¿Qu.. qué. Te. Gustaría. Saber? —tenía la garganta comprimida, dificultándola hablar.
—Todo —Joachim inclinó la cabeza y observó a Brenna más intensamente—Quiero saber todo sobre ti.
Ya conocía su aroma, a violetas y luz del sol que tan brevemente había encontrado en la superficie. Conocía su voz, chirriante y áspera, creando visiones apasionadas y cuerpos desnudos. Ahora quería saber sobre su pasado. Sus gustos. Sus defectos. Todas las cosas que conformaban a Brenna, la mujer que le obsesionaba más con cada segundo que pasaba. La fuerza yace en la compasión, había dicho. Él quería bufar ante eso, pero no podía. No sabía por qué.
—Comenzaremos con algo fácil —comentó—. ¿Cuál es tu color favorito? Ella miró hacia la puerta, como si se preguntara qué debería hacer. Quedarse y hablar, o correr.
—Azul —finalmente contestó. Si fuera su mujer, le daría todos los zafiros que poseía.
—¿Tienes familia?
¿Una familia que extrañara? ¿A la que deseara volver?
Ella negó con la cabeza.
—Muertos.
No debería sentirse aliviado, pero lo hizo.
—¿Cómo murieron?
—Accidente de coche.
¿Coche? Estaba intrigado por un “coche” que podía matar a una familia entera, pero tenía más curiosidad sobre la propia Brenna.
—Siento tu pérdida, pequeña.
Sus facciones se ensombrecieron, ella movió una mano en el aire. La mano
estaba temblando, notó él.
—Hace mucho tiempo —contestó con voz quebrada.
Él quería agarrarla y besarla, cualquier cosa que alejase esas sombras. Pero terminó estrujando las sabanas y manteniendo las manos a sus lados.
—¿Te gusta este nuevo mundo? ¿Atlantis? –––Su mirada se apartó a la pared detrás de él. Negó con la cabeza.—¿Por qué no? —la decepción fluyó a través de su sangre. Había esperado que empezase a amarlo ,como lo hacía él.
—Da miedo —confesó suavemente. Pasó la yema del dedo sobre la sábana.
—¿Nosotros te asustamos?
No le dio ninguna respuesta. No movió ni un músculo.
—Nunca te haría daño, Brenna —lo dijo tan gentilmente como su áspera
voz le permitió—. Eso te lo juro.
Un escalofrío la atravesó.
—Podrías no tener la intención de hacerlo, pero…
—Nunca. Nunca.
—¿Qué le estás diciendo, Joachim? —Shivawn preguntó mientras entraba
de nuevo en la habitación—. No tienes derecho a usar ese tono con ella.
Brenna saltó sobre los pies, mirando entre ellos con miedo en los ojos.
—Cuida tu tono, chico —dijo Joachim bruscamente—La estás asustando.
Las facciones de Shivawn instantáneamente se suavizaron.
—Lo siento —le dijo—. Me llamaron fuera para buscar naranjas, pero ahora estoy aquí. No estoy enfadado,te lo prometo.
Brenna miró entre los hombres, un poco… excitada e insegura de quién, o
qué, estaba causando esa excitación. Estaban tratando de tranquilizarla y estaba funcionando. ¡Estaba funcionando! Estaba realmente parada entre dos hombres que se despreciaban respectivamente, hombres que podían atacar y matar en cualquier momento, y su temor se estaba disipando. ¿Cómo lo están haciendo?, meditó, aturdida.Incluso más perturbador, al desaparecer el temor algo más tomó su lugar: deseo. Puro y caliente deseo.Repentinamente una imagen de cuerpos desnudos
y entrelazados le llenó la mente. De nuevo no podía ver el rostro del hombre, pero la imagen era tan vívida que incluso oía los gemidos de placer de la pareja.
Se le endurecieron los pezones, la humedad se juntó entre las piernas.
Joachim descubrió los dientes y siseó en un respiro. ¿Furia?
—Estás excitada. Puedo olerlo en ti.
Sus mejillas se calentaron en un ardiente infierno.
—Yo también puedo —Shivawn dijo quebradamente—. Brenna…
Ella le oyó avanzar un paso hacia ella, oyó el taconeo de la bota. De nuevo, no había temor dentro de ella.
¿Qué está mal en mí? ¿Qué me está ocurriendo?
Ella no era así, para nada.Joachim se acomodó en una posición sentada, y Shivawn continuó avanzando.
—Tienes la necesidad de un hombre, Brenna —dijo Joachim sin mostrar ninguna misericordia al avergonzarla—. Pero estás atemorizada de tu deseo, ¿verdad? Debes estarlo al resistirte.
—Sí —Shivawn contestó por ella—. Lo está.
—¿Has estado con un hombre? —le preguntó Joachim.
