⓿❶

Él es Jimin, el más oscuro seductor hombre jamás creado. Él abraza cada aspecto de su sensualidad,revelándolo en sus eróticos poderes. Ninguna mujer puede resistir su potente encanto…hasta que se topa con la cínica ______ Holling de la época moderna de la tierra.

El hambre de Jimin por ______ es profunda como el alma… ella es para ser ofrecida a sus hombres…Mientras _______ clama no querer nada que ver con el poderoso señor de la guerra cuyo toque es igual que el fuego, se siente inexplicablemente atraída por él. Bajo el arrogante guerrero tiene un complejo y poderos hombre.

Un hombre al que está encontrando difícil resistir…

✎ ✏ ✐ Capítulo 1

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Atlántida
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Al amanecer, Jimin, el Rey de los Nimphs, se desenmarañó de la mujer desnuda que dormía a su lado... sólo para descubrir que sus piernas estaban entrelazadas con otras dos mujeres desnudas, que dormían.

Con una somnolienta sonrisa, volvió a recostarse en la suavidad de la cama, las oscuras hebras de cabello femenino cayéndole encima de su hombro. Los sedosos zarcillos rojos flotaban sobre su estómago, entrelazándose con gracia con los mechones rubios de otra mujer. La satisfacción ronroneaba dentro de él. Sólo había cuatro mujeres en la residencia, y las cuatro eran deliciosamente humanas. Completamente sexuales.

Cautivadoras

Hacía algunas semanas, justo después de que su ejército hubiese tomado el control de esa fortaleza, las mujeres habían entrado accidentalmente a través de un portal que las condujo desde el mundo de la superficie. Los dioses le debían haber sonreído una vez la víspera porque tres de ellas habían encontrado la manera de meterse en su cama. Él sonrió lentamente, y su mirada fija viajó sobre las saciadas bellezas que dormían tan pacíficamente alrededor de él.

Eran altas, voluptuosas y bronceadas, con rostros que rozaban los límites que iban de audazmente valiente a claramente encantadoras.Como fuera que se vieran, a él no le preocupaba.

Amaba a las mujeres.

Amaba su poder sobre ellas y no se avergonzaba de ello. Ni se arrepentía.

Oh, no.

Él disfrutaba paladeándolas, saboreándolas....devorándolas.

Aunque ninguna en particular hubiera sido más que un delicioso pasatiempo, él adoraba cada deliciosa pulgada de ellas. Su dulce blandura, sus entrecortados gemidos. Sus decadentes sabores. Adoraba la manera en que sus piernas se apretaban alrededor de su cintura, o cabeza, y le daban la bienvenida al paraíso, permitiéndole un gentil deslizamiento o una dura penetración, cualquiera que fuera a preferir en ese momento.

Mientras estaba allí tendido, la luz se descolgó como delgados dedos desde el techo de cristal, acariciando todo lo que tocaba y bañando a sus compañeras en una neblina de brillantes sombras y brillante luminosidad. El deseo perfumó el aire, casi palpable en su embriagador aroma. El calor irradió de cada uno de los cuerpos femeninos, tejiendo un capullo peligrosamente seductor alrededor de ellos.

Sí, se conducía en una dulce, dulce vida.

Las mujeres sólo tenían que mirar a Jimin para desearle. Oler su eróticamente seductora fragancia para prepararse a sí mismas para su placer. Oír su ronca voz, tan rica como el vino para desnudarle. Sentir una sola caricia de las yemas de sus dedos para hacer erupción culminando una y otra vez y rogar por más. Él no se jactaba sobre eso.....

Simplemente era un hecho.

En ese momento la mujer con el pelo de cuervo se movió y descansó su pequeña y delicada mano, en su pecho.
¿Janet? ¿Gail? No estaba seguro de su nombre. En realidad, no podía recordar ninguno de sus nombres. Ellas eran cuerpos, en una larga fila de muy placenteros cuerpos en los cuales encontraba solaz; hembras que habían elegido con impaciencia dejarle entrar.

