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Atlantis
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✎ ✏ ✐ Capítulo 14

La Dr. Brenna Johnston ató sus negros rizos en lo alto de la cabeza con una tira de tela. Como siempre, unos pocos de los rizos cortos escaparon y cayeron en cascada por sus sienes.

¿Cómo me metí a mí misma en esta situación?

Ella miró hacia abajo al hombre yaciendo inconsciente en la cama de seda color zafiro. Su hermoso pelo negro estaba desparramado sobre sus amplios hombros. Sus pestañas dibujaban sombras en sus mejillas. Su nariz levemente torcida, sus labios exuberantes. Él se veía como un ángel caído. Un agonizante, sangrante y atrincherado de dolor ángel caído.La sangre fluía de las gruesas heridas de su pecho y muslo. Su piel, ella lo sabía de haberlo visto antes, estaba normalmente bronceada. Ahora estaba pálida, teñida escasamente de azul porque él había entrado en una forma leve de shock.

Ella era cirujana, pero hubiera preferido trabajar en su hospital, con sus instrumentos y sus enfermeras. No con los frascos de aceite y arena que le habían dado, no en ambiente no esterilizado, no con ese guardia tarado vigilando en la puerta. Sin embargo, Brenna no podía dejar a su paciente morir.

No lo haría.

Estaba aterrorizada desde que había sido llevada por estos gigantes,
bestias amenazadores, pero por primera vez desde que había entrado en este...lo que fuera, ella se sintió en control. Como ella misma. Con confianza y en su elemento.Brenna gesticuló hacia el guardia estacionado en la puerta, y él se acercó.Ella no retrocedió, pero se forzó a sí misma a quedarse donde estaba al tiempo que hacía señas de lo que necesitaba.

Su rostro de él se arrugó con confusión, y sostuvo arriba sus manos, una orden para que se tranquilizara.
-No entiendo qué estás haciendo. ¿No puedes hablar?

Ella suspiró interiormente. Sus cuerdas vocales estaban severamente dañadas desde años atrás. No había ninguna cicatriz en el exterior; no, sus
cicatrices eran internas. Había sido atacada -un borroso, ennegrecido y odiado recuerdo que no podía permitirse a sí misma revivir en este momento, no si esperaba funcionar- y cuando podía hablar, su voz era desagradable.

-Agujas -graznó-. Hilo. -Primitivo como él obviamente era, probablemente no distinguiría un escalpelo de un cuchillo de untar. - Instrumentos de operación.

Él se encogió ante el áspero y roto sonido, pero asintió y se fue corriendo.Cuando regresó un corto tiempo después, le traía una apelmazada funda de cuero. Ella la desenrolló, encontrando un escalpelo de bronce, largos y finos garfios y varias agujas.

-Fuego -dijo ella-. Agua caliente.

Entendiendo, él agarró un pequeño candelero de la pared y lo arrojó dentro del hogar. Los leños dentro rápidamente se prendieron fuego, crujiendo y ardiendo. Después de que él trajera el cuenco de agua, ella calentó los instrumentos sobre el fuego. Una vez que todo estaba tan esterilizado como podía estarlo, sus manos limpias, al fin se acercó al paciente, lista para actuar. Él aún no se había movido, ni hecho un solo sonido.

Sus facciones estaban relajadas y sin afección.Ambas cosas la regocijaron y preocuparon. Al menos no sentiría el dolor de su aguja. Pero tal sueño profundo... Brenna cuadró sus hombros y se puso a trabajar. Cortó sus pantalones, limpió las heridas abiertas de sus piernas y pecho, e hizo su mejor esfuerzo para reparar el tejido desgarrado, estaba en mejor forma de lo que ella se había atrevido a esperar. Sonaba fácil, rápido, pero ella estuvo a su lado varias horas y el sudor formaba gotas en su piel. Hacia el final, la fatiga sacudía sus brazos y espalda.