Sin aliento asintió.
—¿Te gustó? —preguntó Shivawn. Otro asentimiento. Debería detener esta línea de interrogatorio, pero una parte de ella estaba extrañamente aliviada al sacarlo a la luz.
—El hombre que te hirió y estropeó tu voz —insistió Joachim—, ¿te hizo tener miedo al sexo?
Ella vaciló por un largo momento, finalmente optó por la verdad.
—Sí.
Ambos hombres gruñeron gravemente, como si quisieran matar al hombre con las manos desnudas. Aún así, el miedo no regresó.
—Ahora lo entiendo —dijo Shivawn—Una vez que una mujer ha sido
forzada, no es la misma.
—Sí —contestó Joachim—También lo entiendo —la voz sonó muy lejana,
un poco débil.
—¿Joachim? —inquirió ella, al instante preocupada por haberla hecho olvidarse de todo lo demás.
Él cayó sobre la cama acomodando la cabeza en la almohada, pálido.
Corrió a él.
—¿Estás bien?
—Mareado. Débil —admitió en un enfurecido gruñido—. No debería haberme sentado.
Ella podía decir que la falta de fuerza hacía más que molestarle, le enfurecía. Al ser un luchador nato, probablemente estaba acostumbrado al control absoluto. ¿No le había dicho al rey, Jimin, que le respetaba y agradaba, pero que simplemente no quería recibir más órdenes?
Finalmente volvieron fragmentos de su temor. Control. Algo que ella también valoraba. No podía renunciar al suyo, no importaba cuán excitada estuviera. Y estar con uno u otro de estos hombres era renunciar a su precioso control.
¿Cómo podía haberlo olvidado, incluso por un solo segundo?
Frunciendo el ceño se aproximó a la puerta.Al darse cuenta de que pretendía irse, Joachim pronunció un abrupto.
—Quédate.
Había una orden precisa en la voz. Oh, sí, esperaba absoluta obediencia.
Sacudiendo la mano, ella retrocedió otro paso. Sus ojos estaban irracionalmente abiertos, sabía que lo estaban.
—Brenna —insistió. Trató de sentarse otra vez, pero le fallaron las
fuerzas— No siempre estaré tan débil.—había una advertencia en su voz.Ella rodeó a Shivawn, paseando de nuevo la mirada entre los dos
hombres. Eran tan hermosos, casi hacía daño mirarles. Y le estaban ofreciendo todo lo que una vez había deseado: amor, pasión, compañerismo.
Ese sueño está muerto, ¿recuerdas?
Es más seguro así.
Pero le atravesó una ola de anhelo.Por un momento deseó que uno de los hombres la hubiera alcanzado.Tocado… Besado...introducido dentro de ella,hundido, deslizado eróticamente. No, no uno de los hombres. Shivawn, se dijo a sí misma. Pero no eran ojos verdes los que distinguió súbitamente en su mente, sobre ella, mirándola hacia abajo. Los ojos del hombre eran azules. Se frotó los ojos con la mano para bloquear la imagen.
¿Cómo podía alguien como Joachim excitarla así, cuando ningún hombre había sido capaz de hacerlo durante tantos años?
—No te haré daño —aseguró Shivawn. Sostenía las manos en alto, todo inocencia.
—Ven a mí, Brenna —dijo Joachim melódicamente.
—No —le contestó a Shivawn, y Joachim sonrió—No —le contestó a
Joachim rompiendo su presunción. Mejor estar sin ambos.
—Quiero conocerte —dijo Shivawn con voz gentil—Te mantendré a salvo. No permitiré que nadie más te haga daño.
—No permitas que la necesidad de seguridad destruya tu amor por la
vida. Puedo enseñarte a conquistar tu miedo y, finalmente, a vivir de nuevo— afirmó Joachim.Shivawn encaró a Joachim, y los dos se pusieron en guardia.
—También puedo enseñarle a conquistar su miedo.
—Tal vez, pero nunca la harás verdaderamente feliz —señaló Joachim con brusquedad.
Quizás ninguno pudiera, y el conocimiento la llenó de aguda decepción.El regreso de la furia de Joachim le había recordado exactamente por qué nunca se permitiría estar con él. Si alguna vez dirigía esa furia hacia ella, la mataría. Control, se recordó a sí misma. Por un instante, durante el precioso momento en que la furia se había desvanecido, había creído que realmente vivía de nuevo. Ahora.....sabiendo que tal cosa era imposible, huyó de la habitación antes de que hiciera algo estúpido.
Como llorar.
Shivawn no la siguió, permaneció en la habitación. Por un largo momento él y Joachim no hablaron.
—La quiero —admitió Joachim suavemente.