—Jae —jadeó la de pelo oscuro, un exquisito ruego. Su expresión permanecía suave por el sueño, pero su mano comenzó un lento deslizar y rodeó su polla, acariciándola de arriba abajo, despertándolo de la somnolencia.
Sin echarle siquiera un vistazo, él se extendió hacia abajo y enlazó su palma a la suya, calmando su movimiento y llevándose sus dedos a los labios para un casto beso. Ella tembló y él sintió como sus pezones se endurecían contra su costado.

—Ésta mañana no, dulzura —dijo él, hablando la lengua nativa de ella. Le había costado las dos últimas semanas completas, pero finalmente había dominado con fluidez su extraño idioma. Una vez que él lo hubo entendido, era como si alguna parte de él siempre lo hubiera sabido—. En unos momentos,debo ponerme en marcha. Se me necesita en otra parte.

Tanto como le gustaría quedarse y perderse en otra hora, o dos, de tal delicioso libertinaje, sus hombres le esperaban en la arena de entrenamiento. Allí, les ayudaría a afilar sus habilidades con la espada y a vencer la frustración que se cernía sobre ellos tan ferozmente todos aquellos días. Esperando que sus siempre presentes necesidades carnales quedaran olvidadas mientras se preparaban para la guerra que él sabía pendía en el horizonte.

Guerra.

Suspiró. Ya que su ejército había conquistado ese palacio y se lo había robado a los dragones, dragones ya débiles por su anterior batalla con los
humanos, la guerra había sido inevitable. Él lo aceptó. Pero ahora sus hombres estaban debilitados. Sin embargo, no por la batalla. Ellos estaban débiles a causa del sexo. Y eso era inaceptable. El contacto sexual ayudaba a sus mentes y cuerpos a conservar la fuerza. Así era en el caso de los Nymphs. Quizás debería haber traído a las mujeres nimph con ellos a ese palacio. Pero para mantenerlas a salvo, él las había obligado a permanecer detrás. No había esperado estar separados de ellas tanto tiempo.

Ya que la batalla inicial había terminado, él había convocado a sus mujeres allí. Lamentablemente, no habían llegado y no había ningún rastro de ellas en las Ciudades Interior o Exterior.La preocupación crecía diariamente dentro de él.Había enviado un batallón de hombres a buscarlas, con una orden de matar a cualquiera que les pudiera haber hecho daño. Para infortunio de aquel enemigo, la ira de un nimph era algo terrible. A pesar de su preocupación, no dudaba que si las mujeres, quién
necesitaban el sexo tan desesperadamente como los varones, hubieran tropezado con un grupo de hombres, habrían terminado en una orgía.

Sin embargo, eso no ayudaba a sus hombres.
—Hmm, te sientes tan bien —susurró la mujer morena a su lado—. Estar cerca de ti es mejor que hacer el amor con cualquier otro hombre.

—Lo sé, dulzura —respondió Jimin distraídamente.

Sin el final de la abstinencia de su ejército a la vista, debería haberse sentido culpable de sus excesos de anoche. Y se habría sentido culpable, si hubiera sido él el que convocase a las mujeres allí. Pero ellas le habían seguido,rasgándose la ropa y remontando sus lenguas sobre cada pulgada de su carne antes de que él pusiera un solo pie en la habitación. Realmente, había intentado echarlas y enviárselas a sus hombres, pero las
mujeres le habían atacado con fiereza.

¿Qué más podía haber hecho si no aceptar el ofrecimiento?

Cualquier otro hombre, con una polla completamente funcional, lo que era el caso, habría hecho lo mismo. Quizás, después de la sesión de entrenamiento, sugeriría otra vez a esos deliciosos bocados que encontraran otros amantes.

—Sé que tienes que irte, pero... me estoy muriendo por tocarte, Jimin.—Las negras pestañas revolotearon tímidamente, y la mujer con el pelo color cuervo hundió sus labios en un puchero. Ella se apoyó en el codo, colocando sus exuberantes pechos en su línea directa de visión—. No me digas no —suplicó ella, trazando con la yema del dedo alrededor de su pezón—. Tú cuidaste exquisitamente de mí anoche. Déjame que cuide ahora yo de ti.