Con eso tendría que bastar. A ella le hubiera gustado hacerle una transfusión pero sabía que tal cosa era imposible. El hombre que la había elegido la pasada noche, Shivawn, había intentado aliviar su exceso de estrés explicándole dónde estaba y porqué la habían traído aquí. Por supuesto, su explicación sólo había intensificado su temor.

Nymphs. Atlantis. Sexo.

Al principio ella no había querido creerle. De todas formas, después de todo lo que había sido testigo hoy, ya no tenía el lujo del descreimiento. Lucha de espadas y paredes enjoyadas. Almohadones de seda revestían cada pared y los guerreros teniendo sexo sobre ellos. Sirenas y un techo de cristal que producía luz. Las mujeres volviéndose locas, hambrientas de sexo.Shivawn había esperado la misma fácil (y entusiasta) respuesta por parte de ella.Cuán sorprendido había estado de encontrarse con bofetadas y patadas y, le avergonzaba pensarlo, sollozos.

Pero, finalmente la había dejado sola. Él había sido extrañamente... dulce acerca de toda la situación. Sorprendentemente protector.Aún así, él ya se arrepentía de su elección; tenía que hacerlo.
Esta mañana ella había vislumbrado a los otros guerreros (desnudos) en la cama con sus elegidas (también desnudas). Algunos de ellos habían estado durmiendo.Shivawn tenía que querer eso para él mismo, pero ella no podía dárselo.

Simplemente no podía.

Brenna sólo le había permitido escogerla porque así sería alejada del gran grupo de hombres. Contra un guerrero ella podía (posiblemente) luchar. ¿Pero con todos ellos?
No había forma.

Ella suspiró. Durante las siguientes horas permaneció sentada al lado del
hombre inconsciente -Joachin era su nombre, recordó- pasando un cálido y mojado trapo sobre su frente y haciendo todo lo que podía para ponerlo cómodo y evitando que se enfriara.
Tanta sangre como él había perdido, era susceptible a la hipotermia.
-Brenna -repentinamente escuchó a Shivawn decir desde la puerta.
Sonaba esperanzado-. Es hora de que vayas a mi dormitorio.

Su corazón golpeaba aceleradamente. Permanece en calma. Poco a poco se giró hacia él. El guerrero estaba parado al lado del guardia, quien pretendía estudiar la pared. Shivawn era un hombre bien parecido, con cabello castaño y ojos verdes, y una parte de ella deseaba ser una mujer normal para poder disfrutar de alguien como él. Verdaderamente, el sólo mirarlo la hacía sentir...anhelante por dentro. Pero ella negó con su cabeza.

Los hombros de él se desplomaron, y sus labios se comprimieron en una
delgada línea.
-¿Por qué continuas rechazándome? ¿Te he lastimado de alguna forma?

Ella negó con su cabeza una segunda vez. No lo había hecho, y eso aún la
sorprendía.Él dio un paso hacia adelante.

-Sólo deseo darte placer.
Otra vez, negó.

-Me quedaré.

Él había oído su voz con anterioridad, así que no se encogió esta vez como al principio. ¿Su continuo rechazo causaría que Shivawn estallara?¿Trataría de forzarla? ¿Transformándose de un gentil muchacho en una bestia? Un terrible temblor comenzó en sus miembros y se propagó hasta su estomago, revolviendo y girando.Su expresión se suavizó al tiempo que la observaba.

-No entiendes la forma de ser de los nymphs, Brenna. Debemos estar con
mujeres o nos volvemos débiles. -explicó pacientemente, como lo haría con un niño-. Me estoy debilitando, mientras que los otros se vuelven fuertes.

-No.-Cuando ella finalmente decidiera estar con un hombre, sería con uno mucho menos... intimidante.Alguien que no pudiera quebrar su cuello con giro de su muñeca.Además, ella tenía un trabajo que hacer.Apuntó a su paciente-Me necesita.

Shivawn la observó por un largo momento, diferentes emociones jugaban en su rostro. Desilusión. Arrepentimiento. Resolución. Él giró sobre sus talones y se retiró. Ella exhaló un suspiro de alivio y, sorprendentemente, de decepción.

