20 | alfie solomons
—¿Dónde está Hetty? —preguntó Michael, mirando a Arthur en busca de una explicación—. Fue al baño y no regresó.
—Creemos que.... quienquiera que se llevó a Bella, también se la llevó a ella —dijo Arthur, y Michael sintió una oleada de ira atravesarlo.
—¿Qué? —preguntó Michael—. ¿Por qué nadie hizo nada al respecto?
—No sabíamos qué estaba pasando —dijo Arthur—. Alguien dijo que las metieron en un auto y se marcharon. No podríamos haberlas alcanzado ni aunque lo intentaramos.
Michael apretó los puños—. Si le pasa algo...
—La encontraremos —dijo Arthur—. Te lo prometo. Tommy tiene un plan.
—Todo es culpa mía —susurró Michael—. Si la hubiera seguido, podría haberla protegido. Podría haberlas salvado.
—No es tu culpa —dijo Arthur—. Hetty es una tonta a veces, pero puede cuidarse sola, ¿de acuerdo? No permitirá que los bastardos que se la llevaron le pongan una mano encima a Bella.
—Pero, ¿y si lastiman a Hetty? —preguntó Michael—. Dios, si le hacen algo...
—Ella sabe como cuidarse —dijo Arthur—. Aprendió de los mejores.
—Difícilmente contamos como los mejores, hermano —dijo Mason, apareciendo junto a Arthur—. Pero ella sabe cómo luchar.
—Eso es verdad —dijo Arthur—. Una vez le rompió la maldita nariz a Mason.
Michael no se sintió aliviado en lo más mínimo—. Lo juro, si ella está herida, yo...
—¿Tú qué? —preguntó Mason, sintiendo una amenaza vacía.
—Nunca me lo perdonaré —respondió Michael, empujando a Arthur lejos de él y alejándose.
Necesitaba tiempo para pensar, y eso significaba que tenía que estar solo.
—
Tommy Shelby podía sentir el sudor en sus palmas mientras estaba de pie en el almacén esperando a Alfie Solomons. Estaba muy preocupado por su hija, su esposa, y por Hetty; una reunión con Alfie Solomons era lo último que quería. Especialmente cuando tenía que informarle que sus enemigos tenían a su hija cautiva. Estaba seguro de que no sería algo agradable para Alfie, el padre más sobreprotector del mundo.
Cuando el hombre salió de su auto, acompañado por un guardaespaldas, Tommy frunció el ceño—. Te dije que vinieras solo y desarmado.
—Sí, bueno, eso nunca pasará —respondió Alfie—. Y en cuanto al bastón, no te preocupes, es mi ciática. Siempre me juega en contra alrededor del invierno y el solsticio de verano.
—¿Qué tienes para mí, Alfie? —preguntó Tommy.
—¿Para qué me trajiste aquí? —preguntó Alfie.
—Estaba de camino a un lugar al que debo llegar en un rato —respondió Tommy—. ¿Qué tienes para mi?
—Bueno, como estabas dispuesto a pagar una cantidad tan exorbitante por esta información, decidí darte una buena relación calidad-precio —dijo Alfie, desplegando un papel—. Entonces, aquí están los nombres de todos los hombres en Inglaterra a quienes me acercaría si tuviera un huevo Fabergé a la venta. Ahí tienes.
Le entregó el papel a Tommy.
—Y luego, aquí estan todos los hombres en esa lista que comprarían el huevo Fabergé, incluso si supieran que ese artículo fue robado —dijo Alfie, entregándole a Tommy otra hoja de papel—. Luego vienen tus preguntas curiosas de mierda gitana. No voy a preguntar, pero aquí hay una lista de hombres que comprarían un huevo Fabergé por la obsesión de su esposa —Tommy tomó el papel, sacó un fajo de billetes de su bolsillo y se lo entregó a Alfie—. Gracias, Sr. Shelby. Encantado de hacer negocios contigo. ¿Cómo está tu hija? espero que bien.
—Está bien —respondió Tommy, comprobando el papel. Cuando no vio lo que estaba buscando, apuntó un arma hacia Alfie y luego otra fue apuntada a la frente de Tommy—. Dejaste un nombre fuera de la lista, Alfie.
—¿Lo hice? —preguntó Alfie burlonamente.
—Sí —respondió Tommy—. Ya hablé con mi gente de la joyería. Distribudores experimentados. Me dicen que solo hay tres hombres en Gran Bretaña cuyas esposas están obsesionadas con Fabergé. Eso los convierte en buenos clientes. Sacaste al más rico de la lista.
—Bueno, si ya lo sabías, ¿cómo es que me arrastraste hasta un maldito basurero, amigo?
—Dos razones —respondió Tommy—. Razón número uno: al ocultar un nombre que seguramente conoces, me has demostrado que has hecho un trato con los Odd Fellows. Fuiste tú quien les contó sobre el túnel, y les hablaste del maldito trato con los soviéticos. Razón número dos: el nombre del hombre que estás ocultando debe ser mi enemigo, de lo contrario no estarías protegiéndolo. Ahora es un hombre al que puedo usar.
—Escucha, amigo, no puedes aceptar a un hombre...
—Les diste información a cambio de una parte —continuó Tommy.
—Tommy, había cosas en ese tesoro. El mismísimo Dios me habló y me dijo "Alfie, estás destinado a tener estas cosas" —dijo Alfie.
—Cruzaste la línea, Alfie.
La expresión de alfie se volvió peligrosa—. ¿Que yo qué?
—Cruzaste la línea.
—¿La línea? —repitió Alfie.
—¡ESTÁN USANDO A MI HIJA! —gritó Tommy, despertando a su esposa que dormía en el auto y haciendo que ella se uniera a la discusión.
—¿Tommy? —preguntó Tessa en voz baja, frotándose los ojos.