Las manos de Shivawn se cerraron en puños. Ya lo sabía, pero escuchar las
palabras…
—También la quiero, y ella es mi mujer. ¿Quién crees que la tendrá?
—Te desafiaré por ella —dijo Joachim entre dientes.
—No lo aceptaré. Ella me miró con deseo, y creo que necesito ver esa mirada de nuevo.
—Ese deseo fue por mí, chico. Por mí.Cualquier cosa que hayas visto era simplemente un reflejo de ello.
Shivawn frunció el ceño. Sí, ella había mirado a Joachim con deseo. Más deseo que con el que cualquier mujer le había mirado a él alguna vez, y ese conocimiento dolía. Pero también le había deseado a él. Lo hubiera jurado.
Frustrado, alzó los brazos al aire.
—Entonces, ¿dónde nos deja esto?
—Dámela a mí.
—No.
Joachim se golpeó la mejilla con dos dedos.
—No me daré por vencido. La perseguiré.
—¿Es una amenaza?
—Simplemente una advertencia. La quiero, y haré todo lo que esté en mi poder para ganarla.
Shivawn casi desenfundó la espada por la magnitud de su furia. Se sentía
el protector de Brenna, quería que fuera feliz, y no podía soportar el pensar que tal delicada criatura terminara con este guerrero hambriento de poder.
—Si la asustas, te mataré. ¿Me entiendes? Te mataré.
Una oscura nube descendió sobre el rostro de Joachim.
—Nunca la asustaría.
—¡Ja! La asustaste con tu fiereza. Huyó por eso.
—No trates o intentes conocer sus razones, y no pretendas saber lo que necesita. La asustaste igual que yo, o ya se hubiera entregado a ti.
—Tal vez ella lo haga. Esta noche —se burló Shivawn.
La furia ardió en los ojos de Joachim.
—No. No se estregará a ti. Lo sé porque nunca la entenderás de la manera en que yo lo hago.
—¿Tú? ¿Cómo crees entenderla? —preguntó Shivawn rechinando los
dientes.
—El que tengas que preguntarlo lo demuestra —Joachim cerró los ojos,
trayendo el rostro inocente de Brenna a su mente. Alguien la había herido durante el sexo, alguien que sentiría la punta de la espada de Joachim algún día cercano. Si tenía que viajar a la superficie y capturar al bastardo, lo haría.Apostaría su vida a que Brenna había sido en el pasado una mujer apasionada y vital. Había una chispa en sus ojos que no podía esconder.Profundamente enterrado, sin importar cuán poderosos fueran sus temores,tenía que ansiar ese tipo de vida de nuevo.
Podía ganar a Shivawn, sabía que podía. Le había mirado con pasión encendida, y sabía que no sería feliz con nadie más. Cuando ella miraba a Shivawn, no había pasión. Deseo sí, pero no había sido sexual. Había estado…asustada. Como cuando un niño mira de vez en cuando a su madre. Por protección.
Lo cual demostraba que Joachim realmente la asustaba. Lo que significaba que no la podía reclamar hasta que hubiera superado ese miedo. Para siempre. Y él lo haría. Lo que fuera necesario. Más de lo que quería su propia satisfacción, quería la de ella. La fuerza yace en la compasión. De nuevo sus palabras se reprodujeron mentalmente.
Compasión…
Algo que ella valoraba.Ella necesitaba algo especial para su primera vez. Oh, sabía que no era virgen. Lo había dicho. Después de su tortura, eso es lo que había sido, se había aislado de los hombres. Así que su próxima vez sería como su primera. Se había privado del deseo y de la más dulce de las intimidades. Necesitaba una avalancha de ambos para sacarla de esa triste existencia. Compasión.Una vez que estuviera curado… nada le detendría.
—La tendré, Shivawn —aseguró—. Es a mí a quien siempre deseará en su cama.
Un músculo palpitó en la mandíbula de Shivawn.
—Estás equivocado. Quiere seguridad. Y para ella, yo lo soy. Tú no. Y te lo probaré.
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En alguna
parte del mar
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P
oseidón vibró con la intensidad de su satisfacción. Olas se arremolinaban y chocaban contra él, celeste belleza, letal para los simples mortales. Saboreó la sal en la boca, la olió en la nariz, su familiaridad aumentó
el placer. Ningún Atlante tenía permitido entrar en la superficie.Bien, eso no era completamente verdad. Un Guardián del portal tuvo permiso a entrar para proteger los secretos de la ciudad bajo tierra. Pero ningún nymph era guardián, y parecía que habían entrado de todas formas. El mayor placer de Poseidón era
castigarles.