----Vuelve al trabajo, Johnston.---- Ella se volvió al guerrero herido y deslizó una mano por su demasiado-fría ceja. ¿Sobreviviría?Había perdido tanta sangre.Él era más grande que Shivawn. Probablemente más fuerte. Más peligroso, seguramente. Pero se encontró a sí misma inclinándose hacia adelante, como si fuera atraída por un poder más fuerte que ella misma. Posó un suave beso sobre sus labios,esperando que mejorara. Odiaba ver a cualquiera sufrir. Nadie sabía mejor que ella cómo se sentía yacer en cama, rota, golpeada. Cerca de la muerte.

Sus ojos parpadearon hasta abrirse, como si por esa acción le hubiera dado la fuerza que él necesitaba para despertar. Él divisó su ceñimiento sobre él y frunció el ceño, confundido. Ella rápidamente se enderezó.
-¿Morí, entonces? -lo escuchó decir ella.Su voz era débil y forzada. Aún así... se tenía que forzar a sí misma a permanecer en el lugar. Él está débil. No puede lastimarte. Su mano temblando, ella de nuevo tocó su ceja. Sus ojos estaban escasamente abiertos, pero podía ver el destello de maduro dolor en sus iris de color zafiro.

-¿Entré en el Olimpo?
Ella negó con la cabeza.

Su mirada viajó alrededor de la habitación.
-¿Por qué estás aquí? ¿Por qué estoy yo...? -Sus palabras hicieron un
alto-Jimin -dijo él entre dientes. -La pelea. Perdí. Yo perdí. -Él trató de
sentarse.

Ella gentilmente lo empujó hacia abajo y apartó el cabello de su rostro,
tratando de tranquilizarlo y aminorar su furia. Brenna no sabía lo que haría si el decidía pelear contra ella. Bastante sorprendentemente, su toque parecía apaciguarlo. Se relajó.
Inhalando una profunda respiración, él alzó una mano y envolvió sus dedos alrededor de su muñeca. Permanece es calma, permanece en calma, permanece en calma. Ella trato de zafarse pero él la sostenía fuerte.

-¿Qué estás haciendo aquí, mujer de Shivawn?

Su pulsó martillaba en su cuello al tiempo que ella apuntaba a sus heridas vendadas.
Sus cejas se unieron al estudiarla.
-¿Eres una sanadora?
Brenna asintió y una vez más trató de liberarse, pero su agarre permaneció
fuerte. Él debería haber estado débil como un bebé. -¿No puedes hablar? -preguntó.

-Rota -ella dijo, gesticulando hacia su cuello con su mano libre.No se encogió ante el sonido de su voz, y una sensación de asombro la llenó. Él liberó su mano y elevó la suya a su cuello, donde el pulso aún palpitaba salvajemente. Sus dedos rozaron la piel suave, como si buscara una
herida. Ella tiritó, horrorizada y necesitada. ¿Qué estaba mal con ella? No había reaccionado a un hombre en varios años, sin embargo hoy había respondido a dos.

-¿Cómo?
Las personas siempre preguntaban, como si estuvieran averiguando sobre el tiempo o sobre dónde compró sus zapatos. Al principio, la pregunta la había desmoronado, trayendo las horribles memorias de siendo sujetada y estrangulada por su enfurecido y celoso novio. Ahora ella siempre respondía con un casual, "accidente de coche", pero ella dudaba que este arcaico guerrero comprendiera lo que eso significaba. Brenna mordió su labio y se inclinó hacia él. Indecisa, envolvió gentilmente una de sus manos alrededor del cuello de él y sacudió, luego apuntó al suyo propio con la otra.Sus ojos se entrecerraron, y sus manos se cerraron en sus muñecas, mucho más gentil que antes.
-Alguien te estranguló.
Asentimiento.
-¿Un hombre? -Las palabras fueron tan calmadas que apenas las escuchó.