—¿Lo sabías? —preguntó Tommy, ignorando por completo a su esposa.
—Sí, lo sabía. Pero ya sabes —respondió Alfie—, a pesar de lo maldito que estoy, no me importó, amigo.
Tommy tuvo que impedir que Tessa fuera a por Alfie con los puños en alto. Su esposa hizo ademán de pasar a su lado, pero el brazo de Tommy la agarró por la cintura y la retuvo.
Tirando a Alfie al suelo, los dedos de Tommy se cerraron alrededor de su garganta, cada gramo de ira reprimida surgió en la asfixia de Alfie Solomons. Tommy no tenía la intención de detenerse, pero otro hombre lo agarró por los hombros y lo apartó de Alfie.
—Maldición, Tommy —jadeó Alfie, mientras Tommy intentaba apartar al hombre de él.
Sonó un disparo y el peso del muerto derribó a Tommy. Michael apareció con la pistola en alto y vio a Tommy empujar al muerto.
—Por el amor de Dios —dijo Alfie, levantándose—. ¿Qué diablos está pasando? ¿Qué te pasa, Tommy? ¿Eh?
Tommy se puso de pie, colocándose entre Alfie y Tessa con el arma puntando directamente a la cabeza de Alfie. Él se acercó y Tommy empujó el cañon de la pistola contra su sien.
—Te enojaste, ¿no? —dijo Alfie.
—Sí, me enoje muchísimo —espetó Tommy.
—Está todo en tu cabeza, amigo —dijo Alfie, incitando a Tommy a apretar el gatillo.
Michael se interpuso entre los dos, gritando por encima de ellos—. Tommy, ¡sé que este bastardo se lo merece! ¡Sé que se lo merece! ¡Lo sé!
Alfie caminaba detrás de ellos, y Tessa todavía estaba parada a un lado, mirando con un poco de horror—. Tommy, Michael tiene razón —dijo Tessa, y se movió para pararse frente a Tommy—. Si lo matas ahora, la tregua con los de Londres se hará pedazos.
—Tessa —dijo Tommy en voz baja, apartando a su esposa.
—No se preocupe por esa tregua, Sra. Shelby —dijo Alfie—, porque se vino abajo. No tiene de qué preocuparse cuando se trata de los viejos muchachos de Londres.
—¡¿De qué maldito lado estás, Alfie?! —gritó Michael.
—Eso no me importa una mierda ahora —espetó Alfie—. ¿De acuerdo? No quiero que me perdone por algún maldito de paz. Quiero que reconozca que su ira no está justificada. Quiero que reconozca que el que lucha por la espada, muere por la misma, Tommy.
—Alfie —dijo Tessa—. Por favor.
—¿Se llevaron a tu pequeña? —preguntó Alfie, marchando hacia ellos—. ¿Y qué? ¿Qué maldita línea se supone que he cruzado? ¿Cuántos padres, cuántos hijos, has cortado, asesinado, hasta masacrado; inocentes y culpables, para enviarlos derecho al maldito inferno? ¡Tal como yo! Estás parado allí, juzgándome y hablándome de curzar una maldita línea. Me quitaste a mi hija porque te preocupaba que yo intentara tomar tu dinero, ¿no? Si aprietas el gatillo, aprietas el gatillo por una razón honorable. Como un hombre horonable, no como un maldito civil que no entiden la forma perversa de nuestro mundo, amigo.
—También se llevaron a tu pequeña, Alfie —dijo Tessa—. También tienen a Hetty, y si esto sale mal no es solo mi hija la que muere esta noche. La tuya también lo hará.
Su compostura cambió, su cuerpo se puso rígido mientras el miedo se deslizaba por su columna vertebral como agua helada. Alfie Solomons no era un hombre con el que podías meterte, ni era conocido por ser demasiado compasivo, pero quedó bastante claro que lo único que le importaba más que su condición de gángster era su hija. Tommy, Tessa y Michael tendrían que estar ciegos para no ver el miedo acumulado en los ojos de Alfie cuando se dio cuenta de lo que Tessa estaba diciendo, y se dieron cuenta de que bajo el duro exterior, Alfie verdaderamente amaba a su hija.
—¿Qué diablos acabas de decir? —preguntó Alfie en voz baja—. ¿Se llevaron a mi pequeña? ¿Mi Hetty?
—Lo siento, Alfie —dijo Tessa.
—Mira, Tommy —dijo Michael en voz baja—, el asesinato de Alfie Solmons no va a ayudar. Esto será muy malo para los negocios.
—Michael —murmuró Tommy—, ve y llama al inspector Moss. Dile que es Palmer.
Michael miró el cuerpo del hombre al que le disparó y Tessa se acercó a él—. Michael...
Michael apartó la mano que Tessa le puso en el hombro y se alejó. Tommy asintió—. Bien dicho, Alfie. Bien dicho.
Alfie miró a su alrededor antes de inclinarse hacia Tommy—. No sabía nada de tu pequeña. O de Hetty. Si hubiera algo que pudiera hacer...
—Lo sé —dijo Tommy—. Lo vi.
Mientras Tommy tomaba a su esposa del brazo y la conducía de regreso al auto, Alfie los llamó—. Si encuentras a Hetty... hazme un favor y dile que la amo.
—Lo haré —dijo Tessa—. Tienes mi palabra.
—Y no te mataría dejarla venir a Londres de vez en cuando —añadió Alfie—. No es una chica de Birmingham, Tommy. Ella es una chica londinense. Si la dejas venir a verme más a menudo, no tendrás que preocuparte por mi.
Tommy asintió—. Veremos.
—Solo asegúrate de que esté bien —dijo Alfie—. Ella es todo lo bueno que me queda en el mundo, y si muere, iré por ti, Tommy.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top