Al otro lado de él, sus compañeras se estiraron.
—Mmm —suspiró la de los encendidos rizos—. Buenos días.La otra se estiró como un contento gatito, pronunciando bajo y ronco ronroneo. Cuando se incorporó poco a poco hasta sentarse, sus despeinados mechones dorados cayeron sobre sus hombros. Cuando le echó un vistazo,sonrió lenta, seductoramente.

—Buenos días —arrastró las palabras, el sueño tiñendo su voz.

—Eres asombroso —dijo la pelirroja, sus ojos azul claro se abrieron ampliamente al recordar la satisfacción.

—¿Cómo estás… dulzura? —Otra vez él intentó recordar su nombre, pero no podía. Se encogió de hombros. De todos modos no era importante. Para él todas eran “dulzura”—. Ha llegado la mañana, y es hora de que todo el mundo vuelva a sus deberes.

—No nos despidas. Todavía no —dijo la morena. Su cálido aliento abrasó su oído un momento antes de que su lengua chasqueara y remontara la curva de su mejilla izquierda—Déjenos tener otra —Besó su mandíbula— “probada
de”—le mordisqueó la garganta—, de ti.

Tres juegos de manos y pechos estaban de repente por todas partes de él.
Calientes, y codiciosas bocas que lo chuparon, húmedos, necesitados centro femeninos frotándose contra él.El olor del nuevo deseo flotando por el aire desde la cama, envolviéndole.

—Sólo con estar cerca de ti hace que me desespere por correrme —jadeó una.

—Siempre sabes que quiero incluso antes de que yo sepa —jadeó la otra—No puedo tener bastante de ti

—Soy adicta a ti —jadeó la tercera—Moriré sin ti.

Los gemidos y gritos del placer resonaban en sus oídos, la insaciable lujuria femenina las volvía frenéticas por su tacto. Un fiero calor incendió su propia sangre, revigorizándolo sólo como el sexo podía hacerlo. A veces, cuando la necesidad lo dominaba, se veía reducido a un estado anomalístico, tomando a sus amantes con una intensidad tan salvaje que se satisfaría mejor en el campo de batalla.

Ahora era una de esas veces.Con un gruñido, abrió la boca y aceptó el beso de alguien, sus manos se enredaron en pelo y la dulce fragancia de la piel. Quizás se uniera a sus hombres para el almuerzo…..

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Clang. Woosh. Clang.

El sudor goteaba bajando por el pecho desnudo de Jimin, remontado sus acordonados músculos y reuniéndose en su ombligo cuando balanceó la espada, cerrando de golpe el pesado metal del arma levantada de su opositor. Broderick se tambaleó hacia atrás y cayó sobre su trasero, arrojando suciedad en cada dirección. Algo de eso salpicó las nuevamente pulidas botas Jimin.

—Levántate, hombre —ordenó cuando Broderick permaneció en el suelo.

—No puedo —jadeó su amigo. Jimin frunció el ceño. Esa era la cuarta vez que Broderick golpeaba el suelo durante su sesión de entrenamiento, y sólo habían estado practicando una hora. Por lo general tan fornido y poderoso como el propio Jimin, la debilidad de hoy de Broderick era desconcertante.

La culpa que había logrado negar antes cobró vida. Debería haberles enviado a las mujeres la pasada víspera, debería haberse resistido más resueltamente a ellas esa mañana. Mientras que él estaba más fuerte que nunca, esos aguerridos guerreros quedaron reducidos a eso.

—Maldición —murmuró Broderick, su voz estirada. De todos modos permaneció en el suelo, con la cabeza gacha y alzando las manos, el pelo dorado ocultando sus ojos—. No estoy seguro de cuánto más de esto pueda resistir.

—¿Y el resto de vosotros? —Jimin clavó la punta de su espada en la arena, una punta que había sido forjada y afilada en la imagen de una alargada y letal calavera, una punta que causaba un daño irreparable.