Otra vez ella asintió.
-No tocar -dijo el hombre de la entrada, probablemente se acababa de dar cuenta-. Ordenes del rey.Libérala, Joachim.

Ella se había olvidado de él.
Los ojos de Joachim se posaron sobre el guardia, y frunció el ceño. Los dos hombres trabaron una calurosa conversación en un lenguaje que ella no comprendía. Durante esta, Joachim retuvo su gentil agarre en ella. No obstante, ella, finalmente, se las arregló para liberarse. El alivio la recorrió, y ella frotó su muñeca. Donde la había tocado la piel estaba caliente. Sensible. El hombre era atemorizante, volátil, violento; cualidades que ella aborrecía. No le debería gustar su toque.

-¿Te gustaría que lo matara por ti? -preguntó Joachim, sorprendiéndola.

Parpadeó confundida y apuntó al centinela a la puerta.
-No. Al hombre que te hirió.
Ella vaciló por un momento, luego negó con la cabeza.
-El poder es bueno -dijo él, su voz repentinamente debilitándose-Herir a una mujer no lo es. -Sus pestañas arrastrándose hasta cerrarse, pero las
forzó a abrirse.No sabía, de todos modos, si él creía lo que había dicho o no. De cualquier modo, la lastimaría como una de esas personas que no podían controlar sus acciones cuando estuvieran enfurecidas. Después de la lucha de espadas de hoy...
-¿Cuál es tu nombre? -preguntó él.

-Brenna.

-Brenna -dijo el nombre saboreándolo en su lengua. Pero al siguiente instante, su boca se tensó en una implacable línea. La furia escureció sus ojos, revolviéndose como un mar violento-. ¿Dónde está Shivawn?

Ella se encontró alzándose de la cama, temblando. En un parpadeo, él se enfureció. ¿Por qué? ¿Qué había hecho ella? Él frunció el ceño al tiempo que sus pestañas se cerraban una vez más.
-¿Por qué estás alejándote de mí, mujer? ¿Vas a volver con tu amante?-

Ésto último dicho con desprecio.
Antes de que pudiera alzarse de la cama y agarrarla, ella giró y huyó de la habitación, insegura de a dónde ir. Sólo sabiendo que tenía que dejar este lugar.Tenía que dejarlo a él.Joaquim obligó a sus pestañas a abrirse y maldijo largo y tendido después de que Brenna se hubiera ido. Nunca se había sentido tan impotente, y el sentimiento lo enfurecía. No quería que ella fuera a Shivawn. Quería que se quedara. Con él. Quería que ella hablara con él.De haber sido capaz, hubiera saltado de la cama y la hubiera forzado a regresar. Él era el amo aquí. Pero ni siquiera podía confortarla o agradecerle apropiadamente por cuidarlo. En cambio, Shivawn tenía ese privilegio. No era como que el hombre le fuera a agradecer a Brenna por haberlo ayudado a él.

-Síguela, maldito seas. -le ordenó a Broderick, quien estaba parado en
la entrada-. Asegúrate de que llegue segura a su destino.

-Mejor mira a quien le das órdenes - gruñó el guerrero antes de irse
detrás de Brenna.

Joachim quería culpar a Jimin por su estado, pero no podía. Él había proclamado el desafío, y su primo lo había vencido justamente. Como un hombre que valoraba el poder y el control sobre todo lo demás,respetaba el triunfo de Jimin. Y, en este momento, comprendía la necesidad de su primo por la mujer, su voluntad de hacer cualquier cosa para conservarla.Joachim hubiera hecho cualquier cosa justo entonces para tener a Brenna.

✎ ✏ ✐ Fin del capítulo.

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│ ✐; Hola! ¿Cómo están?
│ ┆ ✐; ¿Cuánto tiempo eh?, Desaparecí por un par de problemas que pude resolver y pienso subir los dos capítulos que les debo lo más rápido posible.

Nos vemos mañana lindas.
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Bye~

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