—Entonces. ¿Me están diciendo que vieron a los nymphs raptar mujeres humanas de la superficie, y traerlas dentro de Atlantis? —preguntó, la voz tronando a través del suelo del océano. Arena saltó, flotando alto en el agua,corales rosados y blancos vibraron. Peces multicolores se dispersaron en todas direcciones, desesperados por escapar de su proximidad. Las dos sirenas ante él inclinaron las cabezas. Ambas poseían cabello tan oscuro como la noche, las melenas entremezclándose, flotando alrededor de los
delicados hombros.
—Sí —dijo Denae.
—Sí —convino Marie.
—Muy bien —los labios de Poseidón se elevaron lentamente mientras bajaba del estrado, la toga blanca danzaba alrededor de los tobillos. Desde donde estaba, podía ver la inmensa cúpula de cristal abarcando la ciudad maldita. Irradiaba rayos dorados, chispeando como un montículo de destellos.Se movió rápidamente hacia ésta; en un momento muy lejos, al siguiente al lado. No necesitaba ningún portal o entrada para poder entrar dentro de un mundo que él mismo había ayudado a crear. Simplemente caminó a través del cristal como si no estuviera allí. Sin embargo no quería que los ciudadanos supieran de su llegada, así que se mantenía escondido bajo un manto de invisibilidad. Respiró profundamente el puro y salado aire. Cerró los ojos disfrutando. Sí, le había dado la espalda a esta tierra y a su gente por demasiado tiempo.
Un error.
Siglos habían transcurrido desde que había entrado por última vez, y todo parecía bastante tranquilo. Niños minotauros jugaban en charcos de barro, centauros retozaban por el espeso y fresco césped. Vampiros, dragones, grifos, cíclopes, gorgonas, arpías, estaban todos presentes. Estas monstruosidades fueron el primer intento de los dioses en crear al Hombre.
Pero habían crecido más poderosos de lo que habían deseado.Algunos de los dioses habían tenido miedo, y los habían maldecido a vivir bajo el mar. Para Poseidón habían sido abominaciones, feos, pero no una amenaza. Tal vez, Poseidón y sus hermanos y hermanas inmortales debieron haber destruido a todos un milenio atrás, pero habían pensado en usar a las criaturas para…¿Qué? ¿Sexo? Algunas de las mujeres de Atlantis eran bellas. ¿Por qué no tenía noticia de ello? ¿Para la guerra? Los guerreros eran fuertes.
No podía recordar la respuesta correcta, aunque realmente ya no importaba.
¿Cómo castigar a los nymphs?
Cómo castigar a los nymphs…
Ondeando el tridente se trasladó manteniéndose invisible al palacio donde Jimin, Rey de los Nymphs, ahora residía. En segundos se encontró en una habitación ocupada por tres auténticas mujeres humanas. Estaban discutiendo las distintas posiciones en las que las habían tomado, las distintas posiciones en las que querían tomarlas, y lo tristes que estaban ahora que Jimin tenía una compañera y nos les prestaba ninguna atención.
Lentamente Poseidón permitió a su forma aparecer, aunque tomó la apariencia de un guerrero nymph. Cabello oscuro y vívidos ojos azules.Musculoso. Bronceado. Cuando las mujeres le vieron sonrieron, poniéndose en pie y corriendo hacia él.
—¿Viniste a hacernos el amor?
—¡Eres el hombre más hermoso que haya visto jamás! Incluso más
hermoso que Jimin.
—Silencio —dijo con voz tronadora. Ahora no había tiempo para el placer.
Más tarde, sin embargo… —Sentaos —hizo un ademán al montón de almohadas detrás de ellas.
Se sentaron sin preguntar, sin comentar, mirándole como si fuera una deliciosa fuente de chocolate. Él se sentó junto a ellas y les permitió apoyarse sobre sus piernas, acariciándole como si fuera una preciada mascota.
Hmmm, agradable. Muy agradable....
Los Nymphs necesitaban sexo para sobrevivir. Esa era probablemente la razón por la que habían raptado a las mujeres. Aún así la razón no importaba.La ley había sido creada, la ley debía ser obedecida. Para los Atlantes entrar al mundo de la superficie significaba destruirlo, o así afirmaba la profecía.
—Primero me diréis exactamente cómo vinisteis aquí —dijo, comenzando a devolverles los besos. Su aventura en Atlantis estaba haciendo más por su aburrimiento, que mil tormentas tropicales.
✎ ✏ ✐ Fin del capítulo
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│ ✐; Hola!! ¿Cómo están?
│ ┆ ✐; Perdón por no publicar recientemente, mi internet comenzó a desaparecer desde ayer (lunes) en la tarde, editar éste capítulo fue un poco...pesante.
3686 palabras y nada se centra en los protagonistas principales.
Igual creo que Brenna se merece un pedacito en ésta historia, por ser... inteligente.
┻━┻︵└(՞▽՞ └)
Bueno eso es todo por hoy...nos vemos en un próximo capítulo.
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Bye~
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