La había llamado adecuadamente La Calavera.Su mirada fija viajó por las filas de su ejército. Algunos estaban sentados sobre un banco, afilando sus hojas, mientras que los otros se apoyaban contra una pared plata y blanquecina, con expresiones perdidas, lejanas. Sólo Theophilus parecía listo para algo más que una siesta. Y sólo Theophilus le prestó al menos un poco de atención. Bien, eso no era del todo cierto. Joachim estaba encorvado, los codos apoyados en sus rodillas, su cabeza inclinada hacia un lado mientras miraba fijamente a Jimin con indiscutibles chispas de furia ¿Qué era lo que enfadaba ahora a su primo?

—Alineaos. —Ordenó Jimin a todo el grupo—. Ahora. —Su afilado tono finalmente captó su atención. Lentamente formaron una torpe fila, sólo algunos de ellos intentaban parecer conscientes. Su ceño fruncido se hizo más profundo. Era altos y musculosos, sus hombres, con piel bronceada y facciones perfectamente esculpidas. La fuerza de su belleza hacía a veces llorar a mujeres adultas. Pero ahora mismo soportaban profundas líneas de tensión alrededor de los ojos y bocas, les temblaban los puños y se mantenían sobre sus inestables piernas.

—Os necesito fuertes y capaces, pero estáis tan débiles como bebés, cada
uno de vosotros. —En cualquier momento, Darius, el Rey de los Dragones, descubriría que Jimin había tomado ese palacio, derrotado a cada uno de los que estaban en su interior y lo había atacado.Cuán rápido caerían esos guerreros si los desafiaran hoy.Sus manos se apretaron a su costado. El fracaso no era algo que permitiera. Jamás. No, prefería morir. Un guerrero ganaba siempre. Sin excepción alguna.

Broderick suspiró y se restregó una mano por la cara, su expresión severa.—Necesitamos sexo, Jimin, y lo necesitamos ahora.

—Lo sé. —Desafortunadamente, las tres exhaustas humanas que dormían en su cama, nunca serían capaces de manejar a todos esos nimphs hambrientos de lujuria al mismo tiempo. —Podría enviar un puñado de soldados a la Ciudad Externa para capturar sirenas. —Una raza de mujeres que se deleitaban en el sexo al igual que lo hacían los Nimphs.

Peligrosas mujeres, sí. Mujeres que atraían, seducían y mataban. Bien, intentaban matar. Pero ellas eran maravillosamente satisfactorias cuando caían, completamente dignas del riesgo. Sin embargo, las pocas veces que sus hombres habían entrado en la ciudad en esas pasadas semanas, las mujeres de cada raza habían permanecido bien escondidas, evitando a los Nimphs como si fueran horribles demonios, que olían de modo asqueroso.
Ninguno quería encontrarse esclavizado al hambre oscura y sexual de un Nimph, perdiendo su misma identidad, deseando sólo complacer a su amante. Un resultado inevitable. Incluso para compañeros.Aquellas mujeres, quien quiera que resultaran ser, donde quiera que las encontraran, eran atesoradas, pero todavía estaban esclavizadas.

—Puedo oler a las humanas en ti, y eso hace que mi propia necesidad se incremente tanto —dijo Dorian. Con su pelo obsidiana, rasgos divinos y malicioso sentido del humor, las mujeres de cada raza por lo general iban a él. Aunque, ahora no había nada malicioso en él. Irradiaba celos y resentimiento—Te mataría si tuviese fuerza.

Más culpa barrió a Jimin. Tenía que arreglarlo. Tanto como odiaba admitirlo, sólo había una verdadera solución para este apuro.—¿Todavía deseáis viajar a través del portal? —preguntó, enlazando sus manos tras la espalda. Desde el descubrimiento de la extraña piscina invertida en las cuevas bajo ese palacio, la misma piscina por el que las mujeres habían viajado desde el mundo de la superficie a Atlantis,sus hombres habían rogado tantas veces por entrar que había perdido la cuenta.

Cada vez su respuesta había sido la misma: Dioses, no.
Su amigo Layel, el Rey de los Vampiros, le había dicho que los Atlantes no podían sobrevivir en la superficie durante largos períodos de
tiempo. Además, él necesitaba a sus hombres allí, preparándose para luchar y defender. Pero débiles como estaban ahora, esos guerreros no vencerían ni a un grifo que se persiguiese la cola, mucho menos a un brutal aliento de fuego.
Si hubiera una posibilidad de que pudieran encontrar más mujeres humanas, viajar a la superficie merecía el riesgo,se percató.

—¿Y bien? —dijo él.Casi todos sus hombres sonrieron y se cerraron en torno a él. Un coro de “Sí” estalló de sus bocas. Sólo Theophilus permaneció tranquilo, pero claro, él no tenía ninguna necesidad de visitar la superficie. Él estaba emparejado con la cuarta humana de la residencia.

Emparejado.

Jimin trató de no encogerse. Cuando un Nimph se emparejaba, lo hacía de por vida. No importaba su edad, sus circunstancias,cuando encontraba a la mujer destinada a vivir a su lado, su cuerpo no ansiaría a ninguna más; su corazón sólo latiría por uno.

El único.

Le habían dicho que un Nimph reconocería esa “única” en el momento en que la oliera, y ella, a cambio, lo reconocería, eligiéndole por encima de todos los otros. Jimin, así como muchos de sus hombres, vivía con temor de encontrar a su compañera, demasiado bien disfrutaba él de su libertad. No podía imaginarse desear a una sola mujer. No podía imaginar a una mujer ser capaz de mantener su interés y saciar todas sus pasiones más allá de una sola noche.

Quizás no estaba destinado a tomar una compañera. Un hombre podía esperar, de todos modos.
—¿Viajaremos por el portal? —preguntó alguien, cortando sus
pensamientos.

—Sí —dijo él. Extendió sus brazos a modo de rendición—. Por fin, amigos míos, me rindo.

—¿Cuándo podemos irnos? —preguntó Broderick.

—Gracias, gran Rey —dijo Shivaw.

—Dioses, mi polla necesita algunas atenciones femeninas —habló Dorian. El alivio goteaba de sus voces. Ya la lujuria ardía al rojo vivo en sus ojos, dándoles nueva fuerza. No los culpó por su ansia de abandonar el palacio. Él se habría reducido a una bestia gruñona, si se hubiese visto obligado a pasar sin la dulzura de una mujer mientras que ellos las tenían.
Pero era algo que él, como rey, nunca había tenido que soportar. Y nunca lo habría soportado, estaba seguro.

Su apetito carnal era mayor que cualquiera de los otros, y simplemente, ninguna mujer podía resistírsele. Un hecho que sus hombres habían aceptado hacía mucho, y él mismo disfrutaba.

—La mayoría de vosotros tendréis que quedaros aquí, guardando el palacio —les informó él—Y los que vayáis a ir, no podéis quedaros mucho tiempo.No más de una hora, quizás puede que dos.Nosotros os traeremos tantas como podamos, después decidiremos quién se queda con quien.

—Deberíamos haber ido hace días —se quejó Joachim.

Jimin decidió no hacerle caso. Sabía que la frustración hablaba por su primo.

—¿Por qué tenemos que volver tan rápidamente? —preguntó Dorian, volviendo a fruncir el ceño—. Quiero disfrutar de una amante o dos antes de volver a casa.

—No sabemos nada de la superficie, su gente o sus armas, pero más que nada no sabemos cuándo nos atacarán los dragones. Debemos entrar, engatusar a las mujeres que queremos y darnos prisa en volver.

Las rubias cejas de Broderick se arquearon. —¿Nosotros?

—Yo os conduciré, por supuesto. —No enviaría a sus hombres a un territorio inexplorado sin él—Pero no hay de qué preocuparse. No tomaré a ninguna mujer para mí. Las tres mujeres felizmente saciadas y dormidas en mi cuarto son suficiente estímulo para mí. —Por el momento—Te dejaré el reclamo a ti.

✎ ✏ ✐ Fin del capítulo

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│ ✐; Hola! ¿Les ha gustado?
│ ┆ ✐;Cómo dato curioso cuando escenas +18 se acerquen el nombre de nuestro protagonista cambiará a Jae, nuestro personaje ficticio que no existe.
Consideremoslo el doble del personaje principal que se hará cargo de el contenido para adultos.

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Eso es todo! :D

Por cierto.....¿Cuántos años tienen??

✎ ✏ ✐Voten y comenten para entregarles un saludo al final de cada capítulo ;D

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